Junco Ezquerra, Luis (1950-VVVV).
Narrador español, nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1950. Desde muy temprana edad mostró una especial inclinación hacia el mundo de las Letras, vocación que compaginó con su interés por los estudios técnicos. Así, en 1965 se trasladó a la capital de España para cursar la carrera de Ingeniería Aeronáutica en la Universidad Politécnica de Madrid, de donde egresó con un título que no le impidió seguir alentando su propósito de dedicarse al cultivo de la creación literaria.
Después de ejercer la ingeniería aeronáutica durante casi una veintena de años, en 1988 abandonó su trabajo para convertirse en profesor de Matemáticas y Astronomía, materias que impartió en diferentes institutos de Enseñanza Secundaria de Las Palmas de Gran Canaria y, posteriormente, de Madrid. En la actualidad (año 2000), ejerce la docencia como profesor titular de Matemáticas en el I.E.S. María Guerrero, de Collado Villalba (Madrid).
Desde su nueva dedicación a la enseñanza, Luis Junco Ezquerra ha podido compaginar sus obligaciones docentes con el cultivo de su innata vocación literaria, dentro de un difícil equilibrio humanístico que ya había comenzado a practicar en su anterior faceta profesional de ingeniero. En efecto, en 1983 irrumpió con fuerza en el panorama literario español con la novela titulada En algún lugar del océano sigue escondida América (Las Palmas: Ediciones del Centro de Cultura Popular Canaria, 1983), obra que se alzó con el Primer Premio de Novela Canaria.
Tres años después, el narrador canario volvió a los anaqueles de las librerías con la novela breve titulada Barranco viejo (Las Palmas: Ediciones del Centro de Cultura Popular Canaria, 1986), obra que también había sido distinguida en un certamen literario (Premio de Novela Corta del Centro de Cultura Popular Canaria convocado en dicho año).
Tras un largo período de silencio editorial (aunque no creativo), Luis Junco Ezquerra retornó al panorama narrativo contemporáneo con una espléndida colección de cuentos, agrupados bajo el bello epígrafe de El asesino de adelfas y otros crímenes de provincia (Madrid: Ediciones Libertarias-Prodhufi, 1995). Por aquel entonces, el autor canario ya se había consolidado como una de las voces más interesantes de la prosa española contemporánea, y la presencia de su obra en el panorama literario español venía reforzada por un considerable número de artículos y relatos cortos aparecidos en diferentes periódicos y revistas especializadas.
Pero su definitiva consagración como narrador vino protagonizada por la aparición de su novela titulada Las cartas americanas de Prudencio Armengol (Madrid: Ediciones de la Discreta, 1999), una espléndida narración que, a medio camino entre la crónica provinciana, el relato lúdico y la ficción cultural, muestra un impresionante fresco de la vida cotidiana en un rincón apartado de la España franquista. Manuel Camarero, prologuista de la obra, ha sabido definir mejor que nadie la brillante y agridulce combinación de burlas y veras que Luis Junco ha dejado plasmada en Las cartas americanas de Prudencio Armengol: «Todo empieza en una isla, abierta al océano, pero limitada por la mediocridad de comienzos de los años cincuenta. Un grupo de amigos decide liberarse del tedio cotidiano quebrantando la prohibición de celebrar el Carnaval. Pero lo que al principio parece una simple broma acaba por convertirse en una singular aventura, un episodio iniciático que delimita el tránsito del sueño y la inocencia a la amargura y el desencanto. No obstante, el misterio del juego -motivo recurrente en la escritura de Luis Junco- se mantiene a través de unas cartas inquietantes y redentoras que llegan de América«.
Al margen de todo esto, Las cartas americanas de Prudencio Armengol presenta el indudable interés histórico y literario de reproducir las inquietudes y actividades de los llamados planistas, un grupo de jóvenes poetas y artistas plásticos surgidos en Las Palmas de Gran Canaria a finales de la década de los años cuarenta. Reunidos en torno a las tertulias que celebraban en el Café Polo de dicha ciudad (que dio nombre a su grupo poético), los planistas inauguraron la tendencia social que habría de triunfar en la poesía española de los años cincuenta.