Hudson, Henry (ca. 1570-1611).
Navegante y explorador de origen inglés, nacido aproximadamente el 12 de septiembre de 1570 (aunque algunos historiadores afirman que en la década de 1550), en un lugar desconocido de Inglaterra, y muerto entre junio-agosto de 1611, en algún próximo a la actual bahía que lleva su nombre, fecha en la que desapareció, junto con algunos de sus hombres, sin dejar rastro. Hudson destacó por realizar cuatro viajes por las frías aguas que bordean Groenlandia en busca del deseado Paso del Noroeste, un paso que hiciera posible la comunicación marítima entre el Atlántico y el Pacífico por el N del continente americano.
Antes de 1607, la vida de Henry Hudson es todo un enigma, sin apenas datos concluyentes o medianamente ciertos. Ese mismo año, Hudson fue contratado por la English Muscovy Company de Londres para intentar descubrir el paso a China y el Japón desde Europa por el océano Ártico. Al mando de una sola embarcación, la Hopewell, Hudson partió del puerto de Gravesend con una tripulación formada por su hijo y diez marineros más. Nada más llegar a Groenlandia, el 13 de junio, Hudson puso rumbo N hasta alcanzar la isla del Príncipe Carlos, tras de lo cual siguió bordeando la costa de Spitzberg (actual Svalbard) y alcanzó la longitud 80º N, el punto más cercano al Polo Norte conseguido hasta entonces por el hombre blanco. Al no encontrar salida alguna hacia el oeste, Hudson determinó descender hacia posiciones más meridionales y descubrió la isla de Jan Mayeu. Debido a los problemas surgidos por las bajas temperaturas, hasta el punto de que el barco se quedó atrapado entre los hielos con peligro de fracturarse por la mitad, Hudson no tuvo más remedio que regresar a Inglaterra.
El 22 de abril de 1608, Hudson repitió la expedición con el mismo navío y tripulación, pero para esta vez eligió una ruta alternativa y algo más larga: navegó por las costa de Noruega hasta las islas de Nueva Zembla, por el mar de Barents. Hudson volvió a batir la marca de altitud más alta jamás conseguida por navegante alguno. Vencido nuevamente por el frío, el cansancio y el desánimo absoluto por no conseguir hallar la ruta, Hudson arribó en Inglaterra el 26 de agosto del mismo año. Una vez en Inglaterra, fue despedido de la English Muscovy Company, no sin antes informar de la gran cantidad de ballenas que había observado durante sus dos viajes anteriores, circunstancia que animó a los holandeses a planear el establecimiento de una industria ballenera en la zona.
Por ambos motivos económicos, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales propuso a Hudson el comandar un ambicioso viaje de exploración por la zona para buscar el Paso del Noroeste y sondear, además, el negocio ballenero, del cual querían hacerse los holandeses con todo su control por las pingües ganancias que reportaba. Los holandeses equiparon con todo lo necesario para semejante empresa un navío de 73 toneladas, el Half Moon (‘Media Luna’), con una tripulación de 20 marineros expertos, entre ingleses y holandeses, con los que Hudson se dispuso a zarpar el 25 de marzo de 1609 del puerto holandés de Texel, rumbo a Nueva Zembla, donde llegó a mediados del mes de mayo. El hielo volvió a hacer acto de aparición y bloqueó la nave. En previsión de un más que posible intento de amotinamiento por parte de la tripulación, Hudson desistió de la idea de seguir más hacia el norte y puso rumbo en dirección suroeste, hacia Nueva Escocia, desde donde viró a dirección sur hasta que alcanzó la costa norteamericana en julio. Los nuevos planes de Hudson no eran otros que llegar lo antes posible a un hipotético océano, que se suponía se encontraba en el norte del actual estado estadounidense de Virginia según las informaciones dadas años atrás por el famoso capitán y explorador inglés John Smith, el cual debería ser la puerta de entrada de un pequeño istmo que separaba el Atlántico del Pacífico. Después de anclar en la localidad de Sandy Hook, donde los indios le ofrecieron tabaco y demás enseres para seguir la marcha, Hudson continuó la travesía hacia el sur; costeó Terranova hasta que, el 3 de septiembre, el Half Moon hizo su entrada en lo que hoy día es la bahía de Nueva York. Al día siguiente, después de rodear y explorar la isla de Manhattan, Hudson descubrió la desembocadura del río que lleva su nombre (véase río Hudson), curso fluvial que remontó aguas arriba creyendo que sería una ruta natural del deseado paso del Noroeste. Pero, tras ascender una distancia de 240 km, hasta el lugar en el que actualmente se asienta la ciudad estadounidense de Albany, y comprobar que no había salida al mar, regresó de inmediato a Sandy Hook, el 4 de octubre de 1609. Antes de regresar, Hudson tomó posesión de aquellas tierras en nombre de Holanda.
A finales del año, el Half Moon llegó al puerto de Darmouth, en Inglaterra, con casi toda la tripulación enferma y exhausta por la travesía realizada en medio de una extremas condiciones meteorológicas. Nada más pisar suelo inglés, Hudson y su tripulación fueron retenidos por orden de las autoridades inglesas. El rey Jacobo I (1603-1625), disgustado al enterarse de que Hudson había trabajado como explorador para Holanda, país con el que Inglaterra comenzaba a sostener una lucha sin cuartel por el dominio comercial y de los mares, prohibió a éste que informara de los resultados de la expedición a la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, al mismo tiempo que le obligó a trabajar desde ese momento para la Corona inglesa.
El 17 de abril de 1610, Hudson zarpó de nuevo a bordo de un nuevo navío, el Discovery, para realizar la que sería su cuarta y última expedición con el exclusivo objetivo de dar de una vez con el Paso del Noroeste. El viaje fue patrocinado por la recién creada Compañía Inglesa de las Indias Occidentales, creada a imitación de la holandesa y con la misma filosofía colonialista y mercantil. Hudson encontró, a mediados del mismo año, el estrecho de Hudson, desde donde alcanzó la bahía de Hudson y, posteriormente, la bahía de James, lugar en el que se vio forzado a pasar un durísimo invierno debido a su sempiterno enemigo, el hielo, y a la falta de alimentos y madera seca para calentarse. Con la aparición del primer deshielo, en la primavera del año siguiente, la tripulación estalló en un motín que Hudson no pudo sofocar. En el mes de junio, los amotinados abandonaron a su suerte a Hudson y siete marineros más (entre enfermos y fieles al capitán y su propio hijo), a los que metieron en una pequeña chalupa que, sin duda alguna, tuvo que zozobrar por algún lugar de la bahía de Hudson, ya que nunca más se supo de ellos ni se han encontrado restos algunos que pudieran proporcionar algún indicio cierto sobre el lugar exacto de la tragedia.
En cuanto a los amotinados, la mayor parte perecieron por aquellas tierras tan inhóspitas y por el durísimo viaje de regreso a Inglaterra. Los pocos que alcanzaron la costa inglesa presentaban un estado lamentable y fueron encarcelados todos ellos en un primer momento, aunque al cabo del tiempo recobraron la libertad, puesto que los cabecillas de la rebelión habían fallecido.
Además de dar su nombre a un río (en Estados Unidos de América), a una bahía y a un estrecho (ambos en Canadá), los viajes de Hudson reportaron consecuencias prácticas: el establecimiento de factorías balleneras en Spitzberg y la iniciación de un próspero y lucrativo comercio peletero en las márgenes del río Hudson que constituyó el embrión de la ciudad de Nueva Amsterdam (posteriormente llamada Nueva York), poblado holandés que luego pasaría a manos de Inglaterra. Parece ser que Hudson fue el primer hombre en registrar una mancha solar. Por último, su nombre ha sido felizmente incorporado al folclore del río Hudson, al igual que sus hazañas, aventuras y tragedias han inspirado a un buen número de escritores y novelistas, como es el caso del estadounidense Washington Irving.
Bibliografía
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BOLEA, José. Viento del noroeste: navegantes y descubridores. (México: Ed. Oasis, 1975).
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PARRY, J. H. La época de los descubrimiento geográficos: 1450-1620. (Madrid: Ed. Guadarrama, 1964).
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TAILLEMITE, Etienne. Por mares desconocidos. (Madrid: Ed. Aguilar, 1990).
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VV.AA. Así nació Canadá. (Madrid: Ed. Grupo 16, 1985).
CHG