Guan Di o Guan Yü (222-265 d.C)
Personaje histórico de la antigua China, cuyo verdadero nombre era Zhang. Vendedor de judías, cambió su nombre por el de Guan Gong para dedicarse al ejercicio de las armas, destacando por su mérito y valor en la época de los Tres Reinos (222-265). Tras su muerte, su fama se extendió vertiginosamente, convirtiéndose en un héroe popular, hasta el punto de que la dinastía Ming (reinado de Shennon, 1573-1619), lo divinizó como el dios de la guerra, protector de China y de su pueblo. También fue venerado como el dios de la literatura y de los estudiantes, debido a la proeza que llevó a cabo, según la leyenda, al memorizar uno de los libros clásicos del confucionismo. La gente también acudió a los templos levantados en su honor para que les protegiera de los demonios y demás seres maléficos.
La canonización y posterior divinización de personas reales en la China antigua fue un hecho muy común, puesto que tal prerrogativa tenía una base popular muy amplia, sancionada oficialmente por los emperadores. Para la religión china, lo más divino que había en los hálitos (aliento) se podía manifestar en los individuos de carne y hueso, confiriendo a su portador la calidad de héroe y benefactor de la humanidad, por lo que, tras su muerte, se le rendía culto y se le erigían templos, exactamente igual (salvando las diferencias) a como hacía y hace hoy día la Iglesia católica con sus santos.
Guan Yü vivió en el segundo siglo de nuestra era, según narra la fuente principal de su vida, El romance de los tres reinos, en el tercer siglo de nuestra era. Tras pasar su infancia y adolescencia como un simple vendedor ambulante de judías, decidió abrazar las armas y ponerse al servicio del rey Shu Lin Bei, monarca que estaba enfrentado a otros dos reyes por la supremacía de China. En las filas de este rey adquirió fama por su lealtad y valor, además de por su generosidad, lo que le hizo ganar el afecto sincero de todos los que le rodeaban. Poco después de su muerte se convirtió en héroe de leyenda popular, dotado de poderes extraordinarios, hasta que su memoria pasó a engrosar el panteón divino chino, donde la iconografía le ubicó en el centro de la cuarta fila de dioses principales. Durante el siglo séptimo, los budistas lo convirtieron en guardián de uno de sus monasterios, y los taoístas reconocieron su fuerza contra los demonios. Poco después, se erigieron miles de templos por toda China dedicados a su memoria.
Además de El romance de los tres reinos, otras novelas populares y obras de teatro se ocuparon de reflejar sus innumerables y épicas aventuras como soldado y guerrero. En las representaciones teatrales, el personaje que lo encarna lleva el rostro pintado de rojo, por su calidad de dios de la guerra.
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