Glaser, Donald Arthur (1926-VVVV).
Físico y neurobiólogo estadounidense nacido en Cleveland (Ohio) el 21 de septiembre de 1926. Fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1960 por la invención de la cámara de burbujas.
Nació en el seno de una familia de clase media formada por William J. Glaser, hombre de negocios, y Lena Glaser, ama de casa. En su temprana infancia, asistió a la escuela pública de Cleveland Heights (Ohio), donde recibió sus primeras letras, y continuó luego estudiando en centros estatales para cursar sus estudios secundarios.
Ya en su juventud, se matriculó en el Case Institute of Technology de Cleveland, donde, en 1946, obtuvo el título de Licenciado en Física y Matemáticas. Fue allí donde realizó su primera investigación importante, con motivo de su tesis de licenciatura, centrada en el estudio de la difracción de electrones en relación con las partículas metálicas delgadas y los sustratos cristalinos metálicos.
Sus primeras labores docentes las ejerció en dicho centro de estudios a partir de la primavera de 1946. Poco después, marchó al Oeste de los Estados Unidos en calidad de becario pre-doctoral, para ampliar sus estudios en el California Institute of Technology (el célebre CalTech de Pasadena, California), donde, entre 1949 y 1950, recibió finalmente los títulos de doctor en Física y Matemáticas. Allí, bajo la supervisión de físico neoyorquino Carl David Anderson (1905-1991), el joven Donald A. Glaser realizó una brillante tesis doctoral dedicada al estudio de la energía de los rayos cósmicos al nivel del mar.
A finales de 1949, mientras aún permanecía ligado al CalTech para culminar dicho doctorado, Glaser comenzó a impartir clases en el Departamento de Física de la Universidad Ann Arbor de Michigan, donde no fue designado profesor titular hasta 1957. Dos años después, el científico de Cleveland regresó a la costa del Pacífico para incorporarse al plantel de profesores de la Universidad de Berkeley (California).
Durante toda esta década de los cincuenta, Glaser había estado estudiando las partículas elementales, con especial atención a las que resultaban más extrañas para la Física clásica. Movido por la necesidad de experimentar con dichas partículas, construyó una serie de cámaras que perfeccionaban la vieja cámara de niebla inventada por el escocés Charles Thomson Rees Wilson (1869-1959), y continuó investigando en este terreno hasta que fue capaz de introducir notables mejoras gracias a un dispositivo experimental que contenía un líquido sobrecalentado capaz de frenar el avance de las partículas muy energéticas, de tal forma que era posible fotografiar la trayectoria seguida por ellas. Se trata, en definitiva, de la primera cámara de burbujas, construida por Glaser en 1952.
A partir de entonces, el científico de Cleveland continuó perfeccionando ese invento que habría de hacerle merecedor del Premio Nobel en 1960, cuando sólo contaba treinta y cuatro años de edad. Sus diferentes modelos de cámara de burbuja permitieron a otros investigadores realizar valiosísimos avances en el campo de la Física nuclear, e hicieron posible, asimismo, que el propio Glaser aportara importantes datos sobre las partículas moleculares, después de haber llevado a cabo complejas investigaciones en el Cosmotron of the Brookhaven National Laboratory (Nueva York) y en el Bevatron of the Lawrence Radiation Laboratory (California).
A pesar de que no compartió su Premio Nobel con ningún otro científico -algo ciertamente inusual en la modalidad de Física-, Donald Arthur Glaser puso siempre especial empeño en dejar claro que sus inventos y descubrimientos habían sido posibles merced al esfuerzo de los compañeros y los discípulos aventajados que habían colaborado con él en sus investigaciones. Entre estos colaboradores, recordó expresamente los nombres de J. Brown, H. Bryant, R. Burnstein, J. Cronin, C. Graves, R. Hartung, J. Kadyk, D. Meyer, M. Perl, D. Rahm, B. Roe, L. Roellig, D. Sinclair, G. Trilling, J. van der Velde, J. van Putten y T. Zipf. Asimismo, el físico de Cleveland afirmó que sus investigaciones habrían fracasado de no haber mediado el firme apoyo de la Universidad de Michigan y, más tarde, de otras prestigiosas instituciones científicas como la National Science Foundation of the United States (Fundación de Ciencia Nacional de los Estados Unidos) y la United States Atomic Energy Commission (Comisión de la Energía Nuclear de los Estados Unidos).
Casado en 1960 con Ruth Bonnie Thompson, Glaser fue honrado a lo largo de su carrera profesional con numerosos premios y distinciones, entre los que cabe recordar el premio «Henry Russell» de la Universidad de Michigan (1953), que reconoce los valores de las jóvenes promesas en los campos de la docencia y la investigación; el premio «Charles Vernon Boys» de la Physical Society de Londres (1958), con el que se reconoce los méritos en el campo de la investigación física; y el premio de la Sociedad Americana de Física (American Physical Society), patrocinado por la Hughes Aircraft Company (1959), que recompensa también los logros conseguidos por medio de la experimentación. Además, en el transcurso de aquel mismo año de 1959 Glaser fue investido como doctor honoris causa por el Case Institute of Technology de su ciudad natal.
De forma sorprendente, en la década de los años sesenta Glaser comenzó a centrar sus investigaciones en el novedoso -y, para él, fascinante- territorio de la biología molecular, donde contribuyó asimismo a la obtención de grandes logros. A partir de 1970, consciente de que los descubrimientos hallados recientemente en este campo aún no habían sido bien aplicados a la Medicina y a otras disciplinas, Glaser fundó, en colaboración con dos amigos, la primera empresa mundial de biotecnología, que pronto demostró el enorme rendimiento de la biología molecular en los tratamientos médicos y en las técnicas de cultivo agrario.
Estos rendimientos atrajeron poderosamente a los fuertes inversores, por lo que pronto la biología molecular quedó en manos de las grandes industrias bioquímicas y farmacológicas. Fue entonces cuando Glaser, dando otro inesperado giro a su brillantísima trayectoria científica, abordó el campo de la neurobiología y realizó otras valiosas aportaciones al conocimiento del cerebro humano y, en particular, de la capacidad de percepción visual.
Aportaciones de Glaser
La cámara de burbujas
Glaser y el resto de los físicos nucleares de mediados del siglo XX sólo contaban con un instrumento capaz de observar la trayectoria de las partículas de energía: la cámara de niebla inventada por Wilson. Pero ninguno estaba satisfecho con los resultados obtenidos con dicho aparato, por lo que el científico de Cleveland decidió crear un nuevo dispositivo que permitiera fotografiar el paso de las partículas elementales.
Para ello, Glaser construyó un recipiente y lo llenó de un líquido a presión, al que luego sobrecalentaba hasta llevarlo muy cerca de su punto de ebullición. Instantes antes del paso de las partículas que pretendía detectar, disminuyó bruscamente la presión y consiguió que el líquido quedase en un estado metaestable (es decir, a una temperatura mayor que el punto de ebullición a la nueva presión), estado que cualquier mínima alteración es capaz de transformar. Por ejemplo, el paso de una partícula elemental basta para deshacer el fragilísimo equilibrio de dicho estado metaestable y provocar la hasta entonces retenida ebullición.
Glaser consiguió entonces que su nuevo instrumento fuera capaz de fotografiar la trayectoria dejada por dicha partícula elemental al atravesar el líquido en estado metaestable, trayectoria configurada por una línea de burbujas de la que, una vez plasmada en copias fotográficas, se pueden deducir valores tan significativos como la masa, la carga y la velocidad de la partícula. Superó, así, la fiabilidad de la cámara de niebla de Wilson, ya que, al trabajar con líquidos, la mayor densidad de éstos (respecto a los gases empleados por Wilson) permite una mejor interacción con las partículas que los atraviesan.
Más adelante, Glaser fue perfeccionando su cámara de burbujas hasta logra adaptarla a las condiciones de las partículas concretas que quería estudiar, y conseguir así un conocimiento óptimo de las reacciones que se daban entre ellas. Para ello, fue variando en función de la naturaleza de cada partícula el tipo líquido con que llenaba la cámara (generalmente, oxígeno u hidrógeno en dicho estado), y adaptando la presión y la temperatura a las condiciones más adecuadas para sus objetivos.
Glaser y la biología molecular
A partir de 1962, Glaser dio un giro radical a sus investigaciones y comenzó a estudiar la biología molecular, materia que le había fascinado durante su época de estudiante en CalTech. El biofísico de origen alemán Max Delbrück (1906-1981), que había de ser galardonado también con el Nobel (en la modalidad de Fisiología y Medicina, en 1969), impartía en el California Institute of Technology un seminario sobre genética de los microorganismos, en el que pudo demostrar que las moléculas genéticas del ADN y el ARN eran iguales en los virus y en las células humanas. Estos hallazgos apasionaban a sus jóvenes alumnos, entre los que se contaba Glaser, quien, años después, comenzó a investigar el control de la síntesis del ADN y, trabajando con células ováricas de hamsters, demostró que la exposición anormal a los efectos de rayos ultravioletas podía transformar las células sanas en células cancerosas. Glaser y su equipo de investigadores descubrieron también que los siete genes implicados en este proceso cancerígeno formaban parte también del ADN humano, y que eran los causantes del cáncer conocido como xeroderma pigmentosum. Gracias a estos trabajos, los pacientes que sufren dicha afección pueden vivir sin desarrollar un cáncer siempre que no se expongan a la luz diurna.
Glaser, neurobiólogo
El científico de Cleveland observó que el sistema humano visual es la función cerebral mejor conocida, tal vez porque ocupa aproximadamente un tercio de todas las neuronas en la corteza del cerebro. Aprovechando ese perfecto conocimiento de la las conexiones neuronales que hacen posible la visión, Glaser -que se sirvió en esta ocasión de monos para desarrollar sus investigaciones- descubrió importantes novedades acerca de la capacidad humana y animal para percibir las sensaciones de movimiento y profundidad. En la actualidad, valiéndose de métodos psicofísicos (en los seres humanos) y electrofisiológicos (en los primates), Glaser y su equipo de colaboradores trabajan en el estudio de los efectos de movimiento ilusorios.
JRF