Giolitti, Giovanni (1842-1928).


Político italiano nacido en Mondovi (Piamonte) el 27 de octubre de 1842 y fallecido en Roma el 17 de julio de 1928. Cursó estudios de Leyes en la universidad de Turín, donde se licenció en el año 1860 para comenzar una carrera en la administración italiana que, finalmente, le conduciría a la política. En los años posteriores a su licenciatura se afilió al Partido Liberal italiano, formación en la que obtuvo su primera acta de diputado (1882). Desde ese momento, su peso específico en la vida política italiana fue en aumento, tanto en su partido como en los sucesivos gobiernos de coalición que, a partir de 1888, los liberales fueron formando. Entre 1889 y 1890 Giolitti ocupó el puesto de ministro del Tesoro (actual cartera de Hacienda), y acaparó una valiosa experiencia política que le serviría, en 1892, y tras el triunfo del Partido Liberal en las elecciones generales, para ser nombrado primer ministro de Italia, el puesto de más alta responsabilidad política del país transalpino.

El experimentado piamontés se mantuvo un año al frente del gobierno, período en el que sobresalieron dos hitos importantes: el reconocimiento estatal del derecho a la huelga por parte de los trabajadores y, en segundo lugar, el escándalo financiero de sobresueldos en dinero negro (supuestamente pagado por magnates de la banca), que le costó el cargo a Giolitti, ya que fue obligado a dimitir (1893) por la dirección del Partido Liberal. Su retiro de la alta política, paradójicamente, fue bastante fructífero en el terreno de la ideología ya que Giolitti comenzó a abanderar la corriente política conocida en Italia como «nuevo liberalismo». En esencia, se trataba este movimiento de un loable esfuerzo de adecuación entre el tradicionalismo recalcitrante del pensamiento conservador y las nuevas realidades sociales emanadas tanto del triunfo de la revolución industrial como de los movimientos asociacionistas obreros. Giolitti era piamontés, la región más industrializada de Italia, y fue de los primeros políticos europeos en comprender el impacto que la industrialización en masa, la organización fabril y el resto de componentes económicos tendrían en las relaciones sociales y, naturalmente, en la política de los estados.

De este modo, la proverbial habilidad de Giolitti fue, de nuevo, requerida por el Partido Liberal entre 1901 y 1903 para hacerse cargo de la siempre compleja cartera de Interior, cuyo principal problema en el comienzo del nuevo siglo era el desorden social producido por los altercados callejeros entre distintas facciones políticas. La acción de Giolitti se caracterizó por la contemporización, para lo cual favoreció el aumento del número de representantes parlamentarios y, especialmente, el reconocimiento de la capacidad gestora y de negociación, en términos de diálogo con el gobierno, de las organizaciones sindicales. El relativo éxito de esta política le promovió, una vez más, al puesto de primer ministro (1903-1905), en el que también se mantendría entre 1906 y 1909 gracias a un gobierno de coalición. De nuevo, otros dos importantes hitos en la política italiana se deben al quehacer de Giolitti en esta segunda época al frente del poder ejecutivo: la aprobación de la ley de la Seguridad Social (1908) y la extensión del sufragio, que pasó de ser censitario a ser universal, para todos los varones, con independencia de su nivel de rentas.

Entre 1909 y 1911, el equipo de gobierno de Giolitti fue apartado del ejecutivo debido al pacto entre conservadores y liberales moderados que dejó fuera al ala progresista de esta última formación. No obstante, la inestabilidad de este pacto de gobierno hizo que, de nuevo, Giolitti se hiciera con el puesto de primer ministro entre 1911 y 1914. Los duros años europeos previos al inició de la Primera Guerra Mundial se caracterizaron, en Italia y bajo el gobierno de Giolitti, por la contradicción, sobre todo en cuestiones que atañían a la política internacional. Por una parte, Giolitti fue totalmente contrario a la beligerancia y a la carrera de incremento de efectivos armados y armas llevada a cabo por, prácticamente, todas las potencias europeas (los famosos «virajes hacia la Guerra»), una actitud muy similar a la de Jean Jourès en Francia. Sin embargo, entre los años 1911 y 1912 estalló un agrio conflicto entre Italia y Turquía, debido a la entrada del país transalpino en la carrera colonial. Por este motivo, las ansias imperialistas de Giolitti le llevaron a ocupar Libia y las islas mediterráneas del Dodecaneso; a pesar de la tensión inherente, la ocupación de Libia se llevó a cabo, aunque las carencias estructurales del ejército italiano comenzaron a vislumbrarse con las derrotas obtenidas en el campo de batalla. En 1914, y ya con la guerra iniciada, un gobierno militar de emergencia sustituyó al frente del gobierno a Giolitti, siempre en contra de la conflagración y con preferencias a la neutralidad, como había hecho España.

El olvido de Italia en el reparto económico y territorial de los vencedores en la Guerra llevado a cabo en Versalles (véase Tratado de Versalles) en 1919 fue el caldo de cultivo propicio para la entrada en el país de la radicalización fascista de Mussolini. Sin embargo, fue de nuevo Giolitti el elegido para regir el país en la dura posguerra, aunque para ello tuvo que pactar con el emergente fascista y futuro Duce, Benito Mussolini. Pese a esta rémora en el gabinete, el escándalo Fiume y la ocupación de las fábricas por los obreros, intentando la autogestión, fueron solucionados en 1920 por el talante negociador de Giolitti, que centró todos sus esfuerzos en apoyar la reforma educativa diseñada por Benedetto Croce. Con la entrada de 1921, su último año en la política, los acontecimientos se iban desencadenando sin solución, pues el tiempo de la habilidad y del consenso había pasado en Italia, que se adentraba en la oscuridad del fascismo. La condena oficial, por parte de Giolitti, de todos los enfrentamientos entre Camisas Negras y secciones radicales de partidos socialistas y comunistas, contrastó siempre con el silencio, cómplice en demasiadas ocasiones, de Mussolini, quien se aprovechó totalmente del prestigio de Giolitti a la hora de acceder al gobierno italiano. A pesar de la proverbial tolerancia de Giolitti, tras el asesinato de Matteotti (1921), ordenado directamente por Mussolini y perpetrado por sus cachorros, las críticas fueron brutales, lo que deshizo la coalición en el gobierno. Las nuevas elecciones, en mayo del año citado, apartaron definitivamente del poder a Giolitti en beneficio de la violencia fascista, por lo que éste, descorazonado, decidió retirarse a su ciudad natal piamontesa, donde pasó sus últimos años totalmente apartado de la política.