Bernardo Germán y Llorente (1685-1735). El pintor sevillano de la Divina Pastora y el arte del trampantojo

Bernardo Germán y Llorente fue uno de los máximos exponentes del barroco tardío andaluz, conocido por su estrecha vinculación con la iconografía religiosa, su maestría técnica y su talento para los trampantojos, una forma pictórica que desafía la percepción visual del espectador. Nacido en Sevilla en 1680 y fallecido en la misma ciudad en 1759, este pintor supo combinar la influencia murillesca con un estilo personal que lo llevó a destacar tanto en el ámbito religioso como en el retrato y la pintura de género.
Orígenes y formación artística en Sevilla
Bernardo Germán y Llorente nació en una ciudad que, aunque en declive económico tras su esplendor en el Siglo de Oro, seguía siendo uno de los centros culturales más importantes de España. Se formó inicialmente bajo la tutela de su padre, pero sería su maestro Cristóbal López, un pintor vinculado a la escuela de Murillo, quien marcaría su estilo definitivo.
Desde joven, Germán y Llorente adoptó la estética suave y luminosa del barroco sevillano, destacándose por su habilidad para el color y la representación delicada de las figuras religiosas. Su paleta cálida y su tratamiento etéreo de la luz le valieron pronto el reconocimiento en los círculos artísticos de su ciudad natal.
El pintor de las pastoras: devoción y sensibilidad religiosa
Uno de los elementos que definieron la carrera de Germán y Llorente fue su intensa dedicación a la representación de la Divina Pastora, una advocación mariana que adquirió gran popularidad en el siglo XVIII gracias a la predicación del capuchino fray Isidoro de Sevilla. En esta iconografía, la Virgen María aparece vestida como una pastora, rodeada de ovejas y con una actitud serena y protectora.
El estilo de Germán y Llorente encajó a la perfección con este tipo de representación, gracias a su sensibilidad y su capacidad para transmitir emociones devotas. La devoción por la Divina Pastora se convirtió en una parte esencial de la religiosidad popular andaluza, y el pintor fue apodado con justicia como “el pintor de las pastoras”.
Una de sus obras más conocidas en esta temática se encuentra hoy en el Museo del Prado, aunque durante mucho tiempo fue atribuida erróneamente a Murillo por la similitud en el tratamiento de la luz y la composición. Esta confusión no hace sino confirmar el nivel de maestría alcanzado por Germán y Llorente en el arte sacro.
Éxito cortesano durante el lustro real
Entre 1729 y 1733, la corte de Felipe V se trasladó temporalmente a Sevilla, lo que se conoce como el “lustro real”. Este acontecimiento fue clave para muchos artistas sevillanos, ya que permitió el contacto directo con los círculos de poder y con otros creadores de renombre.
Durante este periodo, Germán y Llorente trabó relación con Jean Ranc, retratista oficial de la corte, y recibió encargos significativos. El más destacado fue el Retrato del infante don Felipe, hijo del monarca, realizado hacia 1730. Esta obra, actualmente conservada en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, demuestra su capacidad para el retrato de corte, equilibrando la dignidad regia con una expresión contenida y natural.
Pese a las oportunidades de ascenso social y profesional que se le ofrecieron, Germán y Llorente rechazó trasladarse a Madrid y convertirse en pintor de cámara. Diversas fuentes señalan que su carácter melancólico y reservado influyó en esta decisión. Prefirió permanecer en su ciudad, donde gozaba de prestigio, clientela fiel y un entorno espiritual afín.
La maestría del trampantojo: engañar al ojo con arte
Uno de los aspectos más fascinantes de la obra de Bernardo Germán y Llorente es su dominio de la técnica del trampantojo (del francés trompe-l’œil), un género pictórico que busca simular objetos reales con tal precisión que engañen al espectador.
Entre sus trampantojos más célebres destacan:
Obras destacadas de trampantojo:
- «El vino» o «Alegoría del gusto»
- «El tabaco» o «Alegoría del olfato»
Ambas pinturas, hoy expuestas en el Museo del Louvre, muestran composiciones exquisitamente detalladas de objetos como botellas, copas, cajas, pipas, frutas y utensilios, acompañadas de inscripciones en latín con mensajes morales. Estas obras reflejan no solo su destreza técnica, sino también una profunda reflexión simbólica sobre los sentidos y la vanidad de los placeres materiales.
Los trampantojos de Germán y Llorente se cuentan entre los mejores de la pintura española del siglo XVIII y demuestran su versatilidad como artista más allá del ámbito religioso.
Reconocimiento institucional y últimos años
El talento de Germán y Llorente no pasó desapercibido en los círculos académicos. En 1756 fue nombrado académico de mérito por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, uno de los máximos reconocimientos artísticos del momento. Este honor certificaba su relevancia dentro del panorama pictórico nacional, a pesar de no haberse integrado plenamente en la corte.
Hasta el final de su vida, el pintor continuó desarrollando su actividad en Sevilla, donde murió en 1759, dejando una obra que resume lo mejor de la tradición barroca con una mirada personal, delicada y profundamente espiritual.
Legado artístico y relevancia actual
Hoy en día, la obra de Bernardo Germán y Llorente se valora por su equilibrio entre tradición y originalidad. Si bien es cierto que fue influenciado por Murillo y su entorno, supo crear un lenguaje propio, especialmente en sus representaciones de la Divina Pastora y en sus trampantojos.
Sus pinturas son piezas clave para entender el barroco sevillano del siglo XVIII, y su fidelidad a su tierra natal lo convierte en un símbolo de la identidad artística andaluza, resistente a las modas cortesanas y anclado en una espiritualidad profunda y accesible.
Temas recurrentes en la obra de Germán y Llorente:
- Iconografía de la Divina Pastora
- Retratos regios y devocionales
- Alegorías sensoriales y morales
- Trampantojos con mensaje ético
- Devoción mariana popular
Bernardo Germán y Llorente: El arte del alma humilde
El arte de Bernardo Germán y Llorente no buscó el brillo de la corte ni la espectacularidad del poder. Fue un arte silencioso, detallista, profundamente espiritual y técnicamente impecable, que supo emocionar al pueblo y cautivar a los entendidos. Su fidelidad a Sevilla, su compromiso con la devoción popular y su capacidad para capturar tanto la ternura de una virgen pastora como la ilusión óptica de un bodegón lo convierten en una figura singular dentro de la historia de la pintura española.
En un siglo de cambios y de tensiones entre tradición e innovación, Germán y Llorente supo mantenerse fiel a su vocación artística y espiritual, dejando un legado que, siglos después, sigue hablándonos con claridad, belleza y humildad.