Gengis Kan [o Khan] (1167-1227).
Nombre con el que se conoció al célebre guerrero y conquistador mongol cuyo verdadero nombre era Temudjin, nacido en el año 1167 (en el año 1162 según los anales chinos de la época), en las proximidades del río Onón, en el lago Baikal (actualmente en Rusia), y muerto el 18 de agosto de 1227 ante la ciudad china de Ningxia, en plena campaña por la conquista del Imperio chino.
Hijo de Yesugei, jefe de la tribu mongol de los kiutes, asentada en el suroeste del lago Baikal, y de la favorita de éste Oelon-Eke (‘Madre Nube’), Gengis Kan fue capaz de aglutinar en torno suyo a las numerosas tribus nómadas mongolas que habitaban las estepas del Asia Central y crear uno de los más grandes imperios territoriales registrados a lo largo de la historia, con el que pudo lanzar un impresionante ataque contra el mundo civilizado, en especial contra el Imperio chino, secular enemigo de tártaros y mongoles. Kan demostró poseer unas excelentes dotes militares y grandes cualidades como organizador, con las que fue capaz de extender su Imperio desde el Tibet hasta los confines de la taiga siberiana y desde las inmediaciones del Danubio hasta la península coreana.
Nada más cumplir los nueve años de edad, su padre, según era costumbre entre los pueblos mongoles, le llevó consigo en una larga travesía para buscarle una esposa adecuada, a la que encontraron en una tribu lindante con la gran muralla china, la de los Chingiratos, de nombre Burte y que le dio posteriormente los cuatro hijos que heredaron el Imperio mongol. Hasta la edad de trece años, el joven Temudjin no tuvo oportunidad de demostrar el temple del que siempre hizo gala; a esa edad parecía un hombre adulto por su gran estatura y vigor, capaz de cabalgar un día entero a caballo y de disparar con precisión el arco, disciplinas ambas en las que los mongoles sobresalieron por encima de los restantes pueblos vecinos. Parece ser que ese mismo año su padre fue envenenado por los tártaros (según relata la anónima obra Historia secreta de los mongoles, escrita aproximadamente hacia 1240), tras de lo cual el joven Temudjin se mostró dispuesto a sucederle como jefe de la tribu, petición que los lugartenientes de su difunto padre no aceptaron bajo ningún concepto, por lo que se negaron a prestar obediencia a una mujer y a un adolescente. Aún así, éstos, temerosos de que el hijo de Yesugei pudiera hacerse con el poder de la tribu, decidieron hacerle prisionero junto con toda su familia y entregárselo al jefe de la tribu mongola de los tai-eschutos, Tartugai, quien le condujo a su campamento amordazado por un pesado yugo de madera al cuello y vendado por las muñecas para ser vendido como esclavo a la menor ocasión que se presentase. Temudjin pudo liberarse una noche, para lo que tuvo que derribar a su guardián, al que aplastó el cráneo con el yugo, para ocultarse en el cauce seco de un arroyo del que no salió hasta el amanecer. Después de convencer a un cazador errante para que le liberase del yugo y le ocultase por un tiempo prudente, Temudjin pudo regresar a su campamento y reunir a algunos grupos de mongoles que aun permanecían leales a su padre y a él, con los que juró emprender a partir de ese momento una lucha sin cuartel contra todos sus enemigos, en venganza por el asesinato de su padre y las tribulaciones que tuvo que soportar.
Una vez que tuvo asegurada la fidelidad de sus escasas tropas, Temudjin logró la alianza de Toghrul Kan, jefe de la tribu mongola más poderosas del momento, los keraitas, en la que había un gran número de cristianos nestorianos y musulmanes. La alianza militar fue sancionada y sellada con el matrimonio entre Temudjin y una de las hijas del jefe, llamada Bordu (acto que Gengis Kan repetiría bastantes veces a lo largo de su trayectoria conquistadora, precisamente para consolidar todas las alianzas y pactos que iba firmando con el resto de tribus). Toghrul Kan puso a disposición de Temudjin un importante contingente de tropas que le permitió iniciar las campañas que le llevarían hasta la conquista absoluta de toda Mongolia. La primera tribu que atacó fue la de los mekeitas, a la que literalmente pasó a cuchillo sin mostrar el más mínimo gesto de piedad. Los pocos sobrevivientes que quedaron de la carnicería fueron vendidos como esclavos. Tras esta primera victoria tan resonante, la fama de Temudjin se disparó como la espuma. Atraídos por su fama de guerrero, muchos hombres acudieron a su cuartel para alistarse bajo su mando directo y aceptar su disciplina, muy exigente pero justa. El cuartel general de Temudjin no dejó de crecer en número, lo cual le llevó a forjar proyectos de conquista mucho más ambiciosos, como el de hacer la guerra a su gran enemigo Tartugai, al que había jurado matar con sus propias manos. Así pues, en el año 1188, Temudjin logró reunir un ejército de unos 13.000 mongoles dispuestos a todo por su líder, compuesto de jinetes y arqueros muy bien entrenados, con los que se enfrentó a un poderoso contingente de 30.000 soldados reunidos por Tartugai, al que infringió una severa derrota, lo que supuso un modo de batallar al que pronto hubo de acostumbrarse: luchar siempre con enemigos muy superiores en número y vencerles. Gracias a esta victoria, Temudjin pudo regresar por fin a su lugar de origen para establecer allí la residencia oficial de su naciente imperio y obligar a todas las tribus que anteriormente le habían abandonado después de la muerte de su padre a reconocerle como único jefe legítimo.
Con un ejército de aguerridos mongoles cada vez más numerosos, el siguiente objetivo de Temudjin fue la conquista de los territorios del sur, ocupados por pueblos nómadas tártaros, a los que derrotó, uno tras otro, en el año 1202. El emperador chino, enemigo acérrimo de los tártaros, concedió a Temudjin el título de Tschao-churi (jefe absoluto de los territorios fronterizos). Gracias a sus buenas relaciones con el emperador chino y a su alianza con Toghrul Kan, Temudjin acabó asumiendo en la práctica todo el poder absoluto sobre Mongolia. En el año 1203, Temudjin decidió deshacerse de su antiguo y valioso aliado Toghrul Kan, puesto que entre ambos líderes empezaron a surgir las lógicas diferencias y envidias por la asunción del poder. Temudjin atacó por sorpresa a la tribu de los keraitas con el apoyo de varias tribus del este, a la que también derrotó y expulsó de las tierras, para seguir, al año siguiente, una campaña victoriosa contra la tribu de los naimacos, en la Mongolia occidental. Así, en el año 1206, Temudjin se pudo considerar dueño y señor de la Alta Mongolia, al reunir en su persona todas las características de un jefe guerrero y conquistador: despiadado y cruel con sus enemigos o con quien osara desobedecerle, pragmático a la hora de deshacerse de todo aquel que pudiera hacerle sombra, favorable a una rígida disciplina militar, excelente estratega y mejor conductor de tropas, inasequible al desaliento, con una fortaleza física sobrenatural y con una personalidad arrolladora que hacía que fuera temido por propios y extraños, y que contribuyó a ensalzar aún más su fama.
Ese mismo año, en el transcurso de una asamblea de todas las tribus mongolas, Temudjin expuso la idea de nombrar un kan supremo capaz de reunir todas las fuerzas nómadas dispersas y lanzarlas a la conquista de ciudades fabulosas, de llanuras salpicadas de prósperas casas de labranza y de puertos marítimos riquísimos. Por supuesto, tal persona no podía ser otra que el propio Temudjin, único capaz de llevar a cabo con éxito unos planes tan ambiciosos. Temudjin fue nombrado Gran Kan (emperador de emperadores), con el nombre de Gengis, y fue coronado junto con su primera esposa Burte y los cuatro hijos varones habidos en el matrimonio: Yuri, Yagatay, Ogodai y Tuli, a los que se les nombró los únicos descendientes del gran jefe con derecho a heredar el título de Gran Kan.
Dueño absoluto de toda Mongolia, Gengis Kan se dispuso a crear su gran obra: la creación de un enorme imperio, ensamblado a la perfección, y la creación de una auténtica maquinaria de guerra dispuesta a arrollar a todos los ejércitos que le salieran al paso. Para ello, Gengis Kan impuso una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se hallaban bajo su dominio, para lo que reinó de acuerdo a leyes fijas, a un rígido código mongol conocido con el nombre de Yasa, por el que se rigieron todas las instituciones civiles y militares que creó. Gengis Kan levantó un verdadero estado armado, en el que cada hombre, tanto en tiempos de paz como de guerra, estaba movilizado desde los quince años hasta los setenta. Las mujeres también fueron incluidas en la organización del estado armado mongol con su trabajo en la producción de alimentos y en la confección de todo tipo de material bélico para las tropas, a las que además concedió una serie de derechos desconocidos en otros países orientales supuestamente más avanzados que el mongol, como el derecho de la propiedad. Por último, Gengis Kan fue capaz de inculcar en la mente de sus guerreros nómadas la idea de Estado o Nación. La finalidad de la construcción de dicho andamiaje social, político y militar no era otro que lograr el sueño de cualquier jefe mongol de la época: apoderarse del fabuloso Imperio de China, detrás de la Gran Muralla.
En el año 1211, Gengis Kan reunió a todas sus fuerzas en el cuartel general ubicado en la ciudad de Karakorun (‘la ciudad de las arenas negras’), en pleno desierto del Gobi, a fin de iniciar la marcha contra el Imperio chino. Aprovechándose de que el país se hallaba inmerso en una guerra civil, dirigió su poderoso ejército contra la China del norte, gobernada por la dinastía Kin (1122-1234), y no se detuvo hasta alcanzar la península de Shandog. La campaña china acabó en 1215, tras la conquista de Yenking (actual Pekín). Gengis Kan, como era característico en él, dejó en manos de su general Muqali la dominación sistemática del territorio, labor que finalizó con éxito en el año 1218, con el dominio total de toda la península coreana.
En el año 1216, Gengis Kan se vio obligado a regresar a Mongolia para sofocar varios intentos de rebelión por parte de tribus disidentes, las cuales se habían refugiado en los confines fronterizos occidentales, junto a tribus de origen turco. En el año 1219, en venganza por el asesinato de caravaneros mongoles, envió un auténtico rodillo mongol contra el gran Imperio musulmán de Karhezm, gobernado por el sultán Muhammad, el cual englobaba los actuales países de Irán, Irak y gran parte del Turkestán occidental. Gengis Kan no tuvo piedad, y arrasó literalmente las florecientes ciudades de Bujara y Samarkanda, hazaña que le confirió fama de espantosa ferocidad que el gran general supo aprovechar para conquistar nuevos territorios sin apenas entrar en batalla. Desde el Turkestán dirigió a sus tropas en dirección al norte de la actual India y Pakistán, y se apoderó de las ciudades de Peshawar y Lahore en 1219. Antes de regresar a Mongolia para preparar el definitivo ataque contra el Imperio chino, se dirigió a Azerbaiyán en 1220 y penetró en la Rusia meridional, desde donde atravesó el curso del río Dnieper, bordeó todo el mar de Azov y llegó hasta territorio búlgaro. Asimismo, dejó en todos estos territorios a sus generales e hijos, encargados de hacer extender el Imperio mongol hacia el interior de Rusia y de Europa oriental. Mientras tanto, las fuerzas mongoles que había dejado en la campaña contra el Imperio turco de Karhezm, habían logrado someter todo el Jurasán y penetrado en los territorios de Afganistán, Gazni, Harat y Merv.
En el transcurso del invierno de 1226, emprendió la marcha hacia el este contra el reino chino de Tangut, al mando de un impresionante ejército de mongoles dispuestos a todo, paso previo para la conquista total de toda la China. La campaña se desarrolló de un modo favorable, como siempre, y sus tropas arrasaron a todos los contingentes que le iban saliendo al paso. Sin embargo, en un determinado momento, cuando todo hacía prever la inminente caída del reino chino, Gengis Kan ordenó parar la marcha. El gran jefe mongol, que siempre había gozado de una salud de hierro, a veces tenida por sobrenatural, advirtió por puro instinto la proximidad de su muerte. Antes de producirse ésta había ya resuelto el problema de su sucesión, para lo que dividió los vastos territorios de su Imperio entre sus cuatro hijos: al primogénito Yuri le correspondieron las estepas del Aral y del Caspio (muerto antes que su padre, sus territorios los heredó su hijo Batu); para Yagatay fue la región entre Samarkanda y Tufán; al tercero, Ogodai, le correspondió la región situada al este del lago Baikal; mientras que al cuarto, Tuli, le cedió todos los territorios originarias de la familia, cerca del río Onón. Antes de que expirase en el lecho de su tienda de campaña, tuvo tiempo de explicar con detalle a su hijo Ogodai los planes de conquista para los próximos días, e hizo prometer a sus tres hijos que no divulgarían la noticia de su muerte hasta que todo el grueso de las tropas no hubieran llegado a su destino con todos sus jefes preparados para el ataque.
Dos años más tarde, en 1229, la gran asamblea mongola nombró a Ogodai Gran Kan mongol. A pesar de que el rodillo mongol siguió aplastando pueblos y naciones enteras por donde pasaba durante gran parte del siglo XIII, el poder mongol fue diluyéndose a medida que se iba produciendo su dispersión en numerosos kanatos independientes, gobernados por los descendientes de Gengis Kan y enfrentados entre sí, lo que contribuyó a su propio desgaste y su posterior desaparición. De todos los descendientes que tuvo Gengis Kan, tan sólo sus nietos Batu Kan y Khubilai Kan pudieron mínimamente situarse a la altura política-militar de la que gozó Gengis Kan.
Bibliografía
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CHG