Flores de Vergara y Jiménez, Ignacio (1733-1786).
Militar y gobernante ecuatoriano, presidente de la Audiencia de Charcas (1782-1785), nacido en Latacunga el 30 de julio de 1733 y muerto en Buenos Aires el 5 de agosto de 1786.
Hijo del coronel Antonio Flores de Vergara -primer Marqués de Miraflores-, durante su infancia aprendió quichua en las haciendas de su familia. Su padre le brindó toda oportunidad para la más exquisita educación de la época, primero en el colegio Seminario de San Luis y en la Universidad de San Gregorio de Quito -donde se graduó como Maestro en Filosofía-, y luego en el Colegio de Nobles de Madrid. En Europa aprovechó para recorrer las principales cortes de su tiempo, y aprender latín, inglés, francés e italiano.
Tras participar en algunas acciones bélicas en España, como contra los ingleses en el asalto a Gibraltar, en 1777 fue nombrado Gobernador de las Armas de la Provincia del Moxos, en los antiguos territorios de las Misiones Jesuíticas en Paraguay. Ascendido al grado de Teniente Coronel en 1779, le tocó hacer frente a la gran insurrección acaudillada por Tupac Amaru, Cacique de Tungasuca. Después de recuperar las plazas de La Plata, El Alto (cerca de La Paz) y Oruro, recibió la designación de Presidente de la Real Audiencia de Charcas, con capital en La Plata o Chuquisaca. Sin pretenderlo, se convirtió así en jefe de la facción de los criollos, que desde años venían enfrentándose a los españoles. A esto contribuyó, quizás, su espíritu noble, conciliador y prudente, más amigo de pactar y de buscar la concordia, que de destruir y vengarse de los vencidos. Su acercamiento a los indios por medio del quichua y el buen trato que les dispensaba, si bien le permitió ganarse al pueblo, fueron interpretados por sus adversarios como una falsa pacificación de las provincias del Perú, y así se le informó al ministro de Carlos III, Gálvez, quien de inmediato envió el reemplazo en la persona de su propio sobrino. Flores pudo terminar su mandato en 1785, pero cuando se presentó ante el virrey de Buenos Aires, éste le dio la espalda en señal de desprecio. Tal humillación afectó a Flores psicológica y físicamente, sin que fuera ya capaz de recuperarse. No obstante, en 1785 había sido distinguido con el título de la Orden de Carlos III, y por los recursos interpuestos por su hermano Antonio, a la postre obtuvo su total rehabilitación.
Ignacio Flores fue un hombre de fino espíritu, amplia cultura racionalista influida por la «Enciclopedia«, y buen administrador. Tuvo la intuición de abrir a la Audiencia caminos hacia el mar, pero no fue secundado en sus planes.