Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676–1764): El monje que iluminó la razón en la España del Siglo XVIII

Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676–1764): El monje que iluminó la razón en la España del Siglo XVIII

Orígenes y Formación Académica

Nacimiento y contexto familiar

Fray Benito Jerónimo Feijoo nació el 8 de octubre de 1676 en la pequeña localidad de Casdemiro, situada en la provincia de Orense, Galicia, en el seno de una familia de antiguos hidalgos. Su origen en una familia culta y de buena posición económica fue clave en su formación intelectual. Sus padres, Antonio Feijoo y María de Puga, pertenecían a una familia de linaje noble, lo que les permitió proporcionarle a su hijo una educación acorde con su estatus. La educación fue, en efecto, un aspecto fundamental en la vida de Feijoo. Su madre y su padre, personas con un alto nivel cultural, lo estimularon en el desarrollo de su pensamiento crítico y en la adquisición de conocimientos que le permitirían destacarse desde muy joven en la vida académica y eclesiástica.

Durante su niñez, Feijoo comenzó a recibir su educación en el Real Colegio de San Esteban de Rivas de Sil, un establecimiento reconocido por su rigor académico. Allí inició su formación en un entorno que le permitió adquirir las bases del conocimiento teológico y humanístico. Esta educación en la niñez, junto con el ejemplo de sus padres, desempeñó un papel clave en el futuro de Feijoo como intelectual y religioso.

Ingreso en la Orden Benedictina

A los catorce años, Feijoo optó por seguir una vida religiosa al ingresar al monasterio de San Julián de Samos, perteneciente a la orden benedictina, renunciando al mayorazgo que como primogénito le correspondía. Este acto fue un claro reflejo de su vocación religiosa, pero también de su profundo sentido de disciplina y dedicación al estudio. En ese monasterio comenzó a perfeccionar su formación en las enseñanzas del cristianismo, complementadas con un enfoque intelectual riguroso.

A los dieciséis años, Feijoo tomó el hábito de la orden benedictina y comenzó a estudiar en distintos centros de la orden. Su paso por el colegio de San Salvador de Lerez, en la región de Galicia, y más tarde en el de San Vicente, en Salamanca, lo expuso a los grandes pensadores y teólogos de la tradición católica. Posteriormente, continuó su formación en el monasterio de San Pedro de Eslonza, en León, donde completó su preparación teológica.

La vida monástica de Feijoo, aunque centrada en el retiro y la meditación, fue también un espacio de formación intelectual profunda. La rigidez y la disciplina del monasterio no fueron obstáculos para que Feijoo desarrollara su interés por la ciencia y la filosofía. En su retiro conventual, se familiarizó con las ideas de los grandes filósofos y científicos, algo que definiría su enfoque racional y crítico en sus obras futuras. Así, comenzó a formarse no solo como religioso, sino también como pensador y ensayista.

Teología y carrera académica

En 1709, Feijoo comenzó a enseñar Teología en el monasterio de San Vicente en Oviedo, una ciudad que marcaría el resto de su vida. Durante su estancia en Oviedo, Feijoo se licenció y doctoró en Teología en la Universidad de Oviedo, un logro que consolidó su carrera académica. Entre 1710 y 1721, ocupó la cátedra de Teología de Santo Tomás, y en 1724 fue nombrado para la cátedra teológica superior de Vísperas, una de las posiciones más prestigiosas en la Universidad. Feijoo disfrutaba de este puesto académico en Oviedo, pues consideraba que la universidad de esta ciudad era menos susceptible a la influencia dogmática de la corte, lo que le permitía desarrollar y expresar sus ideas con mayor libertad.

Su relación con la academia universitaria fue muy fluida. El entorno en Oviedo, alejado de los centros de poder político y cultural, le permitió desarrollar una obra que se distanciaba del conformismo intelectual. Feijoo se sintió en un ambiente propicio para estudiar y reflexionar profundamente sobre la ciencia, la religión y la cultura. Este ambiente de libertad intelectual fue crucial para la formulación de sus ideas, que más tarde plasmaría en sus obras más importantes.

En 1721, fue nombrado abad de su monasterio, cargo que ocupó durante dos años. En 1729, se le encomendó nuevamente esta función y la desempeñó hasta 1737. En ambas ocasiones, Feijoo se dedicó a promover el estudio y la reflexión dentro de la comunidad benedictina, con un enfoque más progresista y orientado hacia la educación y el pensamiento crítico. Su cercanía con la vida monástica y académica en Oviedo reflejaba su carácter profundamente equilibrado entre la vida religiosa y el intelectual.

La vida de Feijoo, por tanto, estuvo marcada por su dedicación tanto al estudio teológico como a la docencia. Sin embargo, la faceta más destacada de su vida, que definiría su lugar en la historia, fue la de pensador y escritor. Su dedicación al conocimiento y su enfoque filosófico y científico lo colocaron en una posición única para ser un defensor de la razón y un crítico de las supersticiones de su tiempo.

Carrera Académica y Obras Iniciales

Maestría y Abadía

A lo largo de su carrera, Feijoo logró un importante reconocimiento dentro de la comunidad benedictina, lo que reflejaba su destacada formación académica y su habilidad como pensador. Su nombramiento como abad en 1721 fue un testimonio de la confianza que la comunidad depositó en él. En este rol, Feijoo no solo se encargaba de las responsabilidades religiosas y administrativas del monasterio, sino que también era un líder intelectual dentro de su comunidad. En sus años como abad, Feijoo impulsó la vida intelectual en el monasterio, organizando conferencias y fomentando la investigación, además de continuar su labor como profesor de Teología en la Universidad de Oviedo.

Feijoo volvió a ocupar el cargo de abad en 1729 y lo ejerció hasta 1737, demostrando una dedicación constante a la orden y a la formación de nuevos monjes. Sin embargo, lo que realmente lo distinguió fue su creciente dedicación a la escritura, lo que lo llevó a apartarse gradualmente de las responsabilidades monásticas para volcarse completamente en la tarea de difundir su visión del mundo. A pesar de su reticencia a asumir cargos de poder eclesiástico, nunca abandonó su vinculación con la vida monástica, y su retiro en el convento de Oviedo siempre estuvo acompañado de un ambiente académico.

En 1724, Feijoo fue asignado a la cátedra de Vísperas en la Universidad de Oviedo, un cargo aún más prestigioso que el de Teología de Santo Tomás. Este nombramiento lo consolidó como uno de los académicos más influyentes de su tiempo, ya que en esta cátedra no solo enseñaba a los estudiantes teología, sino que también tenía la oportunidad de desplegar su visión sobre la ciencia, la filosofía y la crítica religiosa. Feijoo sentía que la universidad de Oviedo, lejos de las influencias más autoritarias y dogmáticas de la corte, le ofrecía un ambiente más adecuado para el desarrollo de sus ideas, alejadas de las imposiciones ideológicas.

El Teatro Crítico Universal y la crítica de la superstición

Una de las principales contribuciones de Feijoo a la literatura y la filosofía fue la publicación de su obra más influyente: el Teatro Crítico Universal, que se publicó entre 1726 y 1739 en ocho tomos. Esta obra, subtitulada Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes, se convirtió en un referente en la lucha contra la superstición y la ignorancia de la época. En ella, Feijoo abordó una amplia gama de temas, desde la astronomía hasta la religión, pasando por la medicina, las artes y la política. Su objetivo principal era desterrar los errores populares y las creencias infundadas que prevalecían en la sociedad española, especialmente aquellas relacionadas con la religión y la superstición.

El Teatro Crítico Universal no solo fue un tratado filosófico y científico, sino también una obra profundamente crítica con los dogmas y las creencias irracionales de la época. Feijoo utilizó esta obra como un escenario en el que exponía sus críticas a la tradición escolástica, las supersticiones religiosas y las leyendas populares que dominaban la vida cotidiana. Su postura ante los milagros y las devociones populares fue decididamente racionalista. Feijoo consideraba que la religión debía basarse en la razón y la experiencia, no en creencias sin fundamento, y en muchos de sus escritos atacó los abusos de las peregrinaciones, las apariciones y los milagros supuestos, todo ello con un enfoque metódico y racional.

No obstante, sus críticas a las creencias religiosas y supersticiosas no fueron bien recibidas por todos. La obra de Feijoo provocó una reacción violenta por parte de sus detractores, quienes lo acusaron de hereje y de estar socavando las bases de la fe cristiana. Entre los más fervientes opositores se encontraban sectores eclesiásticos, que veían en su crítica un desafío directo a las enseñanzas tradicionales de la Iglesia. Este clima de hostilidad culminó en la intervención de Fernando VI, quien, en 1750, emitió un decreto protegiendo a Feijoo de las críticas públicas, prohibiendo que se le atacara o molestara.

A pesar de las controversias, la importancia del Teatro Crítico Universal radica en su impacto en el pensamiento ilustrado español, al presentar una visión crítica y científica que anticipaba las ideas de la Ilustración europea. En esta obra, Feijoo defendió la importancia de la razón y el empirismo como herramientas fundamentales para el conocimiento humano, y señaló que los errores y supersticiones debían ser combatidos con base en el método científico y la experiencia.

Además del Teatro Crítico Universal, Feijoo escribió otros textos de gran relevancia, como las Cartas Eruditas y Curiosas (1742-1760), que continúan en la misma línea crítica de su obra anterior. En estas cartas, Feijoo abordó temas muy diversos, pero siempre con la finalidad de ilustrar a la sociedad española y de combatir las ideas equivocadas que aún prevalecían. A través de esta correspondencia, se mantuvo en contacto con intelectuales de toda Europa, quienes compartían sus inquietudes sobre la educación, la ciencia y la religión.

Reflexiones Filosóficas y Estilo Literario

Filosofía y pensamiento escéptico

Fray Benito Jerónimo Feijoo vivió en un contexto de profunda transición intelectual, marcado por la crisis del escolasticismo medieval y el avance del pensamiento moderno que caracterizaría la Ilustración. Si bien su formación académica fue, en gran medida, aristotélica y tomista, el propio Feijoo reconoció la necesidad de romper con los viejos moldes del pensamiento medieval. En sus escritos, promovió una postura escéptica y ecléctica, buscando integrar lo mejor de las distintas tradiciones filosóficas para llegar a un conocimiento más cercano a la verdad.

Feijoo era un crítico feroz de las ideas aristotélicas rígidas, en particular de la teoría de los «principios inmutables» que dominaba las universidades españolas de la época. Sin embargo, a pesar de su rechazo a la escolástica, no se decantó por las posturas racionalistas excesivas que imperaban en algunas partes de Europa. El benedictino era consciente de los límites del conocimiento humano y adoptó una postura filosófica más abierta y pragmática. En este sentido, sus reflexiones se alineaban más con el empirismo y el pensamiento experimental que con el racionalismo de figuras como Descartes. Feijoo admiraba especialmente a Francis Bacon, el pensador inglés que defendía el método inductivo y experimental como vía para alcanzar el conocimiento.

En su obra Teatro Crítico Universal, Feijoo resumió su postura filosófica al declarar que el verdadero filósofo debía huir de dos extremos peligrosos: la adherencia dogmática a las ideas antiguas y la aceptación ciega de las ideas nuevas. En lugar de adherirse de manera inquebrantable a un sistema, Feijoo abogaba por una filosofía flexible y adaptativa, que se guiara por la razón y la experiencia. Este enfoque escéptico le permitió abordar de manera crítica muchos de los problemas de su tiempo, desde la superstición religiosa hasta las creencias científicas no verificadas.

Esta postura ecléctica y abierta de Feijoo no fue bien recibida por todos, ya que se mostró incómodo para algunos de sus contemporáneos. Los intelectuales más conservadores veían en su actitud una amenaza a la estabilidad del pensamiento tradicional. Sin embargo, Feijoo fue un verdadero pionero de la Ilustración española, adelantándose a las nuevas ideas que se iban gestando en Europa y en otras partes del mundo, y proporcionando un marco para la evolución del pensamiento crítico en el país.

Innovaciones literarias y estilo en prosa

Feijoo es reconocido principalmente como un ensayista, y su obra constituye una de las primeras incursiones significativas del ensayo en la literatura española. Aunque él no empleaba la denominación «ensayo» tal como la usaban los filósofos franceses de la época, su Teatro Crítico Universal es considerado el primer ejemplo de esta forma literaria en la lengua española. El ensayo de Feijoo se caracteriza por su estilo discursivo y su afán de desentrañar las falsedades comunes, un propósito que lo acerca a las tradiciones de escritores como Montaigne, a pesar de las diferencias contextuales.

Una de las características más notables del estilo de Feijoo es su accesibilidad. A diferencia de otros filósofos y académicos de su tiempo, que escribían en un lenguaje complejo y erudito, Feijoo empleaba una prosa clara y sencilla. Su estilo estaba orientado a un público amplio, y a pesar de la complejidad de los temas que trataba, su prosa resultaba comprensible para un lector no especializado. Además, Feijoo introdujo en su obra una mezcla de humor y agudeza que hacía sus escritos aún más atractivos y persuasivos. Su tono de conversación amena y su habilidad para estructurar sus ideas de manera lógica le dieron un gran atractivo, tanto para los eruditos como para el público general.

Feijoo fue un maestro de la prosa funcional y didáctica. Su estilo se caracteriza por la claridad de las explicaciones, la coherencia de los argumentos y el deseo de hacer llegar la razón a todos los rincones de la sociedad. Al mismo tiempo, su prosa está llena de imágenes, paralelismos y antítesis, elementos que, aunque no tan complejos, dotan a su obra de una notable riqueza estilística. Su estilo tiene influencias de la tradición barroca española, particularmente en el uso de la antítesis y las imágenes poéticas, pero también se distingue por la naturalidad y la simplicidad.

Aunque Feijoo no estaba especialmente influenciado por las corrientes artísticas de su tiempo debido a su vida recluida en el convento, sí desarrolló una teoría estética que se reflejaba en su estilo literario. A pesar de que no era un filósofo de la estética por excelencia, defendió la importancia de un estilo natural y personal, que no estuviera constreñido por las reglas rígidas de la retórica clásica. Según Feijoo, el buen estilo no se aprende, sino que es algo innato que surge de la intuición del escritor. En sus escritos, instaba a sus contemporáneos a escribir de manera sencilla y directa, sin la necesidad de adornos innecesarios.

Impacto en la crítica literaria y musical

Feijoo también destacó por sus contribuciones a la crítica literaria y musical. Aunque no era un músico ni un literato de profesión, su aguda capacidad de observación lo llevó a reflexionar sobre el arte en sus obras. En sus escritos, mostró un interés por la estética barroca española, aunque con una actitud crítica hacia las normas rígidas y los preceptos establecidos. Su visión del arte y la literatura estaba centrada en la naturalidad, la libertad y la expresión individual. Feijoo, al igual que otros pensadores de la Ilustración, se distanció de las estructuras formales y doctrinarias del pasado, defendiendo una mayor apertura a la creatividad y la espontaneidad.

La crítica musical de Feijoo es particularmente relevante, ya que el monje gallego analizó la música no solo desde un punto de vista estético, sino también desde una perspectiva más filosófica, relacionada con las emociones y la razón. Su análisis de la música, al igual que su crítica literaria, era una herramienta para comprender el mundo desde una perspectiva racional y empírica.

Últimos Años y Legado

Retiro, salud y fallecimiento

A partir de 1739, Feijoo se vio obligado a retirarse de sus responsabilidades académicas y eclesiásticas debido a problemas de salud. La vida en el monasterio y su intensa dedicación al estudio y a la escritura habían hecho mella en su cuerpo, y fue entonces cuando se dedicó plenamente a la redacción de sus obras. Durante esta etapa de su vida, Feijoo se volcó completamente en la tarea de consolidar su legado intelectual. Su retiro no fue un abandono, sino una transición hacia una nueva etapa de creación literaria.

En este tiempo, continuó escribiendo y reflexionando sobre los problemas de su época, luchando por la difusión de las ideas ilustradas en un contexto muy conservador. Se mantuvo en contacto con otros intelectuales, enviando sus escritos y respondiendo a los debates que su obra generaba, aunque la mayor parte de su vida continuó desarrollándose en la relativa soledad de su celda.

Feijoo murió el 26 de septiembre de 1764 en Oviedo, la ciudad que lo acogió durante muchos años y en la que construyó gran parte de su obra. Su fallecimiento fue la culminación de una vida dedicada al estudio, la enseñanza y la crítica. Aunque vivió alejado de los centros de poder y de la vida cortesana, su obra perduró como una de las contribuciones más importantes al pensamiento racionalista y científico de su tiempo.

El impacto y legado duradero

Tras su muerte, el impacto de Feijoo fue inmediato y duradero. En vida, sus obras habían alcanzado un notable éxito, siendo reimpresas con regularidad y alcanzando una amplia audiencia, tanto en España como en el extranjero. El Teatro Crítico Universal y las Cartas Eruditas se convirtieron en lecturas fundamentales para los intelectuales de la Ilustración española. En 1765, apenas un año después de su muerte, se publicó la primera edición de sus obras completas en 14 volúmenes, lo que consolidó aún más su lugar en la historia literaria y filosófica.

A lo largo del siglo XVIII, Feijoo fue reconocido como uno de los principales defensores de la razón y el conocimiento científico en España. Aunque su figura y su pensamiento fueron criticados por algunos sectores conservadores, también fue ampliamente admirado por aquellos que compartían su visión de una sociedad ilustrada. Fue un defensor de la educación, del empirismo y de la crítica racional a las tradiciones dogmáticas. Su influencia, por tanto, fue fundamental en el desarrollo del pensamiento crítico y científico en la España del siglo XVIII, aunque sus detractores nunca dejaron de atacarlo.

A pesar de su impacto en la Ilustración española, Feijoo no siempre fue comprendido completamente en su época. Durante el siglo XIX, su figura y su obra fueron en gran parte ignoradas o malinterpretadas. Sus intentos de introducir la ciencia moderna y el racionalismo fueron vistos, en muchos casos, como un desafío a las tradiciones más establecidas. No obstante, a lo largo del siglo XX, los estudios sobre su vida y obra revivieron, reconociendo su contribución a la cultura española y su papel como precursor del pensamiento moderno en España.

El pensamiento de Feijoo fue clave para la creación de una nueva tradición intelectual en el país. Si bien no fue un filósofo sistemático en el sentido estricto, su enfoque crítico y su empeño en promover el conocimiento científico lo convierten en un precursor de la Ilustración española. Feijoo representó el paso de la filosofía escolástica a una visión más abierta, empírica y pragmática del mundo. Su obra fue una herramienta de cambio intelectual y cultural, que permitió la transición hacia una mentalidad más crítica, racional y moderna.

En cuanto a su legado literario, Feijoo fue pionero en la incorporación del ensayo como género en la lengua española. Aunque su obra no era del todo sistemática, su estilo accesible, directo y profundamente reflexivo sentó las bases para una generación de escritores e intelectuales que continuarían el trabajo de la Ilustración en España. De hecho, su influencia se extendió más allá de su tiempo, y muchos escritores posteriores, como Gaspar Melchor de Jovellanos, reconocieron el impacto de su pensamiento.

Feijoo también desempeñó un papel esencial en la creación de una comunicación intelectual más abierta y moderna en España. A través de su obra, se estableció un diálogo entre los intelectuales europeos y españoles, lo que ayudó a difundir las ideas de la Ilustración en el país. Esta apertura hacia el pensamiento europeo fue crucial para el desarrollo de una nueva generación de pensadores y científicos que transformaron el panorama cultural y académico de España.

Conclusión

Fray Benito Jerónimo Feijoo dejó una huella profunda en la historia intelectual y literaria de España. Su vida y su obra fueron un testimonio de la lucha por el conocimiento, la razón y la superación de las tradiciones oscurantistas de su tiempo. A través de su incansable labor como escritor, pensador y pedagogo, Feijoo contribuyó decisivamente a la formación del pensamiento ilustrado en España, y su legado perdura hoy como un faro de claridad y racionalidad en la historia del país.

Aunque en su tiempo fue criticado y atacado por diversos sectores, su obra ha sido revalorizada con el paso de los siglos. Feijoo no solo fue un escritor y un pensador excepcional, sino también un hombre que representó el espíritu del cambio, la reforma y la ilustración en una época convulsa. Su vida es un ejemplo de cómo una mente crítica y un deseo de conocimiento pueden transformar profundamente una sociedad.


Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676–1764): El monje que iluminó la razón en la España del Siglo XVIII". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/feijoo-y-montenegro-fray-benito-jeronimo [consulta: 16 de octubre de 2025].