Eckhart, Johannes o «Meister» (1260-1327).


Filósofo, predicador y místico alemán, más conocido como Meister Eckhart. Eckhart, en el ocaso de las grandes síntesis metafísicas de la escolástica, comprendiendo en su pensamiento las instancias místicas del franciscanismo y las exigencias racionales del tomismo, sienta los pilares de la filosofía moderna. «Sin Eckhart -dice Zubiri- sería totalmente inexplicable el origen de la filosofía moderna».

Vida y obras.

Eckhart, también conocido como Maestro Eckhart (o, en latín, Migister Eccardus), nació en Hochheim, cerca de Gotha. Realizados sus estudios en Estrasburgo, Colonia y París, entró en la orden dominica y enseñó en París. Dentro de su orden desempeñó diversos cargos, desarrollando también una admirable labor como predicador. A partir de 1320 se manifestarían discusiones contra su doctrina, llegándose a iniciar contra él proceso de herejía. Eckhart se defendió con diversos escritos y apeló al Papa. En 1329, dos años después de su muerte, el papa Juan XXII condenó 28 proposiciones contenidas en sus obras. Tal condena tuvo justificación más que nada por el peligro de la ambigüedad de su lenguaje. Aparte de sus sermones en alemán, sus obras principales fueron: Opus tripartitum y Quaeationes de esse o parisienses. Con Eckhart recibieron gran impulso la teología y la filosofía en lengua alemana.

Pensamiento.

Eckhart fue el gran iniciador del movimiento místico alemán, caracterizado por la reanudación de la tradición neoplatónica de Proclo y de la teología apofática de Dionisio Areopagita y de Juan Escoto Erigena. Reivindica la autonomía de la fe, y niega a la razón la posibilidad de una concepción positiva de Dios. Su pensamiento marca, de hecho, la crisis de la escolástica, basada en el aristotelismo tomista. Es significativo que algunas de sus proposiciones condenadas sean un anuncio del protestantismo: subvalorización de las obras, carácter secundario de las prescripciones rituales, relatividad de los valores morales, carácter interior de la fe y la atenuación de la función carismática y mediadora de la iglesia.

Su empeño por llamar a las almas para que retornen a sí mismas, a su interioridad, y busquen y encuentren al Dios que en ellas mora, le motivaron para desarrollar una serie de expresiones arriesgadas y ambiguas, que harían recaer sobre él la acusación de panteísmo. Y es que detrás de ese pensamiento hay toda una concepción filosófica de Dios en su relación con el mundo. Dios trasciende todas las cosas, pero a la vez Dios compendia en sí todo el ser. Eckhart propone la creación ab aeterno del mundo. «En realidad Dios creó el mundo en el primer instante de eternidad en el que el propio Dios es y es Dios». Las criaturas no tienen realidad fuera de lo divino. El objetivo de la fe es encontrar la «divina quietud» en la que sólo rige la Unidad inefable. El hombre puede conseguir unirse a Dios gracias a la naturaleza de su alma, que contiene una «centella» del fuego divino. El camino hacia Dios es «ver todas las cosas y vernos a nosotros mismos como una pura nada». El fin del camino es el renacimiento en Dios o incluso su total unificación con Dios, como sucede en la experiencia mística de los santos. En esta cumbre de la fe, el hombre se convierte casi literalmente en Dios, separado de la esencia divina sólo porque el hombre es Dios «por gracia» y Dios es Dios «por naturaleza».

El pensamiento de Eckhart está dominado por la paradoja, que vapulea continuamente al lector: «Si digo que Dios es bueno, no es cierto; yo soy bueno, Dios no lo es; voy más lejos aún: soy mejor que Dios». «No puede verse más que por la ceguera, conocer por el no-entendimiento, comprender por la sin-razón». Pero todas estas expresiones deben entenderse en su contexto, dentro de una idea dominante: la tendencia hacia Dios a través del desinterés hacia lo finito y contingente.