Juan Bautista Coffinhal (1754-1794). El juez revolucionario que cayó junto a Robespierre
Juan Bautista Coffinhal, figura destacada de la Revolución Francesa, es uno de los personajes menos conocidos pero profundamente simbólicos del periodo más turbulento del siglo XVIII europeo. Su nombre queda inevitablemente vinculado al auge y caída del jacobinismo radical, a la instauración del Terror revolucionario y a la sangrienta jornada del 9 de Termidor, en la que se selló el destino de Maximilien Robespierre y de sus más fieles seguidores. Su vida refleja, con crudeza, las tensiones extremas de una época de transformaciones vertiginosas y convulsas.
Orígenes y contexto histórico
Juan Bautista Coffinhal nació en 1754 en Francia, en una época en que la monarquía absolutista todavía regía con fuerza, aunque con crecientes signos de desgaste. Proveniente de una familia modesta, su ascenso se dio de la mano de la Revolución Francesa, fenómeno que permitió que muchos individuos sin linaje aristocrático accedieran a puestos de poder. Su formación como abogado y su aguda inteligencia le permitieron posicionarse rápidamente en las filas revolucionarias.
El contexto histórico en el que Coffinhal emergió como figura política estuvo marcado por una profunda crisis económica, el descontento generalizado del pueblo, y las ideas ilustradas que promovían igualdad, libertad y fraternidad. En este caldo de cultivo, surgieron líderes como Robespierre, Danton y Marat, con los que Coffinhal coincidió y colaboró.
La Revolución Francesa, que estalló en 1789, derivó en una progresiva radicalización del proceso político, en la que se instauró el Tribunal Revolucionario como instrumento para castigar a los enemigos de la República. Fue en ese ámbito donde Coffinhal desempeñó un papel clave.
Logros y contribuciones
Uno de los principales logros de Coffinhal fue su designación como vicepresidente del Tribunal Revolucionario, un cargo de altísima responsabilidad en los años del Terror. Este tribunal, establecido en marzo de 1793, se convirtió en una herramienta del Estado para juzgar y ejecutar a aquellos considerados contrarrevolucionarios. Coffinhal, al igual que sus compañeros, creía firmemente en la necesidad de eliminar a los enemigos de la Revolución para consolidar sus ideales.
Durante su desempeño, Coffinhal se mostró como un funcionario comprometido y vehemente, convencido de que su misión era purgar a la nación de todo vestigio monárquico y traidor. Su cercanía con Robespierre —de quien era considerado un fiel seguidor— lo situó en el núcleo duro del gobierno jacobino, compartiendo el destino de los líderes de la Montaña.
Asimismo, se distinguió por su papel activo durante la jornada del 10 de agosto de 1792, cuando el pueblo de París, junto con la Guardia Nacional, tomó el Palacio de las Tullerías, marcando el fin de la monarquía constitucional y la suspensión de Luis XVI. En esa jornada decisiva, Coffinhal se destacó por su energía y liderazgo, ganándose la confianza de los sectores más radicales de la Revolución.
Momentos clave
La vida de Juan Bautista Coffinhal está marcada por varios episodios emblemáticos que resumen su trayectoria revolucionaria:
Principales hitos de su vida
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1754: Nace en Francia en una familia de origen humilde.
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1792: Participa activamente en la jornada del 10 de agosto, que marca la caída de la monarquía.
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1793: Es nombrado vicepresidente del Tribunal Revolucionario.
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1794 (9 de Termidor): Se ve implicado en la caída de Robespierre; empuja por la ventana al general Henriot en un intento desesperado por resistir la ofensiva termidoriana.
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1794: Huye a la isla de los Cisnes, donde, aislado y sin recursos, termina siendo entregado por un amigo a los gendarmes.
Uno de los episodios más dramáticos de su vida fue su participación en los acontecimientos del 9 de Termidor del año II (27 de julio de 1794). Ese día se produjo el golpe contra Robespierre y sus seguidores, en una operación encabezada por el ala moderada de la Convención, que temía por su propia supervivencia. Cuando los soldados irrumpieron en el Hôtel de Ville para arrestar a los líderes jacobinos, Coffinhal protagonizó una escena trágica al arrojar por la ventana al general François Hanriot, uno de los principales defensores de Robespierre.
Este acto desesperado simbolizó el derrumbe del régimen del Terror y la desesperación de quienes veían cómo se desmoronaba su mundo. Tras la derrota, Coffinhal intentó escapar pero fue capturado tras refugiarse en la isla de los Cisnes, un lugar recóndito del Sena. Aislado, debilitado y sin esperanza, buscó auxilio en un conocido, quien en lugar de protegerlo, lo entregó a las autoridades.
Relevancia actual
Aunque la figura de Coffinhal no ha alcanzado la notoriedad de otros protagonistas de la Revolución Francesa, su historia representa una dimensión humana del proceso revolucionario. Es el retrato del revolucionario fiel hasta las últimas consecuencias, de quien no retrocede ante la violencia y que, a pesar de su caída, mantuvo su lealtad a los ideales que defendía.
Su trayectoria también permite comprender la dinámica interna del Terror y cómo incluso los más comprometidos pudieron ser víctimas del mismo sistema que ayudaron a construir. En ese sentido, su figura ofrece una reflexión crítica sobre el fanatismo político y la fragilidad de los sistemas fundados en la violencia.
En el estudio de la Revolución Francesa, Coffinhal emerge como ejemplo paradigmático de los jueces del Tribunal Revolucionario, cuyas decisiones marcaron la vida y la muerte de miles de personas. Su papel no fue meramente técnico, sino profundamente político e ideológico, y sus actos revelan cómo la justicia puede ser instrumentalizada en contextos de extrema polarización.
La vida y muerte de Juan Bautista Coffinhal también invitan a pensar sobre la traición, el abandono y la soledad de quienes, tras haber servido a un régimen con devoción absoluta, son abandonados o perseguidos cuando cambia el curso de los acontecimientos. Su final trágico, muriendo de inanición y traicionado por un amigo, resume con crudeza el destino de muchos revolucionarios que, tras tocar el poder, cayeron víctimas de sus propias creaciones.
Hoy en día, su figura permanece relegada a los márgenes de la memoria histórica, pero para los estudiosos del periodo es un personaje clave para comprender la lógica interna del Terror y los mecanismos que lo sostuvieron. Su historia es también una advertencia sobre los excesos del poder y la necesidad de preservar la humanidad incluso en los momentos más intensos de transformación política.
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