Antoñete (1932-2011)
Matador de toros español, nacido en Madrid el 24 de junio de 1932 y fallecido también en Madrid el 22 de octubre de 2011. En el mundo taurino, fue conocido por el sobrenombre de «Antoñete».
Sobrino del mayoral de Las Ventas, pasó buena parte de su infancia en las dependencias de la plaza madrileña, ya que desde muy pequeño se crió en el seno de la familia de su tío. Allí entró en contacto con el mundo del toro, y allí se vistió por vez primera con el traje de luces, en un espectáculo mixto en el que intervenían Los Charros Mexicanos. El 8 de marzo de 1953, en la plaza de Castellón, Julio Aparicio le dio la alternativa, cediéndole un astado del hierro de De la Chica en presencia de Pedro Martínez González, «Pedrés». «Antoñete» la confirmaría en Madrid al cabo de dos meses, el día 13 de mayo, en el transcurso de las fiestas patronales de su ciudad natal. Fue su padrino Rafael Ortega, quien le cedió el toro Rabón, de la ganadería de don Alipio Pérez Tabernero, bajo la atenta mirada de Julio Aparicio, que en esta ocasión actuó de testigo. Su primer triunfo sonado como matador de toros tuvo lugar dos días después, en el mismo coso venteño que le había visto crecer y hacerse torero.
Su etapa inicial en el escalafón superior puede tildarse de irregular: «Antoñete» alternó algunos triunfos clamorosos con actuaciones decepcionantes e, incluso, estrepitosos fracasos. Esta constante sucesión de bruscos altibajos le movió a retirarse del toreo en 1958; pero, tras permanecer inactivo una sola temporada (1959), volvió a los ruedos en 1960, inaugurando así una segunda etapa de su carrera de torero. Tampoco le acompañó la suerte en este período, lo que le llevó de nuevo al abandono en 1961.
Reaparecido con escasa fortuna en 1963, apenas sumó nueve festejos en esta temporada, y uno tan sólo en la de 1964. Ya parecía estar acabado en el mundo del toreo, cuando el 8 de agosto de 1965 cuajó una excelente faena en la Monumental de Las Ventas, de la que salió a hombros por su Puerta Grande y habiéndose ganado un contrato para la Feria de San Isidro del año siguiente. Este éxito fue providencial, ya que en el transcurso del ciclo isidril de 1966, frente al toro blanco Atrevido, de la ganadería de Osborne, ejecutó la que tal vez sea su faena más redonda y completa. Fue en la tarde del 15 de mayo -día del patrón de su Madrid natal-, en una corrida televisada en la que cortó una oreja a pesar de que entró dos veces a matar antes de colocar la definitiva estocada. Revalidó este triunfo los días 23 y 24 de mayo, y el mismo éxito cosechó en la corrida de Beneficencia de aquel su mejor año. El 7 de julio, en la de la Prensa, cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta Grande.
Consagrado como figura del toreo, siguió matando toros hasta la temporada de 1970, fecha en que volvió a protagonizar otra provisional retirada. Retornó a los ruedos en 1973, y se cortó la coleta en Las Ventas en 1975, después de haber dado muerte a seis toros en la misma tarde. Reapareció de nuevo en 1981, consagrado a reverdecer viejos laureles, particularmente en «su» plaza de Madrid, donde recuperó su juvenil irregularidad y alternó de nuevo fracasos y triunfos. Entre estos últimos, el más sonado ocurrió el 7 de junio de 1985, día en que desorejó a un bravo toro de Garzón. El 30 de agosto de aquel año ejerció como director de lidia en el festejo en que perdió la vida José Cubero, «Yiyo», en la plaza de Colmenar Viejo (Madrid). Desolado, viajó el día siguiente hasta Almería, donde fue corneado por un toro de Buendía. El 30 de septiembre se despidió de su incondicional afición madrileña, con una corrida que resultó un auténtico desastre.
De nuevo volvió a vestirse de luces en 1987, y cuando ya estaba a punto de perder el favor de quienes tanto la habían admirado -cansada la afición de su indolente vagabundeo y de sus constantes retiradas y reapariciones-, el 3 de julio de 1988 cortó una oreja en Madrid a Siestecita, un bravo torrestrella de don Álvaro Domecq.
Antonio Chenel, «Antoñete», torero dotado de escasas condiciones atléticas, suplió estas carencias físicas con un conocimiento pleno del oficio y un dominio exacto de las técnicas del toreo. Su inteligencia para pisar los terrenos adecuados y medir las distancias que pide cada astado le permitieron dominar la embestida de la res desde el comienzo hasta el final de la faena. Entre los mejores pases de su repertorio, destacan la largueza y poderío de sus hondos naturales y la sobria plasticidad de sus ayudados por bajo.
Maestro de maestros, durante la década de los noventa conqueteó nuevamente con anuncios de retiradas y reapariciones y, de vez en cuando, dejaba pinceladas de su arte en festivales benéficos y faenas camperas. El domingo 1 de julio de 2001, el diestro madrileño abría el cartel en la penúltima corrida de feria de Burgos y, al entrar a matar su primer toro, sufrió un desvanecimiento por insuficiencia respiratoria. Fue la última vez que «Antoñete», de 69 años, se vistió de torero.
En febrero de 2001, el Consejo de Ministros acordó concederle la Medalla de Oro de Bellas Artes, condecoración que recibió de manos del rey Juan Carlos I en una ceremonia celebrada el 29 de mayo en el palacio de El Pardo.
El Círculo Taurino Universitario le otorgó el prestigioso Premio Nacional Taurino Joaquín Vidal (anterior Premio Mazzantini) en su primera edición.
En sus últimos años, hasta su muerte en octubre de 2011, se mantuvo ligado al mundo de los toros como comentarista para diversos medios de comunicación, entre ellos la Cadena Ser o Canal Plus.
Bibliografía
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ARÉVALO, José Carlos. La Tauromaquia de «Antoñete». Madrid: Akal, 1987.
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LAVERÓN, Jorge. La Tauromaquia de «Antoñete». De los años negros al mito. Madrid: F. Serrrano y J. Esteban, editores, 1988.