Camarao, Antonio Felipe (1580-1648).
Guerrillero indio brasileño. Nacido probablemente en la Capitanía del Río Grande en el año 1580 y muerto en la provincia de Pernambuco el 24 de agosto de 1648. Tras la ocupación de Olinda y Recife en el año 1630, por parte de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, participó activamente para conseguir la expulsión de los holandeses del noroeste de Brasil.
Existen algunas dudas con respecto a su lugar exacto de nacimiento. Lo más probable es que naciera en la Capitanía del Río Norte, como indica la mayoría de los estudios realizados, no obstante, algunos investigadores afirman que fue su padre y no él, el que nació en dicha región y apoyan la tesis que indica que Antonio Felipe Camarao nació en Pernambuco.
Apenas disponemos de datos sobre los primeros años de su vida, miembro de la tribu indígena brasileña de los potiguares, su nombre fue Potiguaçu Poti. Su padre jefe indio, de igual nombre, inició, en representación de los miembros de su pueblo, las negociaciones de paz con los portugueses a finales del siglo XVI. Tras suceder a su padre como jefe de los potiguares, fueron frecuentes los contactos de Potiguaçu con europeos sobre todo con los misioneros jesuitas, los cuales consiguieron su conversión al catolicismo el 13 de julio de 1612 en la capilla de San Miguel de Guajerú. Tras ser bautizado su nuevo nombre fue Antonio Felipe Camarao, se eligió Antonio por ser el santo del día, Felipe como homenaje al rey de España y Portugal, Felipe IV; y Camarao por ser la traducción de su apellido, Poti, al portugués (en castellano Camarón). Al día siguiente de su bautizo Camarao contrajo matrimonio con una de sus mujeres, la cual tras ser también bautizada tomó el nombre de Clara de Camarao.
No disponemos de más datos sobre la vida de Antonio Felipe Camarao desde su bautizo hasta el año 1630, fecha en la cual los holandeses iniciaron la segunda ocupación del noroeste brasileño, esta ocupación vino determinada por los acontecimientos de años anteriores y como consecuencia de los enfrentamientos entre España y Holanda. Así, tras la firma de la tregua de Amberes (1609-1621) los comerciantes holandeses habían tomado el control de las factorías de los portugueses en Asia, ante la imposibilidad del Imperio español de defender simultáneamente las posesiones de ambos países, en Asia y América. Durante estos años de expansión económica holandesa, fueron frecuentes sus intentos de romper el monopolio español en tierras americanas, aunque no consiguieron llegar a comerciar directamente con las posesiones españolas. Resultó más fácil entablar relaciones con los comerciantes portugueses, los cuales ejercieron en ocasiones como intermediarios, ya que a través de Brasil reexportaban las manufacturas holandesas por toda Hispanoamérica, eludiendo los impuestos con que estaban gravados los productos procedentes de España. Con el fin de la tregua de Amberes se inició una vez más la guerra entre España y Holanda y se fueron perfilando los planes de éstos últimos de ocupar Brasil, para explotar sus recursos minerales y sobre todo controlar el comercio del azúcar. En 1623 los holandeses organizaron una expedición para atacar las posesiones portuguesas en América, ese mismo año se formó la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. A pesar de que el conde-duque de Olivares y Felipe IV estaban informados de estos planes, era muy difícil preparar las defensas costeras en Brasil en un momento en que la entrada de España en la Guerra de los Treinta Años, absorbía la mayoría de los ingresos procedentes de los envíos de América. Tras la captura de Bahía por parte de los holandeses, portugueses y españoles se lanzaron conjuntamente a su recuperación, consiguiendo la expulsión de éstos en 1625, pero los holandeses ya se habían infiltrado en el comercio azucarero, aunque por el momento esto no afectó a los intereses de comerciantes portugueses. Felipe IV intentó que Portugal organizara un sistema parecido al español para regular el tráfico comercial, pero la idea fracasó ya que el comercio portugués no se realizaba desde un solo puerto, como el español; y los comerciantes lusos no querían invertir la fuerte suma de dinero necesaria para organizar la defensa de sus convoyes. En 1630 se produjo el segundo asalto de Bahía por parte de la Compañía Neerlandesa, tras la ocupación de Olinda y Recife los holandeses se instalaron en la provincia de Pernambuco, a pesar de los intentos por parte de España y Portugal de recuperar nuevamente estos importantes enclaves, sus intentos fueron infructuosos quedando la única resistencia bajo el mando de Matías de Albuquerque.
Fue precisamente en año 1630 cuando Antonio Felipe Camarao pasó a la acción en Pernambuco y organizó un ejército, con el fin de incorporarse, junto a otros indios, a las tropas de Matías de Albuquerque. Este foco de resistencia no contó ni con el apoyo material del Gobernador General ni con el de Felipe IV y su corte, ya que éstos veían improbable que los insurgentes derrotaran a los holandeses, tras el fracaso que ellos mismos habían obtenido. Albuquerque pretendía que los holandeses no estuviesen seguros fuera de Recife, por este motivo encomendó a Camarao que vigilara todas sus acciones y que estuviera preparado para el ataque, junto a los indios a su cargo, si detectaba el más mínimo movimiento. De este modo se pretendía que los holandeses quedaran sitiados en sus nuevas fortalezas.
Camarao destacó por su habilidad en el combate y por su valor, que le llevaron a participar en las acciones más arriesgadas en numerosas ocasiones. Durante estos años se convirtió en uno de los más famosos adversarios de los generales holandeses destacados en la zona y en un colaborador muy valioso para Albuquerque. En el Istmo de Olinda se enfrentó a las tropas del general Henrick Lonk, dicho general curtido en numerosas batallas en contra de los tercios españoles en Europa, tuvo que abandonar su posición ante el temor de ser capturado. En 1633 Camarao atacó el fuerte de Reat defendido por Van Schkoppe, donde una vez más salió victorioso. Hay que destacar, que gracias a él no se produjo una terrible derrota para los rebeldes, cuando estos se proponían atacar Mata Redonda en el año 1636. Los rebeldes tras iniciar el asedio se vieron rodeados y gracias a la llegada del escuadrón de indios de Camarao pudieron salir victoriosos; ese mismo año participó también en la importante batalla de San Lorenzo. Fueron tan numerosos los conflictos en los que participó que en el año 1639, tras acudir a la defensa de Bahía, se vio obligado a retirarse temporalmente de la lucha y se dirigió hacia Sergipe, lugar donde se instaló hasta que fue reclamado nuevamente para prestar sus servicios en el año 1645.
Su primera intervención, tras su retiro, fue la batalla de Casa Fuerte, en ella una vez más volvió a demostrar sus grandes dotes como soldado. Tras esta intervención partió hacia la región de Río Grande del Norte, con la misión de obtener refuerzos y suministros para las tropas rebeldes, pero en el camino se encontró con el ejército de Van Schkoppe; a pesar de la inferioridad numérica de los rebeldes, Camarao tenía bajo su mando a unos 350 indios y 250 portugueses; tras una dura refriega el holandés tuvo que retirarse, abandonando importantes suministros.
Finalmente Camarao intervino en una de las grandes batallas de la guerra contra los holandeses, está fue la primera batalla de Guararapes, celebrada el 19 de abril de 1648. En ella además de Camarao participaron soldados portugueses, indígenas y antiguos esclavos de origen africano. En dicha batalla destacaron por su brillante intervención hombres como Francisco Barreto Menezes, el cual fue gobernador de Pernambuco posteriormente; Joao Fernandes Viera, éste años más tarde fue capitán general de Angola; y Henrique Dias, hijo de esclavos que con posterioridad fue nombrado gobernador de negros y mulatos en Brasil. Esta batalla supuso un duro golpe para la moral de los holandeses, ya que la victoria de los rebeldes fue total. Algunos historiadores brasileños ven en esta batalla el inicio de la independencia de Brasil, puesto que durante la mayor parte de la guerra contra la invasión holandesa no fueron enviadas ayudas ni por parte de España ni por parte de Portugal. No se envió ayuda a causa del momento crítico que se vivía en la Península Ibérica, puesto que en 1640 comenzó la rebelión portuguesa y se proclamó un nuevo rey, el duque de Braganza, que subió al trono con el nombre de Juan IV. Además en 1648 España estaba devastada por los años de guerra y tras las paces de Münster y de Westfalia, Felipe IV se vio obligado a reconocer la independencia de Holanda y Portugal.
Tras la batalla, Antonio Felipe Camarao cayó gravemente enfermo aquejado de altas fiebres, las cuales le llevaron a la muerte; según la mayoría de los autores, el 24 de agosto de 1648 a la edad de sesenta y ocho años. Hay que destacar que algunos historiadores aportan como fecha probable de su muerte el 14 de mayo de ese mismo año. Camarao fue homenajeado por todas sus valerosas acciones tras su fallecimiento; pero también recibió grandes honores durante su vida, puesto que algunos años antes había recibido el título de gobernador de todos los indios de Brasil y el tratamiento de Don, merced que sólo podía otorgar el rey; además fue nombrado caballero de la Orden de Cristo, honor que hasta ese momento no había tenido ningún indígena americano. Hay que destacar que el indio Camarao estuvo acompañado, durante todos los años que permaneció en combate por su mujer Clara, la cual demostró gran valentía y sus grandes habilidades como jinete, dirigiendo un escuadrón de mujeres en la defensa de Bahía.
Tras la muerte de Antonio Felipe su puesto lo ocupó su sobrino Diego Camarao, éste tomó el mando del regimiento de indios y combatió hasta la expulsión definitiva de los holandeses en 1654. Los restos de Antonio Felipe Camarao fueron enterrados en Recife. En la iglesia en la que se conservan sus restos, se colocó en 1943 una placa conmemorativa para mantener vivo su recuerdo, por defender su fe y la patria contra el invasor.
CGS