Barrès, Maurice (1862-1923).
Narrador, ensayista y político francés, nacido en Charmes-sur-Moselle (en el departamento de Vosges, dentro de la región de Lorena) el 22 de septiembre de 1862, y fallecido en Neuilly-sur-Seine (París) el 4 de diciembre de 1923. Autor de una interesante producción narrativa que sobresale por la elegancia de su estilo y la armonía en la composición, defendió, tanto en su obra literaria como en su intensa actividad política, una ideología conservadora en la que primaban los valores tradicionales del nacionalismo y el catolicismo. Sus novelas, minusvaloradas durante buena parte del siglo XX por las corrientes artísticas e intelectuales progresistas, han sido reivindicadas a finales de dicha centuria debido a su innegable influencia en los gustos literarios de la Francia contemporánea.
Inclinado desde su juventud hacia los conocimientos humanísticos y el cultivo de la creación literaria, cursó sus estudios de bachillerato en el liceo de Nancy, donde quedó fascinado por la lectura de las obras de Gautier (1811-1872), Baudelaire (1821-1867) y Flaubert (1821-1880). Concluida su formación secundaria, marchó a París y, en 1882, emprendió estudios superiores de Derecho, al tiempo que se integraba en los foros y cenáculos literarios de la ciudad del Sena, donde comenzó a frecuentar los círculos parnasianos y a colaborar asiduamente en diferentes rotativos y revistas. Poco después, preocupado por la frialdad escéptica y racionalista que dominaba en las Letras francesas del momento -debido, en gran medida, al éxito de la prosa lúcida y intelectual de Anatole France (1844-1924)-, se enfrascó en la redacción de una trilogía de narraciones que, agrupadas bajo el título de Le culte du moi (El culto del yo, 1887-1891), pretendían hacer llegar a la juventud francesa -a la que, fundamentalmente, iban dirigidas- su rechazo visceral al racionalismo burgués y, en contrapartida, su concepción armoniosa y mística de la personalidad. En efecto, en las tres novelas que conforman este ciclo –Sous l’oeil des barbares (Bajo la mirada de los bárbaros, 1887), Un homme libre (Un hombre libre, 1889) y Le jardin de Berénice (El jardín de Berenice, 1891)-, Maurice Barrès rechazaba el orden establecido y proclamaba la supremacía del «yo» como única realidad viva y tangible, lo que a su vez le llevaba a anteponer el valor del sentimiento frente a la fuerza de la razón; pero, ya en la segunda de las novelas citadas, el escritor de Charmes-sur-Moselle dejaba claro que el yo exaltado, individualista y ególatra de su primera entrega había ido evolucionando hacia un «yo tradicionalista y nacionalista» en el que se encarnaba el legado de sus ancestros culturales: «El yo individual no es algo independiente […]. Es un instante de una larga cultura […], de una fuerza que me ha precedido y que me sobrevivirá«.
Entretanto, Maurice Barrès había comenzado a desplegar una intensa actividad política que le condujo, en 1889, a ser elegido diputado por la ciudad de Nancy (capital del departamento de Meurthe-et-Moselle y de la región de Lorena). A partir de entonces, se convirtió en uno de los más sólidos baluartes del conservadurismo nacionalista y antisemita, posición ideológica que dejó bien patente en sus abundantes artículos periodísticos, publicados en los diarios La Cocarde -fundado por el propio Barrès en 1894- y Le Drapeau. Dichas colaboraciones en la prensa diaria alcanzaron singular relevancia a finales del siglo XIX, cuando, a propósito del escándalo levantado por Zola (1840-1902) con su célebre artículo «J’acuse», Barrès entró de lleno en la polémica del Caso Dreyfus, se declaró abiertamente antijudío y arremetió con saña contra el gran maestro del naturalismo. Atento, al mismo tiempo, a su ya relevante trayectoria narrativa, durante aquel turbio período de la historia de Francia completó su segunda ciclo novelesco, Le roman de l’énergie nationale (La novela de la energía nacional, 1897-1902), integrado por Les déracinés (Los desarraigados, 1897), L’appel au soldat (La llamada al soldado, 1899) y Leurs figures (Sus rostros, 1902). Cada vez más anclado a su visión reaccionaria del presente, Barrès ofreció en estas tres novelas un desolado fresco de la sociedad francesa contemporánea, sujeta -en su opinión- a los caprichos y las ambiciones de una clase política corrupta, y condenada a la impotencia de un sistema de gobierno que no era de su agrado (la democracia parlamentaria). Su mensaje conservador, nacionalista y tradicionalista venía a expresar sin ambages que la decadencia de un país tiene su origen en el olvido de los valores de la tradición; que la Francia gloriosa del pasado tenía que ser defendida frente a los intelectuales e ideólogos progresistas; y que el catolicismo, elemento básico en la aglutinación del legado tradicional, había de ser amparado por las instancias oficiales si se quería seguir conservando la unidad territorial, cultural y espiritual de la nación.
En esta misma línea de exaltación de un nacionalismo exacerbado, proclamación gozosa de un patriotismo extremo, defensa airada de la espiritualidad católica, llamamiento a la recuperación del hombre místico y providencial, y menosprecio tajante de la cultura semita (es decir, en un línea ideológica muy próxima a lo que, dos décadas después, habría de ser conocido en todo el mundo como «fascismo»), hay que ubicar las siguientes entregas narrativas de Maurice Barrès, entre las que destacan -por la calidad de su prosa- las tituladas Les amitiés françaises (Las amistades francesas, 1903), Au service de l’Allemagne (Al servicio de Alemania, 1905), Colette Baudache (1909) y La colline inspirée (La colina inspirada, 1913).Al tiempo que escribía estas novelas, el autor de Charmes-sur-Moselle seguía manteniendo una fecunda presencia en el panorama político de su país, ahora en las filas de la tristemente célebre «Ligue de la Patrie Française» («Liga de la Patria Francesa»), en la que coincidió con otros escritores que, como el narrador y dramaturgo Jules Lemâitre (1853-1914) y el poeta y autor teatral François Edouard Coppée (1842-1908), se habían mostrado igual de beligerantes que el propio Barrès en la polémica sobre el Caso Dreyfus. Fruto de esta intensa dedicación a la política fue elección como diputado por París en 1906, año en el que también fue nombrado miembro de número de la Academie Française.
Paradójicamente, esa ideología reaccionaria que recorre desde el principio hasta el final la producción narrativa de Maurice Barrès no asoma -o no lo hace, al menos, de forma visible- en sus amenos y elegantes libros de viajes, en los que triunfa la elegancia de su estilo armonioso y sensual, así como la fascinación por la cultura de Oriente, a veces contemplada desde el cinismo y la distancia, pero siempre apreciada por su exquisita espiritualidad. Dentro de este género de la literatura de viajes, cabe destacar sus obras tituladas Du sang, de la volupté et de la mort (Sobre la sangre, la voluptuosidad y la muerte, 1894), La mort de Venise (La muerte de Venecia, 1902), Le voyage de Sparte (El viaje a Esparta, 1906), Greco au le sécret de Toléde (Greco o el secreto de Toledo, 1912) y, por encima de todas ellas, Un jardin sur l’Oronte (Un jardín junto al Oronte, 1922), en la que sitúa en tierras árabes una hermosa versión de la leyenda medieval de Tristán e Isolda.