Aragón Quezón, Aurora (1888-1949).


Primera dama de las Filipinas, esposa del primer presidente filipino Manuel Luis Quezón (1878-1945), nacida en Baler (provincia de Tayabas, Luzón) el 19 de febrero de 1888 y fallecida en Bongabon (Nueva Écija) el 28 de abril de 1949, que fue asesinada junto a su hija por un grupo terrorista, suceso que le convirtió en un símbolo para su pueblo.

Nacida en el seno de una prominente familia del sur de Luzón, Aurora Aragón recibió en su infancia una esmerada educación en colegios religiosos que fue interrumpida a causa de la guerra de independencia contra España. La pérdida de su padre, muerto en prisión, y de las propiedades familiares, determinó que la tutela de la joven pasase a unos parientes cercanos, los Quezón; bajo su protección pudo entonces reanudar los estudios, que se encaminaban hacia el mundo de la enseñanza y los libros -en estos años creó una biblioteca y un círculo de lectura en su localidad natal-. En diciembre de 1918 contrajo matrimonio con su primo Manuel Quezón, a la sazón parlamentario y comisionado del gobierno filipino en Estados Unidos; de esta unión nacerían cuatro hijos: María Aurora, Zenaida, Luisa Paz y Manuel.

Mientras su marido ascendía el camino hacia la presidencia, Aurora consagró su tiempo a la familia y desarrollar diversas actividades de carácter cultural; mujer culta y extremadamente refinada, entre sus aficiones se encontraban además el canto y tocar el piano. Como primera dama del país, su función principal fue acompañar al presidente y estar presente en diversos actos públicos, como la inauguración de escuelas, orfanatos, asociaciones filantrópicas, hospitales, etc., apoyando así eficazmente la campaña de imagen lanzada por Quezón que hacía énfasis en la labor social del gobierno y su preocupación por el bienestar del pueblo. Durante la Segunda Guerra Mundial residió en el exilio junto a su marido y prestó servicios para la Cruz Roja de Estados Unidos.

Una vez fallecido el presidente Quezón (agosto de 1944), su viuda siguió conservando un papel honorífico importante en la nueva República independiente, y prueba de ello fue su designación para presidir la recién creada Cruz Roja de Filipinas (marzo de 1947) y otros nombramientos honoríficos (Sociedad Filipina de Tuberculosis; Asociación de Damas Filipinas). Además, se volcó en la tarea de ayudar a las principales víctimas de la contienda mundial, como huérfanos, viudas y mutilados de guerra. Durante un viaje a Baler junto a su hija María Aurora un comando terrorista, perteneciente al movimiento insurgente de los huks, atacó la comitiva y asesinó a ambas.