Diego Angulo Iñiguez (1901-1986). El historiador del arte que impulsó el Museo del Prado y la investigación artística española
Diego Angulo Iñiguez se erige como una de las figuras más influyentes del arte y la historiografía española del siglo XX. Nacido en Valverde del Camino (Huelva) en 1901 y fallecido en Sevilla en 1986, su vida estuvo marcada por un inquebrantable compromiso con la investigación, la docencia y la conservación del patrimonio artístico. Su papel como director del Museo del Prado, miembro de academias de prestigio y autor de obras fundamentales en la historia del arte lo convierten en un referente imprescindible para comprender la evolución de esta disciplina en España.
Orígenes y contexto histórico
La trayectoria de Diego Angulo Iñiguez comienza en el sur de España, en Valverde del Camino, aunque desde temprana edad su familia se trasladó a Sevilla, ciudad que marcaría sus primeros pasos en el mundo académico. Inició estudios en Derecho, pero pronto abandonó esa carrera para dedicarse a lo que realmente despertaba su pasión: la Historia. Así, se matriculó en Filosofía y Letras, rama de Historia, obteniendo el doctorado en Madrid, ciudad en la que también amplió estudios en Historia del Arte, disciplina que definiría su legado intelectual.
Su formación coincidió con un período de transformación y consolidación de las disciplinas humanísticas en España, un contexto que favoreció el auge de la historiografía artística como campo autónomo, con una metodología propia y vocación internacional.
Logros y contribuciones
Uno de los primeros hitos relevantes en la carrera de Angulo Iñiguez fue su vinculación con el Museo del Prado, institución con la que se relacionó desde 1922. Aquel año participó en la comisión catalogadora de sus obras, un trabajo que implicaba no solo conocimiento profundo, sino también un compromiso con la preservación del arte y su difusión académica.
Entre 1941 y 1946 ocupó el cargo de conservador adjunto a la Dirección del Prado, mientras que desde el mismo 1941 formó parte del Patronato de la institución. Más adelante, en 1963, fue designado vicepresidente del Patronato y finalmente, en 1968, asumió la dirección del museo, puesto que desempeñó hasta 1970. Durante su dirección, impulsó proyectos de modernización, fomentó la investigación especializada y reforzó la proyección internacional del museo.
Actividad académica y científica
Diego Angulo Iñiguez fue también un académico de renombre. Ingresó en la Real Academia de la Historia en 1942 y en la Real Academia de San Fernando en 1956. En 1976 fue elegido director de la Real Academia de la Historia, ocupando la vacante dejada por Jesús Pabón y Suárez de Urbina. Este nombramiento confirmó su prestigio como historiador y su relevancia en el ámbito cultural e institucional español.
Desde 1940 ejerció como secretario del Instituto Diego Velázquez, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y posteriormente asumió la dirección del mismo. En estos espacios promovió una línea de trabajo centrada en la historia del arte y la conservación, a la vez que contribuyó a la internacionalización de la investigación española.
Momentos clave en su carrera
A lo largo de su vida, Diego Angulo Iñiguez fue protagonista de diversos momentos que marcaron un antes y un después en su carrera y en el panorama artístico español. Algunos de los más relevantes incluyen:
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1922: Se incorpora a la comisión catalogadora del Museo del Prado.
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1940: Nombrado secretario del Instituto Diego Velázquez (CSIC).
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1941: Conservador adjunto a la Dirección del Prado y miembro del Patronato.
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1956: Ingreso en la Real Academia de San Fernando.
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1963: Vicepresidente del Patronato del Prado.
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1968: Nombrado director del Museo del Prado.
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1970: Finaliza su etapa como director del museo.
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1976: Elegido director de la Real Academia de la Historia.
Este recorrido institucional fue acompañado de una prolífica labor investigadora, con proyección internacional. Fue miembro del Comité Directivo de la Oficina Internacional del Instituto de Arqueología y de Historia del Arte de la Sociedad de Naciones, así como integrante de la Comisión organizadora de Congresos Internacionales de Historia del Arte. Su participación en estos foros reforzó el diálogo entre investigadores de distintas partes del mundo y posicionó a España como un referente en la disciplina.
Producción bibliográfica y contribuciones intelectuales
Una parte central de la vida de Angulo Iñiguez fue su extensa producción bibliográfica, compuesta por artículos en revistas especializadas y una serie de monografías fundamentales que reflejan tanto su erudición como su capacidad de análisis crítico. A continuación, un listado de algunas de sus obras más importantes:
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La orfebrería en Sevilla (1925): Una de sus primeras investigaciones centradas en el arte andaluz.
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La escultura en Andalucía (1927): Estudio pionero sobre la escultura regional, en un momento en que se valoraban más las expresiones artísticas centrales.
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Bautista Antonelli. Las fortificaciones americanas del siglo XVI (1942): Investigación sobre arquitectura militar en el contexto colonial.
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Historia del Arte Hispanoamericano (1945-1950): Obra escrita en colaboración con E. Marco y M. Buschiazo, de gran relevancia por su enfoque amplio e integrador del arte en el continente.
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Velázquez (1960): Uno de sus estudios más celebrados, sobre la figura clave del Siglo de Oro español.
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Richard Ford en Sevilla (1963): Ensayo en coautoría con B. Ford, que explora la visión extranjera del patrimonio andaluz.
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Cuarenta dibujos españoles (1966): Análisis riguroso de piezas poco conocidas.
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Murillo, su vida, su obra, su arte (1979): Última gran monografía, galardonada con el premio Elie Faure del Institut de Picturologie de París en 1982.
Este corpus bibliográfico demuestra una capacidad de trabajo excepcional, además de un compromiso permanente con el estudio del arte español e hispanoamericano.
Relevancia actual
La figura de Diego Angulo Iñiguez sigue siendo clave en los estudios sobre arte español. Sus aportaciones no solo ayudaron a consolidar metodologías rigurosas de análisis, sino que también visibilizaron periodos y estilos poco atendidos hasta entonces, como el arte andaluz o las manifestaciones artísticas del mundo hispanoamericano.
Además, su paso por el Museo del Prado marcó una época dorada de profesionalización de la gestión museística en España, impulsando modelos que aún hoy se consideran válidos. Su compromiso con la divulgación, demostrado en conferencias por toda Europa, Estados Unidos y Canadá, también contribuyó a la difusión del arte español fuera de sus fronteras.
En la actualidad, su obra es referente en planes de estudio universitarios, sus monografías continúan siendo citadas, y su legado institucional pervive tanto en el Museo del Prado como en el CSIC y las academias de las que formó parte. Su visión del arte como fenómeno integral, ligado a la cultura, la política y la historia, lo convierte en una figura indispensable para todo aquel que se acerque al estudio del patrimonio artístico español.
Diego Angulo Iñiguez fue, sin lugar a dudas, un pilar fundamental en la evolución del pensamiento artístico en España durante el siglo XX. Su vida y obra demuestran cómo el conocimiento profundo, unido a la vocación de servicio público, puede transformar instituciones, generar escuela y dejar una huella perdurable en la historia cultural de un país.