Emilio Alzugaray Garaicoechea (1880-?). El comandante republicano marcado por la sospecha en la Guerra Civil Española
Emilio Alzugaray Garaicoechea fue una figura destacada del ejército republicano durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Con una carrera militar que se remonta a finales del siglo XIX, su papel en los primeros compases del conflicto fue notable, aunque finalmente su trayectoria se vio ensombrecida por acusaciones de deslealtad que lo apartaron de los frentes más activos. Su historia refleja la complejidad de las lealtades y conflictos internos que marcaron el bando republicano durante la guerra.
Orígenes y contexto histórico
Nacido en 1880, Emilio Alzugaray Garaicoechea ingresó en la prestigiosa Academia de Ingenieros en 1897, momento en el que el ejército español se encontraba en plena transformación tras los desastres coloniales de 1898. Formado como ingeniero militar, su carrera se desarrolló en un periodo de modernización técnica del ejército, aunque también caracterizado por una fuerte inestabilidad política.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, Alzugaray se retiró con el grado de comandante en 1920. Esta decisión lo alejó de los círculos militares durante más de una década, justo cuando España atravesaba intensos procesos de cambio social, económico y político que desembocarían en la proclamación de la Segunda República en 1931.
El estallido de la Guerra Civil en 1936 marcó un punto de inflexión para muchos militares retirados. Con 56 años de edad, Alzugaray solicitó su reingreso al Ministerio de la Guerra, respondiendo al llamamiento republicano ante el alzamiento militar liderado por Franco. Su veteranía y conocimientos lo situaron rápidamente en puestos de responsabilidad.
Logros y contribuciones
A pesar de su larga inactividad, Alzugaray se integró rápidamente en la estructura militar republicana. Se le asignó la comandancia de una columna vasca destinada a operar en la sierra de Guadarrama, un punto estratégico en la defensa de Madrid. En octubre de 1936, fue ascendido a teniente coronel, y apenas un mes después ya ostentaba el grado de coronel, lo que refleja la rapidez con que se necesitaban cuadros con experiencia dentro del bando republicano.
Ese mismo mes de noviembre, en pleno cerco de Madrid, se le encargó la dirección de las fuerzas de reserva en el frente de la capital, una posición de alta responsabilidad en un momento crítico del conflicto. Fue entonces cuando se produjo uno de los episodios más intensos de su trayectoria: la batalla en la Ciudad Universitaria, donde combatió directamente en el frente.
Durante esa ofensiva, murió el anarquista Durruti, una de las figuras más carismáticas del antifascismo español, y el propio Alzugaray resultó herido, lo que obligó a su relevo por el teniente coronel Ortega. Sin embargo, tras recuperarse, continuó asumiendo cargos de alta responsabilidad.
El 16 de febrero de 1937, asumió el mando de la VI División, y tan solo once días después se le confió el liderazgo del II Cuerpo de Ejército, que jugó un papel importante en las operaciones militares en torno a la defensa de Madrid.
Principales responsabilidades y ascensos
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1897: Ingreso en la Academia de Ingenieros.
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1920: Retiro con el grado de comandante.
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1936: Reingreso al ejército republicano.
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Octubre: Ascenso a teniente coronel.
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Noviembre: Ascenso a coronel.
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Mando en el frente de Madrid y participación en la Ciudad Universitaria.
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Febrero de 1937: Nombramiento como jefe de la VI División.
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27 de febrero de 1937: Designado comandante del II Cuerpo de Ejército.
Momentos clave
Uno de los momentos más relevantes de su carrera fue su participación en la defensa de la Ciudad Universitaria de Madrid, un frente crucial en la primera etapa de la guerra. Este sector fue testigo de una de las batallas más encarnizadas del conflicto, y su defensa resultó vital para frenar el avance franquista hacia el corazón de la capital.
La muerte de Durruti durante estos combates y la herida que sufrió Alzugaray reflejan la intensidad del momento. Tras su recuperación, su carrera militar siguió una trayectoria ascendente hasta mediados de 1937, cuando se vio envuelto en un episodio que cambiaría su destino.
Durante una operación militar en el cerro Garabitas, dentro del entorno de la Casa de Campo madrileña, Modesto —uno de los comandantes más influyentes del Ejército Popular de la República— decidió destituir a Alzugaray, alegando deslealtad. Este hecho marcó el inicio de su ostracismo dentro del aparato militar republicano.
Desde entonces, fue apartado del mando de tropas activas y relegado a un destino menor en Barcelona, donde permaneció el resto de la guerra en un estado casi vegetativo, alejado de las decisiones clave y sin participación significativa en las operaciones militares.
Relevancia actual
La figura de Emilio Alzugaray Garaicoechea representa una de las muchas trayectorias truncadas dentro del complejo entramado militar de la Segunda República. Su carrera, inicialmente prometedora durante la guerra, fue bruscamente interrumpida por sospechas internas y conflictos de liderazgo en el seno del ejército republicano, donde las divisiones ideológicas y personales influyeron profundamente en el devenir de muchos oficiales.
La sospecha de deslealtad, que nunca fue confirmada de forma concluyente, lo privó de seguir contribuyendo militarmente a la causa republicana. Esta experiencia no fue única: numerosos oficiales republicanos vivieron procesos similares de depuración o marginación por razones más políticas que militares.
En el estudio contemporáneo de la Guerra Civil Española, su caso permite explorar la fragilidad de las jerarquías militares dentro de un ejército formado de urgencia y plagado de tensiones ideológicas. Además, pone en evidencia cómo el contexto de guerra civil, con su alta polarización, provocó la caída en desgracia de muchos cuadros con experiencia por simples suspicacias o rivalidades internas.
Alzugaray personifica así las contradicciones de un conflicto en el que no bastaba con la capacidad técnica o la veteranía: el alineamiento político y la confianza ideológica eran a menudo determinantes para mantenerse en posiciones de poder.
Aunque su vida posterior al conflicto no está documentada con claridad y se desconoce su fecha de fallecimiento, su participación en los momentos decisivos del frente de Madrid, y su caída en desgracia, lo convierten en una figura paradigmática para entender la estructura interna y los conflictos del ejército republicano.
Hoy en día, su nombre apenas figura en las grandes narrativas del conflicto, pero su biografía permite comprender mejor las dinámicas internas de mando, confianza y exclusión que marcaron el bando republicano en uno de los periodos más dramáticos de la historia contemporánea de España.