Altube, Cristobal (1898-1951).
Tenor español nacido en Arechavaleta (Guipúzcoa) el 10 de julio de 1898 y fallecido en Madrid en mayo de 1951. Está considerado uno de los más importantes tenores dramáticos de su tiempo debido a las extraordinarias facultades que poseía para la ópera. Famoso por su voz potente, de fenomenal volumen, que él mismo achacaba a razones sobrenaturales.
Empezó a cantar de niño mientras ejercía el oficio de pastor; fueron los montes y caseríos vascos los primeros testigos de su portentosa voz. Más tarde trabajó como operario en una fábrica. Su primer contacto con el mundo musical se produjo en Madrid, a donde había llegado para realizar el servicio militar. Durante un concierto de la banda del cuartel, consiguió atraer la atención de sus superiores y del propio rey Alfonso XII, que asistía al concierto, y con esta ayuda logró entrar en el Conservatorio de la capital. Allí perfeccionó su estilo gracias a las clases de canto impartidas por el gran maestro Ignacio Tabuyo.
Durante un tiempo se trasladó a Milán, donde podía tener más oportunidad de lucir su talento. En esta ciudad se relacionó con profesores -que pretendían arruinarle la voz, según él- y compañeros de profesión; el antiguo tenor Rafaello Grani le apoyó en momentos difíciles, cuando parecía que nunca iba a conseguir una actuación. En esta ciudad también conoció al tenor Miguel Barrosa, al que le unió desde entonces, y hasta su muerte, una gran amistad. Pero finalmente tuvo que hacer su debut fuera de Italia, en el Teatro Reale de Malta, con la representación de Sansón y Dalila, La Walkiria y Aida, obras que interpretaría posteriormente en numerosas ocasiones en los principales teatros de Europa y América. Altube logró el reconocimiento público allí donde actuaba, pero aún le quedaba un reto pendiente: triunfar en Milán. Y lo logró en el Teatro Rossi, con una exitosa interpretación del Ernani que le consagró definitivamente entre los grandes.
Tras varias giras por Francia, Alemania, Estados Unidos y Sudamérica, se presentó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona con Otello, papel en el que se mostraba especialmente brillante. Le acompañaron en ese día la joven soprano María Espinalt y Pablo Vidal. También en el Liceo, homenajeó la música de su tierra natal cantando en los estrenos de Mendi Mendiyan, de Jose Mª Usandizaga, y Amaya, de Jesús de Guridi. En 1945 obtuvo la Cátedra de canto del Conservatorio de Música, en el que años atrás había sido alumno, y compaginó desde entonces la docencia con los escenarios. En 1950 recibió el Premio Nacional de Canto, pero encontrándose aún en la cumbre de su carrera una angina de pecho puso fin a su vida a los cincuenta y dos años. Su última actuación había sido una Tosca en el Teatro Principal de Palma de Mallorca.