Alcalá Zamora y Queipo de Llano, José (1939-2019).
Historiador y poeta español, nacido en Málaga el 28 de septiembre de 1939 y fallecido en Madrid el 9 de enero de 2019. Pasó su infancia y primera juventud en el exilio republicano. Regresó posteriormente a España para cursar sus estudios de licenciatura y doctorado en la carrera de Historia. Especialista en la España de los Austrias y, particularmente, en el siglo XVII, José Alcalá-Zamora fue profesor de Universidad desde 1966 y catedrático desde 1977. En 1982 obtuvo la cátedra de Historia Moderna de la facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid.
Su labor investigadora se centró en la política exterior de los Austrias españoles, antigua siderurgia y teatro del Siglo de Oro. Entre sus obras históricas más importantes se cuentan: En torno a los planteamientos hegemónicos de la monarquía hispana de los Felipes (1960), Historia de una empresa siderúrgica española: los altos hornos de Liérnagas y La Cavada, 1622-1834 (1974) y España, Flandes y el Mar del Norte, 1618-1639 (1975).
Hombre de variados intereses y fructífera actividad, José Alcalá-Zamora conjugó su labor científica y docente con la creación literaria y el deporte. En 1965 publicó en México la obra titulada El mar de un barco de papel. Tras casi treinta años sin ofrecer su poesía al público, ganó en 1992 el Premio Francisco de Quevedo del Ayuntamiento de Madrid con sus Sonetos de amor y desamor. Posteriormente vieron la luz sus libros Nunca termina ayer (Madrid, 1994), Pliego de sonetos o canciones (Madrid, 1996) e Islario: antología de sonetos publicados e inéditos (1996).
Fue, además, un consumado deportista: triatleta, veterano corredor de fondo con buenas marcas, ajedrecista y tirador de armas antiguas. En 1985 batió un récord que le ha valido figurar en el Libro Guinness: realizó una maratón de 42,195 kilómetros en la bodega del buque J. J. Síster, dentro de los programas de conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América.
En 1987 fue elegido miembro numerario de la Real Academia de la Historia, convirtiéndose entonces en el académico más joven de dicha institución. Dos años después tomó posesión de su plaza con la lectura de un audaz discurso titulado La reflexión política en el itinerario del teatro calderoniano.