José Saramago (1922–2010): De Azinhaga al Nobel, el artesano de la palabra y la conciencia

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Infancia rural y primeras mudanzas

Azinhaga: la aldea que nunca abandonó del todo

José Saramago, nacido el 16 de noviembre de 1922 en la pequeña aldea de Azinhaga, en la región portuguesa de Ribatejo, vino al mundo en un entorno marcado por la humildad y la ruralidad. Su verdadero nombre era José de Sousa, pero por un error burocrático su apellido materno, “Saramago”, fue añadido en su partida de nacimiento, un apodo familiar que más tarde adoptaría como su seudónimo literario. Esta anécdota, aparentemente menor, anticipa el tono sarcástico y la observación crítica que más tarde caracterizarían su estilo narrativo.

Azinhaga era un pueblo agrícola donde los ciclos de la tierra marcaban el ritmo de la vida. La familia de Saramago vivía con escasos recursos, y la pobreza material de sus primeros años dejó una huella imborrable en su memoria. Décadas más tarde, el propio escritor evocaría ese tiempo en su obra “Las pequeñas memorias”, describiendo con nostalgia la vida de su infancia, entre animales, ríos, campos y una comunidad marcada por la sencillez. Aunque su vida lo llevaría por caminos urbanos e internacionales, nunca dejó de regresar a Azinhaga, físicamente o a través de su literatura.

Lisboa: la ciudad que forjó al joven cerrajero

A los diez años, la familia Saramago se trasladó a Lisboa, en busca de mejores oportunidades económicas. Este cambio, que significó el paso de un entorno rural a uno urbano, no fue fácil para el joven José. Sin embargo, pronto se convirtió en un estudiante brillante, aunque las dificultades económicas obligaron a sus padres a retirarlo de la enseñanza secundaria tras el primer año.

Sin posibilidad de seguir una educación tradicional, Saramago ingresó en la Escola Industrial Alfonso Domingues, donde cursó estudios de Formación Profesional. En 1939, con apenas 17 años, obtuvo el título de cerrajero mecánico, un oficio que ejerció al año siguiente en los talleres de los hospitales civiles de Lisboa. Durante esta etapa inicial, ya se perfilaban rasgos fundamentales de su carácter: una mente autodidacta, tenacidad frente a la adversidad y una sensibilidad profunda ante las desigualdades sociales.

Formación técnica y primer contacto con el trabajo

Del taller de cerrajería a la administración hospitalaria

El joven Saramago, aunque alejado del ámbito académico, no renunció a su hambre de conocimiento. Autodidacta por necesidad, comenzó a frecuentar bibliotecas públicas y a leer vorazmente por las noches. En 1942, dio un giro profesional al incorporarse a los servicios administrativos de los hospitales civiles donde trabajaba, una transición que marcó el inicio de su desarrollo en tareas burocráticas.

En 1943, asumió un nuevo cargo como jefe administrativo en la Caja de Subsidio de Familia del personal de la industria cerámica. Más tarde, en 1950, desempeñaría funciones similares en la industria metalomecánica. Aunque estos trabajos no tenían relación directa con la literatura, fueron decisivos en su evolución intelectual: le ofrecieron una visión del funcionamiento del Estado, de la clase trabajadora y de las estructuras que más adelante criticaría con agudeza en su obra.

Primeras publicaciones y germen del compromiso político

En 1947, en plena juventud, publicó su primera novela: “Tierra do pecado”, una obra de corte tradicional que no tuvo éxito comercial. Durante años, no volvió a publicar ficción, un silencio editorial que coincidió con su inmersión en el mundo del trabajo y el desarrollo de una conciencia política incipiente. Fue una época de observación, de aprendizaje y de espera. Portugal vivía bajo la dictadura de António de Oliveira Salazar, y Saramago comenzaba a cuestionar el autoritarismo y las desigualdades que percibía en su entorno.

Este despertar político coincidió con su ingreso, en 1955, como empleado de la editorial Estúdios Cor, donde empezó a conectar con el mundo de las letras desde el ámbito de la edición y corrección. También en este periodo se consolidó su unión sentimental con la poetisa Isabel de Nobrega, una figura fundamental en su vida que influyó notablemente en su sensibilidad literaria.

Descubrimiento de la vocación literaria

“Tierra do pecado” y un largo silencio

Aunque su debut literario con “Tierra do pecado” pasó desapercibido, Saramago no abandonó la escritura. Se mantuvo en los márgenes, observando con atención la escena literaria lisboeta desde una posición discreta. Frecuentaba el Café del Chiado, centro neurálgico de tertulias intelectuales, donde asistía como oyente más que como participante, impresionado por la presencia de escritores consagrados.

Fue recién en 1966 cuando reapareció públicamente como autor, con el poemario “Os poemas possíveis”. Le siguió, en 1970, “Probablemente alegría”, también de carácter lírico. Pero fue con las crónicas recopiladas en “Deste mundo e do outro” (1971) y “A bagagem do viajante” (1973) que comenzó a perfilarse como un escritor de observación crítica y estilo personal.

Isabel de Nobrega y el entorno literario del Chiado

La relación con Isabel de Nobrega, más allá de lo sentimental, fue decisiva para que Saramago se reconociera a sí mismo como escritor. Ella, con una trayectoria ya consolidada como poetisa, fomentó su confianza y lo introdujo en círculos intelectuales. Aunque él permanecía en un discreto segundo plano, su mirada sobre la realidad comenzaba a afilarse.

Al mismo tiempo, su militancia política se formalizó en 1969 con su ingreso al Partido Comunista Portugués. Su compromiso ideológico, firme y sin ambigüedades, marcaría toda su obra posterior. En él, el humanismo marxista, el escepticismo religioso y la defensa de los oprimidos serían constantes.

Hacia mediados de los años 70, coincidiendo con la Revolución de los Claveles y el inicio de la democracia en Portugal, Saramago decidió dedicarse por completo a la escritura. Su participación en el proceso revolucionario, tanto desde el periodismo como desde la literatura, daría forma al autor que pronto sería reconocido como uno de los grandes narradores de su tiempo.

Militancia comunista y compromiso cultural

Ingreso al Partido Comunista Portugués

En 1969, en plena dictadura salazarista, José Saramago se afilió al Partido Comunista Portugués (PCP). Su decisión no fue un gesto simbólico ni una simple preferencia ideológica, sino una postura activa frente a las injusticias del régimen autoritario. A diferencia de muchos intelectuales que preferían el silencio o la ambigüedad, Saramago se definió con claridad: era un comunista convencido, pero no dogmático, y siempre mantuvo una actitud crítica, incluso hacia los gobiernos que apoyaba.

El PCP fue entonces un espacio de resistencia, y su militancia proporcionó a Saramago una comunidad política que coincidía con sus valores humanistas. Este compromiso se reflejaría en muchos de sus escritos, especialmente en su visión del poder, la justicia y la solidaridad con los oprimidos. No obstante, a pesar de su implicación partidaria, Saramago nunca subordinó su escritura a los dictados ideológicos, y sus obras serían a menudo incómodas tanto para la derecha como para la izquierda.

Trabajo en editoriales y publicaciones periódicas

Durante los años previos a su reconocimiento literario, Saramago trabajó como corrector, traductor y editor, desempeñando un papel esencial en la industria cultural portuguesa. En la editorial Estúdios Cor, donde permaneció desde 1955, adquirió una experiencia profunda en los entresijos del mundo editorial, que luego le sería útil al gestionar sus propias obras.

Paralelamente, publicaba crónicas y artículos en periódicos como “A Capital” y “Jornal do Fundão”, donde combinaba observaciones cotidianas con agudas críticas sociales. Estos textos, reunidos en volúmenes como Deste mundo e do outro (1971) y A bagagem do viajante (1973), muestran al Saramago cronista, con una prosa reflexiva y una mirada inquisitiva hacia la realidad portuguesa.

Revolución de los Claveles y consecuencias profesionales

El paso por el Diario de Noticias y la salida abrupta

Con la llegada de la Revolución de los Claveles en abril de 1974, Portugal inició un proceso de democratización que cambió el destino de millones de ciudadanos. Para Saramago, el nuevo clima político representó una oportunidad de implicarse aún más directamente. Fue nombrado director adjunto del Diario de Notícias, uno de los principales periódicos del país.

Durante su breve gestión, el diario experimentó una transformación editorial que lo convirtió en un órgano más crítico y comprometido. Sin embargo, su enfoque radical fue pronto percibido como incómodo, incluso dentro de los nuevos marcos de libertad. En noviembre de 1975, fue destituido de su cargo, una decisión que reflejaba las tensiones internas del proceso revolucionario. A partir de entonces, Saramago se encontró nuevamente sin empleo y enfrentó una etapa de dificultades económicas que lo obligó a dedicarse intensamente a la traducción de obras.

La etapa como traductor y el renacimiento creativo

A pesar de las dificultades económicas, esta etapa fue fértil en lo literario. Al traducir a autores como Tolstói, Baudelaire o Hegel, Saramago amplió sus horizontes estilísticos y filosóficos. Al mismo tiempo, comenzó a construir una voz narrativa propia, alejada del realismo convencional y cercana a una ficción alegórica y experimental.

En 1977, publicó Manual de pintura e caligrafia, considerada por muchos como su primera obra de ficción “pura”, con un estilo ya reconocible. Al año siguiente, en 1978, lanzó Objeto quase, un volumen de cuentos donde empezó a jugar con estructuras narrativas menos tradicionales. En 1979, se adentró en el teatro con A noite, y poco después con Que farei com este livro?, centrada en la figura del poeta Luís de Camões. Ese mismo año también presentó A segunda morte de Francisco Assis y colaboró en obras colectivas.

Maduración literaria y primeras obras reconocidas

De “Manual de pintura e caligrafia” a “Levantado do chão”

El verdadero punto de inflexión en su carrera llegaría con Levantado do chão (1980), una novela inspirada en su experiencia con la reforma agraria en el Alentejo. Esta obra fue reconocida con el Premio Ciudad de Lisboa y marcó el nacimiento del “estilo Saramago”: frases largas, puntuación atípica, narrador omnisciente que interviene irónicamente, y una mirada ética profundamente crítica.

Con Viagem a Portugal (1981), Saramago retomó la crónica de viajes, pero con un tono introspectivo y literario. Sin embargo, fue con Memorial do convento (1982) cuando obtuvo reconocimiento internacional. Esta novela, que fusiona historia, filosofía y ficción, le valió el Premio del Pen Club portugués y consolidó su prestigio. Ambientada en el siglo XVIII, la obra combina hechos históricos con personajes ficticios, presentando un relato alegórico de gran profundidad narrativa y crítica política.

El estilo saramaguiano y sus primeros galardones

A partir de Memorial do convento, Saramago desarrolló su característico estilo, que combina lo barroco con lo oral, lo filosófico con lo político. En 1984, publicó O ano da morte de Ricardo Reis, donde recupera a un heterónimo de Fernando Pessoa para trazar una profunda meditación sobre la identidad, la historia y la muerte. Esta novela fue premiada con el Premio Dom Dinis y, en Italia, con el Grinzane Cavour.

En 1986, con A jangada de pedra (La balsa de piedra), alcanzó la consagración definitiva. En esta obra, Saramago imagina la separación física de la Península Ibérica del resto de Europa, una alegoría política que pone en cuestión la identidad europea, los nacionalismos y la cultura compartida de España y Portugal. Su osadía narrativa, su sentido del humor y su crítica feroz al poder consolidaron su posición como uno de los autores más originales del siglo XX.

Estas obras no sólo aumentaron su prestigio literario, sino que abrieron un camino hacia el reconocimiento internacional, posicionándolo como un autor indispensable para comprender la literatura ibérica contemporánea. Su estilo, a veces considerado difícil o provocador, no dejaba indiferente a nadie y se convirtió en su marca registrada.

El éxito internacional y la controversia religiosa

“El Evangelio según Jesucristo” y la censura gubernamental

En 1991, José Saramago publicó una de sus obras más polémicas y potentes: El Evangelio según Jesucristo. La novela, que reconstruye la vida de Jesús desde una perspectiva profundamente humana y crítica, fue recibida con entusiasmo por los lectores, pero generó un enorme revuelo político y religioso en Portugal. El escándalo estalló cuando el gobierno portugués vetó la candidatura de la obra a un premio literario de la Comunidad Europea, pese a haber sido seleccionada por un jurado independiente.

El entonces subsecretario de Cultura, Antonio de Sousa Lara, justificó la exclusión alegando que la novela “ofendía la religiosidad del pueblo portugués” y que violaba los valores del Estado. La reacción de Saramago fue tajante: se exilió voluntariamente en Lanzarote, en las Islas Canarias, donde residiría hasta su muerte. Esta decisión marcó un nuevo capítulo en su vida: el del escritor libre de ataduras institucionales, que desde la distancia observaba y cuestionaba el devenir del mundo.

Paradójicamente, ese mismo año, la obra fue galardonada con el Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores (APE), lo que confirmó su calidad literaria y su impacto en el panorama cultural.

Premios y distinciones literarias internacionales

A lo largo de los años 90, la figura de Saramago fue creciendo en prestigio. Publicó la obra teatral In nomine Dei (1993), centrada en la intolerancia religiosa, que le valió el Gran Premio de Teatro otorgado por la Asociación de Escritores de Portugal. En 1995, presentó Ensayo sobre la ceguera, novela en la que plantea una aterradora epidemia de ceguera blanca, una metáfora lúcida sobre la fragilidad de la civilización, el poder y la moral colectiva.

Ese mismo año recibió el Premio Camões, la más alta distinción literaria en lengua portuguesa. Su obra, cada vez más reconocida, circulaba ya ampliamente traducida por el mundo. En 1998, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer escritor portugués en recibir este galardón. La motivación del jurado destacaba su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”.

La trilogía involuntaria y su residencia en Lanzarote

“Ensayo sobre la ceguera”, “Todos los nombres” y “La caverna”

Tras el Nobel, Saramago no aminoró su producción. En 1999, publicó Todos los nombres, una novela que explora la obsesión y la identidad en el marco de una vasta y burocrática Conservaduría del Registro Civil. El día de su cumpleaños número 78, en 2000, lanzó La caverna, una alegoría sobre el mito platónico de la caverna, el capitalismo moderno y la alienación del ser humano. Estas dos novelas, junto con Ensayo sobre la ceguera, formarían lo que él mismo denominó su “trilogía involuntaria”: tres libros que dialogan entre sí a través de símbolos, temas y estructuras narrativas compartidas.

Una vida retirada pero intelectualmente activa

Desde su retiro en Lanzarote, Saramago mantuvo una vida discreta pero altamente productiva. Allí escribió, reflexionó y recibió visitas de escritores, intelectuales y políticos de todo el mundo. Fundó la Fundación José Saramago, con sede en Lisboa y Lanzarote, dedicada a promover los valores humanistas, el pensamiento crítico y la difusión de la literatura.

En 2001, recibió el Premio Canarias, un reconocimiento a su contribución cultural como residente del archipiélago. Su implicación social continuaba activa: participó en campañas contra el bloqueo a Cuba, denunció la invasión de Irak y se pronunció a favor del voto en blanco como forma de protesta contra la corrupción política.

Últimos años, memorias y legado

Últimas obras: entre lo autobiográfico y lo alegórico

En la etapa final de su vida, Saramago combinó la introspección personal con la parábola universal. En 2002, publicó El hombre duplicado, una meditación sobre la identidad individual en la era moderna. En 2004, lanzó Ensayo sobre la lucidez, donde retomaba el universo de Ensayo sobre la ceguera para explorar la política, el poder y la disidencia. Definió esta obra como “una patada, una muestra de indignación” ante la degeneración de la democracia.

En 2005, apareció Las intermitencias de la muerte, donde plantea un mundo en el que la muerte deja de operar. Con esta obra, Saramago regresa al tono irónico y profundamente filosófico, interrogando la vida y sus límites desde una perspectiva inédita. En 2006, su ópera El disoluto absuelto, basada en el mito de Don Juan, fue estrenada en el Teatro Nacional São Carlos de Lisboa.

A estos textos se suman Las pequeñas memorias (2007), donde rememora su infancia con una ternura distante y autocrítica; El viaje del elefante (2008), novela histórica impregnada de humor, y Caín (2009), donde reinterpreta los textos bíblicos desde una mirada herética y rebelde.

Su última publicación fue José Saramago en sus palabras (2010), una recopilación de ideas, entrevistas y pensamientos organizada por Fernando Gómez Aguilera. Se trata de una especie de testamento ideológico, en el que el autor reflexiona sobre su tiempo, su escritura y el lugar del ser humano en la historia.

Muerte, influencia y permanencia en la literatura universal

José Saramago falleció el 18 de junio de 2010, a los 87 años, en su casa de Tías, en Lanzarote. Hasta el último momento, se mantuvo lúcido, activo y crítico. Su blog, iniciado años antes, seguía siendo un espacio de reflexión donde comentaba con agudeza los eventos de la actualidad. Murió acompañado de su esposa, la periodista Pilar del Río, quien también fue su traductora al español y promotora de su legado.

La muerte del Nobel portugués fue lamentada en todo el mundo. Desde presidentes hasta escritores y lectores anónimos, miles de voces se unieron para rendir homenaje a un escritor comprometido con la justicia, la verdad y la belleza literaria. Su obra ha sido traducida a decenas de idiomas, y sus novelas continúan siendo objeto de estudio, adaptaciones teatrales y cinematográficas.

Hoy, Saramago es considerado una figura clave de la literatura universal, comparable por su influencia y estilo a autores como Kafka, Orwell o García Márquez. Su legado no reside solo en sus libros, sino en su ejemplo de coherencia ética, lucidez intelectual y valentía creativa. Su escritura, cargada de preguntas y abierta a la interpretación, invita al lector a mirar el mundo con ojos críticos y a cuestionar lo que parece inamovible.

José Saramago vivió como escribió: con ironía, dignidad y pasión por la humanidad.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "José Saramago (1922–2010): De Azinhaga al Nobel, el artesano de la palabra y la conciencia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/saramago-jose [consulta: 19 de octubre de 2025].