Sebastián Palomo Martínez (1947–2017): El Valor y la Grandeza del Toreo

Sebastián Palomo Martínez (1947–2017): El Valor y la Grandeza del Toreo

Introducción a la Vida de Sebastián Palomo Martínez (Palomo Linares)

Sebastián Palomo Martínez, conocido en el mundo taurino como Palomo Linares, nació el 27 de abril de 1947 en Linares, Jaén, y falleció el 24 de abril de 2017 en Madrid. Fue uno de los toreros más destacados de la segunda mitad del siglo XX, conocido tanto por su destreza en el ruedo como por su valentía frente a los toros, cualidades que lo convirtieron en un ícono de la tauromaquia. A lo largo de su carrera, dejó una huella imborrable, no solo por sus triunfos, sino también por su capacidad de superación ante las adversidades que le deparó la vida.

Primeros Encuentros con el Toreo

Desde su niñez, Sebastián Palomo mostró una fuerte inclinación hacia el mundo de los toros, algo que no era sorprendente, dado el entorno taurino de la región. A los diecisiete años, en 1964, se enfundó por primera vez el terno de luces en la plaza madrileña de Vista Alegre, un coso famoso por sus novilladas de verano. Estos festejos, denominados “novilladas de la oportunidad”, eran una especie de trampolín para aquellos jóvenes que buscaban abrirse paso en el complicado mundo del toreo. Fue en este tipo de eventos donde Palomo Linares empezó a destacar, dejando claro que su talento era más que prometedor.

Inicios Profesionales en el Toreo

A lo largo de 1965, Palomo Linares siguió puliendo su destreza. El 3 de enero de ese año, se presentó en su primera novillada picada en la plaza de Ondara, en Alicante. Durante ese tiempo, la figura del novillero comenzaba a cobrar protagonismo en las plazas españolas, y Palomo no perdió la oportunidad. Un año después, en 1966, tomó la alternativa en Valladolid. La ceremonia fue apadrinada por el matador Jaime Ostos, uno de los toreros más respetados del momento, quien, junto a Juan García Jiménez “Mondeño”, le cedió los trastos para lidiar su primer toro de nombre Feíllo, de la ganadería de Salustiano Galache. Este acontecimiento marcó el inicio oficial de su carrera como matador de toros.

A pesar de los primeros pasos en su carrera profesional, 1966 fue un año complicado. En total, Palomo Linares participó en 49 corridas, pero las dificultades estaban a la vuelta de la esquina, y las heridas que marcarían su carrera no tardaron en aparecer.

Los Primeros Obstáculos y la Superación

El toreo no es un mundo fácil, y los contratiempos comenzaron a llegar pronto para Palomo. En abril de 1967, mientras toreaba en Castellón de la Plana, un toro portugués de la ganadería de Palha llamado Jareteiro le propinó una cornada de gran gravedad. Apenas pudo recuperarse de esa lesión, cuando, en julio del mismo año, otro toro le fracturó el húmero izquierdo en Barcelona. A pesar de las lesiones, Palomo Linares mostró una determinación feroz. En lugar de abandonar, se levantó y decidió continuar con su carrera, aun cuando solo pudo realizar 34 corridas en ese año. Además, mostró un gran sentido del compañerismo y la generosidad al torear en solitario en la plaza de San Sebastián de los Reyes en favor de Manuel Álvarez “El Bala”, quien había tenido que retirarse debido a la amputación de una pierna.

Consagración en el Escalafón Taurino

La fortaleza mostrada ante tales adversidades le permitió seguir creciendo. En 1968, a pesar de que no logró confirmar su alternativa en Madrid, un hito importante para cualquier torero, Palomo Linares continuó demostrando su valía en otras plazas españolas. Su participación en el Montepío de Toreros y su éxito en Hispanoamérica lo consolidaron como una figura en alza.

Durante 1969, Palomo se unió a Manuel Benítez “El Cordobés” para llevar a cabo lo que se conoció como la “campaña de los guerrilleros”, un concepto que desafiaba a los empresarios taurinos de la época. Ambos toreros decidieron no someterse a las condiciones de los empresarios y torearon en plazas menores, donde, a pesar de las dificultades económicas y logísticas, lograron firmar 65 contratos. Esta valentía les permitió seguir creciendo y mantenerse relevantes en el panorama taurino.

En 1970, Palomo Linares continuó demostrando su capacidad y valentía, y un gesto humanitario marcó de nuevo su carrera. Se encerró en solitario con seis toros en la plaza de Almería a beneficio del novillero Ángel Vázquez, quien había sufrido graves lesiones. Ese mismo año, Palomo confirmó su alternativa en Las Ventas, la plaza más importante de España, en un evento apadrinado por Curro Romero. Aquel festejo consolidó su posición como uno de los matadores más importantes del momento.

La Temporada 1971: El Inicio de su Apogeo

El año 1971 fue crucial en la carrera de Palomo Linares. Su valentía y destreza se vieron reflejadas en dos gestas memorables. El 22 de mayo, en la plaza de Vista Alegre, toreó dos corridas seguidas, una por la tarde y otra por la noche. A pesar de las dificultades que le planteó la lluvia, cumplió su objetivo de matar seis toros en un solo día, un logro espectacular para cualquier torero. En total, logró seis orejas y dos rabos por la tarde, y seis orejas y un rabo por la noche, lo que cimentó su lugar como uno de los toreros más completos y admirados de su tiempo.

La temporada 1971 no fue solo un logro personal, sino un hito dentro de la historia del toreo, y desde ese momento, Palomo Linares se consolidó como una estrella en el firmamento taurino.

La Cima del Toreo y la Evolución del Torero

Triunfos Monumentales en los Años 70

La década de 1970 marcó el apogeo de la carrera de Sebastián Palomo Martínez. En 1972, alcanzó una de las gestas más destacadas de su vida taurina: el 22 de mayo, durante la Feria de San Isidro en Madrid, logró cortar las dos orejas y el rabo de un toro llamado Cigarrón, perteneciente a la ganadería de Atanasio Fernández. Este evento se inscribe como uno de los más importantes en la historia reciente de la plaza de Las Ventas. Sin embargo, el premio fue muy discutido por una parte de la afición madrileña, que consideraba que la faena, aunque buena, no alcanzaba el nivel exigido para tal galardón. De hecho, el corte de un rabo en Madrid se convirtió en un hecho tan excepcional que, hasta 1998, ningún otro torero pudo repetir semejante logro.

A pesar de la controversia, la temporada de 1972 fue sin duda la más gloriosa de su carrera. A lo largo de ese año, Palomo Linares se consolidó como el máximo triunfador en España, habiendo intervenido en 45 corridas antes de que una grave lesión, sufrida en agosto debido a un toro de la ganadería de Osborne, le obligara a poner fin anticipado a la temporada. La fractura de su pierna izquierda fue otro golpe más, pero Palomo mostró una vez más su coraje y determinación, superando la adversidad como lo había hecho anteriormente.

La Consagración en Madrid y las Grandes Hazañas

Aunque las lesiones siguieron marcando la vida de Palomo Linares, su presencia en los ruedos se mantenía intacta. En 1973, durante una temporada que comenzó con malas noticias —al ser herido gravemente en Lima y México—, logró recuperarse y seguir toreando con gran éxito en España. Su campaña ese año fue impresionante, sumando 78 corridas a su haber, una cifra significativa para cualquier matador. La habilidad con la que se recuperaba de los percances y volvía a la plaza le valió una gran admiración tanto dentro como fuera del ruedo.

En 1974 y 1975, continuó su presencia constante en los ruedos, a pesar de las dificultades físicas. En total, toreó en más de 140 corridas en estos dos años, demostrando que su valía como torero no solo dependía de sus éxitos en la plaza, sino también de su perseverancia frente a las adversidades. Aunque el número de contratos comenzó a disminuir a partir de 1976, Palomo Linares seguía siendo un referente en el toreo español.

Heridas y La Fama Internacional

Las heridas nunca dejaron de perseguir a Sebastián Palomo. Cada temporada, a pesar de su éxito, las cornadas se repetían, especialmente en sus desplazamientos a Hispanoamérica. En 1977, por ejemplo, fue herido en Ecuador, y en 1978, en México. A pesar de estos percances, la figura de Palomo Linares continuó siendo la de un hombre valiente, dispuesto a enfrentarse a cualquier toro que se le pusiera por delante.

En 1979, la tendencia en su carrera comenzó a cambiar. A pesar de su constante presencia en festivales y corridas menores, Palomo Linares empezó a notar el paso de los años. Las lesiones, el desgaste físico y el cambio en los contratos disponibles llevaron a una disminución en su actividad. Aunque aún toreó en 1980 y 1981, la cantidad de festejos disminuyó considerablemente, marcando el inicio de una etapa de transición en su carrera.

La Retirada, Reapertura y El Legado en el Arte

En 1982, Palomo Linares decidió colgar definitivamente los trastos y retirarse de los ruedos. Sin embargo, como ocurre con muchos grandes artistas, el gusanillo del toreo nunca lo abandonó por completo. En 1984, decidió hacer una reaparición en las plazas, aunque esta vez participó en una temporada mucho más limitada, con apenas 35 festejos.

A medida que pasaba el tiempo, Sebastián Palomo se adentró más en el mundo del arte, donde reveló su talento como pintor. Su vida estuvo marcada por una constante búsqueda de nuevas formas de expresión, y la pintura se convirtió en su refugio y complemento al toreo. En 1993, reapareció brevemente en los ruedos, participando en 19 corridas, pero esta etapa ya era un reflejo de su relación cada vez más distante con el mundo taurino. A lo largo de la década de 1990, sus presencias fueron cada vez más anecdóticas, y sus apariciones en festivales o corridas extraordinarias mostraban que el torero ya no era el mismo que deslumbraba en los años 70, pero su legado seguía intacto.

Reflexión Final

El legado de Sebastián Palomo Martínez, Palomo Linares, no solo se encuentra en su destreza como matador, sino también en la manera en que enfrentó las adversidades con una fortaleza admirable. Su carrera fue una montaña rusa de emociones, marcada por victorias espectaculares y lesiones graves que nunca pudieron doblegar su espíritu. Con cada cornada y cada triunfo, Palomo Linares dejó una marca indeleble en el toreo español. Su valentía, su capacidad de superación y su amor por el arte siguen siendo una inspiración para las generaciones actuales de toreros.

A pesar de haberse retirado, la figura de Palomo Linares sigue siendo una de las más grandes dentro de la historia del toreo. Un hombre que, a lo largo de su carrera, supo desafiar tanto al toro como a la vida, y que nunca dejó de luchar por su lugar en el Olimpo del toreo.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Sebastián Palomo Martínez (1947–2017): El Valor y la Grandeza del Toreo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/palomo-martinez-sebastian [consulta: 18 de octubre de 2025].