Marcial Lalanda del Pino (1903–1990): Un torero de legado y controversia
Marcial Lalanda del Pino (1903–1990): Un torero de legado y controversia
Marcial Lalanda del Pino, nacido el 20 de septiembre de 1903 en Vaciamadrid (Madrid), es uno de los nombres que más resonaron en la historia de la tauromaquia del siglo XX. Su vida estuvo marcada por la gloria en el ruedo, pero también por la tragedia, las controversias y una técnica única que lo hizo destacar entre los grandes toreros de su tiempo. Lalanda no solo fue un matador que brilló en España, sino que también dejó su huella en América, consolidándose como un gran referente del arte de Cúchares. Sin embargo, su carrera no estuvo exenta de críticas y tensiones con la propia profesión. El análisis de su biografía revela a un hombre que vivió para el toro, pero que también estuvo rodeado de una serie de circunstancias difíciles que marcaron tanto su éxito como su legado.
Orígenes familiares y primeros contactos con el mundo taurino
Marcial Lalanda nació en una familia profundamente vinculada al mundo del toro. Su padre, un mayoral de la ganadería de Enrique Salamanca, vivió en un entorno que, desde su infancia, estuvo impregnado de la cultura taurina. De hecho, la relación de Marcial con los toros comenzó a muy temprana edad. Hijo de un hombre que lidiaba con el ganado y hermano de dos toreros, Martín y Eduardo Lalanda, el futuro matador de toros estaba rodeado de una atmósfera en la que las faenas con los animales eran el pan de cada día.
La infancia de Marcial fue testigo de este entorno vaquero, lo que marcó su destino. Con tan solo nueve años, tuvo su primer contacto directo con el mundo taurino al torear un becerro en la finca del ganadero segoviano don Luis Baeza, un hito que dejó claro que el joven poseía un valor y una determinación fuera de lo común para su edad. Pero sería a los once años cuando realmente comenzó su carrera. En 1914, toreó su primer becerro en Alameda de la Sagra (Toledo), y no pasó mucho tiempo antes de que, en noviembre del mismo año, Marcial matara otro becerro en la capital de la provincia. Esta actuación le proporcionó su primera salida a hombros, un reconocimiento que sería apenas el inicio de una carrera prometedora.
Infancia precoz y los primeros triunfos
A pesar de su talento evidente, la precoz carrera de Marcial Lalanda se vio truncada por una disposición ministerial que prohibía que los menores de 16 años participaran en corridas de toros. No obstante, esto no hizo que su pasión por el toreo se desvaneciera. Marcial reapareció como novillero en 1919, año en que formó sociedad con su primo Pablo Lalanda Gutiérrez, lo que les permitió hacer frente a una serie de novilladas tanto en plazas españolas como portuguesas. En ese tiempo, Marcial ya estaba mostrando una destreza que lo hacía destacar entre otros jóvenes toreros.
Su primera gran presentación en Madrid ocurrió el 24 de junio de 1920, cuando se presentó junto a Pablo Lalanda, enfrentándose a novillos de Veragua. La tarde fue un éxito rotundo: Marcial cortó dos orejas y salió a hombros por la puerta grande de la plaza de toros de Madrid, un acontecimiento que consolidó su posición como una de las promesas más firmes del toreo en España. Ese triunfo le permitió acceder a las ferias más importantes del país y marcar su lugar en la élite del toreo.
La etapa de novillero y su rápida entrada al escalafón superior
La ascendente carrera de Marcial Lalanda continuó con un éxito tras otro. Durante los años 1920 y 1921, la figura del torero madrileño se fue consolidando gracias a su gran capacidad para enfrentarse a novillos y toros de gran calibre. Esta etapa culminó con la toma de la alternativa, un momento crucial en la carrera de cualquier matador de toros.
El 28 de septiembre de 1921, en la plaza de toros de Sevilla, Marcial tomó la alternativa, siendo apadrinado por el mismísimo Juan Belmonte, considerado uno de los más grandes toreros de todos los tiempos. En esa misma corrida, Manuel Jiménez Moreno, «Chicuelo», estuvo presente como testigo de honor. Esta ceremonia representaba el inicio de una nueva fase en su carrera, una que lo enfrentaría a los toros más temidos y lo colocaría en el camino de los grandes maestros del toreo.
El debut de Marcial como matador de toros fue en la misma Sevilla, en una tarde que se recordaría por la tragedia. El 21 de abril de 1922, el joven torero compartió cartel con Manuel Vare García, «Varelito», un prometedor matador que, lamentablemente, sufriría una cornada mortal en una corrida en la Real Maestranza. El toro, de la ganadería de Guadalest, le causó una tremenda herida que lo llevaría a la muerte después de 22 días de agonía. A pesar de que algunos rumores en el ambiente acusaron a Marcial de no haber estado a tiempo para hacer el quite a su compañero, los cronistas más fiables afirmaron que fue precisamente Marcial quien reaccionó con rapidez para proteger a Varelito, aunque la tragedia ya estaba en marcha.
Tomando la alternativa: Un paso crucial en su carrera
El 7 de mayo de 1922, Marcial confirmó su alternativa en Madrid, un evento que sería recordado tanto por el dramático suceso con Manuel Granero como por el progreso de Lalanda en la escena taurina. En aquella corrida, Marcial se enfrentó al toro «Misionero» de la ganadería de Veragua. Aunque la fatalidad se cernió sobre el ruedo con la grave cogida de Granero, Marcial continuó demostrando su temple y profesionalismo, y fue el encargado de estoquear al toro «Pocapena» cuando su padrino de confirmación, Juan Luis de la Rosa, ya se encontraba en la enfermería. Aunque en ese momento las tensiones eran altas debido a la grave herida sufrida por Granero, Marcial emergió como un matador seguro y comprometido, dispuesto a continuar con su carrera a pesar de los momentos difíciles.
Momentos dolorosos y la tragedia en el ruedo
La vida de Marcial Lalanda estuvo marcada por la tragedia y la dureza del toreo, un arte en el que la cercanía con la muerte es una constante. A lo largo de su carrera, el torero madrileño fue testigo de varias muertes trágicas de compañeros, hechos que dejaron huella en su carácter y su visión del toreo.
En su trayectoria, Marcial compartió cartel con varios toreros que, como él, se enfrentaban a los mismos riesgos. Uno de los episodios más desgarradores fue la trágica cogida que sufrió Manuel Báez, «Litri», quien también murió a causa de una cornada. Este trágico hecho ocurrió en 1928, y al igual que la muerte de Varelito, dejó a Marcial afectado por la crueldad de la profesión. En otra ocasión, en 1930, estuvo presente cuando Francisco Vega de los Reyes, «Gitanillo de Triana», también perdió la vida por una cornada mortal.
A pesar de ser testigo de estas tragedias, Marcial continuó su carrera, enfrentándose al toro con la misma valentía que lo caracterizaba. Sin embargo, él mismo no estuvo exento de sufrir graves cogidas que pudieron haber puesto fin a su carrera mucho antes de lo que realmente sucedió. En 1924, en Madrid, sufrió una cornada que lo mantuvo alejado del ruedo durante varios meses. En 1925, en Zaragoza, otra cogida le causó serias heridas, lo que no hizo más que reforzar su determinación por continuar. En 1927, sufrió heridas similares en Toledo y Valencia, pero siempre logró regresar con la misma fuerza que le permitió seguir en la élite del toreo durante más de dos décadas.
Consolidación en la cima del toreo y sus mejores temporadas
A pesar de las tragedias que marcaron su carrera, Marcial Lalanda logró consolidarse como una de las figuras más destacadas del toreo en las décadas de 1920 y 1930. Durante los años 1923 y 1924, estuvo en los primeros puestos del escalafón, ganándose el respeto y la admiración tanto de la afición como de sus compañeros de profesión. Sin embargo, sería en 1927 cuando viviría una de las temporadas más triunfales de su carrera, con actuaciones memorables que lo consolidaron como uno de los grandes del toreo.
Uno de los días más recordados de su carrera ocurrió el 29 de agosto de 1929, en la plaza de toros de Barcelona, donde Marcial se encerró en solitario con seis toros de la ganadería de doña Enriqueta de la Cova. Este desafío lo enfrentó a los mejores astados, pero también le permitió exhibir sus habilidades en todo su esplendor. En aquella tarde, Marcial mostró su dominio absoluto con el capote, realizando hasta 21 quites diferentes que dejaron asombrados a los aficionados. Este tipo de actuación no solo le valió la admiración del público, sino que también lo convirtió en un referente dentro de la técnica de los quites, un área del toreo en la que sería reconocido como un innovador.
En ese mismo período, Marcial Lalanda se destacó por su habilidad para realizar faenas que combinaban el valor y la técnica, elementos que lo posicionaron entre los toreros más importantes del momento. Los años 1930 y 1931 fueron igualmente triunfales para él, aunque la situación política y social en España empezaba a cambiar, lo que afectaría su carrera en años posteriores.
La creación de nuevos lances y su estilo innovador
A lo largo de su carrera, Marcial Lalanda fue un torero innovador que dejó su huella en la tauromaquia a través de su estilo único. Uno de sus mayores legados fue la creación del célebre «quite de la mariposa», una suerte que se caracteriza por citar al toro con el capote echado a la espalda, llevándolo galleando en zigzag mientras lo llama alternativamente por el costado izquierdo y derecho del torero, sin dejar que pase por ninguno de ellos. Este lance, que en un principio fue llamado «de la falda», revolucionó la técnica de los quites, convirtiéndose en una de las imágenes más emblemáticas de su repertorio.
Este estilo único, además de su valentía y destreza, le permitió a Marcial Lalanda destacar en todas las plazas donde se presentó, tanto en España como en el extranjero. Su capacidad para lidiar con todo tipo de toros y adaptarse a distintas situaciones le permitió sobresalir en competiciones con otros grandes toreros de su época, como Juan Belmonte, José, «Machaquito», Pastor, y «El Algabeño».
La Guerra Civil y su participación en el bando insurrecto
La Guerra Civil Española tuvo un impacto significativo en la vida de Marcial Lalanda. Aunque era conocido por su postura conservadora, durante el conflicto se alineó abiertamente con el bando sublevado, lo que le permitió seguir trabajando en un ambiente de mayor estabilidad. Durante la contienda, Marcial continuó realizando su arte en las plazas de toros francesas, donde encontró una salida económica en medio de la incertidumbre de la guerra en España.
A pesar de su éxito en Francia, Marcial fue uno de los primeros en regresar a un Madrid devastado por la guerra. Su participación en la «Corrida de la Victoria», celebrada el 24 de mayo de 1939 en la Monumental de Las Ventas, se convirtió en un acto simbólico del régimen franquista. La corrida, en la que participaron varios toreros que habían estado exiliados, fue una muestra de la conexión entre el mundo taurino y el naciente régimen de Francisco Franco. Marcial, como muchos de sus colegas, se benefició de esta nueva situación política, lo que le permitió seguir con su carrera tras el final del conflicto.
Retiro y legado: Marcial Lalanda como figura histórica del toreo
El 18 de octubre de 1942, Marcial Lalanda puso fin a su carrera como matador de toros en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid. La corrida en la que se retiró fue histórica, ya que estuvo acompañada de dos toreros jóvenes de la talla de Pepe Luis Vázquez y Juan Mari Pérez Tabernero, quienes continuarían con el legado de la tauromaquia en los años venideros.
Durante su carrera, Marcial participó en más de mil corridas y dio muerte a más de dos mil toros, siendo uno de los toreros más prolíficos y exitosos de su generación. Además, su popularidad se extendió más allá de las fronteras españolas. En América, especialmente en México y Perú, alcanzó el reconocimiento de las grandes figuras internacionales del toreo. Su legado quedó reflejado en el famoso pasodoble «¡Marcial, eres el más grande!», compuesto por el maestro Martín Domingo, que celebró la figura del torero madrileño como uno de los más grandes de su tiempo.
Sin embargo, el legado de Marcial Lalanda no estuvo exento de críticas. Aunque fue admirado por su valentía, técnica e innovación, también fue cuestionado por su estilo de matar, poco ortodoxo según algunos expertos, y por su actitud teatral que, para algunos, restaba naturalidad a su faena. A pesar de ello, Marcial sigue siendo recordado como una de las figuras más influyentes en la historia del toreo, cuya trayectoria marcó una época de esplendor y sacrificio.
Al final, la figura de Marcial Lalanda del Pino se erige como un símbolo de la tauromaquia de principios del siglo XX, un torero que vivió intensamente su arte, dejando una huella imborrable en la historia del toreo.
MCN Biografías, 2025. "Marcial Lalanda del Pino (1903–1990): Un torero de legado y controversia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/lalanda-del-pino-marcial [consulta: 30 de septiembre de 2025].