Juan I de Castilla y León (1358–1390): El Rey que Afirmó la Dinastía Trastámara
Juan I de Castilla y León (1358–1390): El Rey que Afirmó la Dinastía Trastámara
Introducción: Contexto histórico y orígenes
Juan I de Castilla y León, nacido en 1358, fue un rey que desempeñó un papel fundamental en la consolidación de la dinastía Trastámara en la península ibérica. Hijo de Enrique II de Castilla y de Juana Manuel, su reinado estuvo marcado por conflictos dinásticos, ambiciones territoriales y una serie de reformas que buscaron fortalecer su autoridad en medio de los desafíos internos y externos que enfrentó el reino. La figura de Juan I se enmarca en un contexto histórico de luchas por la supremacía entre las grandes casas reales de Europa, especialmente en la península, donde las tensiones entre Castilla, Portugal y Aragón definieron las políticas de la época.
Su ascenso al trono fue el resultado de la muerte de su padre en 1379 y se dio en un momento de gran inestabilidad política. Desde su juventud, Juan I fue consciente de los problemas internos de Castilla, pero también de la necesidad de asegurar una política exterior que le permitiera mantener el equilibrio entre los reinos vecinos. El principio de su reinado estuvo marcado por la voluntad de afianzar el poder Trastámara, una familia que había logrado consolidarse en el trono castellano después de la muerte de Pedro I, el Cruel, en 1369.
Ascenso al trono
En 1379, tras la muerte de Enrique II de Castilla, Juan I heredó un reino que, aunque gobernado por su padre con mano firme, aún enfrentaba las consecuencias de las luchas dinásticas del pasado. La llegada de Juan I al trono fue el resultado de un periodo de lucha entre las casas de los Trastámara y los descendientes de Pedro I, lo que dejó una huella profunda en la política interna castellana. A los 21 años, tras la muerte de su padre, Juan asumió las riendas del reino, lo que no solo implicaba consolidar el poder en Castilla, sino también administrar una situación política sumamente compleja.
Uno de sus primeros actos como rey fue trasladar la corte a Burgos, una medida que simbolizaba su voluntad de reforzar la centralización del poder y establecer un control más efectivo sobre el territorio. En este contexto, Juan I adoptó una postura decidida en cuanto a la política exterior, comenzando por hacer valer los acuerdos previos de su padre con los reinos vecinos. Uno de los primeros desafíos fue la relación con Navarra, gobernada por Carlos II, con quien Juan I recordó los términos del Tratado de Briones, que sometían a Navarra a la política exterior castellana.
Matrimonio con Leonor de Aragón y la política matrimonial
Un aspecto clave en el reinado de Juan I fue su matrimonio con Leonor de Aragón, una alianza que simbolizaba la paz entre Castilla y Aragón tras años de disputas. Leonor de Aragón, hija de Pedro IV de Aragón, desempeñó un papel crucial como pieza clave en la diplomacia dinástica de Juan I. Sin embargo, su muerte en 1382 marcó un punto de inflexión, pues, con solo 24 años, el rey se vio inmerso en un contexto político en el que su figura estaba ahora en el centro de las estrategias matrimoniales de otras casas reales.
La muerte de Leonor no solo dejó huérfanos a los tres hijos del matrimonio, sino que también amenazó la paz entre los reinos ibéricos. En este contexto, los reinos vecinos comenzaron a hacer ofertas matrimoniales a Juan I. Sin embargo, el rey castellano, buscando fortalecer su posición, decidió casarse con Beatriz de Portugal, heredera al trono portugués. Esta unión, celebrada en 1382, fue clave para la política de alianzas de Castilla, pues garantizaba la estrecha relación entre ambos reinos, aunque también incluía cláusulas que impedían la unión de las coronas. Las negociaciones establecieron que el hijo primogénito de Juan I heredaría el trono de Castilla, mientras que los hijos de Beatriz serían los futuros reyes de Portugal, lo que, en teoría, preservaba la independencia de ambos reinos.
Intrigas internas y consolidación del poder
A pesar de su matrimonio y las políticas exteriores aparentemente exitosas, Juan I de Castilla tuvo que lidiar con numerosos desafíos internos. El más significativo de estos fue la oposición de varios nobles, en particular Alfonso Enríquez, conde de Noreña, quien se destacó por sus intrigas y traiciones. Enríquez había sido uno de los principales opositores a la dinastía Trastámara y su actitud desafiante hacia el rey no pasó desapercibida. Aprovechando la boda de Juan I con Beatriz de Portugal, el conde trató de socavar la autoridad del rey.
Juan I no dudó en responder a las provocaciones de Alfonso Enríquez. En 1383, tras la negativa del conde a someterse a la autoridad real, el rey ordenó un ataque a las posesiones de Enríquez en Gijón, Asturias, lo que resultó en la captura de la ciudad y la pérdida de sus tierras, que fueron transferidas al obispo de Oviedo. Este episodio mostró la determinación de Juan I por consolidar su poder en el norte y demostrar que no toleraría desafíos a su autoridad.
En cuanto a la administración interna del reino, Juan I convocó las primeras Cortes de su reinado en Burgos, buscando unificar los intereses de los distintos estamentos sociales y reforzar la autoridad real. Uno de los principales logros de estas Cortes fue la consolidación de la organización de la Audiencia, un órgano judicial clave en la estructura del reino. Además, durante su reinado, se produjo un importante cambio en el cómputo del tiempo, ya que se adoptó la era cristiana en lugar de la era hispánica, lo que refleja un proceso de modernización y alineación con el resto de Europa.
Este impulso reformista no solo fue administrativo, sino que también tuvo un impacto cultural y religioso. Juan I de Castilla, consciente de la importancia de mantener el control sobre las instituciones religiosas, se alineó con el papado en diversas ocasiones, incluyendo el respaldo papal a su matrimonio con Beatriz de Portugal. Este apoyo fortaleció su posición frente a la oposición interna, al tiempo que le permitió consolidar su poder tanto dentro como fuera de Castilla.
Ambiciones en Portugal y la guerra
El reinado de Juan I de Castilla estuvo marcado por sus ambiciones en Portugal, las cuales fueron determinantes en su política exterior. Tras la muerte de Fernando I de Portugal en 1383, Beatriz, la esposa de Juan I, se convirtió en heredera del trono portugués. Este evento alteró el equilibrio de poder en la península ibérica y encendió las tensiones entre ambos reinos. Aunque en el matrimonio se había acordado previamente que las coronas no se unirían, las circunstancias políticas empujaron a Juan I a tomar decisiones más audaces.
El rey castellano, ansioso por consolidar su poder en la región, intentó tomar el trono portugués en nombre de su esposa. En este sentido, movilizó su ejército hacia el país vecino, concentrando tropas en Puebla de Montalbán y luego avanzando hacia Guarda, donde la plaza fue entregada sin resistencia. Este acto rompió los acuerdos previos y marcó el inicio de un conflicto militar con Portugal.
Sin embargo, a pesar de sus intenciones, la situación en Portugal era más compleja de lo que Juan I había anticipado. La reina viuda Leonor Téllez de Portugal, quien inicialmente parecía apoyarle, terminó por renunciar a sus derechos sobre el trono en favor de su yerno, Juan I de Castilla, ante las crecientes rebeliones internas en Portugal. A pesar de esto, su situación no fue sencilla, ya que las tensiones internas en el reino portugués se intensificaron, lo que generó nuevas complicaciones para el rey castellano.
El conflicto con Granada y las dificultades internas
Mientras Juan I centraba sus esfuerzos en la conquista de Portugal, el reino musulmán de Granada aprovechó la situación para expandir sus territorios. En 1384, comenzaron a producirse incidentes fronterizos con los granadinos en la zona murciana, lo que comprometió las relaciones entre ambos reinos. Juan I, temiendo que Granada pudiera aprovechar la distracción de Castilla en Portugal, respondió con una firme movilización militar.
El rey castellano desplegó tropas a lo largo de la frontera, enviando misivas enérgicas a los gobernantes granadinos para disuadir cualquier intento de ataque. La amenaza granadina no pasó a mayores gracias a esta postura firme, pero el conflicto con Portugal siguió siendo el principal foco de preocupación para Juan I.
A pesar de los esfuerzos de Juan I en el ámbito militar, la situación en Portugal no mejoraba para él. En 1384, el líder militar portugués Nun Álvares Pereira logró una victoria en la batalla de Atoleiros contra las fuerzas castellanas. Aunque el valor militar de esta victoria fue limitado, su impacto fue significativo en términos de moral, ya que ofreció a las tropas portuguesas la esperanza de que la resistencia a las fuerzas castellanas era posible. Esta victoria también tuvo repercusiones en la política interna de Castilla, pues Juan I se encontró con la difícil tarea de asegurar su control sobre el conflicto.
La guerra en Portugal: batallas en Aljubarrota y la derrota de las tropas castellanas
La situación en Portugal se volvió aún más tensa cuando Juan I decidió tomar Lisboa en 1385, confiado en que podría tomar la capital portuguesa y consolidar su control sobre el trono en nombre de su esposa Beatriz. Sin embargo, los esfuerzos militares se vieron rápidamente complicados por la aparición de la peste entre las tropas castellanas, lo que afectó gravemente tanto la moral como la capacidad de combate de los soldados.
En agosto de 1385, las tropas de Juan I se enfrentaron a las fuerzas portuguesas en la histórica batalla de Aljubarrota. El ejército castellano, numéricamente superior, contaba con una caballería poderosa, pero se vio superado por la estrategia defensiva de los portugueses, dirigidos por Nun Álvares Pereira, quien aprovechó el terreno y el apoyo de los arqueros ingleses. La derrota de los castellanos en Aljubarrota fue devastadora, y Juan I, aunque logró escapar con vida, sufrió una humillante derrota que significó el fin de sus ambiciones por conquistar Portugal.
La batalla de Aljubarrota tuvo profundas consecuencias para Juan I y su reino. En las semanas posteriores, convocó Cortes en Valladolid para evaluar la situación y tratar de restaurar la estabilidad política y militar en Castilla. A pesar de la derrota, el rey consiguió el apoyo de los tres estamentos del reino, lo que le permitió obtener recursos extraordinarios y seguir adelante con sus reformas.
Reformas internas y relaciones con Inglaterra
A pesar de la derrota en Portugal, Juan I se dedicó a realizar reformas internas que le permitieran consolidar su reinado en Castilla. Uno de los principales objetivos del rey fue reorganizar el ejército y mejorar su efectividad en futuras campañas. En este sentido, se implementó el Ordenamiento de Lanzas, una reforma que buscaba modernizar y fortalecer el ejército castellano. Además, también se llevaron a cabo cambios en el Consejo Real, con el fin de reducir la influencia de ciertos nobles y concentrar el poder en manos de la monarquía.
Por otro lado, la relación con Inglaterra también pasó a ser un factor crucial en los últimos años de su reinado. Juan I, preocupado por la situación de Castilla, trató de asegurar la paz con los ingleses, quienes habían tenido ambiciones sobre el trono castellano a través del duque de Lancaster. En las Cortes de Briviesca de 1387, se acordó un tratado con el duque de Lancaster, lo que permitió el matrimonio de la hija del duque con el heredero al trono de Castilla. Este acuerdo puso fin a las pretensiones inglesas sobre el trono castellano y permitió a Juan I enfocarse en la estabilidad interna.
Muerte de Juan I y legado
El reinado de Juan I de Castilla estuvo marcado por ambiciones territoriales, reformas internas y desafíos en el ámbito internacional. Sin embargo, la tensión constante con Portugal y las dificultades internas no le permitieron consolidar por completo su dominio sobre la península. En 1390, mientras viajaba desde Alcalá de Henares, Juan I sufrió una caída de caballo que le costó la vida a los 32 años.
Su muerte prematura dejó un legado mixto. Por un lado, consolidó la dinastía Trastámara en Castilla, fortaleciendo su influencia en el reino, pero, por otro, también dejó a un reino profundamente dividido por los conflictos con Portugal y las tensiones internas. Juan I fue sucedido por su hijo Enrique III, quien heredó un reino más estable, aunque todavía con las cicatrices de los conflictos que su padre había iniciado.
A lo largo de su reinado, Juan I demostró ser un monarca decidido, dispuesto a luchar por la supremacía de su reino, pero sus ambiciones en Portugal y las derrotas sufridas marcaron el fin de sus sueños de una unión de coronas ibéricas. No obstante, su figura sigue siendo clave en la historia de Castilla y la consolidación de la dinastía Trastámara.
MCN Biografías, 2025. "Juan I de Castilla y León (1358–1390): El Rey que Afirmó la Dinastía Trastámara". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/juan-i-rey-de-castilla-y-leon [consulta: 29 de septiembre de 2025].