Sabino de Medina y Peña (1814-1878): El escultor que marcó la historia de la escultura española

Sabino de Medina y Peña, nacido el 20 de diciembre de 1814 en Madrid, es considerado uno de los escultores más importantes del siglo XIX en España. Su legado artístico se extiende por diversas obras emblemáticas que hoy podemos admirar en Madrid, como la estatua de Murillo, erigida en el Museo del Prado, y la del General Diego de León, que se exhibe en el Museo Nacional del Romanticismo. A través de su obra, Medina y Peña supo captar las influencias del Neoclasicismo y el Romanticismo, dos corrientes artísticas que definieron la escultura de la época. A continuación, profundizamos en su vida, su formación y sus logros más destacados, explorando su relevancia y su legado.

Orígenes y contexto histórico

Sabino de Medina y Peña nació en una familia que, aunque no se destacó en el ámbito artístico, le permitió desarrollar su talento en un contexto cultural favorable. Fue hijo de Don Manuel de Medina y Doña Cristina y fue bautizado en la parroquia de San Ginés, un lugar histórico de Madrid, conocido también por ser la iglesia donde escritores de la talla de Quevedo y Lope de Vega marcaron su huella.

Desde temprana edad, Medina y Peña mostró un gran interés por el arte de la escultura, iniciándose en este campo a los 13 años. Su formación comenzó en el prestigioso colegio de San Isidro, un centro educativo que había sido frecuentado por figuras literarias y culturales de gran renombre en la España del Siglo de Oro.

Logros y contribuciones

La formación de Sabino de Medina y Peña en el arte de la escultura no fue un proceso lineal. Ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una de las instituciones más importantes de la época en cuanto a la enseñanza artística, bajo la tutela del escultor Valeriano Salvatierra. Esta etapa fue clave para el joven escultor, pues le permitió acceder a un ambiente académico donde pudo perfeccionar su técnica y conocer los principios del Neoclasicismo, corriente artística que marcó su obra más temprana.

La influencia de Roma y sus primeros éxitos

En 1832, Sabino de Medina ganó una plaza como pensionado en Roma, lo que le permitió continuar su formación en la capital italiana. Durante seis años, trabajó bajo la dirección de renombrados artistas como Minardi y G. Tenerani, quienes influyeron en su estilo y ampliaron su visión artística. En este periodo, Medina y Peña pudo estudiar de cerca las grandes obras de la antigüedad clásica y el Renacimiento, lo que resultó en un estilo académico que armonizaba las formas neoclásicas con una nueva sensibilidad romántica.

En 1834, consiguió un importante reconocimiento al ganar el segundo premio en la Academia de San Lucas. Dos años después, en 1836, presentó su obra más conocida hasta la fecha, «Eurídice mordida por el áspid», que aún se conserva en el Museo del Prado. Esta pieza le permitió consolidarse como uno de los artistas de mayor proyección en la escultura española de la época.

De vuelta a España: Escultor honorario y obras públicas

En 1838, Medina y Peña regresó a Madrid, donde continuó su carrera como escultor honorario de la Villa y miembro de la Real Academia de San Fernando. Fue aquí donde comenzó a recibir encargos importantes para realizar monumentos públicos y conmemorativos, muchos de los cuales siguen siendo una referencia en la escultura española.

Una de las obras más destacadas de esta etapa es la escultura del General Diego de León, que se encuentra en el Museo Nacional del Romanticismo. Esta pieza refleja la transición de Medina y Peña entre el Neoclasicismo y el Romanticismo, un estilo que se caracteriza por una mayor libertad artística y emocional. Esta obra, en particular, es uno de los ejemplos más representativos de cómo el escultor supo incorporar el Romanticismo a sus trabajos de pequeño formato, a diferencia de sus monumentos públicos, que mantenían una línea más formal y académica.

Momentos clave en su carrera

A lo largo de su vida, Sabino de Medina y Peña dejó una serie de obras y monumentos que han perdurado como testamento de su genio artístico. Entre los momentos clave de su carrera destacan:

  1. Su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: Un hito que marcó el inicio de su formación académica y le permitió aprender de los grandes maestros de la escultura neoclásica.

  2. La estancia en Roma: La beca en Roma fue crucial para su desarrollo artístico, pues allí pudo estudiar la escultura clásica y las obras maestras del Renacimiento.

  3. El segundo premio en la Academia de San Lucas en 1834: Este galardón consolidó su reputación como un escultor prometedor dentro de la comunidad artística española.

  4. La escultura de Murillo (1871): Una de sus obras más conocidas, dedicada al pintor Bartolomé Esteban Murillo, que se encuentra en la fachada sur del Museo del Prado y que marcó un hito en la escultura pública española.

  5. La obra del General Diego de León: Este monumento, instalado en el Museo Nacional del Romanticismo, es un claro ejemplo de la transición entre el Neoclasicismo y el Romanticismo en la escultura de Medina y Peña.

Relevancia actual

Hoy en día, la figura de Sabino de Medina y Peña es fundamental para comprender la evolución de la escultura española del siglo XIX. Su habilidad para combinar las características del Neoclasicismo con las nuevas corrientes románticas lo convierte en un artista clave en el desarrollo del arte público y conmemorativo de su época. Su obra no solo es testimonio de la maestría técnica en el tratamiento de la figura humana, sino también de una sensibilidad que se adaptaba a los cambios sociales y culturales de su tiempo.

Sus esculturas, como la dedicada al pintor Murillo, siguen siendo una parte fundamental del patrimonio artístico español, accesible al público que visita los museos más emblemáticos de Madrid, como el Museo del Prado y el Museo Nacional del Romanticismo.

A través de sus trabajos, Medina y Peña dejó una marca indeleble en la historia del arte, no solo por la belleza de sus obras, sino también por su capacidad para reflejar los cambios históricos y culturales de la España de su tiempo.

Obras más destacadas de Sabino de Medina y Peña

A continuación, se listan algunas de las obras más representativas de Sabino de Medina y Peña:

  • Estatua de Murillo (1871) – Museo del Prado, Madrid.

  • General Diego de León – Museo Nacional del Romanticismo, Madrid.

  • Eurídice mordida por el áspid (1836) – Museo del Prado, Madrid.

  • Alegoría de La Virtud – Obelisco del Dos de Mayo, Madrid.

  • Restauraciones de la Puerta de Alcalá – Madrid.

Conclusión

Sabino de Medina y Peña fue un escultor cuya obra abarcó los estilos Neoclásico y Romanticismo, dejando una huella profunda en la escultura pública y conmemorativa de su tiempo. Su capacidad para adaptarse a las influencias artísticas y su dominio técnico le aseguraron un lugar destacado en la historia del arte español del siglo XIX. Las obras de Medina y Peña siguen siendo una fuente de admiración y estudio, y su legado perdura en los monumentos que embellecen las plazas y museos de Madrid.

Bibliografía

  • Egea Marcos, Mª. D.: Valeriano Salvatierra: Vida, obra y documentos sobre un escultor neoclásico. Universidad de Murcia.

  • Ossorio y Bernard, Manuel: Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX. 1883-1884.

  • García Melero, J. E.: Arte español de la Ilustración y del siglo XIX. En torno a la imagen del pasado. Ediciones Encuentro, Madrid, 1998.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Sabino de Medina y Peña (1814-1878): El escultor que marcó la historia de la escultura española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/de-medina-y-penna-sabino [consulta: 28 de septiembre de 2025].