Manuel Benítez Pérez (1936–VVVV): El Cordobés, el Fenómeno de la Tauromaquia

Manuel Benítez Pérez (1936–VVVV): El Cordobés, el Fenómeno de la Tauromaquia

Orígenes familiares y entorno temprano

Manuel Benítez Pérez, conocido en el mundo taurino como El Cordobés, nació el 4 de mayo de 1936 en Palma del Río, una pequeña localidad situada en la provincia de Córdoba, España. Su infancia, marcada por una serie de tragedias y dificultades, fue el punto de partida de una de las trayectorias más insólitas y mediáticas en la historia del toreo.

El entorno familiar de Manuel no era precisamente el más favorable. Hijo de padres humildes, el pequeño Manuel creció en un contexto de pobreza extrema. Apenas unos años después de su nacimiento, sufrió la irreparable pérdida de su madre, un acontecimiento que lo dejó huérfano y desamparado. Poco tiempo después, su padre, que había sido internado en un hospital debido a problemas de tuberculosis, fallecería también. Este padre había sido un republicano que había luchado en la Guerra Civil Española, por lo que tras ser encarcelado durante el conflicto, la vida de la familia Benítez se sumió en la miseria.

A raíz de esta doble pérdida, Manuel se vio obligado a sobrevivir en condiciones muy precarias. Se unió a un amigo, Juan María Horrillo Chacón, con quien, en una época de hambre y desesperación, comenzó a robar gallinas y otros alimentos de las huertas cercanas para sobrevivir. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la pobreza no cesaba, y fue entonces cuando Manuel decidió que su única salida era el mundo del toreo. Este ámbito, aunque peligroso y difícil, representaba una de las pocas oportunidades para que los jóvenes de las clases más humildes pudieran ascender socialmente.

En lugar de seguir el camino tradicional de aprender a torear de manera formal, Manuel se entrenó en secreto. Durante la noche, se deslizaba por las dehesas cercanas, donde practicaba sus primeros lances, principalmente improvisados. Esta forma de torear cruda y urgente, combinada con un valor desmesurado, se convirtió en la seña de identidad de su estilo, que más tarde sorprendería y desconcertaría tanto a los aficionados como a los expertos del mundo taurino.

Primeros pasos en el toreo

A pesar de su falta de formación técnica, Manuel Benítez se introdujo en el mundo del toreo de una manera completamente inesperada. En 1957, con tan solo 21 años, se lanzó de espontáneo al ruedo de la plaza de Las Ventas en Madrid, uno de los cosos más importantes del mundo taurino, donde se vio involucrado en un incidente en el que fue brutalmente embestido por un toro de la ganadería de Escudero Calvo. A pesar de la paliza que recibió, que casi le cuesta la vida, su valor y determinación de seguir adelante comenzaron a ser reconocidos, lo que le permitió entrar en el radar de los profesionales del toreo.

Este incidente, lejos de desanimarlo, se convirtió en un trampolín para su carrera. La fama de Manuel Benítez comenzó a crecer rápidamente, principalmente debido a la increíble historia de superación personal que su vida representaba. Después de este episodio, y con la ayuda de personas cercanas al mundo taurino, Manuel logró debutar oficialmente como novillero en Talavera de la Reina el 15 de agosto de 1959, donde mostró por primera vez su estilo tan particular, tanto en lo técnico como en lo personal.

En su debut, y a pesar de que su toreo no era especialmente refinado, logró un éxito considerable. Manuel, con su personalidad arrolladora y su estilo tan audaz, consiguió el favor del público, que comenzó a seguirlo con fervor. Un mes después, en septiembre de ese mismo año, un trágico accidente lo volvió a poner en el centro de la atención, cuando un novillo lo hirió gravemente durante una actuación en Loeches, donde perdió la vida su compañero de cartel, Manuel Gómez Aller. Este hecho, aunque doloroso, contribuyó aún más a la imagen de «torero perseguido por el destino» que comenzó a forjarse a su alrededor.

Influencia del régimen franquista y auge popular

A medida que su carrera avanzaba, la figura de Manuel Benítez fue tomando una relevancia cada vez mayor, tanto en los círculos taurinos como en la esfera política y social de España. Durante la década de 1960, el régimen de Francisco Franco encontró en El Cordobés una figura ideal para su propaganda. La historia de superación de un joven de la pobreza extrema que alcanzaba la fama y la riqueza a través del toreo se convirtió en un símbolo del «milagro económico» que el régimen trataba de promover.

El apoderado de Manuel Benítez, Rafael Sánchez («El Pipo»), fue fundamental en la creación y explotación de esta imagen pública. Junto con la promoción mediática, que incluyó películas como Aprendiendo a morir (1962), El Cordobés pasó a ser una figura de culto. En su caso, no solo se valoraba su habilidad para lidiar con los toros, sino también su capacidad para conectar con las masas. Las plazas de toros se llenaban para ver sus actuaciones, aunque muchos de sus seguidores no eran necesariamente conocedores del arte del toreo, sino que simplemente se sentían atraídos por su valentía, su estilo irreverente y su historia de vida.

Este fenómeno de masas alcanzó su punto culminante en 1962, cuando El Cordobés consiguió una impresionante cantidad de contratos, llegando a las 109 corridas en una sola temporada. A pesar de sus evidentes carencias técnicas, la figura de El Cordobés fue capaz de acaparar la atención de todos los sectores, tanto aficionados al toreo como no aficionados, incluidos muchos en el ámbito político y empresarial, que veían en su éxito una muestra de la fortaleza del régimen.

Este fenómeno no solo se limitó a España. A partir de 1964, El Cordobés comenzó a expandir su toreo a América Latina, donde también cosechó grandes éxitos. Esta internacionalización de su carrera fue otra de las razones que consolidaron su estatus como una de las figuras más mediáticas y populares de la tauromaquia mundial.

Formación académica o espiritual, primeras decisiones y carrera inicial

A pesar de su éxito temprano, El Cordobés no contaba con una formación técnica rigurosa. Su toreo se basaba más en la improvisación, el valor y la conexión directa con el público, que en la depuración de los fundamentos clásicos del arte del toreo. Sin embargo, fue precisamente esa falta de ortodoxia la que despertó una enorme fascinación entre las multitudes. A lo largo de su carrera, el torero fue consciente de su falta de conocimientos formales, pero al mismo tiempo se benefició de la especial atención que recibía por parte de los aficionados más entusiastas y del estamento taurino.

El comienzo de su carrera como novillero en 1959 en Talavera de la Reina marcó la verdadera irrupción de El Cordobés en el mundo del toreo. A pesar de que en sus primeros años no mostró las virtudes técnicas que otros matadores cultivaban, su capacidad para generar emoción y dramatismo en el ruedo lo convirtió en un fenómeno de masas. Pronto, su nombre comenzó a sonar en todas partes, tanto por su estilo arriesgado como por los sucesos excepcionales que marcaban sus actuaciones.

En 1960, tras un exitoso debut en la plaza de Córdoba, El Cordobés cerró la temporada de novillero con un impresionante récord: catorce novilladas picadas. Fue en este periodo cuando se consolidó como una de las figuras más populares de la tauromaquia. A pesar de la falta de bases técnicas, la personalidad y valentía de Manuel Benítez fueron las claves para su despegue. Además, la figura de su apoderado, El Pipo, se convirtió en pieza clave para el éxito mediático de su carrera. Juntos crearon una campaña de promoción basada en una narrativa cada vez más ficticia sobre la vida difícil de Manuel, que se alimentaba de sus orígenes humildes, sus luchas y su capacidad de superación.

A este proceso contribuyó también el estreno de la película Aprendiendo a morir, dirigida por Pedro Lazaga en 1962, que retrataba la vida de El Cordobés. Este filme se convirtió en un éxito comercial y ayudó a fortalecer la imagen del torero ante el gran público, presentándolo como un héroe popular salido de la pobreza. La campaña sensacionalista orquestada por El Pipo y el torero causó gran revuelo, atrayendo la atención tanto de los aficionados como de las autoridades políticas, especialmente durante los primeros años de la dictadura franquista.

Primeros contratos y consolidación en la cima del toreo

A medida que avanzaba la década de 1960, la figura de El Cordobés se consolidó en la élite del toreo. Su carácter indomable, combinado con una mezcla de destreza en el ruedo y su innegable popularidad, lo colocaron en el centro de la atención tanto en España como fuera de ella. En 1961, su temporada se cerró con 67 festejos, cifra inalcanzable para cualquier novillero de la época, y más aún para uno como él, que carecía de la técnica clásica que sus contemporáneos dominaban. No obstante, su gran capacidad de conexión con el público y su audaz estilo de toreo lo hicieron destacar de manera extraordinaria.

El 15 de mayo de 1960, El Cordobés fue presentado en la plaza de Córdoba, donde realizó una actuación memorable, que le permitió salir a hombros. Este hecho marcó un punto de inflexión en su carrera, ya que su popularidad creció de manera exponencial, y a partir de entonces, su nombre estuvo vinculado a la idea del torero de masas, un torero capaz de llenar plazas de toros con su sola presencia.

Por otro lado, los aplausos de la multitud y las estadísticas de sus actuaciones no fueron suficientes para que El Cordobés fuera aceptado completamente por los círculos taurinos más estrictos. Los expertos en la materia, que seguían valorando la pureza y la técnica del toreo, consideraban que su estilo, marcado por la improvisación y el riesgo extremo, no era el adecuado. Sin embargo, a medida que la década avanzaba, la figura de El Cordobés siguió creciendo, gracias a su capacidad para mantener la atención del público y a la intervención activa de su apoderado, quien le proporcionó una proyección que superaba los límites de la tradición taurina.

En 1963, su fama alcanzó nuevas alturas. Ya no era solo un novillero: El Cordobés era un matador consagrado, que completaba una temporada llena de actuaciones en plazas de todo el país. Su presentación en Madrid fue un hito: el 25 de mayo de 1963, en la plaza de toros de Córdoba, tomó la alternativa como matador de toros. Fue en este festejo donde mostró al público su valentía y su estilo inconfundible, ganándose el cariño y la lealtad de las multitudes.

La fama mediática y el apoyo del franquismo

A lo largo de su carrera, El Cordobés no solo fue un fenómeno taurino, sino también un personaje mediático que se convirtió en uno de los símbolos más importantes del régimen franquista. La vida de este torero, llena de elementos trágicos y de superación, se alineaba perfectamente con la narrativa que el régimen intentaba proyectar: un hombre del pueblo que alcanzaba la gloria y el reconocimiento a través de su esfuerzo y valentía.

La figura de El Cordobés fue un pilar fundamental en la construcción de la imagen del franquismo, que lo utilizó como ejemplo de los valores patrios. Incluso el propio Francisco Franco lo reconoció, lo que le permitió acceder a nuevas oportunidades. A pesar de su falta de formación técnica, El Cordobés representaba la idea de que, en el contexto del régimen, cualquier hombre podía ascender socialmente gracias a su coraje y determinación.

La participación de El Cordobés en eventos organizados por el régimen y su visibilidad en los medios de comunicación fueron fundamentales para consolidar su estatus de estrella mediática. En este contexto, el torero pasó a formar parte de la cultura popular, no solo como un referente de la tauromaquia, sino como un personaje conocido en toda España, tanto por su toreo como por sus andanzas fuera del ruedo.

Consolidación profesional, logros relevantes y controversias

A medida que El Cordobés se consolidaba como una de las figuras más mediáticas y populares del toreo, su carrera adquirió una dimensión que trascendió las fronteras de la tauromaquia tradicional. Si bien su técnica seguía siendo objeto de críticas, su capacidad para conectar con el público, su valentía desmesurada y su estilo explosivo lo convirtieron en un fenómeno en sí mismo. La década de los años 60 y principios de los 70 marcó el periodo de mayor auge de su carrera, donde sus logros y controversias marcaron el ritmo de la tauromaquia en España.

La cima de la temporada: récords y popularidad

En 1962, el fenómeno de El Cordobés alcanzó su apogeo. Durante esa temporada, toreó un total de 109 corridas, una cifra sin precedentes que le permitió consolidarse como el matador más solicitado en España. Este récord de actuaciones reflejaba no solo su popularidad, sino también la demanda insaciable del público por ver su estilo de toreo, tan único y arriesgado, aunque cuestionado por su falta de técnica.

A pesar de las críticas que recibía de los sectores más tradicionales del toreo, que lo veían como un torero sin los cimientos técnicos básicos, El Cordobés continuó siendo la estrella de las plazas. El año 1963 no solo fue significativo por su consolidación como matador, sino también por la película Chantaje a un torero (1963), que, aunque no alcanzó el éxito de Aprendiendo a morir, amplió aún más su presencia mediática. Esta película, junto con la constante campaña de su apoderado El Pipo, lo convirtió en un símbolo popular, destacando su historia de superación personal y su inquebrantable tenacidad.

El apoyo mediático y la conexión con el público seguían siendo los pilares fundamentales de su éxito. El régimen franquista, que veía en él un modelo de hombre salido de la pobreza y convertido en símbolo del esfuerzo y la gloria, contribuyó a mantener su estatus dentro de la esfera pública.

Controversias y relaciones con el poder

La relación de El Cordobés con el régimen franquista y con las figuras más poderosas del toreo fue clave en su éxito. En diciembre de 1961, fue invitado a participar en un festival benéfico presidido por Francisco Franco, un gesto que reflejaba el reconocimiento oficial del régimen hacia su figura. Sin embargo, esta relación con el poder político no estuvo exenta de controversias. Por un lado, El Cordobés era utilizado como ejemplo de la prosperidad alcanzada gracias al régimen; por otro, las críticas a su estilo de toreo, considerado vulgar y alejado de los principios estéticos del arte taurino, continuaban siendo fuertes en los círculos taurinos más ortodoxos.

A pesar de ser un torero celebrado por las masas, las críticas dentro del gremio taurino se intensificaron, especialmente hacia su falta de técnica y el riesgo extremo con el que toreaba. Aunque su estilo era indiscutible en cuanto a valentía, no todos los expertos consideraban que sus actuaciones tuvieran la pureza ni la clase necesarias para ser catalogado como un verdadero maestro del toreo. Esta tensión entre la popularidad de El Cordobés y las críticas de los puristas de la tauromaquia continuó durante toda su carrera.

A pesar de estas controversias, la figura de El Cordobés seguía siendo una de las más mediáticas del país, con su presencia en los medios de comunicación constantemente reforzada por la figura de su apoderado, quien no dudaba en amplificar las hazañas de su protegido, a menudo recurriendo a relatos fantásticos sobre su vida.

Su estilo y la invención del «salto de la rana»

Uno de los aspectos más destacados y polémicos del toreo de El Cordobés fue su invención de un lance de muleta conocido como el «salto de la rana». Este peculiar movimiento, que consistía en un salto hacia atrás mientras manejaba la muleta, fue una de sus marcas registradas, pero también un claro ejemplo de la naturaleza no ortodoxa de su estilo. El «salto de la rana» fue muy aplaudido por el público general, pero recibido con desdén por los puristas que lo consideraban más una exhibición de mal gusto que una auténtica faena de toreo.

La popularidad de esta técnica, a pesar de su cuestionable valor estético, subraya cómo la figura de El Cordobés trascendió el ámbito del toreo clásico y se convirtió en un espectáculo en sí misma. La fascinación que su estilo provocaba en las multitudes contribuyó a su éxito, mientras que, a nivel profesional, su falta de disciplina técnica seguía siendo motivo de debate y desconfianza entre los toreros más conservadores.

El retiro y la «campaña de los guerrilleros»

A finales de la década de 1960, El Cordobés comenzó a vivir una serie de altibajos en su carrera. En 1967, después de una disputa con el torero Paco Camino, que acabó en una pelea callejera, y de una humillante retirada en la plaza de Barcelona, el torero decidió anunciar su retiro del toreo. Sin embargo, este retiro fue efímero. En un giro inesperado, El Cordobés regresó al ruedo poco después, protagonizando una «campaña de los guerrilleros» junto a Palomo Linares, en la que ambos toreros decidieron torear exclusivamente en plazas de tercera categoría, en un desafío al poder taurino establecido.

Durante esta fase, su figura siguió siendo relevante, y sus actuaciones continuaron atrayendo multitudes. En 1970, alcanzó la cifra récord de 120 corridas en una sola temporada, reafirmando su estatus como uno de los toreros más populares y solicitados de la época. No obstante, la controversia seguía acompañándolo, con su estilo de toreo a menudo visto como una ruptura con la tradición, mientras que su presencia en las plazas de menor categoría reflejaba tanto su resistencia a los convencionalismos del toreo como su deseo de seguir siendo relevante ante un público cada vez más diverso.

Últimos años de vida o legado inmediato

A medida que la década de 1970 avanzaba, El Cordobés continuaba siendo una figura controvertida, pero indiscutible en la historia del toreo español. Su capacidad para generar emociones y atraer multitudes seguía intacta, aunque las críticas sobre su estilo de toreo no desaparecieron. Con el paso de los años, el torero de Palma del Río fue consolidando su lugar en la historia del arte taurino, tanto por su contribución a la popularización del toreo como por las contradicciones que su figura generó entre los profesionales y los aficionados.

La despedida definitiva y su regreso a los ruedos

Después de una serie de éxitos, fracasos y controvertidas decisiones, El Cordobés decidió poner fin a su carrera activa en 1971. Fue el 21 de septiembre de ese año cuando se despidió de la tauromaquia en la plaza de toros de Oviedo, donde lidió su último toro, un animal perteneciente a la ganadería de Manuel San Román Valdés. La retirada, aunque anunciada de manera solemne, estuvo marcada por los rumores de su retorno, una constante a lo largo de su carrera.

Pasaron siete años antes de que El Cordobés regresara a los ruedos, concretamente el 22 de julio de 1979, en Benidorm, donde toreó seis toros en solitario. En esta reaparición, obtuvo un éxito rotundo, cortando cinco orejas y un rabo, lo que desató la euforia del público. A pesar de la apoteosis de este regreso, El Cordobés continuó su andar en plazas de menor categoría durante las siguientes temporadas, lo que indicaba que su popularidad seguía intacta, pero que su posición dentro del toreo ya no era la misma.

Este regreso efímero, que lo llevó a torear en una treintena de festivales menores, marcó la etapa final de su carrera, en la que su toreo se alejaba cada vez más de los grandes escenarios y se centraba en una muestra de su propia supervivencia en un mundo que comenzaba a cambiar. Sin embargo, este período también estuvo marcado por tragedias personales, como la ocurrida el 14 de septiembre de 1981, cuando El Cordobés fue señalado por la afición tras el accidente mortal de un espontáneo en la plaza de Albacete. Este hecho, unido a las críticas de un sector de los aficionados, contribuyó a que se retirara de nuevo del toreo activo.

El reconocimiento y legado de «El Cordobés»

El legado de El Cordobés es, sin lugar a dudas, uno de los más complejos de la historia del toreo. No solo por sus logros en el ruedo, sino también por la huella que dejó en la cultura popular española. En 1986, y tras un largo período de ausencia, El Cordobés volvió a aparecer en un festival benéfico en Madrid, aunque ya su participación en las plazas de toros era cada vez más esporádica. La última actuación de su carrera tuvo lugar en 2002, cuando, a la edad de 66 años, decidió cortar definitivamente la coleta en Córdoba, casi 40 años después de haber tomado la alternativa en esa misma plaza.

Este último adiós al ruedo, sin embargo, no significó el final de su influencia. En 2002, fue nombrado V Califa del Toreo ante una multitud de figuras importantes del mundo taurino. Su figura perduró en la memoria colectiva no solo como un torero, sino como un personaje que representaba la superación, la lucha y la conexión con las masas. Su paso por las plazas y su presencia en los medios de comunicación dejaron una marca indeleble en la historia de la tauromaquia.

Su legado cultural y la polémica «salto de la rana»

A lo largo de su carrera, El Cordobés creó una serie de recursos que marcaron su estilo personal, entre los que destaca el famoso «salto de la rana», un lance que, a pesar de su escasa relación con la tradición clásica del toreo, fue celebrado por sus seguidores. Este recurso, que consistía en un salto hacia atrás mientras realizaba un pase con la muleta, fue un símbolo de su toreo populista, más cercano al espectáculo que a la pura técnica taurina. A pesar de las críticas que este estilo recibió, El Cordobés se mantuvo firme en su visión personal del toreo, desafiando las convenciones y abriendo un nuevo camino para los toreros que buscaban conectar con las multitudes de manera más visceral.

Su legado también está marcado por el impacto mediático que tuvo en las generaciones posteriores. En una época en que la figura del torero comenzaba a ser observada bajo un prisma más comercial, El Cordobés se convirtió en un modelo a seguir para aquellos que buscaban ganarse el favor del público a través de su personalidad y su habilidad para crear espectáculo, más allá de la técnica pura. Aunque su estilo fue polémico y alejado de la perfección técnica, su capacidad para conectar con el público lo posicionó como un referente.

Reinterpretaciones y su influencia duradera

A lo largo de los años, la figura de El Cordobés ha sido reinterpretada de diversas maneras. Por un lado, fue un símbolo del toreo populista, de un torero salido de la pobreza que, gracias a su valentía y a la magnificación de su vida, se convirtió en una estrella mundial. Por otro, su figura también se ha visto como una respuesta a la evolución de la tauromaquia hacia un espectáculo de masas, donde lo estético y lo técnico perdieron algo de su protagonismo frente a la conexión emocional con el público.

Su figura no solo perdura en la memoria colectiva, sino que también sigue siendo objeto de estudio en la historia de la tauromaquia. El Cordobés fue una parte esencial del renacer del toreo en España durante la dictadura franquista, y su influencia se siente incluso hoy en día, cuando muchos matadores modernos siguen su ejemplo en cuanto a la importancia de la imagen y la relación con los seguidores.

Su legado, aunque controversial, ha dejado una huella que va más allá de la arena de las plazas de toros, convirtiéndolo en un personaje que representa no solo la historia del toreo, sino también la evolución de la sociedad española a lo largo del siglo XX.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Manuel Benítez Pérez (1936–VVVV): El Cordobés, el Fenómeno de la Tauromaquia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/benitez-perez-manuel [consulta: 18 de octubre de 2025].