Rosario de Acuña y Villanueva de la Iglesia (1851–1923): La Condesa que Luchó por la Libertad y la Razón

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Contexto histórico y social del siglo XIX español

España en el tránsito del absolutismo al liberalismo

El siglo XIX en España estuvo marcado por una constante tensión entre el antiguo régimen y los ideales liberales que se abrían paso con dificultad. Las guerras carlistas, los pronunciamientos militares y la inestabilidad política reflejaban la lucha entre monarquía tradicionalista y los proyectos progresistas que buscaban modernizar el país. Este contexto de cambios profundos afectó directamente a la estructura social y a las posibilidades de acción de quienes, como Rosario de Acuña, nacerían con un título nobiliario pero optarían por la disidencia ideológica.

La condición femenina en la sociedad decimonónica

En este panorama de convulsión social y política, la posición de la mujer seguía atada a modelos patriarcales heredados del Antiguo Régimen. La educación femenina, limitada casi exclusivamente a la formación religiosa y doméstica, buscaba moldear esposas sumisas y madres piadosas. Pocas eran las mujeres que lograban traspasar los límites impuestos por su género, y quienes lo hacían solían enfrentarse a un entorno hostil, especialmente si, como Rosario de Acuña, decidían desafiar las normas desde la escritura, el pensamiento libre y la crítica social.

Orígenes familiares y entorno aristocrático

La nobleza liberal: El título de Condesa de Acuña

Nacida en Madrid en 1851, Rosario de Acuña y Villanueva de la Iglesia heredó el título de Condesa de Acuña, aunque jamás hizo uso de él. Esta decisión fue ya una primera manifestación de su carácter independiente y crítico. Su renuncia voluntaria a las prerrogativas de la nobleza no sólo evidenciaba una distancia ética respecto a su clase de origen, sino también un compromiso con los ideales igualitarios que marcarían toda su trayectoria.

Influencias familiares y figuras clave como Antonio Benavides

Pese a su rechazo de los privilegios aristocráticos, Rosario no dejó de beneficiarse en ciertos momentos de las redes familiares propias de su entorno. Un ejemplo notable fue la figura de su tío Antonio Benavides, embajador en Roma, quien la acogió en la capital italiana durante varios años. Este período fue decisivo en su formación intelectual, ya que le permitió romper con el reduccionismo de la educación femenina tradicional y adentrarse en el universo de la cultura clásica, la historia y el pensamiento moderno europeo.

Formación intelectual, ceguera y viajes

Educación religiosa inicial y ruptura con la tradición

Durante su infancia, Rosario fue educada en un colegio de monjas, conforme al modelo reservado a las niñas de la alta sociedad. Sin embargo, esta educación —centrada en la religión, la obediencia y el rol femenino tradicional— no satisfacía sus inquietudes intelectuales. La adolescencia marcó un giro radical en su vida: a los dieciséis años quedó casi ciega, una circunstancia que no frenó su sed de conocimiento, sino que la empujó a buscar alternativas formativas más libres y enriquecedoras.

Europa como escuela: París, Lisboa y Roma

A partir de su ceguera parcial, Rosario inició viajes por Europa que resultarían fundamentales para su desarrollo intelectual. Visitó Francia, Portugal y, especialmente, Italia, donde residió durante un largo período. Estos desplazamientos no fueron meramente turísticos: en cada ciudad, Rosario absorbía nuevas ideas, asistía a eventos culturales y se nutría del pensamiento moderno. Su estancia en Roma, bajo la protección de su tío diplomático, le permitió acceder a bibliotecas, salones intelectuales y monumentos de la antigüedad, consolidando así una cosmovisión crítica y sofisticada.

Primeros pasos literarios y matrimoniales

El debut poético y dramático bajo seudónimo

En 1875, Rosario publicó su primer poemario, “La vuelta de una golondrina”, y al año siguiente dio a conocer “Ecos del alma”, dos obras marcadas por una sensibilidad romántica. En esos años iniciales, escribió bajo el seudónimo masculino de Remigio Andrés Delafón, una estrategia común entre las mujeres escritoras del siglo XIX que buscaban sortear la censura y el prejuicio de género. El seudónimo no sólo le permitía firmar sus textos, sino que además protegía su reputación en una sociedad poco dispuesta a tolerar la audacia intelectual femenina.

Su primer matrimonio y el inicio de su carrera pública

Ese mismo año, 1876, Rosario contrajo matrimonio con Rafael de la Iglesia. No obstante, el vínculo conyugal fue breve: la pareja se separó poco después. Lejos de significar una retirada, esta etapa coincidió con su despegue público como dramaturga, marcando un punto de inflexión. Ese mismo año se estrenó su obra “Rienzi el Tribuno”, un drama histórico inspirado por su experiencia en Roma, lo que la convirtió en la segunda mujer del siglo XIX en estrenar una pieza dramática en el prestigioso Teatro Español de Madrid. Este hito marcó el inicio de una intensa carrera literaria y activista, que pronto desbordaría los límites del escenario para proyectarse en la vida pública.

Desde este punto, Rosario de Acuña dejó de ser una aristócrata con inquietudes artísticas para convertirse en una intelectual comprometida con las causas sociales y feministas, una figura radicalmente adelantada a su tiempo, cuyo pensamiento seguiría desarrollándose con una fuerza inusitada en los años siguientes.

Desarrollo de su carrera literaria y teatral

Obras pioneras: “Rienzi el Tribuno” y el Teatro Español

El estreno de Rienzi el Tribuno en 1876 marcó el inicio de una carrera teatral inusualmente prolífica y comprometida. Rosario de Acuña no sólo fue una de las escasísimas mujeres que lograron acceder al circuito escénico profesional del siglo XIX español, sino que lo hizo con una pieza de gran calado histórico e ideológico. Inspirada en la figura del tribuno romano Nicolás Rienzi, la obra era a la vez un tributo a su admiración por la Roma clásica y una alegoría de los conflictos sociales de su tiempo. El hecho de haber sido representada en el Teatro del Circo de Madrid subraya la ambición con la que Rosario se introdujo en el mundo teatral, un espacio tradicionalmente reservado a los hombres.

Su éxito inicial no fue un caso aislado. En 1877 estrenó en Zaragoza Amor a la patria, drama escrito en verso, en el que la exaltación patriótica convivía con una sensibilidad crítica que caracterizaría el resto de su obra. Le siguió en 1880 Tribunales de venganza, presentada en el Teatro Español, confirmando su lugar en el panorama teatral español.

Una dramaturga en lucha: “El padre Juan” y la censura

El momento más célebre —y polémico— de su carrera teatral llegó en 1891 con el estreno de El padre Juan, una crítica frontal al conservadurismo de la Iglesia católica. La pieza, montada por ella misma ante la negativa de empresarios y actores a asociarse con una obra tan provocadora, fue prohibida al día siguiente de su estreno por el Gobierno Civil, tras una única función en el Teatro Alhambra. Rosario había formado una pequeña compañía, alquilado el teatro y costeado toda la producción.

Lejos de dejarse intimidar, había preparado también la edición impresa de la obra, que se vendió con gran éxito en la noche del estreno: dos ediciones de dos mil ejemplares se agotaron rápidamente. Este episodio marcó a Rosario de Acuña como símbolo de resistencia intelectual frente a la censura y el poder eclesiástico, consolidando su papel como voz crítica en una España dominada por el tradicionalismo.

Periodismo, ensayismo y crítica social

Colaboraciones en prensa y el activismo impreso

Además del teatro, Rosario de Acuña desarrolló una amplia y constante labor periodística. Publicó en diarios como La Iberia, El Imparcial, La Ilustración Española y Americana y El Correo de la Moda, donde consolidó su reputación como ensayista incisiva y comprometida. Muchos de sus artículos fueron posteriormente recopilados en volúmenes como La siesta (1882) y Avicultura (1902), en los que abordó temas tan diversos como la educación infantil, el papel de la mujer en la sociedad, la justicia social o la ética política.

Su escritura, siempre lúcida y directa, era una herramienta militante. La palabra, para Rosario, era acción. En sus ensayos como Odia el delito y compadece al delincuente (1889), anticipó ideas propias del humanismo penal y el pensamiento progresista del siglo XX, demostrando una capacidad notable para entrelazar la crítica cultural con la reflexión moral y filosófica.

Temas clave: educación, moral, mujer y política

Rosario abordó con especial énfasis la educación como motor de transformación social, defendiendo una enseñanza laica, racional y accesible. También dedicó numerosos escritos a denunciar el papel subordinado de la mujer en la familia y en la vida pública, proponiendo una reforma profunda del sistema de valores dominante.

En obras como Influencia de la vida del campo en la familia o El lujo en los pueblos rurales, analizó con agudeza el impacto de las condiciones materiales sobre la vida cotidiana y los hábitos morales. De este modo, fue desarrollando una cosmovisión crítica integral, que desafiaba simultáneamente el poder de la Iglesia, la rigidez del sistema educativo, el autoritarismo masculino y la injusticia social.

Feminismo y librepensamiento

Participación en la masonería y el pseudónimo “Hipatía”

La radicalización de su pensamiento encontró expresión formal en su ingreso en la logia masónica “Constante Alona” de Alicante en 1886. Allí adoptó el nombre simbólico de Hipatía, evocando a la célebre filósofa alejandrina asesinada por fanáticos religiosos. Su elección no fue casual: Rosario se identificaba con la ciencia, la razón y la libertad de pensamiento, en abierta oposición al dogmatismo.

En la masonería encontró un espacio para continuar su militancia feminista y racionalista. A través de este círculo, amplió su red intelectual y comenzó a colaborar con publicaciones de Francia, Alemania y Portugal, convirtiéndose en una figura internacional del pensamiento laico y progresista.

Defensa del matrimonio civil y separación personal

Más allá del discurso, Rosario aplicó sus principios a su vida privada. Tras separarse de su primer esposo, contrajo matrimonio civil con Carlos Lamo de Espinosa en 1891, en un momento en que este tipo de uniones eran aún escandalosas. Su vida personal se convirtió así en un testimonio de coherencia y valentía, y su defensa del matrimonio civil fue tanto práctica como teórica, anticipando debates que marcarían el siglo XX.

Rosario no sólo escribió sobre la emancipación de la mujer; la vivió. En sus decisiones vitales y en su producción literaria, encarnó la posibilidad de una nueva subjetividad femenina, alejada del modelo de sumisión y sacrificio.

Relaciones significativas y controversias públicas

Segunda boda y conexión con la familia O’Neill

Su segundo matrimonio la vinculó con una familia literaria: Carlos Lamo de Espinosa era tío de Carlota y Enriqueta O’Neill, también escritoras. Este entorno afianzó aún más su vocación literaria y su inserción en redes de pensamiento avanzado. Aunque su visibilidad pública disminuyó por períodos, nunca dejó de escribir ni de intervenir en el debate social.

Escándalos: la carta sobre los estudiantes españoles

Uno de los episodios más dramáticos de su vida tuvo lugar en 1911, cuando, tras conocerse en España la noticia de que dos estudiantes norteamericanas habían sido agredidas por asistir a clases universitarias, Rosario escribió una carta incendiaria dirigida al director del diario El Internacional de París. En ella, afirmaba que la misoginia universitaria española era aún más repulsiva que la estadounidense, y tachaba a los estudiantes españoles de “afeminados” por no querer compartir el espacio académico con mujeres.

La reacción fue inmediata: se paralizaron las facultades, se dictó una orden de búsqueda y captura contra ella y se desató un linchamiento mediático. Ante la gravedad de la situación, Rosario se exilió a Portugal, donde pasó cuatro años de forzada reclusión. El episodio no quebró su espíritu, pero confirmó que el precio de la disidencia era alto, especialmente para una mujer.

Aun así, Rosario regresó tras la intervención del Conde de Romanones, que persuadió al Rey de levantar la orden de detención. Este retorno, aunque discreto, fue el preludio de sus últimos años, en los que, lejos de la escena pública, continuaría ejerciendo una influencia silenciosa pero duradera.

Exilio, retorno y últimos años de vida

Portugal como refugio y la intervención del Conde de Romanones

Tras el escándalo provocado por su carta crítica hacia la misoginia universitaria en España, Rosario de Acuña se vio forzada a exiliarse en Portugal en 1911. A sus sesenta años, este autoexilio supuso un duro golpe emocional, pero también una reafirmación de sus convicciones. Durante su estancia en el país vecino, no cesó en su actividad intelectual. Mantuvo correspondencia con escritores, periodistas y librepensadores, y siguió escribiendo textos en los que defendía la educación laica, los derechos de la mujer y la libertad de conciencia.

Cuatro años más tarde, gracias a las gestiones del influyente político Conde de Romanones, el Rey accedió a levantar la orden de captura. La figura de Rosario ya era demasiado emblemática para ser silenciada sin generar nuevas tensiones políticas. Regresó discretamente a España, sin escándalos ni homenajes, pero con la firme decisión de retirarse a un entorno más sereno donde pudiera continuar su obra lejos de la agitación pública.

Retiro en Gaguean y muerte

En sus últimos años, Rosario se instaló en Gaguean, una pequeña localidad costera cerca de Gijón. Allí encontró una relativa tranquilidad, rodeada de naturaleza y de una pequeña comunidad que respetaba su figura. Continuó escribiendo y reflexionando, aunque sus publicaciones se espaciaron.

Murió el 5 de mayo de 1923, en la misma finca asturiana donde había pasado los últimos años de su vida. Su muerte no pasó desapercibida entre los sectores progresistas e intelectuales. Aunque la prensa más conservadora apenas mencionó el hecho, en círculos culturales y obreros se reconoció su figura como la de una pionera, valiente y coherente, cuya obra había desafiado los pilares más conservadores de la España decimonónica.

Legado inmediato tras su fallecimiento

Homenajes en Gijón y edición de sus obras por Regina Lamo

Poco después de su muerte, el Ateneo de Gijón organizó una función simbólica de El padre Juan, en un claro acto de desagravio hacia la censura que décadas atrás había prohibido la obra. Este homenaje representó un acto de justicia cultural y reivindicación de su pensamiento.

Su sobrina Regina Lamo de O’Neill, heredera de su espíritu literario y combativo, fundó poco después la Editorial Cooperativa Obrera, con el objetivo de publicar y difundir toda la producción literaria y ensayística de Rosario. Gracias a esta iniciativa, títulos como El país del Sol, El cazador de osos y varios cuentos cortos vieron la luz en 1929, asegurando la pervivencia de una obra que, por su carácter combativo, había sido marginada por las editoriales tradicionales.

Reconocimiento en la Segunda República: colegios y sesiones de honor

Durante la Segunda República Española, se produjo una clara revalorización de figuras progresistas y laicas como Rosario de Acuña. Diez años después de su muerte, se inauguró un colegio público que llevaba su nombre, un gesto profundamente simbólico en un país que empezaba a revisar críticamente su pasado autoritario.

Ese mismo año, el Ateneo de Madrid, institución donde décadas antes Rosario había sido la primera mujer en hablar desde la tribuna, organizó una sesión extraordinaria en su honor. Intelectuales, políticos y educadores recordaron su figura como ejemplo de valentía, integridad y compromiso con la verdad.

Relectura histórica y su influencia duradera

Rosario de Acuña en la historiografía feminista

En las décadas siguientes, especialmente a partir de los años ochenta del siglo XX, la figura de Rosario de Acuña comenzó a ser rescatada por los estudios feministas e historiográficos. Investigadoras como Carmen Simón Palmer y Juan Antonio Hormigón incluyeron su nombre en repertorios de autoras silenciadas, subrayando su papel como pionera en la lucha por los derechos civiles, el feminismo laico y la libertad de pensamiento.

En un contexto en el que otras intelectuales de su época, como Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal, habían recibido mayor visibilidad, la recuperación de Rosario de Acuña permitió ampliar la comprensión del pluralismo ideológico dentro del feminismo decimonónico. A diferencia de algunas de sus contemporáneas, Rosario se definió explícitamente como librepensadora, anticlerical y defensora del laicismo como base para la emancipación femenina.

Su papel como precursora del pensamiento laico y progresista

Rosario de Acuña fue, sin duda, una de las voces más radicales y lúcidas del pensamiento progresista español del siglo XIX y principios del XX. No sólo denunció los abusos del poder eclesiástico y político, sino que propuso alternativas concretas basadas en la educación racionalista, la equidad de género y la justicia social.

Su vinculación con la masonería, su actividad ensayística incesante y su capacidad para convertir su vida personal en una afirmación política la convierten en un referente imprescindible para comprender el surgimiento del pensamiento democrático moderno en España. Su actitud ante la censura, el exilio y la marginalización demuestra un coraje poco común, incluso entre los intelectuales varones de su tiempo.

Narrativa final: Rosario de Acuña, una voz adelantada a su tiempo

Reflexión sobre su vigencia ideológica y cultural

Hoy, un siglo después de su muerte, Rosario de Acuña resurge como un símbolo de emancipación intelectual, moral y política. Su vida representa el desafío de una mujer que, nacida en la aristocracia, eligió el camino de la justicia, la razón y la igualdad. Su obra, lejos de los estereotipos de su época, anticipa los debates contemporáneos sobre feminismo, laicismo, ética y libertad de expresión.

Leída en el siglo XXI, Rosario no es simplemente una figura histórica, sino una voz incómoda y necesaria, que nos recuerda el valor de la disidencia y el poder transformador de la palabra. En tiempos de regresiones y repliegues ideológicos, su legado nos invita a no olvidar que el pensamiento libre, la educación crítica y la dignidad individual siguen siendo trincheras esenciales para construir sociedades más justas.

Con su pluma, Rosario de Acuña trazó un camino de dignidad y valentía que aún resuena. Fue una condesa sin corona, una escritora sin miedo, una mujer sin concesiones. Y en ese legado, múltiple y profundo, sigue hablándonos.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Rosario de Acuña y Villanueva de la Iglesia (1851–1923): La Condesa que Luchó por la Libertad y la Razón". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/acunna-y-bejarano-juan-de [consulta: 27 de septiembre de 2025].