Abdallah ibn Buluggin (ca. 1055–?): El Último Zirí de Granada y la Agonía de las Taifas Andalusíes

Orígenes dinásticos y contexto político
La dinastía Zirí y el legado de Badis ibn Habbus
La figura de Abdallah ibn Buluggin se inscribe en el complejo y efervescente periodo de los reinos de taifas, pequeñas entidades políticas que emergieron tras la desintegración del Califato de Córdoba en el siglo XI. Su dinastía, la zirí, tenía raíces bereberes y había consolidado su poder en la taifa de Granada, destacándose como una de las más resistentes frente a las presiones externas, tanto de otras taifas como del emergente poder cristiano.
Su abuelo, Badis ibn Habbus, fue un hábil dirigente que supo manejar con inteligencia las alianzas y conflictos de su tiempo, manteniendo la independencia de Granada a base de diplomacia, fuerza militar y tributos. Fue bajo su gobierno que Granada alcanzó una relativa estabilidad frente a sus vecinos, aunque su política expansionista generó tensiones, en particular con la taifa de Málaga, gobernada por otra rama familiar.
Nacimiento y linaje de Abdallah ibn Buluggin
Abdallah nació hacia el año 1055, probablemente en Granada, hijo de Buluggin ibn Badis, y nieto del mencionado Badis ibn Habbus. Su niñez transcurrió en un entorno cortesano erudito, pero marcado por intrigas familiares y desafíos geopolíticos. Tuvo un hermano mayor, Tamin al-Muizz, cuya posición como primogénito no le aseguró la sucesión, pues su abuelo prefirió confiar el reino a Abdallah, posiblemente debido a su juventud, lo que permitía a los jeques locales mayor control político.
Esta decisión originó una división del poder tras la muerte de Badis en 1073: Tamin fue instalado en Málaga, mientras los jeques Sinhaya proclamaron a Abdallah como emir en Granada, adoptando este los títulos de al-Muzaffar y al-Nasir, así como la kunya de Abú Muhammad. El joven monarca, aún inexperto, fue tutelado inicialmente por Simaya, un poderoso jeque que actuó como gran visir y verdadero gobernante hasta 1082.
Ascenso al trono de Granada
La división territorial con Tamin al-Muizz
La dualidad entre Málaga y Granada estableció un equilibrio inestable dentro del poder zirí. Aunque inicialmente se pretendía que Tamin gobernara como subordinado, en la práctica desarrolló una política autónoma, fortaleciendo su bastión en Málaga y entrando en conflicto con su hermano. Esta escisión no solo debilitó la capacidad militar del conjunto del reino, sino que favoreció la intervención de actores externos.
La rivalidad entre Abdallah y Tamin fue una constante durante su mandato, estallando en ocasiones en verdaderas campañas militares por el control de castillos y territorios fronterizos. No obstante, en varios momentos se intentaron reconciliaciones temporales, muchas veces promovidas por mediadores externos como los almorávides, que ya comenzaban a emerger en el horizonte político andalusí.
Nombramiento de Abdallah y tutela del visir Simaya
Durante sus primeros años de reinado, Abdallah no gobernó directamente. Fue el visir Simaya quien, amparado por los jeques que habían promovido la entronización del joven monarca, asumió la dirección efectiva del gobierno. Simaya trató de mantener la continuidad con la política de Badis, pero su figura generó controversias, especialmente por sus intrigas y posterior huida a Almería.
Fue recién en 1082 que Abdallah tomó las riendas del poder, destituyendo a Simaya y enfrentándose con ello a una nueva oleada de conflictos, tanto internos como externos. Esta transición marcó el inicio de su liderazgo efectivo, aunque desde entonces se multiplicaron los desafíos.
Primeras amenazas y política defensiva
La pérdida de Baza y el conflicto con al-Mutasim de Almería
Uno de los primeros desafíos de Abdallah fue la pérdida de Baza, una ciudad clave en el control de la región oriental de Granada. La ambigüedad de su soberanía desde 1066 se resolvió cuando ofreció su lealtad al rey al-Mutasim de Almería, quien aprovechó el vacío de poder inicial del joven zirí para anexionarse la ciudad y sus fortalezas circundantes, incluida la estratégica Siles.
Abdallah reaccionó con habilidad diplomática, firmando una tregua con al-Mutasim: se devolvió Siles a cambio de Sant Aflay, una plaza entre Fiñana y Tabernas, consolidando así una efímera paz con su vecino oriental.
Las tensiones con Sevilla y las presiones castellanas
Sin embargo, no tardó en surgir un enemigo aún más peligroso: la taifa de Sevilla, bajo el gobierno de Abbad al-Mu’tadid, que formó una alianza con Alfonso VI de Castilla, adversario común de las taifas musulmanas. Esta coalición hispano-sevillana atacó Granada desde la fortaleza de Belillos, y solo se disolvió temporalmente cuando al-Ma’mun de Toledo ocupó Córdoba en 1075.
Durante estos años, Abdallah resistió con dificultad las exigencias tributarias de Castilla. Al principio, se negó a pagar las parias, lo que generó ofensivas militares. Posteriormente, obligado por la presión de Alfonso VI, cedió a pagar tributos, aunque logró negociar una significativa reducción de 30.000 a 10.000 meticales anuales, además de una permuta de plazas estratégicas que le permitió recuperar Alcalá la Real y Bedmar.
Pactos, treguas y equilibrio precario
Intervención de Toledo y recuperación de Belillos
La intervención de Toledo y la amenaza que supuso para Sevilla permitió a Abdallah recuperar la iniciativa. Con la atención sevillana enfocada en Córdoba, el monarca zirí se apoderó de Belillos, eliminando así una base de hostigamiento y reforzando su independencia temporal de Castilla. Fue un éxito momentáneo, que ilustró la astucia política del joven rey, aunque el equilibrio se mantuvo frágil.
La volatilidad de las alianzas era una característica común de la época. La retirada de Ibn Ammar de la corte sevillana en 1082 facilitó una reconciliación entre Granada y Sevilla, liderada ahora por al-Mu’tamid. Aunque esta alianza no se tradujo en acciones militares conjuntas, sí permitió frenar por un tiempo la agresividad castellana y mantener la paz en el sur andalusí.
Negociaciones tributarias con Alfonso VI y cesión de fortalezas
A lo largo de su reinado, Abdallah se vio constantemente forzado a negociar con Castilla. En 1078, tras nuevas amenazas, debió aceptar un acuerdo menos favorable, aunque logró permutar fortalezas de alto valor militar. Alfonso VI, cada vez más dominante en la política peninsular, evidenciaba su influencia incluso sobre reinos musulmanes como Toledo, cuyos territorios eran ya negociables por la monarquía cristiana.
Este contexto evidencia la creciente presión cristiana sobre al-Andalus, que culminaría pocos años después con la caída de Toledo y la llegada de los almorávides al escenario político. En este momento histórico, Abdallah ibn Buluggin aún intentaba equilibrar alianzas, evitar la sumisión total a Castilla y preservar su legitimidad como monarca zirí.
Consolidación del poder y conflictos internos
Ruptura con Simaya y enfrentamientos con Tamin
En 1082, al asumir plenamente el gobierno de la taifa de Granada, Abdallah ibn Buluggin decidió apartar a su antiguo tutor, Simaya, una acción que desencadenó una serie de conflictos internos. Simaya se refugió en Almería, donde fue acogido por al-Mutasim, y desde allí comenzó a intrigar contra el soberano granadino. Al mismo tiempo, Tamin al-Muizz, su hermano mayor instalado en Málaga, intensificó su independencia, lanzando ataques por tierra y mar sobre las fortalezas costeras de Granada, como Almuñécar y Jete.
Abdallah respondió con energía, emprendiendo una campaña militar en la que logró conquistar una veintena de castillos bajo control de Tamin. Sorprendentemente, tras estas victorias, el monarca zirí accedió a la reconciliación cuando su hermano le pidió perdón. No sólo lo perdonó, sino que le otorgó Riana, Jotrón, Cártama, Mijas, Comares y Cámara, en un gesto de generosidad que buscaba restaurar la unidad familiar y política.
Esfuerzos de reconciliación y arbitraje almorávide
La paz con Tamin fue efímera. Las disputas entre ambos hermanos continuaron intermitentemente, erosionando la autoridad central del emirato zirí. A medida que los conflictos internos se intensificaban, Abdallah se vio obligado a buscar la mediación del emir almorávide Yusuf ibn Tashufin, quien más adelante tendría un papel decisivo en el destino de Granada.
Mientras tanto, Abdallah trataba de sostener su reinado sobre un equilibrio cada vez más frágil, enfrentando desafíos simultáneos: insubordinaciones internas, rivalidades dinásticas y una presión constante por parte de Castilla.
La amenaza cristiana y la llegada de los almorávides
La caída de Toledo y la batalla de Sagrajas
En 1085, la conquista de Toledo por Alfonso VI sacudió profundamente a los reinos de taifas. Fue un golpe simbólico y estratégico de gran magnitud, que convenció a los monarcas musulmanes de la necesidad de una acción conjunta. Por primera vez, se unieron para pedir ayuda a los almorávides, poderosos bereberes del norte de África liderados por Yusuf ibn Tashufin.
Abdallah envió como embajador a Ahmed ibn Jalaf al-Gassani, un alfaquí granadino que, junto con emisarios de Sevilla y Badajoz, negoció la intervención almorávide. En 1086, Yusuf cruzó el Estrecho de Gibraltar y obtuvo una resonante victoria en la batalla de Sagrajas, donde infligió una severa derrota a Alfonso VI. Esta victoria dio un respiro a los reinos musulmanes, aunque introdujo un nuevo actor de enorme peso en la política de al-Andalus.
Abdallah frente al dilema de las parias y la intervención almorávide
Tras la victoria de Sagrajas, Abdallah trató de aprovechar el apoyo almorávide para suspender los tributos a Castilla. Sin embargo, con el paso del tiempo surgieron dudas sobre las intenciones reales de los almorávides, y comenzaron a perfilarse divisiones internas en Granada entre los que apoyaban a los norteafricanos y quienes desconfiaban de ellos.
En 1088 o 1089, temiendo nuevas revueltas si aumentaba los impuestos, Abdallah optó por pagar las parias a Alfonso VI con fondos propios, cubriendo los 30.000 meticales anuales sin gravar a sus súbditos. Este acto de autonomía irritó profundamente a Yusuf ibn Tashufin, quien consideró esta acción una traición a la causa islámica. La decisión de Abdallah de privilegiar la estabilidad interna frente al rigor religioso y militar de los almorávides lo colocó en una posición delicada.
Rebeliones internas y decadencia del poder zirí
Sublevaciones locales y presión fiscal
Los últimos años del reinado de Abdallah se caracterizaron por una escalada de rebeliones internas. La presión fiscal, necesaria para sostener los compromisos militares y diplomáticos, provocó descontento en amplios sectores de la población. A esto se sumaron las maniobras de Ahmed ibn Jalaf, quien, pese a haber sido embajador ante Yusuf, intentó capitalizar el malestar popular para sus propios fines, obligando a Abdallah a destituirlo.
Diversos grupos se alzaron contra el poder central: los seguidores de Tamin desde Málaga, el ejército regular bereber Zanata, e incluso la comunidad judía de Lucena. La autoridad del emir zirí se vio desgastada y vulnerable ante el ascenso de los almorávides, cuya intervención comenzaba a ser vista por muchos como inevitable y deseable.
Ruptura de relaciones con Yusuf ibn Tashufin
La relación entre Abdallah y Yusuf ibn Tashufin se deterioró progresivamente. En 1090, el líder almorávide cruzó por tercera vez a al-Andalus y, tras una reunión en Córdoba con al-Mu’tamid de Sevilla, decidió actuar contra Abdallah. El emir de Granada fue acusado de haber colaborado con los cristianos y de imponer impuestos ilegales, actos condenables desde el punto de vista religioso.
Yusuf le envió un ultimátum para que se presentase en Córdoba, pero Abdallah no compareció. En respuesta, Yusuf escribió a los alcaides de la taifa para que dejasen de obedecer a los ziríes y se unieran a los almorávides. Con el apoyo de fetfas (edictos religiosos) que legitimaban su acción, avanzó hacia Belillos, punto estratégico de acceso a Granada.
La caída de Granada y el exilio
Proceso de rendición y destierro al Magreb
La situación se volvió insostenible para Abdallah. Sin apoyo interno ni margen de maniobra, comprendió que la población entera esperaba la llegada de los almorávides con esperanza. El 8 de septiembre de 1090, Abdallah salió al encuentro de Yusuf ibn Tashufin y se rindió sin presentar resistencia.
Fue desterrado a Agmat, en el Magreb, donde vivió el resto de sus días bajo la vigilancia de los almorávides. Aunque la fecha exacta de su muerte se desconoce, se cree que sobrevivió durante algunos años, retirado de la vida pública y completamente apartado del poder.
Las Memorias de Abdallah: testimonio histórico y literario
Durante su exilio, Abdallah ibn Buluggin escribió una obra única en la historiografía andalusí: sus Memorias, concebidas como una crónica de la dinastía zirí y a la vez una autobiografía del monarca destronado. Aunque no tuvo gran repercusión en su época, hoy constituye una fuente fundamental para entender el final de los reinos de taifas y las tensiones entre las élites andalusíes y los reformadores almorávides.
La obra revela a un autor culto, sensible, conocedor de la retórica, la poesía y la caligrafía árabe, aunque también consciente de sus limitaciones políticas. A través de sus páginas se percibe la figura de un monarca que, pese a sus errores, buscó evitar la destrucción de su reino por medios pacíficos, aun a costa de su propia autoridad.
El legado de Abdallah ibn Buluggin no radica en hazañas militares ni en una gestión brillante del poder, sino en su capacidad de reflexionar sobre la fragilidad del poder y la memoria del fracaso, dejando para la posteridad un documento íntimo y revelador sobre el fin de una época en al-Andalus.
MCN Biografías, 2025. "Abdallah ibn Buluggin (ca. 1055–?): El Último Zirí de Granada y la Agonía de las Taifas Andalusíes". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/abdallah-ibn-buluggin-rey-de-la-taifa-de-granada [consulta: 28 de septiembre de 2025].