Soler Puig, José (1916-1997).


Narrador, dramaturgo y guionista cinematográfico y radiofónico cubano, nacido en Santiago de Cuba el 10 de noviembre de 1916, y fallecido en 1997. Autor de una breve pero densa producción narrativa en la que, sirviéndose del ingenio y la ironía, indaga en el pasado reciente de su pueblo para analizar las claves que dieron pie a la revolución castrista y los posteriores cambios sociales, políticos y culturales implantados en la isla antillana, está considerado como uno de los escritores cubanos más importantes de la segunda mitad del siglo XX.

Vida

Nacido en el seno de una familia humilde, recibió una instrucción escolar elemental en su lugar de origen, por lo que puede considerársele como uno de los grandes escritores autodidactos de las Letras contemporáneas. Obligado a trabajar desde su temprana juventud para procurarse su sustento, ejerció los oficios más variados y recorrió buena parte de su país en busca de mejores posibilidades laborales, aunque, marcado por su acusada vocación literaria, desde los diecisiete años albergó el deseo de poder consagrarse de lleno al cultivo de las Letras. Su azarosa andadura profesional le llevó primero hasta Guantánamo, y poco después a la Isla de Pinos, donde trabajó en una fábrica de aceite de coco. Más tarde se instaló en Gibara (en la provincia oriental de Holguín), hasta que, en 1959, logró afincarse en La Habana y comenzó a escribir guiones para la radio y el cine, al tiempo que concluía una espléndida novela, Bertillón 166 (La Habana: Casa de las Américas, 1960) que fue galardonada con el Premio «Casa de las Américas», uno de los galardones más prestigiosos del ámbito literario hispanoamericano. A partir de entonces, José Soler Puig -que había desempeñado a lo largo de su vida oficios tan diversos como los de jornalero, vendedor ambulante, cortador de caña y pintor de brocha gorda-, pudo hacer realidad su sueño de vivir de la literatura.

Regresó luego a su ciudad natal y se matriculó en la Escuela de Letras de la Universidad de Oriente, aunque, ya avezado en los secretos del oficio narrativo, abandonó estos estudios antes de haberlos concluido. El éxito literario de que gozó en la segunda mitad de su vida se vio empañado por la pérdida de un hijo suyo que murió a los veintitrés años de edad, desgracia irreparable que le dejó un poso de dolor permanente, aunque no logró mutar el enfoque cáustico e irónico de su bellísima prosa barroca.

Colaborador asiduo en numerosos medios de comunicación de la isla antillana, durante su estancia en La Habana publicó sus escritos periodísticos en Cúspide, Carteles, Lunes de Revolución y El Caimán Barbudo, en los que pronto se ganó una bien merecida fama de intelectual polémico e independiente, debido a la acidez, honestidad, claridad y coherencia de sus críticas, poco dadas a las componendas interesadas y a la tibieza o el disimulo en la defensa de sus opiniones. También colaboró en Galería, Taller Literario y Cultura’64, y trabajó durante varios años como guionista del Instituto Cubano de Radiodifusión. Asimismo, adquirió un cierto prestigio como dramaturgo merced a sus guiones y a algunas piezas teatrales que se estrenaron con éxito en su ciudad la natal, como la titulada El macho y el guanajo, llevada a los escenarios por el Conjunto Dramático de Oriente.

Después de haber dado a la imprenta otras magníficas narraciones extensas que confirmaron las buenas expectativas generadas por su novela Bertillón 166, su condición de figura señera de las Letras cubanas contemporáneas quedó «oficialmente» reconocida en 1986, cuando José Soler Puig fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura, máxima distinción que compartió con otro destacado autor santiaguero, el ensayista y crítico literario José Antonio Portuondo, y con el genial poeta habanero Eliseo Diego. Acumuló, además, a lo largo de su brillante trayectoria literaria otros honores y reconocimientos tan prestigiosos como la Distinción por la Cultura Nacional (1981), la Orden Félix Varela de Primer Grado (1982), la Distinción Raúl Gómez García y el Escudo de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Obra

Entregado a la múltiples ocupaciones que hubo de desempeñar para ganarse la vida, José Soler Puig no irrumpió en el panorama literario cubano hasta que, cumplidos ya los cuarenta y cuatro años de edad, presentó su ya citada novela Bertillón 166 al célebre concurso convocado por La Casa de las Américas, donde halló el espaldarazo decisivo para su posterior carrera de escritor. Esta espléndida narración, que inauguró un campo temático que habría de ser pronto frecuentado por numerosos autores cubanos -el de la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista (1901-1973) en los grandes núcleos urbanos del país-, presentaba un vivo reflejo de la situación política, social y cultural vivida en la Cuba pre-revolucionaria y daba paso a la denominada «épica de la Revolución Cubana», en medio de un lúcido análisis del enfrentamiento entre los valores del pasado inmediato y los nuevos postulados éticos surgidos a raíz de la entrada en La Habana de los insurrectos capitaneados por Fidel Castro (localizados, en esta opera prima de Soler Puig, en su Santiago de Cuba natal).

Un año después de esta exitosa irrupción en los anaqueles de las librerías cubanas, la revista La Casa de las Américas publicó un fragmento de la nueva novela en la que estaba trabajando Soler Puig, El maestro (La Habana, 2 [9], noviembre-diciembre de 1961, págs. 76-87), obra que, a la postre, quedó inconclusa. Sí apareció, en cambio, al cabo de dos años su segunda entrega novelesca, En el año de enero (La Habana: Ediciones Unión, 1963), a la que pronto siguió una nueva narración extensa titulada El derrumbe (Santiago de Cuba: Editora del Consejo Superior de Universidades, 1964), con prólogo del eminente crítico José Antonio Portuondo, obra que vino a confirmar los méritos literarios apuntados por el autor santiaguero en sus dos primeras narraciones.

Pero su definitiva consolidación como uno de los grandes novelistas cubanos de todos los tiempos se hizo esperar hasta mediados de los años setenta, cuando José Soler Puig dio a la imprenta la que estaba llamada a convertirse en su obra maestra, reconocimiento unánimemente otorgado por la crítica y los lectores. Se trata de El pan dormido (La Habana: Ediciones Unión, 1975), una excelente novela en la que el escritor cubano abandonaba el acusado maniqueísmo de sus obras anteriores para enfocar los acontecimientos del pasado desde una perspectiva más serena y distanciada, desprovista ya de esa urgencia inmediata que, en el momento de escribir Bertillón 166, le impelía a reafirmar y retener en su legado literario los grandes cambios introducidos por la Revolución. Su mirada buscaba ahora un enfoque evocador y entrañable, dirigido también hacia la historia reciente de su ciudad natal, pero centrado en episodios fragmentarios que, expuestos unas veces desde la ternura irónica y otras veces desde la sórdida causticidad, pretendían reflejar la vida cotidiana del Santiago de Cuba post-revolucionario.

La aparición, sólo un año después, de la quinta entrega novelesca de José Soler Puig, publicada bajo el título de El caserón (La Habana: Ediciones Unión, 1976), marcó otro punto de inflexión en la constante evolución de la narrativa del autor santiaguero, ahora orientada -en el plano formal- hacia nuevas inquietudes experimentales y centrada -en lo que a sus contenidos se refiere- en la específica problemática social hispanoamericana. El resto de su producción literaria -que ha sido traducida a diferentes idiomas- comprende otras novelas tan notables como Un mundo de cosas (La Habana: Ediciones Unión, 1982) -galardonada con el Premio de la Crítica-, El nudo (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1983), Ánima sola (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1986) y Una mujer (Santiago de Cuba: Ediciones Caserón, 1987). Dos años después de la muerte de José Soler Puig vio la luz una recopilación de los relatos breves escritos por el autor santiaguero a lo largo de su andadura literaria, publicada bajo el título de Los cuentos de José Soler Puig (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1999).

Bibliografía

  • ÁLVAREZ, L. «Sobre el tiempo y el espacio literario en la narrativa de José Soler Puig», en Santiago (Santiago de Cuba), nº 66 (1987), págs. 201-212.

  • ARANGO, A. «De Paradiso a El pan dormido«, en Unión (La Habana), nº 3 (1987), págs. 50-59.

  • FERNÁNDEZ ROBAINA, T. Bibliografía de José Soler Puig (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1986).

  • FIGUEROA ESTEVA, M. «Claves semánticas en El derrumbe«, en Revista de Literatura Cubana (La Habana), 1, 1 (1983), págs. 45-59.

  • FORMES, E.. «Acercamiento a El pan dormido«, en Revista de la Universidad de La Habana (La Habana), 213 (enero-abril de 1982). págs, 62-72.

  • GALANO, N. El mundo narrativo de José Soler Puig (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1985).

  • HERNÁNDEZ, J. L. y BARH, A. Conversar con José Soler Puig (Santiago de Cuba: Ed. Oriente, 1991).

  • MENTON, S. Prose fiction of the Cuban Revolution (Austin/Londres: University of Texas Press, 1975).

  • REDONET COOK, S. «El narrador en la novelística de José Soler Puig», en Letras. Cultura en Cuba (La Habana: Pueblo y Educación, 1992), vol. VII, págs. 321-348.

  • REPILADO, R. «La obra novelística de José Soler Puig», en Cosecha de dos parcelas (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1985), págs. 202-257.

  • REPILADO, R. «El narrador y el tiempo en Un mundo de cosas«, en Letras Cubanas (La Habana),, 2, 5 (1987), págs. 47-71.

  • RIVERO GARCÍA, J. «El Caserón«, en El Caimán Barbudo (La Habana), 111 (25 de febrero de 1977).

  • RODRÍGUEZ CORONEL, R. «La novela de José Soler Puig en la década de los setenta», en Del Caribe (Santiago de Cuba), 1, 3-4 (1984), págs. 21-27.