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LiteraturaBiografía

Yacine, Kateb (1929-1989).

Escritor argelino nacido en 1929 y muerto en 1989, que constituye junto a Mohammed Dib uno de los más grandes novelistas de su país.

Publicada en 1956, su novela Nedjma se impuso de entrada como el texto emblemático de la literatura en el período anterior a la independencia (1962). Tal vez porque su forma explosiva, con la imagen de la eterna falta de autor recusa la localización tímida de todas las descripciones novelescas o etnográficas que tomaron hasta ese momento al Magreb como tema. Como lo habían hecho antes que él, y también después, Joyce, Faulkner o "los Nuevos Novelistas" que le son comtemporáneos en Francia, Kateb perturba la cronología novelesca y el principio de la descripción. Vuelve al exotismo y al punto de vista único; los narradores de diversos discursos son aquellos que en la tradicional descripción del Magreb fueron más objetos que sujetos.

Sin embargo, este rechazo de una descripción alienante para algunos no se acompaña del surgimiento triunfal de un lenguaje auténtico del país. Al contrario, si el personaje de Nedjma, que da título a la novela puede aparecer, entre otros, como un símbolo de Argelia del porvenir, fuerza es comprobar que ella es el único personaje importante que no va a ser jamás narrador. La palabra de la nación del porvenir es desde el principio ausente. Por contra los textos tradicionalmente provistos de identidad, es decir, el discurso coránico y el discurso tribal, ven naufragar uno y otro los viajes (a la Meca y después a Nadhor), que, presumiblemente, le dan cuerpo y realidad.

Kateb recurre a los registros de la epopeya y a la proliferación de resonancias míticas. Pero este juego de resonancias entre las diversas fuentes narrativas, si bien proporciona un impacto polifónico indudable, también se propone negarlos en el mismo movimiento, de tal modo que hace imposible toda "recuperación" de la novela, cualquiera que sea la reducción partidista a que se acuda.

Si Nedjma es, en parte, la novela de esa "generación sacrificada" durante la represión del 8 de mayo tras la cual Kateb dice haber encontrado en la cárcel, su vocación de escritor, el primer teatro del autor pone a esos mismos personajes en una situación que les hace adoptar una actitud revolucionaria. Hay, pues, una especie de respuesta en Le Cercle des représailles a esa ausencia de la nación que constituye la polifonía novelesca de Nedjma. Con la forma de la antigua tetralogía del teatro griego y a pesar del intermedio cómico de La Poudre d'Intelligence, la tragedia se hace dominante en Le Cadavre encerclé y Les ancêtres redoublent de férocité.

Esta tragedia desemboca a su vez en el complejo simbolismo del canto ambiguo de Vautour. Y, a causa de la belleza del conjunto, ni siquiera ahí se hace posible la reducción a un sentido ideológico preestablecido. Kateb contestaba un día en una entrevista: "Lo que rechazo en Brecht es el modo que tiene, él que es un poeta, de frenar continuamente la poesía en beneficio de la enseñanza doctrinaria". Pero, sin embargo, el modelo brechtiano está presente en todo su teatro.

Tras la Independencia, la obra de Kateb parece vacilar entre el apasionado trabajo sobre la proliferación y el rompimiento del discurso narrativo, la multiplicación carnavalesca y grave al mismo tiempo de sus niveles de lectura en Le Polygone étoilé, y un teatro más directamente militante que tomará progresivamente la iniciativa con obras como L'Homme aux sandales de caotchouc primero, y, después, con una serie de obras en dialecto argelino. Estas obras son, en parte, la creación colectiva de un grupo que Kateb dirige con grandes dificultades desde su regreso a Argelia en 1971. Pero si bien son más estrictamente militantes que las dos novelas, no cabe duda de que también juegan con todos los registros de la truculencia popular, tanto en la oralidad como en la música. Desde ese momento se hacen irrecuperables para un discurso ideológico oficial; y, obligado a vivir en condiciones muy poco confortables, Kateb permanece, según su propia fórmula, "en el seno de la perturbación, el entorno perturbador".

Finalmente, cabe señalar que aún cuando sea justificadísima la concesión que se le hizo en París en 1986, el Gran Premio Nacional de Letras, no deja de parecer como una nueva ironía, esta vez involuntaria, si se tiene en cuenta el simplismo ideológico que ha dominado siempre su obra.

Autor

  • LU