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HistoriaPolíticaBiografía

Sila, Lucio Cornelio (138-78 a.C.).

Político y general romano nacido en 138 a.C. y fallecido en Cumas en 78 a.C. Ejerció el consulado en 88 a.C. En 82 a.C. estableció una dictadura en Roma durante la cual efectuó una profunda reforma de la administración encaminada a restaurar el poder de la aristocracia.

Vida

Era miembro de una rama de la familia patricia de los Cornelio venida a menos. Pasó los treinta años primeros de su vida alejado de la vida política, entregado a los placeres de la vida y al libertinaje.

Inicio de su carrera militar

En 108 a.C. fue nombrado cuestor, y en calidad de tal acompañó al general romano Mario durante su campaña en África contra Yugurta. (Véase también Guerra contra Yugurta). Gracias a sus dotes diplomáticas, logró que el rey númida Bocco le entregara a Yugurta, con lo cual se llevó todo el honor de la campaña y provocó en Mario la desconfianza hacia su persona. Acompañó de nuevo a Mario durante las operaciones contra los cimbrios y los germanos que tuvieron lugar a final del siglo II a.C. Sin embargo, en 102 a.C. abandonó a Mario y se puso a las ordenes de Cátulo, colega en el consulado del anterior, con el que participó en la batalla de Vercellae en la que los cimbrios cayeron derrotados. A su regreso a Roma presentó varias veces su candidatura para la pretura, pero no fue elegido para ese puesto hasta 93 a.C. Al año siguiente fue destinado a la provincia de Cilicia con el grado de propretor, y allí restableció a Ariobarzanes en el trono de Capadocia y firmó una alianza con los partos. Con el fin de asegurar su posición política, contrajo matrimonio con Cecilia Metela, viuda de Escauro, enlace que le sirvió para convertirse en uno de los líderes del partido oligárquico.

Luchas contra los populares

El Senado le entregó el mando de parte de las tropas que luchaban en la guerra social. Derrotó en 89 a.C. a los samnitas y otros pueblos rebeldes. Tras poner fin a la guerra social fue elegido cónsul, junto a Q. Pompeyo Rufo, para el año 88 a.C., a pesar de contar con la oposición de los populares (no debe olvidarse que Sila era miembro del partido de los optimates). Como cónsul, se opuso a los planes del tribuno de la plebe Sulpicio Rufo de excluir del Senado a todos los senadores que tuviesen deudas por encima de los 2.000 denarios. Para evitar que el decreto se aprobase, declaraba continuamente días festivos, con lo cual la Asamblea no podía reunirse. Consiguió que se le confiara el mando de la guerra contra Mitrídates VI Éupator, rey del Ponto, quien se había sublevado junto a Eubea, Beocia, Atenas y el Peloponeso.

Un decreto popular promovido por Mario le privó del consulado. Sila, que se encontraba en Nola con sus tropas dispuesto a partir, rechazó a los dos tribunos militares que habían llegado a su campamento para hacerse cargo del ejército; a continuación se puso al frente de sus tropas en dirección a Roma y se apoderó de la ciudad. Consiguió que el Senado declarase fuera de la ley a 12 jefes populares y a Mario (quien se vio obligado a abandonar Roma), a la vez que condenaba a muerte a Sulpicio Rufo. Recuperó numerosas leyes que habían sido abolidas, como la que hacía necesario un voto legislativo para obtener la confirmación de los patricios. Restauró la auctoritas patrum y suprimió el poder legislativo de la Asamblea por tribus. Hizo aprobar la Lex Unciaria, por la cual todas las deudas quedaban reducidas a un décimo de su total.

Guerra de Oriente

Tras asegurarse el control del gobierno, Sila partió hacia Oriente al mando de cinco legiones. Desembarcó en Tesalia en el verano de 87 a.C. y, tras ocupar Beocia, conquistó el Pireo y Atenas. Mitrídates, mientras, avanzó a través de Tracia y Macedonia. Ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Queronea, en la cual la victoria sonrió a Sila. De nuevo resultó vencedor en el otoño del 86 a.C. en la batalla de Orcomeno. Los populares, que se habían hecho con el poder en Roma, enviaron al cónsul de 86 a.C., Valerio Flaco, para que sustituyera a Sila en la guerra contra Mitrídates. Pero Sila llegó en el 85 a.C. a un acuerdo de paz con su rival en el cual se decretaba el fin de las hostilidades y se establecía la devolución de los tronos de Bitinia y Capadocia a Ariobarzanes y Nicomedes, así como la entrega a Roma de 70 naves y 2.000 talentos. Sila recompensó a Rodas por su ayuda y devolvió todo su territorio a Atenas, menos Oropo.

Guerra civil

A su regreso, desembarcó en Brindisi en 83 a.C. Durante su ausencia, los partidarios de Mario se habían hecho con el control de la ciudad y sus seguidores habían sido perseguidos. Carbón se dirigió contra Sila; los cónsules de ese año, Cornelio Escipión y Norba, se unieron a los rivales silanos. Norba tuvo que encerrarse en Capua y Escipión vio cómo sus hombres se pasaban al bando de Sila. Derrotó con sus 40.000 hombres a los 100.000 de sus rivales encabezados por los samnitas, lo que le otorgó el control del sur de Italia. Entró en Roma e incendió el Capitolio, pero fue expulsado y tuvo que huir a Campania. Al año siguiente, en Sacriport, en las cercanías de Preneste, volvió a vencer a sus rivales que estaban encabezados por el hijo de Mario. Avanzó hacia Roma casi sin encontrar resistencia. Consiguió entrar en la urbe en la primavera de 82 a.C. Acabó con sus últimos enemigos que permanecían en el interior de la ciudad en noviembre de ese mismo año, en la batalla de la puerta de la Colina del Esquilino. Carbón se hizo fuerte en el Piceno. La guerra civil se prolongó hasta 80 a.C., tiempo que tardó Sila en apoderarse de ciudades rebeldes como Preneste, Norba o Populonia.

Dictadura

Una vez establecido el control sobre Roma, Sila hizo aprobar la Lex Valeria, por la cual se le nombraba dictador vitalicio con el título de dictador legibus scribundis et rei publicae constituendae. De esta forma, poseía el derecho de vida o muerte sobre todos los ciudadanos, el de repartir las tierras públicas, el de crear colonias, el de destruir las ciudades de los enemigos de Roma y el de disponer de las tierras conquistadas. Gracias a sus nuevos poderes inició una serie de reformas constitucionales destinadas a restablecer el poder aristocrático. Aumentó el número de senadores de 300 a 6.000; incrementó el número de cuestores a ocho y el de pretores a veinte; reestructuró el cursus honorum; elevó la edad de acceso a la pretura a los 40 años y la del consulado a los 43 años; decretó que el ejercicio de la misma magistratura estaría separado por un espacio de dos años y que la misma magistratura no podría ocuparse hasta 10 años después; redujo los poderes de los tribunos de la plebe; los hijos de los procuradores fueron excluidos de las magistraturas; atribuyó a los senadores el poder judicial y cercenó los privilegios del orden ecuestre.

Para frenar la influencia política de los generales, dispuso que los cónsules y los pretores no podían ejercer ningún mando militar durante el primer año en el que desempeñaran el cargo. Estableció una legislación penal mucho más dura y conservadora: aumentó las penas criminales, reformó la legislación referente a temas religiosos y castigó duramente la inmoralidad y el lujo. Creó tribunales especiales para juzgar las causas de consunción, de violencia, de sacrilegio y contra la majestad del pueblo. Sus reformas también alcanzaron al plano religioso: aumentó a 15 el número de pontífices, de augures y de decemviri sacris faciundis. Los flamines y el rex sacrificorum pasaron a ser elegidos entre una lista propuesta por los pontífices. Decretó la liberación de 10.000 esclavos.

Sila inició la reconstrucción de Italia, que se encontraba devastada por la guerra civil. Extendió la administración municipal por toda la península, a la vez que aumentaba los poderes de los magistrados municipales. Repartió tierras, especialmente en Etruria y Campania, a sus veteranos de guerra, con lo que se aseguraba su fidelidad. Persiguió a todos sus enemigos, a los partidarios de Mario y a todos los que se mostraran contrarios a su política. Cuando el 1 de julio del año 81 a.C. dio fin oficialmente a las proscripciones, entre sus víctimas se encontraban 40 senadores y 1.600 caballeros. A imitación de la costumbre existente en Oriente, se autoimpuso el epíteto de Felix (favorecido por los dioses) tras la celebración el 27 de enero de 81 a.C. de su triunfo sobre Mitrídates. En el año 79 a.C. recibió el mando de la Galia Cisalpina, pero de forma sorpresiva renunció a todos sus poderes y se retiró a una villa en la ciudad de Cumas, en Campania, donde murió a comienzos del año 78 a.C. víctima de unas fiebres.

Bibliografía

  • KEAVENEY, A.: Sulla: the last republican, Londres: Croom Helm, 1982.

  • CARCOPINO, J.: Sylla ou la monarchie manquée, París: L´Artisan du Livre, 1992.

  • HURLET, F.: La distadure de Sylla: monarchie ou magistrature republicaine?, Bruselas: Instituto Histórico Belga de Roma, 1993.

JLGC

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