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HistoriaPolíticaBiografía

Sancho II. Rey de Castilla y León (ca. 1036-1072)

Rey de Castilla desde el 27 de diciembre de 1065 y rey de León desde el 12 de enero de 1072, hasta la fecha de su muerte, apodado el Fuerte. Nacido probablemente en el año 1036 y muerto en Zamora el 6 de octubre de 1072.

Sintesis biográfica

Tercer rey de Castilla desde la muerte de Fernando I y decimocuarto rey de León desde la batalla de Golpejera (1072), en la cual se enfrentó a las tropas de su hermano Alfonso VI. Durante gran parte de su reinado, Sancho intentó recuperar todos los territorios que habían estado bajo la autoridad de su padre, ya que consideró que sus derechos habían sido vulnerados por el reparto que éste realizó, poco antes de morir. Por lo que respecta al exterior, Sancho II se mostró en sus primeros años de su reinado preocupado por asegurar las fronteras castellanas, así como todos los beneficios que este reino acumulaba en forma de parias, especialmente las de Zaragoza; circunstancia que le llevó a enfrentarse con sus primos, el monarca Sancho I Ramírez de Aragón y Sancho IV de Navarra, en la llamada Guerra de los Tres Sanchos.

Nacimiento y primeros años

Primero de los hijos varones del rey de Castilla y León Fernando I y de la esposa de éste, la reina doña Sancha, apenas disponemos de datos biográficos sobre los primeros años de su vida, puesto que los cronistas en sus obras, no hicieron muchas referencias sobre él en los años anteriores a su llegada al trono de Castilla. Así existen muchas dificultades para determinar la fecha exacta de su nacimiento, aunque parece probado que este debió producirse entre los años 1035 y 1040. No obstante tradicionalmente se ha considerado que Sancho nació en el año 1036, puesto que según indican la Crónica de Sahagún, su hermano, el futuro Alfonso VI, nació en el año 1037. Pero a pesar de la fiabilidad de la mencionada crónica, hay que señalar que son muchos los investigadores que no están de acuerdo con esta afirmación.

Fuera de estas polémicas hay que señalar que el nacimiento de Sancho debió suscitar una profunda alegría en la corte de sus padres, puesto que a pesar de que los monarcas ya habían tenido descendencia, como se expuso anteriormente éste fue su primer hijo varón. Por tanto su posición debió ser muy elevada desde su más tierna infancia, aunque ignoramos en que condiciones se desarrolló su educación, la cual debió ser esmerada. Probablemente como era costumbre en la época y al igual que en el caso sus hermanos, la responsabilidad de vigilar los progresos del infante debió recaer en un primer momento en su nodriza y posteriormente en algún noble importante de la corte, el cual debió cuidar especialmente que el adiestramiento militar del futuro monarca fuera lo más completo posible. Por otro lado hay que tener en cuenta la opinión de algunos investigadores, los cuales apoyándose en la documentación castellana, afirman que la educación de Sancho se orientó desde su infancia, para que se hiciera cargo del gobierno de este territorio a la muerte de su padre, circunstancia que explicaría su traslado a Castilla en el año 1060, cuando debía contar aproximadamente con 24 años.

Mucho se ha especulado sobre las relaciones que mantuvo Sancho en su juventud con sus progenitores, ya que si bien por un lado parece que siempre sintió un enorme respeto por ellos, por otro es evidente que en sus comparecencias en la corte siempre mostró su carácter duro y beligerante, circunstancia que debió enturbiar sus relaciones con éstos y sobre todo con sus hermanos, especialmente con el futuro Alfonso VI y con su hermana Urraca. Así probablemente el comportamiento de Sancho en estos años inclinó a sus padres a otorgar numerosos favores, al que en opinión de algunos cronistas fue su hijo predilecto, el citado infante Alfonso, el cual a pesar de que también poseía un carácter fuerte, siempre se mostró cortés en su presencia. Pero a pesar de todo, estos supuestos enfrentamientos aparentemente no tuvieron ninguna repercusión en la vida de Sancho, ya que éste colaboró con su padre en las tareas de gobierno y participó de forma activa en algunas de las campañas que Fernando I realizó en Zaragoza, con el fin de controlar las parias de éste reino musulmán. De este modo ha quedado atestiguada su presencia en la batalla de Graus, celebrada el 8 de mayo 1063, en la que pereció en monarca aragonés Ramiro I, el cual según algunos cronistas murió por la propia mano de Sancho, que siempre se jactó de ello, aunque no es posible contrastar estas últimas afirmaciones en las fuentes escritas que se conservan de éste periodo.

Fue precisamente a finales del año 1063 cuando Fernando I decidió convocar a los notables de su reino, para que participaran en una reunión extraordinaria de la Curia Regia, en la cual el monarca expresó su deseo de que todas sus posesiones fueran repartidas entre sus hijos cuando se produjera su muerte, circunstancia que si bien no había sido frecuente en el reino de León, fue común en otros reinos cristianos como el de Navarra, como lo demuestra la división que realizó Sancho III el Mayor en su testamento. Pero la lectura de las últimas voluntades de su padre, debió ser un duro golpe para Sancho en opinión de algunos estudiosos, ya que a pesar de que éste era el primogénito no recibió en herencia, como cabría esperar, todos los reinos que se encontraban bajo la autoridad de su padre. A pesar de todo no se puede decir que saliera perjudicado en el reparto, ya que se convirtió en el heredero de la corona de Castilla, incluyendo además los territorios asturianos de Santillana y de Líebana, los condados de Monzón, de Saldaña y de Carrión, las regalías que su padre poseía en Nájera y Pamplona y el control sobre las parías de Zaragoza. De este modo como se indica en la Historia de España de Menéndez Pidal es posible que la intervención de la reina Sancha fuera crucial a la hora de elaborar dicho reparto, ya que si bien Fernando I ejercía el poder de forma absoluta tanto en León como en Castilla, no hay que olvidar que éste antes de su matrimonio sólo tenía el control sobre el segundo de estos reinos, por lo cual es lógico pensar que dejó a su primogénito sus territorios patrimoniales y repartió entre el resto de sus hijos varones las posesiones de su esposa. Que la intervención de doña Sancha debió ser grande, lo confirma el hecho de que ninguno de sus descendientes se mostró en desacuerdo con el reparto hasta que no se produjo su fallecimiento, el 17 de noviembre del año 1067, aunque tradicionalmente se ha mantenido que la reina siempre intentó mediar entre sus hijos para limar sus diferencias y no que participara activamente en los asuntos políticos.

El 27 de diciembre de 1065 murió Fernando I y poco después encontramos a su hijo firmando documentos con total normalidad como rey de Castilla, lo cual es una muestra de que la sucesión se llevó a cabo de forma pacífica. Así tras su llegada al trono Sancho reorganizó su corte y eligió a algunos de sus hombres de confianza para ocupar los puestos de mayor responsabilidad, hombres entre los que se encontraba Rodrigo Díaz de Vivar, conocido posteriormente como el Cid, el cual fue nombrado alférez del reino, hecho que ha quedado registrado en todas las crónicas, por la gran fama que alcanzó durante su vida este personaje.

Una vez que su poder estuvo asentado y todos los nobles castellanos le juraron lealtad, procedió Sancho a reorganizar sus fronteras, centrando su atención en un primer momento en el este, ya que sus intereses entraban en conflicto con los del rey de Navarra Sancho IV, sobre todo en La Rioja; y con los de Sancho I de Aragón por el control de las parias de Zaragoza, debido a que éste reino, vasallo del castellano, además de suponer una importante fuente de ingresos bloqueaba la expansión de los aragoneses. De este modo ha quedado registrada una intervención de los ejércitos de Sancho II en el reino taifa de Zaragoza en el verano del año 1067. Dicha expedición que posiblemente tenía como objetivo primordial reforzar su autoridad sobre al-Muqtadir, para que éste continuara sometido al pago de parias, tuvo como consecuencia que los reyes de Navarra y Aragón en coalición se enfrentaran al rey castellano, lo cual trajo consigo el inicio de la llamada Guerra de los Tres Sanchos. Así las sucesivas batallas que tuvieron lugar, calificadas por algunos autores como simples escaramuzas, parece que en un principio fueron favorables a Sancho II, aunque éste tras acudir en auxilio de la plaza de Viana, que se encontraba asediada por Sancho I de Aragón, se vio obligado a huir precipitadamente. No obstante tras firmar la paz con sus enemigos, obtuvo importantes beneficios territoriales ya que recuperó las plazas de Pancorvo y de Oca y la parte de la Brueba que permanecía bajo la autoridad del rey navarro, según nos indica la Primera Crónica General.

Durante los años siguientes, 1068 y 1069, parece que Sancho II no intervino en los enfrentamientos que se desarrollaron más allá de sus fronteras con los mencionados reinos, ya que por el contrario parece que dedicó sus esfuerzos a restaurar la sede de Oca, a vigilar la buena marcha de la repoblación que se estaba efectuando en Oña, Arlanza y San Millán de la Cogolla, otorgando importantes donaciones a los monasterios fundados en estas poblaciones; y a la creación de la sede episcopal de Burgos, la capital de su reino, ya que pretendía desvincular totalmente sus posesiones de la teórica influencia del obispado de Nájera.

Llegados a este punto es posible percibir un cambio radical en la política exterior del monarca castellano tras la muerte de su madre, puesto que a partir de ese momento centró su atención en la frontera occidental, marcada por el cauce del Pisuerga, que separaban el reino de Castilla del de León. Así el primer enfrentamiento de Sancho con su hermano Alfonso VI, tuvo lugar en la batalla de Llantada, celebrada el 19 de julio de 1068, la cual a pesar de estar recogida en todas las crónicas, no debió de ser más que un pequeño enfrentamiento sin consecuencias para ninguno de los dos monarcas, ya que no fue obstáculo para que ambos, poco tiempo después, llegaran a un acuerdo para derrocar a su hermano García, que había recibido como herencia el reino de Galicia. De este modo en el año 1070 Alfonso VI presenció la ceremonia matrimonial que unió a Sancho II con Alberta, dama posiblemente de origen inglés, con la que no tuvo descendencia. A finales de ese mismo año (1070) o principios del siguiente Sancho contando con el apoyo de Alfonso VI inició las maniobras militares para derrocar a su hermano pequeño, el mencionado García, el cual tras ser desposeído de sus territorios en Santarém, fue encerrado en el castillo de Burgos, aunque finalmente se le permitió refugiarse en el reino taifa de Sevilla. De este modo en julio de 1071 Sancho se titulaba rey de Castilla y de Galicia, aunque compartía la soberanía de este territorio con el rey de León, con el que muy pronto se reanudaron las hostilidades, que culminaron con la victoria de los ejércitos de Sancho II en la batalla de Golpejera, celebrada en el mes de enero del año 1072, en la que destacó sobre todos los demás el Cid por los buenos consejos que dio a su rey.

Derrotado y hecho prisionero Alfonso VI, no tardó Sancho II en proclamarse rey de León, el 12 de enero de 1072, aunque su autoridad no fue respaldada por muchos de los nobles de éste reino, ya que continuaron apoyando la causa del monarca destronado. En estos momentos la intervención de la infanta Urraca fue fundamental, ya que la hija mayor de Fernando I, fue capaz de convencer a Sancho para que liberara a su hermano menor, a cambio de que éste se retirara de la vida pública e ingresara en un convento. Poco tiempo iba permanecer Alfonso VI en el convento, ya que gracias al apoyo de algunos de sus colaboradores logró huir a Toledo, sin que el rey de Castilla y León pudiera hacer nada por evitarlo. Esta peligrosa situación muy pronto tendría terribles consecuencias para Sancho II, ya que a los pocos meses el conde Pedro de Ansúrez y la citada infanta Urraca refugiados en Zamora, se declararon en rebeldía. Sancho II que no podía tolerar esta sublevación, dado que podría extenderse al resto de León, reunió un poderoso ejército y puso sitio a la ciudad.

Los defensores agobiados por el asedio, sin esperanzas de que se produjera la llegada de Alfonso VI de forma inmediata, decidieron como último recurso antes de negociar su rendición, poner en práctica un plan considerado por muchos descabellado, del que parece que tuvo conocimiento la propia hermana del monarca, por el cual se proponían asesinar a Sancho II. Así tras abandonar la fortaleza Bellido Dolfos penetró en el campo enemigo y tras acercarse al monarca le dio muerte atravesándole con una lanza.

Rápidamente el desconcierto se apoderó de los partidarios de Sancho II, motivo por el cual el regicida pudo ponerse a salvo y regresar a Zamora, donde muy pronto se conoció la noticia. Poco a poco todos abandonaron el asedio temerosos de las represalias del nuevo rey de Castilla y de León, Alfonso VI, motivo por el cual el cadáver de Sancho II quedó bajo la custodia de un reducido número de nobles, entre los que se encontraba Rodrigo Díaz de Vivar. Dichos nobles decidieron escoltar los restos mortales de Sancho el Fuerte al monasterio de Oña, lugar donde fueron depositados aproximadamente 6 días después de la muerte de éste.

Bibliografía

  • ANÓNIMO. Cantar del Cid, según el texto antiguo preparado por Menéndez Pidal. (Madrid, Espasa-Calpe, 1985).

  • CASARIEGO, J. E. Crónicas de los Reinos de Asturias y León. (León, Everest, 1985).

  • CHARLO BREA, L. Crónica latina de los reyes de Castilla. (Madrid, Akal, 1999).

  • JOVER ZAMORA, J. M. Historia de España Ramón Menéndez Pidal. La Reconquista y el proceso de diferenciación política (1035-1217). (Madrid, Espasa-Calpe, 1991).

Autor

  • Cristina García Sánchez