A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
PolíticaBiografía

Saladino I (1137-1193).

Primer sultán ayubita de Egipto, de nombre original Malik, al-Nasser Sallah al-Din, nacido a orillas del Tigris en 1137 y fallecido en 1193. Fue uno de los príncipes más grandes del Islam.

Pertenecía a una familia que se hallaba al servicio de los príncipes de Mesopotamia y de Alepo. Su padre fue un célebre guerrero kurdo de nombre Ayub, hermano del general Shirkuh, gran visir de Egipto bajo las órdenes de Adheh Ledinillah, califa fatimita de este país; pero a quien realmente servía era al sultán sirio Nur-ed-din. Saladino acompañó a su tío en sus campañas militares y se destacó fundamentalmente en la de 1164, en la que luchó a un tiempo contra los cristianos y los egipcios; fue especialmente destacado su papel en la defensa de Alejandría. A la muerte de Schaur, visir del último califa fatimita, Shirkuh ocupó su lugar y, tras éste, el poder pasó a manos de Saladino, que fue nombrado también general de todos los ejércitos. Esto le convertía en la máxima autoridad egipcia por encima incluso de la débil figura del califa.

El nombramiento de Saladino provocó el temor de los reinos cristianos de la zona, que hicieron un llamamiento a los europeos para organizar una cruzada contra Egipto. El llamamiento no tuvo éxito y tan sólo el emperador de Constantinopla acudió en defensa de sus propios intereses. Saladino marchó contra los cristianos y se apoderó de Gazza. Nur-ed-din ordenó entonces a Saladino que hiciese aceptar en Egipto la dirección espiritual de Bagdad, y así lo cumplió sin encontrar ninguna oposición por parte del débil califato fatimita.

En 1171, aprovechando la muerte del último califa fatimita, Saladino se hizo con el poder y puso el reino bajo la autoridad nominal de Bagdad. Para ganarse el favor de los fatimíes, construyó numerosas escuelas y academias al frente de las cuales situó a partidarios suyos que se dedicaron a contrarrestar la doctrina de los descendientes de Alí. Esta política cumplió con creces sus objetivos y logró que el pueblo apoyase la figura de Saladino. Nur-ed-din, al ver cómo aumentaba el poder de Saladino, trató por todos los medios de desposeerlo; pero su muerte en 1174 evitó que cumpliese su objetivo a la vez que favorecía a los planes de Saladino. En 1174 marchó sobre Siria y tomó el título de sultán; posteriormente ocupó toda la Siria musulmana y gran parte de la zona comprendida entre el Éufrates medio y el lago Van, con lo que creó el mayor imperio del Mediterráneo oriental desde la llegada de los cruzados.

Llevado por sus creencias religiosas o por meros intereses territoriales, decidió emprender la lucha contra los reinos cristianos de Tierra Santa. Tras las batallas de Ascalón (1177) y Jordán (1179), se llegó a una primera paz que Saladino aprovechó para someter al emirato de Alepo y al sultán de Iconio. Tras esto se iniciaron de nuevo las hostilidades con los cristianos y de nuevo se firmó la paz en 1184, tras la que Saladino puso sitio a Mosul.

La tregua con los cristianos se rompió cuando Renato de Châtillon atacó unas caravanas que se dirigían desde Damasco a Arabia. Saladino exigió entonces la devolución de la caravana al rey de Jerusalén Guido de Lusiñan, el cual se negó a las exigencias del sultán. Saladino respondió con la proclamación de la Guerra Santa y la invasión del reino de Jerusalén y el sitio a Tiberiades en 1187, donde Saladino capturó a Guido de Lusiñan, asesinó a Renato de Châtillon, a los caballeros del Temple y de San Juan y a todos los prisioneros que no eran nobles. Tomó después sucesivamente Naplusa, Sebasta, Tolemaida, Seida, Barut, Gaza y Ramhah. Puso sitio a Jerusalén que, tras una heroica defensa, se rindió en 1187. Los cristianos de la ciudad pudieron abandonarla tras el pago de un rescate. Saladino procedió entonces a derribar las cruces de Jerusalén y a purificar las mezquitas.

La pérdida de Jerusalén causó un gran impacto en la cristiandad, hasta el punto de que Urbano III promulgó la Tercera Cruzada, que acaudillaron Felipe Augusto de Francia y Ricardo de Inglaterra. Saladino fue derrotado en San Juan de Arce en 1191 y, posteriormente, en Tolemaida, Cesarea y Jafa; pero las disensiones internas de los cruzados hicieron que pronto perdiesen su empuje inicial y Saladino pudo conservar Jerusalén. En 1192 obligó a los cristianos a abandonar Palestina y aprovechó entonces para ofrecer a los cristianos un tratado de paz entre cuyas bases se contaba el casamiento de su hermano Malek-Adel con Matilde, hermana de Ricardo de Inglaterra; pero los obispos que acompañaban a los cruzados negaron su consentimiento a aquel enlace si el príncipe no abrazaba el cristianismo; como los musulmanes no accedieron, se aplazó el tratado y se firmó tan sólo un armisticio por tres años. Saladino aprovechó la tregua para reorganizar su ejército y hacer los preparativos necesarios para conquistar Asia Menor, Armenia, Persia y, tal vez, Europa. En 1193 falleció cuando apenas había dado comienzo a la nueva campaña militar. Dejó diecisiete hijos y su imperio fue dividido en ocho o nueve Estados.

Saladino se convirtió en una leyenda para musulmanes y cristianos; los primeros veían en su figura el momento de máximo esplendor de la civilización islámica, mientras que para los cristianos se convirtió en un valiente guerrero cuyos logros militares causaron el miedo a la par que la admiración por toda la cristiandad, lo que explica la multitud de leyendas que se extendieron por Europa y que hacen de Saladino un héroe de tintes cristianos. Saladino fue un hombre de gran inteligencia, uno de los grandes militares de todos los tiempos, con elevados valores de justicia y administración. Las obras públicas que llevó a cabo en El Cairo convirtieron a esta ciudad en una de las más avanzadas de su época, y su protección y fomento de las letras hicieron que éstas alcanzasen sus máximas cotas en el mundo árabe.

JACJ

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez