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HistoriaBiografía

Sagarra i de Siscar, Ferrán de (1853-1939).

Abogado, político y erudito español, nacido en Barcelona el 19 de agosto de 1853 y muerto en su ciudad natal en 1939. Ferrán de Sagarra fue un destacadísimo especialista en el estudio de los sellos documentales de las épocas medieval y moderna. Sus estudios sobre esta disciplina científica constituyeron la primera obra de gran envergadura de la sigilografía peninsular.

Vida

Nacido en el seno de una familia de la burguesía catalana decimonónica, Ferrán de Sagarra cursó estudios de Derecho Civil y de Derecho Canónico en la Universidad de Barcelona, alentado por la figura de su padre, el abogado Ramón de Sagarra i de l'Espagnol. En 1875 obtuvo la licenciatura en ambas carreras, por lo que pasó a ejercer la abogacía en la Ciudad Condal. Pese a ello, durante su etapa universitaria Ferrán de Sagarra se había sentido fascinado por los estudios de arqueología y de historia, especialmente los de época antigua, por lo que comenzó a colaborar alrededor de 1870 con diversas publicaciones científicas, escribiendo artículos sobre diversas materias. En 1888 fue admitido como miembro de la Real Academia de la Historia, y dos años más tarde también ocupó un puesto numerario en la Real Academia de Bones Lletres de Barcelona.

En los primeros años del siglo XX comenzó su andadura política en las instituciones locales: fue regidor del ayuntamiento barcelonés entre 1906 y 1909, así como diputado de la Mancomunitad de Cataluña en 1923. A pesar de su carrera política, Ferrán de Sagarra continuó incrementando el nivel de sus publicaciones y también sus investigaciones arqueológicas, como la llevada a cabo en el poblado ibérico de Puig Castellar, situado en el parque de la Serralada de Marina dentro de unos terrenos que eran de su propiedad. Fue el padre Palá quien descubrió el yacimiento de los antiguos laietanos, pero entre 1904 y 1905 las excavaciones fueron dirigidas por el propio Sagarra. Estas investigaciones supusieron el acceso del erudito catalán a la Academia de Bellas Artes de Zaragoza y a la Reial Societat Arqueológica Tarraconense (1910). En 1919 donó los terrenos del Puig Castellar al Instituto de Estudios Catalanes, lo que significó el inicio de nuevas prospecciones arqueológicas que, bajo la supervisión de Sagarra, dirigieron los prestigiosos Josep Colomines y Josep Serra Ràfols.

En 1920, las investigaciones de Sagarra sobre sigilografía le valieron la concesión de dos prestigios premios: el premio Martorell (1920), concedido por las autoridades académicas catalanas, y el premio Duseigneur, concedido en el mismo año por el Instituto de Francia en Cataluña. Como colofón, también en 1920 fue elegido miembro del Instituto de Estudios Catalanes. Entre 1930 y 1932, Ferrán de Sagarra presidió el prestigio Ateneo de Barcelona, realizando un trabajo de enorme valor en la formación individual de nuevos discípulos que continuasen la senda abierta por el maestro. Hasta su fallecimiento, en 1939, continuó dedicando gran parte de su quehacer diario a la investigación. Dos de sus hijos alcanzarían asimismo gran renombre en el siglo XX: el escritor Josep María de Sagarra y el naturalista Ignacio de Sagarra.

Obra

Como la mayor parte de los trabajos de los investigadores hispanos a caballo entre los siglos XIX y XX, la obra de Ferrán de Sagarra es fragmentaria en sus publicaciones y de una heterogeneidad absoluta. Los múltiples artículos en prensa especializada en los que daba cuenta de sus progresos en el campo de la arqueología se contrarrestan con obras dedicadas a la Cataluña de la Edad Moderna (Catalunya en 1640, La Guerra del Segadors...), de la Edad Contemporánea (La Primera guerra carlina a Catalunya: contribució al seu estudi: el comte d'España i la Junta de Berga), o incluso volúmenes misceláneos (como sus valiosas Les lliçons de la història).

No obstante, Sagarra cuenta con una obra maestra: La Sigi·lografia Catalana, editada en cinco volúmenes entre los años 1912 y 1915 por el Ayuntamiento de Barcelona en las prensas de Henrich i Cia. Desde la creación de esta ciencia en el siglo XVII, de nacimiento análogo a la paleografía y la diplomática, procurada por el Padre Jean Mabillon y su escuela benedictina de Saint Maur, diversos investigadores catalanes se habían adscrito a la popularización de la sigilografía, siendo el más destacado de ellos Francesc Xavier de Garma. En el siglo XVIII, el monasterio premonstratense de Bellpuig de les Avellanes fue el centro preferente de estos estudios, con la figura de Jaume Pasqual como abanderado. Los estudios de Garma y de Pasqual fueron la base sobre la que partió Sagarra para que la sigilografía abandonase los claustros monásticos y se popularizase entre los investigadores laicos.

En su Sigi·lografia Catalana, el erudito catalán realizó un amplísimo recorrido alrededor de más de 5.000 sellos utilizados como elemento de validación documental entre los siglos XII y XIX, partiendo de los primeros condes catalanes, pasando por los monarcas de la Corona de Aragón, y acabando incluso con sellos de tipo privado o institucional, como los sellos utilizados por ciudades y villas, universidades, gremios, tribunales y jueces. Además del ingente volumen cuantitativo, lo que da a los estudios de Ferrán de Sagarra la todavía amplísima valoración con que cuentan hoy día es su organización sistemática. Las fichas de cada sello comienzan con un apartado descriptivo, tratando su origen y su valor, y pasan posteriormente a la contextualización gráfica de los mismos, acudiendo a diversas fuentes escritas para conformar el contexto histórico donde cabe insertarlos. Detalles como los acuñadores, los grabadores, el valor diplomático y jurídico de cada sello, además de los típicos sesgos institucionales acordes a los postulados científicos de la época, no están reñidos con la presentación amena de cada ficha sigilográfica, lo que hace de la obra de Ferrán de Sagarra altamente apreciada por la comunidad científica, pero también de fácil acceso a cualquier interesado en el tema. La influencia de la Sigi·lografia catalana en los estudios hispanos de esta disciplina durante el siglo XX son notabilísimos, pues constituyó la referencia básica, formal y funcional, de la mayoría de ellos.

El erudito catalán realizó copias de aproximadamente 6.000 sellos documentales de la época, utilizando un proceso que, para la época, era avanzadísimo y, en especial, hacía posible la reproducción del original sin que éste sufriese daño alguno, rasgo muy aprecido por un amante de las antiguedades como era Ferrán de Sagarra. El proceso de copia se basaba en el papel de estaño: la capa en contacto con el sello estaba revestida de cera fina, mientras que la capa superior se recubría de yeso líquido. Al tiempo que Sagarra presionaba la cera contra el sello original, registrando el molde, el endurecimiento del yeso proporcionaba la copia exacta del molde para el estudio. Gracias a esta técnica, las copias sigilográficas de Sagarra han permitido a la comunidad estudiar algunos sellos que más tarde se perdieron. El sistema de papel de estaño y de cera ideado por el investigador catalán todavía se sigue utilizando en esta disciplina académica, a pesar de que poco a poco va retrocediendo en beneficio de las nuevas tecnologías. Pero, de nuevo, es un hito que hay que apuntar en el haber de uno de los investigadores catalanes más destacados de la historia.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez.