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Ocio y entretenimientoBiografía

Ramírez Medina, Amado (1932-VVVV).

Matador de toros mexicano, nacido en Ciudad de México el 20 de junio de 1932. Animado por su firme vocación taurina, pronto se aficionó a lidiar becerros y novillos por los diferentes festejos menores que se convocaban en su comarca, hasta que llamó la atención de algunas personas del mundillo taurino que decidieron prestarle su apoyo. Entre ellos, destacó por su singular interés en la promoción de la incipiente carrera de Amado Ramírez el mordaz crítico taurino del rotativo Novedades Carlos León, quien, pese a sus acreditados conocimientos sobre el Arte de Cúchares, no anduvo demasiado inspirado a la hora de depositar su confianza en el valor, el oficio y las cualidades artísticas del joven novillero de la capital azteca.

Tras la dureza de la brega inicial por tientas y capeas, en junio de 1954 (es decir, cuando contaba ya veintidós años de edad) Amado Ramírez Medina se presentó por vez primera en calidad de novillero ante la severa afición de la plaza Monumental de México. Antes de que concluyera dicha campaña de 1954, decidió abandonar el escalafón novilleril para integrarse en la nómina de los matadores de toros, lo q que logró merced a la alternativa que le concedió, en el coliseo taurino de Irapuato (en el estado de Guanajuato), su padrino, el afamado coletudo de San Luis de Potosí Fermín Rivera Malabehar. Corría, a la sazón, el día 20 de noviembre de 1954, fecha que no ha quedado fijado en los anales taurómacos del siglo XX con el mismo relieve que la de su confirmación de alternativa.

En efecto, durante esta corrida de su confirmación el desventurado Amado Ramírez protagonizó -muy a su pesar- uno de los episodios más inusitados y lastimeros de la historia del Arte de Cúchares, al dejarse vivos sobre la arena, en una misma función, nada menos que tres toros bravos. Compartía cartel aquella tarde el espada de ciudad de México con su padrino, el torero de Aguascalientes Rafael Rodríguez Domínguez, así como con el coletudo cordobés José María Martorell Navas, que hizo las veces de testigo en la ceremonia de la cesión de trastos y, pocos minutos después, cayó gravemente herido durante la lidia de su primer enemigo. De resultas de esta cogida, Amado Ramírez, que había despachado sin mayores problemas a su primer oponente, se vio forzado a estoquear al toro que había enviado a la enfermería a José María Martorell, empeño en el que fracasó en reiteradas ocasiones hasta llegar a escuchar los tres avisos que indicaban el regreso del toro a los corrales.

Afectado por esta deshonrosa actuación, a la hora de matar al sexto astado de la tarde -cuya lidia correspondía también al propio Amado Ramírez- el torero capitalino volvió a fallar estrepitosamente a espadas, lo que provocó asimismo el regreso a los corrales de este toro que cerraba plaza. En un gesto de vergüenza torera, Amado Ramírez recabó la autorización de la presidencia del festejo para dar lidia y muerte al sobrero, con ánimo de resarcir a la paciente afición del penoso espectáculo que había ofrecido enfrente de los dos últimos toros. Otorgado el permiso, salió al ruedo de "La México" el séptimo astado, el cual, al cabo de unos minutos, volvió a hollar el camino de vuelta a los corrales que habían seguido sus hermanos de vacada, ya que el desolado Amado Ramírez tampoco halló forma de ejecutar en él la suerte suprema. En vista de este fracaso, el diestro mexicano fue apartándose poco a poco del ejercicio activo del toreo hasta que decidió cortarse definitivamente la coleta en 1957.

Bibliografía

  • - ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel. Historia del toreo (Madrid: Alianza, 1992). 3 vols. (t. 3: "De Niño de la Capea a Espartaco").

- COSSÍO, José María de. Los Toros (Madrid: Espasa Calpe, 1995). (2 vols.).

- GUARNER, Enrique. Historia del toreo en México (México, 1979).

- VINYES RIERA, Fernando. México, diez veces llanto (Madrid: Espasa-Calpe, 1987).

JRF.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.