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DanzaBiografía

Pulzsky de Nijinsky, Rómola (1891-1978)

Bailarina húngara nacida en Budapest en 1891 (algunos biógrafos aseguran que en realidad nació tres años más tarde) y fallecida en París en 1978.

Criada en el seno de una acaudalada familia polaca que se había trasladado a Hungría, la joven Rómola creció en un ambiente marcado por la exquisitez, el buen gusto y las excelentes relaciones sociales. No en vano el abuelo de Rómola era el estadista Francisco Pulzsky; su padrino fue Lajos de Thalloucy, historiador húngaro jefe de los archivos de la Familia Imperial, y amigo personal del emperador; su madre fue Emilia Markus, que estaba considerada la primera actriz dramática del país, pues Edmond de Rostand había colocado su interpretación del papel de Rosana en Cyrano de Bergerac a la altura de Sarah Bernhardt o Eleonora Duse; y su padre, Karoly Pulzsky, era ahijado de Garibaldi, y había sido cofundador de la Galería Nacional de Hungría, institución que llegó a dirigir. A pesar de sus magníficas relaciones con los diferentes sectores artísticos e intelectuales del país, su padre cayó en desgracia cuando, a la edad de 46 años, se vio envuelto en un escándalo nacido de una intriga política, y fue acusado de la compra de cuadros falsos en Italia, por lo que tuvo que salir del país y se refugió en Brisbane, Australia, donde se suicidó de un tiro en la cabeza. Rómola tenía entonces ocho años.

Su madre volvió a casarse con Oskar Pardany, y procuró que su hija recibiese en todo momento una educación esmerada, primero en Budapest y luego en Londres y París. En un primer momento Rómola demostró cierta inclinación por los escenarios, siguiendo el ejemplo materno, y empezó a estudiar arte dramático en Francia con la famosa actriz Rejane, pero su destino cambió en la primavera de 1912 cuando, durante unas vacaciones en Budapest, asistió a las representación que el ballet ruso hizo de Cleopatra, El carnaval y El príncipe Igor. De inmediato, la joven se sintió fascinada por el ballet, sobre todo por su primera figura, el bailarín Vatzlav Nijinsky, y tomó la decisión de abandonar sus estudios de arte dramático para convertirse en bailarina y seguir al ballet ruso y al propio Nijinsky.

Gracias a las buenas relaciones de su familia y a las influencias de su madre en los círculos artísticos, Rómola consiguió ser introducida en el círculo de la compañía y que incluso el propio promotor de la Compañía, Serguei Diaghilev, la aceptase como parte del elenco. El ambicioso Diaghilev sabía que para la superviviencia de la Compañía de los Ballets Rusos era esencial contar con el apoyo de mecenas en distintas capitales europeas, y debió suponer que la ayuda de la familia de Rómola sería fundamental para obtener apoyos en Budapest. A partir de entonces, la joven empezó a tomar clases de ballet con el profesor Enrico Cecchetti, y trabajó denodadamente, convencida de que sólo siendo una gran bailarina podría acercarse al gran Nijinsky, del que había llegado a enamorarse. En los desplazamientos del ballet ruso, Rómola pagaba de su bolsillo el suplemento que le permitía ascender de la segunda clase, donde viajaba el grueso de la Compañía, a la primera, donde viajaban Nijinsky y Diaghilev.

A pesar de los intentos de Rómola por llamar la atención de Nijinsky, la presencia constante de Diaghilev hacía muy difícil un posible acercamiento. Serguei Diaghilev era el protector oficial del bailarín, y también su amante, y de modo deliberado había levantado un muro entre Nijinsky y el resto del mundo, lo que le permitía controlarlo. Sin embargo, una gira del ballet por Sudamérica en el verano de 1913 brindó a Rómola la oportunidad que esperaba, pues Diaghilev no acompañó al grupo en esta ocasión. La joven debió aprovechar muy bien los días de travesía para que Nijinsky reparara en ella, pues antes de llegar a puerto el bailarín le pidió que se casara con él a través de un intérprete: ni Rómola sabía ruso ni Nijinsky conocía otro idioma que su lengua natal.

La noticia de la boda de Nijinsky supuso una conmoción para muchos. Miriam Ramberg, una de las más destacadas bailarinas del elenco que también estaba enamorada de él tuvo un ataque de nervios al conocer la noticia, y Sergei Diaguilev, que recibió un telegrama en Londres para informarle del compromiso de su protegido, se desmayó al leerlo.

Rómola Pulzsky y Vatzlav Nijinsky se casaron en Buenos Aires el 10 de septiembre de 1913, antes de iniciar la gura sudamericana de los Ballets Rusos. Al terminarla, Rómola estaba ya embarazada del bailarín, y había tomado la decisión de abandonar la danza para ser solamente la esposa de Nijinsky. Ya de vuelta en el continente, la pareja recibió la noticia de su despido de la Compañía, que les hizo llegar el despechado Diaghilev.

Rómola Pulzsky de Nijinsky dio a luz en el sanatorio Loew de Viena a su única hija, Kyra, el 19 de junio de 1914. El estallido de la Primera Guerra Mundial cambió los planes de la pareja, pues debido a la nacionalidad rusa de Nijinsky se vieron obligados a permanecer en Hungría durante mucho tiempo como prisioneros de guerra. Las malas relaciones de Rómola con su madre y su padrastro convirtieron su estancia en la casa familiar en un infierno, lo que afectó a la estabilidad psicológica del bailarín. Después de muchas y complicadas gestiones diplomáticas promovidas por Rómola a través de sus buenos contactos en distintos sectores, el matrimonio pudo por fin trasladarse a Viena y de allí a París, desde donde viajaron a Estados Unidos, pues Vatzlav había sido reclamado para actuar en Nueva York junto al ballets ruso. Diaghilev había sido forzado a admitirle de nuevo en la Compañía, pero ya en América nunca se privó de demostrar su rencor a su antiguo amante y, más aún, a la mujer que se lo había arrebatado.

Ya de regreso a Europa, Nijinsky empezó a dar muestras de severas tendencias depresivas. Tras soportar muchas presiones, Rómola consiguió que el bailarín se tomase una temporada de descanso en la localidad suiza de Saint Moritz, donde podía reposar y reponerse, y allí se trasladó toda la familia en 1917. Desgraciadamente, el desequilibrio mental de Nijinsky fue a más, y en 1919 un médico de Zúrich diagnosticó al bailarín una esquizofrenia paranoide absolutamente incurable (véase esquizofrenia).

Desoyendo las indicaciones de los doctores, que le aconsejaron pedir el divorcio e ingresar a Nijinsky en un manicomio, Rómola Pulzsky insistió en ocuparse personalmente del cuidado de su esposo, de modo que su estancia en la residencia familiar se alternaba con algunas estancias en clínicas de reposo, donde se le internaba cuando sufría algún episodio esquizoide especialmente severo. Cuando los ahorros del matrimonio se terminaron a consecuencia del elevado coste de los tratamientos de Nijinsky (que llegó a ser examinado por Freud y Jung), Rómola tuvo que ingeniárselas para sostener los gastos médicos de su marido. Entre otras cosas, dio conferencias y escribió artículos de prensa, y transcribió los diarios de Nijinsky y los editó por cuenta propia para venderlos prácticamente de puerta en puerta.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial supuso un período especialmente delicado para la pareja, y sobre todo para Rómola. Sus recursos económicos eran mínimos, y al encontrarse en Hungría en los primeros años del conflicto, la enfermedad mental de Vlatzlav le convertía en un claro candidato a ser exterminado por los nazis. Después de varios episodios de ocultación y huida, finalmente Rómola consiguió sacar a su marido del país.

En 1943 publicó un libro, Vida de Nijinsky, que constituye una excelente biografía del bailarín. Cuando Nijinsky murió, el 8 de abril de 1950, completó el volumen con una segunda parte titulada Los últimos años de Nijinsky. En ambos libros, Rómola se lamenta amargamente de que los muchos amigos que su esposo tenía cuando se le consideraba una estrella desaparecieron de su vida y les volvieron la espalda en los momentos difíciles, y también reprocha a Kyra, la hija de ambos, que prestase tan poca atención a su padre durante los peores momentos de la enfermedad de éste.

Tras la muerte de su esposo, la vida de Rómola Pulzsky de Nijinsky estuvo marcada por la más absoluta discreción hasta que falleció en la ciudad de París el 8 de junio de 1978, a la edad de 87 años.

MRC

Autor

  • Marta Rivera de la Cruz