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LiteraturaBiografía

Orwell, George (1903-1950)

George Orwell.

Narrador y ensayista británico nacido en Motihari (en el estado de Bihar, India) el 25 de junio de 1903 y fallecido en Londres el 21 de enero de 1950. Aunque su verdadero nombre era el de Eric Arthur Blair, es universalmente conocido por su pseudónimo literario de George Orwell. Autor de una original producción narrativa en la que arremete con ironía y acidez contra los regímenes totalitarios y, en particular, contra la alienación del ser humano que observaba en los países del Este de Europa, proyectó algunas de sus obras más conocidas hacia un futuro inmediato y trazó brillantes fábulas futuristas de innegable alcance visionario.

Vida y obra

Hijo de un militar británico destinado en la India como responsable de la vigilancia del comercio del opio, pasó los primeros años de su vida en la región histórica de Bengala, donde recibió una educación primaria estrictamente occidental. Pronto se trasladó, en compañía de su madre y sus hermanas, a Inglaterra, donde continuó sus estudios en el colegio St. Cyprian's; y, a los catorce años de edad, merced a la obtención de una "beca real", ingresó en una de las instituciones docentes más prestigiosas y elitistas del Viejo Continente, el Eton College, cuyas aulas frecuentó durante cuatro años (1917-1921) sin demostrar una especial brillantez en sus estudios. En 1922 retornó a la India, ingresó en la Policía Imperial y fue destinado a la selva birmana, en donde cumplió sus obligaciones militares al tiempo que iba desarrollando una acusada vocación literaria que habría de arrojar sus primeros frutos en la década siguiente, cuando, con las experiencias acumuladas durante este período, escribió una novela titulada Burmese days (Días birmanos, 1934). Su paso por la policía colonial despertó sus primeros recelos contra el imperialismo británico (al que atacó con dureza en esta novela), y generó en él un sentimiento de "mala conciencia" que le impulsó a desligarse radicalmente de cualquier forma de vida relacionada con las ambiciones territoriales de Gran Bretaña.

En efecto, en 1927, George Orwell había abandonado la Policía Imperial y regresado a Europa con el firme propósito de consagrarse de lleno a la creación literaria. Movido, entonces, por el deseo de conocer in situ las condiciones de vida de los grupos sociales menos favorecidos, durante uno años arrastró una penosa existencia bohemia en París y en Londres, ciudades en las que ocupó los barrios más miserables y desempeñó algunos oficios tan sufridos como el de lavaplatos de un restaurante. Las penurias económicas y las vivencias miserables de aquel período surtieron de material narrativo a su segunda novela (aunque primera en salir de la imprenta), publicada bajo el elocuente título de Down and out in París and London (Sin blanca en París y Londres, 1933), a la que pronto sumó otras narraciones como la ya citada Burmese days (Días birmanos, 1934) -que en España se tradujo bajo el título de La marca) y La hija de un Pastor (1935). En el transcurso de este último año, después de haber compaginado su dedicación a la escritura creativa con diferentes empleos y ocupaciones eventuales (profesor, librero, comerciante rural, etc.), realizó un largo recorrido por una zona minera en decadencia, donde quedó impresionado por la calamitosa situación en que habían quedado los trabajadores parados; a raíz de este viaje, escribió una nueva narración extensa que, publicada bajo el título de The road to Wigan Pier (El camino de Wigan Pier, 1937), dejaba constancia de su adscripción ideológica al socialismo y su creciente rechazo a cualquier forma de fascismo.

Fruto de esta radicalización en sus planteamientos político-ideológicos fue su incorporación voluntaria, a finales de 1936, a los grupos armados internacionales que, como motivo de la Guerra Civil Española, habían acudido a la Península Ibérica en socorro de la legalidad republicana todavía vigente. La intención del ardoroso y combativo Orwell era alistarse en las filas de las Brigadas Internacionales, a la sazón controladas por el Partido Comunista; pero su heterodoxia respecto a los dogmas marxistas (bien patente ya en algunas de sus obras, por más que en su vida pública hiciera alarde de sus afinidades políticas con el Independent Labour Party, ILP, formación claramente escorada hacia el socialismo de izquierda) despertó el recelo de los responsables de las Brigadas Internacionales, quienes le rechazaron su solicitud de alistamiento. Sin desanimarse por ello, Orwell se incorporó a la "División Lenin" del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), cuyos dirigentes no habían mostrado tantos escrúpulos a la hora de evaluar su capacidad combativa; y, tras pasar unos meses en el frente de combate, obtuvo un primer permiso que le permitió desplazarse en mayo de 1937 hasta Barcelona, donde fue testigo del intento de controlar el edificio de la Telefónica -entonces en poder de los comunistas libertarios de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT)- por parte de los estalinistas del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).

Estas desavenencias en el seno del bando republicano le sumieron en un hondo malestar, del que aún no se había repuesto cuando, ya de nuevo en primera línea de batalla, fue gravemente alcanzado por una bala en la garganta. Enviado de nuevo a Barcelona para ser atendido por los médicos, durante su convalecencia tuvo noticias del secuestro y asesinato de Andreu Nin, Secretario General del POUM, quien, acusado de fascista, había caído en manos de unos agentes estalinistas de la GPU que acabaron con su vida. Tras enterarse, asimismo, de la muerte de su compañero de armas Bob Smilie y, en general, de la feroz persecución desatada contra los miembros del POUM, George Orwell logró, no sin dificultades, abandonar España y poner a salvo su vida.

Ya en Inglaterra, afiliado por fin al ILP, alzó su voz para denunciar la gravedad de los Hechos de Mayo, el asesinato de Nin y la persecución contra el POUM, y censuró públicamente el silencio de la prensa y los intelectuales británicos ante los sangrientos acontecimientos que estaban teniendo lugar en España. Fue entonces cuando dio a la imprenta su célebre libro testimonial titulado Homage to Catalonia (Homenaje a Cataluña, 1938), en el que, desde un profundo amor a la causa republicana y a la región española que había sido escenario de sus andanzas bélicas, denunciaba agriamente las mentiras de la prensa pro-soviética británica y arremetía, con idéntica virulencia, contra el Partido Comunista Español y la Unión Soviética, a los que hacía responsables de la destrucción planificada y sistemática del anarquismo revolucionario español y, por ende, de haber favorecido el ya imparable triunfo del fascismo en la Península Ibérica. A partir de entonces, Orwell se convirtió en uno de los más furiosos enemigos del estalinismo y, en general, del totalitarismo comunista, con lo que reafirmó sus posiciones de izquierda anteriores a la Guerra Civil Española, bien plasmadas en un texto que había escrito en 1935, donde quedaba patente su rechazo al doctrinarismo propugnado por el marxismo oficial: "El movimiento socialista no tiene tiempo de ser una academia de materialistas dialécticos, tiene que ser una coalición de los oprimidos contra los opresores".

Por aquello años finales de la década de los treinta, Orwell compartió, pues, con el ILP un pacifismo ideológico que, sin perder su aliento revolucionario (manifiesto en el deseo de transformar la sociedad en favor de las clases menos favorecidas), era también la base de ciertos grupos trotskistas internacionalistas y, en general, de la izquierda socialista europea. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial forzó al escritor británico a abandonar estos postulados antibelicistas para decantarse claramente por la respuesta armada contra el fascismo: mostró, así, su firme apoyo al gobierno británico en su lucha contra la Alemania nazi, y, aunque no se le permitió alistarse en las fuerzas de combate (como era su deseo), atacó desde su posición de intelectual relevante tanto el totalitarismo racista y opresor de los alemanes y sus aliados como la respuesta relajada e inaceptable (en aquel duro trance) de los pacifistas del ILP, incapaces de vislumbrar que en la conflagración bélica internacional se estaba poniendo en juego el futuro inmediato de la civilización democrática occidental. En un brillante e inflamado texto publicado en 1941 ("Not, Not One"), cifró su honda preocupación en estas palabras, que ponían énfasis en la necesidad de ir con decisión a la lucha armada, por más que ésta no deje de ser siempre un mal remedio: "La alternativa a la que se enfrentan los seres humanos no es, por regla general, entre el bien y el mal, sino entre dos males. Podemos dejar que los nazis dominen el mundo: eso es malo; o podemos derrotarlos en una guerra, que también es malo. No hay otra alternativa, y sea cual sea la que uno elija, no saldrá con las manos limpias".

Rebelión en la granja (1945)

Así las cosas, a comienzos de los años cuarenta aprovechó el fervor belicista desatado en Inglaterra contra Alemania para volver a reclamar, por vía de un ensayo titulado El león y el unicornio (1941), la implantación del socialismo en su país natal; un socialismo a la vez revolucionario y democrático que, muy alejado de las manipulaciones del estalinismo soviético, habría de transformar la sociedad británica (siempre desde los postulados ideológicos de Orwell, claro está) y asegurar la igualdad social y la justa distribución de la riqueza. Fue precisamente la observación de las desigualdades que se daban en la URSS lo que le convenció definitivamente de la esencia anti-igualitaria del comunismo, régimen al que decidió dedicar un ambicioso proyecto literario cargado de fuertes dosis de crítica política e ideológica. Puesto a ello en 1943, dos años después dio a la imprenta la novela que habría de extender su prestigio literario y su reconocimiento intelectual por todo el mundo, una lúcida e inquietante narración, a medio camino entre la sátira y la fábula, que postula la necesidad de la rebeldía social e individual, parodia la situación política de la Unión Soviética y defiende la implantación de un socialismo revolucionario totalmente distinto al comunismo ruso. Se trata de Animal farm (Rebelión en la granja, 1945), novela protagonizada por los seres irracionales de una explotación pecuaria, que pronto advierten que "all animals are equal, but some animals are more equal than others" ("todos los animales somos iguales, pero algunos más iguales que otros"), reflexión que bien puede aplicarse, en opinión de Orwell, a los privilegios de la clase dirigente dentro del comunismo estalinista.

El lector de Rebelión en la granja pronto advierte que las simpatías del autor se inclinan hacia los animales de la explotación (es decir, hacia la gente común, el pueblo llano) y hacia su derecho a luchar por una vida más justa; para lograr este objetivo de reforma y mejora, Orwell propone la conservación en todo momento de un espíritu de rebeldía que permita el rechazo de cualquier forma de dictadura, ya sea totalitaria, paternalista o supuestamente benéfica. Las palabras que el escritor británico dirigió, por vía epistolar, a su amigo Dwight Macdonald en 1946, ya en pleno éxito internacional de su novela, explican elocuentemente los motivos que le llevaron a escribir Animal farm: "Por supuesto, mi intención inicial fue hacer una sátira de la revolución rusa. Pero quise que tuviera una aplicación más amplia por cuanto que pienso que esa clase de revolución (conspiración violenta dirigida por gente inconscientemente hambrienta de poder) sólo puede llevar a un cambio de amos. La moraleja es que las revoluciones sólo realizan una mejora radical cuando las masas están alerta y saben como desembarazarse de sus dirigentes en cuanto éstos han hecho su trabajo. El punto de inflexión de la historia se supone que es cuando los cerdos se guardan la leche y las manzanas para sí [...]. Si los demás animales hubieran tenido la inteligencia de detenerlos entonces, todo habría ido bien. Si la gente piensa que estoy defendiendo el status quo, ello es, según creo, porque se ha vuelto pesimista y cree que no hay alternativa más allá de la dictadura y el capitalismo de laissez-faire [...]. Lo que yo trataba de decir era: «No se puede tener una revolución si no la hace uno mismo; no existen las dictaduras benévolas»".

1984 (1949)

El éxito de crítica y lectores cosechado por Rebelión en la granja se mezcló, dolorosamente, con el agravamiento de la tuberculosis crónica que habría de acabar de forma prematura con la existencia de George Orwell. Aislado, a causa de su frágil salud, en la isla escocesa de Jura, el escritor británico aún tuvo fuerzas para culminar su segundo proyecto narrativo de proyección internacional, una novela futurista a la que dio título el año en el que se ubicaba la acción, 1984 (1949). En esta espléndida novela, Orwell relata las vicisitudes de Winston Smith, un funcionario del "Ministerio de la Verdad", cuya labor consiste en "enmendar" ciertos hechos históricos para que, a la postre, siempre coincidan con la doctrina oficial de un omnipotente Partido cuyas consignas son: "La Guerra es la Paz", "La Libertad es la Esclavitud" y "La Ignorancia es la Fuerza". Buen conocedor de todos los tejemanejes del poder, Winston Smiht es incapaz de soportar este estado permanente de vigilancia, opresión y manipulación, por lo que su único anhelo es la caída del régimen. Por estas ideas, el protagonista se convierte en uno de los "delincuentes mentales" enemigos del partido, ferozmente perseguidos por la "Policía del Pensamiento", que se encarga de castigar dicho crimen con la "vaporización" (es decir, la eliminación total del "criminal" y de cualquier rastro de su existencia).

1984 puede leerse como una anti-utopía, una obra que refleja un futuro pesimista en una sociedad venidera opresiva y agobiante, que se sostiene en unos pilares básicos como la "neolengua" (un idioma novedoso en el que no resulta posible pensar y hablar mal del sistema establecido) y el "doblepensar" (una forma de disipar todas las posibles contradicciones que pudiera tener el individuo, y de sumirlo en una confusión de la que sólo se sale aceptando que el Poder siempre tiene razón). Por encima de estos pilares, reinan omnipotentes los ojos y los oídos del Gran Hermano, multiplicados en millares de cámaras y telepantallas que controlan a todos y cada uno de los individuos, anulan cualquier intento de intimidad y vierten sin cesar la propaganda política del Partido, para que el presente cotidiano reafirme ante todos esa re-escritura del pasado plenamente adecuada a los objetivos del régimen.

En la intención prioritaria del autor, que escribió esta novela en plena fase terminal de la grave tuberculosis que padecía, no había ninguna pretensión profética o visionaria, a pesar de que la acción quedaba ubicada en unas coordenadas temporales tan concretas como las que dan título a la obra. Dicho de otro modo, el mensaje de Orwell no pretendía augurar la implantación de esa tétrica sociedad opresiva en 1984; más bien buscaba encontrar un universo narrativo propio en el que, ya próximo a su fin, pudiera encerrar la síntesis de su pensamiento socio-político, forjado por una aborrecida etapa colonialista, una dura experiencia bélica en la Guerra Civil Española y una atroz conciencia del rapto de las sociedades democráticas por parte de los regímenes totalitarios (conciencia autorizada por la terrible lección brindada por el fascismo, el nazismo y el estalinismo soviético). No es de extrañar, por ende, que 1984, más allá de sus indiscutibles méritos literarios, ofreciera desde su llegada a las librerías un abonado campo de trabajo para filósofos, sociólogos, pedagogos, historiadores, teóricos de la comunicación y politólogos, quienes interpretaron su aparición en plena Guerra Fría como un virulento alegato contra el comunismo y, por extensión, contra el socialismo marxistas. Pero conviene insistir en que la obra de Orwell (partidario irredento de un socialismo revolucionario capaz de transformar la sociedad en beneficio de los desfavorecidos) no puede ser leída como un mero ataque visceral contra la doctrina marxista, sino como una ácida sátira futurista del comunismo soviético, que, a juicio del autor británico, había traicionado los principios de la revolución socialista para acabar transformándose en un régimen totalitario del que sacaba provecho la clase dirigente, en detrimento de la democracia. Así, el tétrico dúo formado en la novela por el Gran Hermano y Goldstein puede equipararse sin grandes esfuerzos a la pareja constituida en la URSS por Stalin y Trotsky; pero el anticomunismo palmario de George Orwell no puede servir para justificar los desmanes actuales del capitalismo neoliberal, como tendenciosamente se ha hecho en nuestros días.

Otros escritos literarios y ensayísticos

Al margen de los textos ya citados en parágrafos anteriores, Orwell fue autor de numerosas cartas y ensayos críticos sobre la Guerra Civil, que vieron la luz en una recopilación póstuma titulada Mi guerra civil española (Londres, 1968). Escribió, asimismo, algunas prosas de ficción que, aunque no se remontan a las cotas de interés literario y filosófico alcanzadas por sus narraciones ya mencionadas, son dignas de la atención de cualquier lector interesado en su obra (por ejemplo, la novelas ¡Venciste, Rosemary! y Subir a por aire). Además, el autor británico mostró una especial habilidad para el cultivo de la narrativa breve, género al que aportó algunos relatos tan notables como los titulados "El ahorcado", "Cómo mueren los pobres" y "Matar a un elefante" (éste último, concluido pocos días antes de su fallecimiento). A finales de la década de los sesenta, tuvo lugar en suelo inglés una valiosa recuperación de sus principales artículos ensayísticos, publicada bajo el título de The Collected Essays (1968); y, treinta años después, se publicaron en el Reino Unido las Complete Works de George Orwell (1903-1950) (1998), una edición monumental de más de ocho mil páginas, divididas en 20 volúmenes, a cargo de Peter Davison.

Orwell y el cine

El inquietante universo narrativo forjado por George Orwell no podía pasar inadvertido para los grandes cineastas de la segunda mitad del siglo XX, algunos de los cuales realizaron espléndidas adaptaciones de sus novelas para la gran pantalla, o partieron de sus fecundos argumentos para elaborar sus propias anti-utopías. En 1956, el director estadounidense Michael Anderson rodó la primera versión cinematográfica de 1984, protagonizada por Edmond O'Brien y Donald Pleasance. Casi treinta años después fue el cineasta británico (originario de Nueva Delhi) Michael Radford quien llevó al celuloide una nueva versión de esta exitosa narración, estrenada bajo un título homónimo y protagonizada por el célebre actor norteamericano Richard Burton.

Brazil (1985), de Terry Gilliam (antiguo componente del grupo Monty Python), cuenta en clave de fábula la peripecia de Sam Lowry, un triste burócrata alienado en una sociedad futurista que se parece mucho a la descrita por Orwell en 1984 (si bien el sueño del protagonista, empecinado en vivir en un mundo libre del dominio de la tecnología, propicia que la trama discurra luego por otros derroteros). Por su parte, el prestigioso director británico Ken Loach rodó en 1995 Tierra y libertad, una espléndida cinta sobre la Guerra Civil Española y el desastre de los milicianos del POUM, claramente deudora del texto orwelliano Homenaje a Cataluña.

Bibliografía

  • FYVEL, T. R. George Orwell: Vida y literatura. Barcelona: Ed. Laia, 1984.

  • GUTIÉRREZ ÁLVAREZ, J. Orwell. Barcelona: Ed. Barcanova, 1984.

  • HETEREN, A. G. van. George Orwell, prophet of "political correctess": language and anti-utopia fifty years on. Granada: Universidad de Granada, 1997.

  • LÁZARO FUENTE, L. A. Pensamiento y obra de George Orwell. Valladolid: Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones, 1987.

  • LEWIS, P. George Orwell, el camino a 1984. Barcelona: Ed. de Nuevo Arte Thor, 1984, tr. de Joaquín Bochaca.

  • LÓPEZ ACOTTO, A. Orwell y España. Tres Cantos (Madrid), Ed. Akal, 1985.

  • SHELDEN, M. Orwell, biografía autorizada. Barcelona: Emecé Editores, 1993.

  • VV. AA. Orwell: 1984. Reflexiones desde 1984. Madrid: Espasa-Calpe, 1984.

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano