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HistoriaPolíticaBiografía

Octavio Augusto, Cayo. Emperador de Roma (63 a.C.-14 d.C.).

Primer emperador romano, nacido en Roma el 23 de septiembre del año 63 a. C. y muerto en Nola el 19 de agosto del año 14 d. C.

Síntesis biográfica

Hijo de Cayo Octavio y de Atia, en el año 44 a. C. fue adoptado por Julio César, lo cual le convirtió tras el asesinato de éste, en su heredero legítimo. Sus enfrentamientos con el general Marco Antonio, para conseguir el poder, marcaron sus actuaciones políticas entre los años 44 y 32 a. C. Ambos se enfrentaron en la guerra de Módena (44 a. C.), pero apenas un año después, junto con Lépido, constituyeron el llamado segundo Triunvirato. En el año 42 a. C. Augusto tomó parte activa en la batalla de Filipos, la cual tuvo como consecuencia la muerte de los asesinos de César, Casio y Bruto. Los problemas con Antonio no tardaron en reaparecer, así tras conseguir el respaldo de la mayoría de los senadores y del pueblo, Augusto decidió declararle la guerra a Antonio, que se encontraba en Egipto. El enfrentamiento definitivo se produjo en la batalla de Accio, donde Augusto se hizo con el control de la situación y Antonio ante la desesperada situación decidió retirarse. Poco después, cuando Octavio se disponía a conquistar Alejandría, el prestigioso general se suicidó y su amante, Cleopatra VII, ante la imposibilidad de negociar con el vencedor, siguió sus mismos pasos. Desde ese momento el poder de Augusto fue total y salvo algunos momentos de tensión, como cuando en el año 23 a. C., aprovechando el mal estado de salud de Augusto, Murena trató de dar un golpe de Estado que acabó en un rotundo fracaso; su autoridad fue en aumento gracias a que contaba con la colaboración de un Senado adicto.

Durante los años que ocupó el puesto de emperador (27 a. C.-14 d. C.) Augusto realizó notables reformas en la organización del Estado, creando nuevas instituciones y modificando en su beneficio las antiguas instituciones republicanas. Además llevó a cabo una notable reestructuración del ejército, embelleció la ciudad de Roma, modifico la organización administrativa de las provincias, intentando limitar el poder de los senadores en ellas; y llevó a cabo intensas campañas para estabilizar las fronteras del imperio y controlar a los elementos no asimilados totalmente por las autoridades romanas. Augusto murió en el año 14 d. C., poco antes de su muerte adoptó legalmente a Tiberio, su hijastro, el cual le sucedió en el poder.

Historia del imperio romano.

Primeros años

Miembro de una rica familia, procedente de la zona de Veletri, en el Lacio; dedicada fundamentalmente al comercio y a la banca, que pertenecía al orden ecuestre. Según el historiador romano Suetonio, en su obra Vitae Caesarum, el futuro Augusto nació durante el consulado de Marco Tulio Cicerón y de Gayo Antonio, el noveno día antes de las calendas de octubre, en una zona del Palatino, conocida en la época con el nombre de Cabezas de Buey.

Tras su nacimiento, según marcaba la costumbre, se le impusieron los nombres de Cayo Octavio Turino, siendo este último nombre, un recordatorio de una brillante campaña emprendida por su padre en la zona de Thurium. Octavio pasó los primeros años de su vida, en una propiedad que su familia tenía a las afueras de Roma, próxima a las puertas Velitres, pero la prematura muerte de Cayo Octavio, en el año 58 a. C., debió tener notables repercusiones en la vida de Octavio, ya que a pesar de que gozaba de una posición ventajosa, el futuro emperador sólo contaba con cinco años de edad cuando murió su padre. Poco tiempo después, tras producirse el segundo matrimonio de su madre, la custodia de Octavio recayó en su padrastro, Lucio Marcio Filipo, aunque muy pronto César asumió el papel de protector y mentor del muchacho. Octavio desde su más tierna infancia debió estar muy relacionado con César, ya que su madre fue sobrina de éste y su padre gracias a su matrimonio con Atia, consiguió que aumentara la influencia política de su familia.

La educación de Octavio, fue similar a la que recibían los jóvenes patricios romanos de la época, de este modo, contó con el apoyo de prestigiosos maestros griegos y latinos. Así su preceptor desde la infancia, Apolodoro de Pérgamo, puso especial interés en que su alumno hablara y escribiera a la perfección en latín y en griego, aunque éste segundo idioma no logró dominarlo con fluidez. En el año 48 a. C., a la edad de quince años, Octavio llegó a la edad viril. Poco tiempo después, fue presentado por César ante el Colegio de Pontífices y en el año 47 a. C. inició su carrera política, ya que desempeñó una prefectura urbana.

Tres años después de haber alcanzado la plena ciudadanía (45 a. C.), acompañó a César en las campañas que éste desarrolló en Hispania. Durante el tiempo que convivió con el dictador, Octavio se ganó el aprecio de éste, que poco tiempo después, debido al gran valor y precocidad que había demostrado su protegido, inició los trámites para adoptarle legalmente. Tras la adopción, Octavio cambió su nombre, pasando a ser conocido oficialmente como Cayo Julio César Octaviano.

Muerte de César e inicio de su carrera política

El asesinato de César supuso un duro golpe para sus partidarios y causó una gran conmoción entre los ciudadanos de Roma. Octaviano conoció la muerte de su padre adoptivo, algunos días después, ya que se encontraba en Apolonia, con la misión de preparar la expedición militar planeada por César contra los partos. Así tras recibir la noticia, decidió regresar a Roma inmediatamente, para reclamar la herencia del dictador, el cual le legó las tres cuartas partes de su fortuna en su testamento. En ese momento tenía 19 años, y a pesar de su juventud contaba con un nutrido grupo de colaboradores, que le aconsejaron sobre la forma en la que debía proceder una vez que llegara a la ciudad, así entre estos consejeros se encontraba Agripa, el cual tendría un notable protagonismo en años posteriores; y Salvidieno Rufo.

Parecía que la muerte de César, iba a truncar la prometedora carrera política de su protegido, ya que el partido de éste, contaba con sólidos candidatos para sucederle, los cuales además de ser mayores que Octaviano, habían demostrado su valía como generales durante la Guerra Civil. En estos primeros meses, destacó como posible sucesor Marco Antonio, que muy pronto mostró la animadversión que sentía hacia el hijo del dictador. Fueron precisamente estos primeros roces entre Octaviano y Antonio, los que hicieron pensar a Cicerón, jefe del partido Republicano Conservador, que el enfrentamiento de ambos podía desintegrar el Partido Cesariano. Así rápidamente inició los contactos con Octaviano, con la intención de aprovecharse de la juventud e inexperiencia de éste, para terminar con sus adversarios políticos.

Octaviano durante los meses posteriores a su llegada, logró atraerse el apoyo del pueblo, ya que tras hacerse efectivo el pago de su herencia, a pesar de las numerosas trabas que le puso Antonio; organizó numerosos espectáculos gratuitos en memoria de su padre. La división de los cesarianos se hizo evidente en el mes de septiembre del año 44 a. C., cuando Antonio acusó a Octaviano de haberse ganado el favor de César por aceptar, de buen grado, las proposiciones sexuales de éste. Cicerón por su parte, que había asumido la defensa del hijo de César en el Senado, inició una dura campaña de desprestigio contra Antonio que fue secundada por gran número de senadores. Octaviano además de mantener las buenas relaciones con Cicerón, intentó conservar el apoyo de la plebe y gracias a esta cobertura, a finales de año 44 a. C., comenzó a organizar un ejército, pagando las soldadas de su propio bolsillo, con el fin de enfrentarse directamente a la facción que apoyaba a Antonio. Así tras atraer a gran número de veteranos e incluso a dos legiones completas de éste se dirigió a Roma, donde el Senado no le reprendió por su acción. Estos acontecimientos y la anulación de la ley de cambio de provincias, provocaron que Marco Antonio decidiera ocupar el puesto de gobernador en la Galia Cisalpina, haciendo caso omiso a la prohibición del Senado, que había designado a Bruto para ocupar este puesto. Tras estos acontecimientos, Octaviano puso su ejército al servicio del Senado, medida que fue apoyada por Cicerón, el cual consiguió que se nombrara al hijo de César pretor a pesar de su juventud, ya que de éste modo se pretendía dar legalidad a su situación.

La guerra de Módena significó un importante triunfo para el joven Octaviano, pues Marco Antonio tuvo que huir de forma precipitada. El Senado se mostró reacio a reconocer que la intervención de éste había sido crucial en el desarrollo de los acontecimientos, por lo que Octaviano decidió cruzar el Rubicón con su ejército, como había hecho César años antes, para ser nombrado cónsul en el mes de agosto del año 43 a. C. Desde este nuevo puesto, intentó vengar la muerte de su padre, ya que fueron proscritos sus asesinos y poco tiempo después inició los contactos con Antonio y Lépido para conseguir el acercamiento de los tres líderes cesarianos.

El segundo triunvirato

En el otoño del año 43 a. C., tuvo lugar en Bolonia la reunión entre Antonio, Lépido y Octaviano. Tres días de negociaciones bastaron para que éstos llegaran a un acuerdo. Así apoyados en la ley Titia, se constituyó el segundo Triunvirato, por el cual los tres cesarianos obtenían poderes absolutos y se hacían en la práctica con el control de la situación política de la mitad de los territorios del Imperio, ya que por un lado el hijo de Pompeyo, Sexto, controlaba el Mediterráneo Oriental, y por otro, Casio y Bruto habían conseguido escapar a la pena de muerte que se les había impuesto y contaban con importantes apoyos en Grecia, Chipre y Asia.

En el reparto de poder, a Octaviano le correspondió el gobierno de África, Numidia, Sicilia y Cerdeña, tras lo cual colaboró en la elaboración de las listas de proscritos, que sirvieron a los triunviros para asentarse en el poder por medio del terror. A finales del año 43 a. C. la situación se hizo muy peligrosa para éstos, ya que Sexto Pompeyo se había hecho con el control de Sicilia y desde su nueva posición inició numerosas operaciones piráticas, que suponían no sólo una provocación sino también un grave prejuicio para la economía romana, ya que estas incursiones dificultaban la llegada de suministros a la ciudad. Los triunviros dedicaron gran parte de la actividad del año 42 a. C. a organizar un poderoso ejercito capaz de derrotar a los asesinos de César y que a su vez pudiera enfrentarse a Sexto Pompeyo. Así en el otoño de ese mismo año dicho ejército se dirigió a Macedonia, donde tuvo lugar la sangrienta batalla de Filipos.

La mencionada batalla fue un notable triunfo para Octaviano a pesar de la intervención decisiva de Antonio. En ella murieron tanto Casio como Bruto y supuso además de un gran éxito militar una gran victoria política, ya que tras la realización de un nuevo censo se conformó un Senado adicto a los tres gobernantes del Imperio. El escritor romano Valerio Máximo, en su obra Factorum ac dictorum memorabilium libri IX ('Nueve libros de hechos y dichos memorables'), comenta una curiosa anécdota de Octaviano en esta batalla, así afirma que "Durante la noche que precedió al combate de los ejércitos romanos en los campos de Filipos, la imagen de Minerva se apareció a su médico Artorio y le ordenó que advirtiera a Octaviano, a la sazón gravemente enfermo, que no dejara de tomar parte, a pesar de su maltrecha salud, en la próxima batalla. César Augusto, al oír estas nuevas mandó que lo llevaran en una camilla hasta el lugar del combate; y mientras vigilaba para conseguir la victoria, soportando más de lo que permitían sus fuerzas corporales, Bruto se apoderó del campamento." Por tanto según el escritor, la intervención de la diosa salvó al futuro emperador de la muerte y le ayudó a conseguir esta victoria.

Con el paso del tiempo, se hizo evidente que Lépido ocupaba un papel secundario en el ejercicio del poder, así eran Octaviano y Antonio los que controlaban realmente el gobierno. En un principio la situación era más favorable para Antonio, ya que éste contaba con el apoyo de la mayoría de los senadores y controlaba la mayor parte de los territorios occidentales. Así, decidido a continuar con la obra de César, preparó una expedición contra los partos y dejó a Octaviano en Roma, para que se hiciera cargo del reparto de tierras entre los veteranos de la batalla de Filipos y acabara de una vez con la piratería de Sexto Pompeyo. El reparto de tierras resultó muy complicado ya que muchas ciudades se negaron a ceder parte de su territorio y los veteranos en numerosas ocasiones dieron muestras de sentir gran descontento por los retrasos del prometido reparto. Octaviano decidió actuar rápidamente y tras ordenar el regreso de parte de sus legiones, destinadas en Hispania, decidió ponerse de parte de los veteranos.

El hermano de Antonio, Lucio Antonio, en esos momentos había iniciado una campaña de desprestigio contra Octaviano y éste ante la gravedad de la situación decidió poner fin a las calumnias. Así el futuro emperador se enfrentó a Lucio en la ciudad de Perugia, donde éste se había hecho fuerte. El cerco de la ciudad fue total y los asediados no tuvieron más remedio que rendirse, Octaviano decidió no ser excesivamente duro y perdonó la vida al hermano de Antonio, pero aun así dejó que la ciudad fuera sometida al pillaje.

Poco a poco Octaviano se fue haciendo con el control del Occidente del imperio, ya que fueron muchos los gobernadores que se adhirieron a su causa, pero el regreso de Antonio de Oriente hizo pensar a muchos en el estallido de una nueva guerra civil, que finalmente fue evitada tras la firma de un nuevo pacto en Brindisi en el año 40 a. C., por el cual Antonio quedaba a cargo de Oriente, Lépido de África y Octaviano se quedaba con la zona occidental. Octaviano era consciente de que solucionados temporalmente sus conflictos con Antonio su mayor enemigo era Sexto Pompeyo, con el que en un principio intentó negociar. Pero las negociaciones fracasaron debido a que el poderío naval alcanzado por Sexto era impresionante. Así tras la renovación del triunvirato (37-33 a. C.), Octaviano negoció con Antonio la cesión de parte de su flota a cambio de enviarle tropas para ayudarle en las luchas que mantenía en Oriente. Así, tras firmar el acuerdo, pasó a planificar cuidadosamente las acciones que llevaría a cabo contra Sexto. Las acciones militares tardaron en dar sus frutos, ya que en muchas ocasiones los generales de Octaviano salieron derrotados. Éste, decidido a que la situación le fuera propicia, ordenó a Agripa que se hiciera cargo de la situación, además obtuvo importantes ayudas de Lépido. Finalmente Sexto Pompeyo fue derrotado en la batalla de Nauloco.

Pacificado Occidente Octaviano era el dueño de la situación en la zona, pero hay que tener en cuenta que Antonio a su vez controlaba Oriente y la mayor parte de los senadores le eran fieles, por lo que el futuro emperador se encontraba con cierta desventaja.

La llegada de Augusto al poder

Entre los años 36 y 32 a. C. Octaviano llevó a cabo una intensa labor política en Roma para ganarse el apoyo de la mayoría de los senadores. Su intención era hacerse con el poder absoluto en detrimento de Antonio, que permanecía en Oriente luchando contra los partos. De este modo, tras conocer las relaciones que su adversario mantenía con la reina de Egipto, Cleopatra VII, decidió utilizarlas en su propio beneficio iniciando una dura campaña contra ambos, de marcados tintes nacionalistas. Así presentó a Antonio como un hombre débil, lleno de vicios, que no sólo se había dejado seducir y había abandonado a su esposa, sino que también pretendía acabar con las instituciones republicanas y gobernar en Roma como un monarca oriental. La derrota que los ejércitos de Antonio sufrieron en uno de sus primeros enfrentamientos contra los partos, fue muy favorable para los intereses del futuro emperador que intentó magnificar sus consecuencias, llegando a cuestionar su valía como soldado.

La propaganda política poco a poco fue dando sus frutos y hubo muchos senadores que se cuestionaron la lealtad de Marco Antonio. Así la crispación en el Senado llegó a su punto máximo cuando a instancias de Octaviano se hizo público el testamento de éste, donde se autoproclamaba César y expresaba que los hijos, habidos de su unión con Cleopatra, recibieran en calidad de reyes el gobierno de los pequeños estados vasallos de Roma en el Mediterráneo oriental. Conseguida la sumisión del Senado, Octaviano intentó congraciarse con las oligarquías de las ciudades aliadas italianas. Además contaba con el apoyo de los miembros del orden ecuestre, que vieron en el futuro emperador a uno de los suyos y apoyaron su decisión de enfrentarse con Antonio, puesto que así, podrían aumentar su margen de beneficios en los intercambios comerciales que se producían con la parte oriental del Imperio.

Cuando Octaviano se sintió lo suficientemente respaldado inició los preparativos para llevar la guerra a Egipto, afirmando que su enfrentamiento con Antonio era algo secundario ya que lo importante era derrotar a la reina Cleopatra. De éste modo muchos vieron en esta guerra una lucha para salvaguardar los intereses de Roma y no el fruto de los enfrentamientos políticos de ambos triunviros. La situación política de Octaviano cambió en septiembre del año 33 a. C., debido a que esta fecha marcaba el final de sus poderes extraordinarios tras lo cual debía abandonar el poder. Pero éste continuó conservando amplios poderes en Occidente al ser nombrado jefe del ejército y recibir el título de princeps.

La guerra en contra de Antonio y Cleopatra llegó a su máximo desarrollo en la batalla de Accio, (septiembre del año 31 a. C.) donde uno de los generales de Octaviano, Agripa, logró una espectacular victoria. Antonio se vio obligado a huir y se refugió en Egipto junto a su amante. El futuro emperador decidió no precipitarse, y el asalto final a Alejandría se pospuso hasta el verano del año 30 a. C. Durante el tiempo transcurrido desde la batalla de Accio hasta la llegada de las legiones romanas a Egipto, el jefe del ejército romano llevó a cabo numerosas gestiones diplomáticas en Oriente que le llevaron a ganarse el apoyo de uno de los hombres de Antonio, Pindaro Escarpo, el cual puso bajo sus órdenes cuatro legiones. Octaviano logró ocupar Alejandría casi sin oposición, debido a que Antonio, que no contaba con suficientes hombres, tras recibir la falsa noticia de que Cleopatra había muerto, decidió suicidarse. La reina de Egipto por su parte intentó negociar con el vencedor, sin éxito, y poco tiempo después también se suicidó.

Entre los años 31-28 a. C., la situación de Octaviano ha sido calificada por los historiadores como confusa, pues a pesar de que en estos años ocupó, de forma consecutiva, el puesto de cónsul, los poderes que le otorgaba el cargo no le daban capacidad para mantener poderes absolutos, como ocurrió en realidad. Aunque generalmente se ha aceptado que el consenso entre los senadores y el pueblo pudo facilitar que éste fuera el dueño de Roma. Octaviano, desde que llegó a la ciudad, se hizo cargo del gobierno y procedió a reestructurar el ejército. Además, en el año 28 a. C., realizó las gestiones oportunas para elaborar un nuevo censo que le aseguró la lealtad absoluta del Senado, el cual le otorgó, ese mismo año, el título de princeps senatus. A finales de mencionado año (28 a. C.), Octaviano renunció a todos sus poderes con el fin de que se restablecieran las instituciones de la República. Pero éste realmente pretendía dar un golpe de efecto que convenciera a todos los ciudadanos de sus buenas intenciones, así el 13 de enero del año 27 a. C., un Senado adicto a la causa de Octaviano decidió concederle el imperium y tres días después le concedió el título de Augusto.

Relaciones familiares y costumbres

Augusto intentó que su vida personal fuera ordenada, así hizo todo lo posible para evitar los escándalos familiares, sobre todo desde que fue nombrado emperador ya que de él se esperaba que diese ejemplo a todos los ciudadanos. El 17 de enero del año 38 a. C., poco antes de que se renovara el triunvirato, contrajo matrimonio con Livia Drusila, la cual fue su esposa durante cincuenta y dos años, y fue la madre de su heredero Tiberio.

El emperador tras casarse con Livia, se hizo cargo de la custodia de los dos hijos de ésta, Druso y Tiberio, el cual fue adoptado por Augusto en el año 14 d. C. El emperador por su parte ya tenía una hija, Julia, la cual se casó con uno de los más estrechos colaboradores de éste, el general Agripa, con el que tuvo dos hijos, Lucio y Cayo. Augusto demostró sentir predilección por sus nietos y antes de la muerte de Agripa inició los trámites de adopción de éstos, con el propósito de que alguno de ellos ocupara su lugar, pero la muerte de ambos frustró sus planes. Posiblemente por inspiración de Livia, después de la muerte de sus nietos, decidió que su sucesor sería su hijastro Tiberio, el cual años antes se había visto obligado a divorciarse de su esposa para contraer matrimonio con Julia. Así la aparente vida ordenada del emperador, no fue tal, ya que se sucedieron las intrigas para ganarse su favor y los escándalos, como el que protagonizó su hija Julia, que fue condenada al exilio por sus públicas infidelidades a Tiberio, el cual, en el año 6 a. C., decidió abandonar Roma y establecerse en Rodas.

Suetonio afirmó que Augusto desde su juventud fue sobrio a la hora de comer, sobre todo le gustaban los platos sencillos, que en opinión del historiador rozaban lo vulgar. Pero en contrapartida siempre se mostró desordenado en sus comidas, puesto que comía cuando le apetecía, sin prestar atención a los horarios; así era frecuente que en los banquetes que celebraba no probara bocado y que comiera antes y después del evento. También se mostró el emperador sobrio con el alcohol, era poco frecuente que bebiera vino. En cuanto a su lugar de residencia, Suetonio comentó que a pesar de su elevada posición, residió en una casa modesta del Palatino, donde tenía un mobiliario sencillo puesto que detestaba las lujosas villas de la campiña romana. De este modo, en las ocasiones que decidió tomarse un respiro acudió a pequeñas poblaciones de la costa de Campania o a ciudades vecinas de Roma.

Augusto durante su mandato, promovió y apoyó el culto a César, aunque algunos autores se preguntan si esta devoción era una simple maniobra política o si por el contrario, realmente creía en la divinidad de su padre adoptivo. El emperador durante toda su vida fue extremadamente religioso y sintió un gran respeto por los dioses del panteón romano. Augusto creía que los sueños eran la forma en que los dioses se comunicaban con los mortales, de este modo afirmó, que el propio dios Júpiter había conversado con él mientras dormía. Pierre Grimal, en su obra El siglo de Augusto, afirmó que tras haber tenido una visión éste una vez cada año se despojaba de sus ropas y se dedicaba a pedir limosna en las calles de Roma. Además fue muy supersticioso y antes de tomar una decisión importante siempre consultaba con los augures y con los astrólogos. Digno de mención es el miedo que sentía el emperador por los rayos, motivo por el cual ordenó que se construyera el templo de Júpiter Tonante, y por lo que siempre cuando viajaba se cubría con una piel de foca, el mejor remedio de la época, según las creencias populares, para evitar ser golpeado por un rayo.

Augusto emperador

Augusto asumió poderes absolutos desde el año 27 a. C., aunque intentó mantener la ficción de que seguía existiendo una forma de gobierno republicana, por lo menos en los primeros momentos de su mandato, por lo que, al menos en teoría, ocupaba un puesto de cónsul investido de poderes especiales. Concentrado en asentar las fronteras del Imperio, emprendió numerosas campañas en pos de pacificar a los pueblos que permanecían rebeldes a la autoridad romana, como es el caso de las guerras que llevó a cabo en contra de cántabros y astures en Hispania.

El año 23 a. C. fue un año duro para Augusto, tuvo que hacer frente a una crisis de gobierno motivada por la traición de algunos de sus colaboradores más cercanos, y atravesó un período difícil por su delicado estado de salud. Por estos motivos decidió renunciar a su cargo, pero el Senado, que no estaba dispuesto a consentir su marcha, para evitar futuras crisis decidió investirle con nuevos poderes y le concedió el honor de la tribunicia potestas, durante diez años. Tras la crisis, Augusto obtuvo una mejora de su situación política y al ser restituido en el poder castigó con dureza a los conjurados, además con el fin de controlar a los disidentes, amplió el número de cónsules, siendo éstos, a partir de este momento, simples marionetas carentes de poder. Pero la principal consecuencia que tuvo la crisis del año 23 a. C. fue que Augusto comenzó a plantearse el problema de su sucesión, por lo que a partir del año 21 a. C. comenzó a asociar a Agripa al poder.

En el año 18 a. C. consiguió que se le concediera la tribunicia potestas, por diez años más y un año después, adoptó legalmente a sus nietos Cayo y Lucio. La muerte de Agripa, el 12 a. C. y la de los dos príncipes de la juventud, fue un grave revés para los planes de Augusto, que no tuvo más remedio de asociar al trono a los hijos de Livia, Druso y Tiberio. El mismo año que murió su fiel Agripa, Augusto fue nombrado Pontífice Máximo, lo cual le dio autoridad para controlar todas las manifestaciones religiosas promovidas por el Estado. Además, en el año 2 a. C., recibió el nombramiento de padre de la patria, en reconocimiento al hecho de que durante estos años desarrolló una campaña de protección y ayuda económica a todas las clases sociales.

Hay que destacar que el largo gobierno de Augusto supuso la ruptura definitiva con el sistema republicano, y aunque éste nunca se proclamó rey, por las connotaciones negativas que esta palabra tenía en la sociedad romana, en la práctica ejerció como tal. Durante su gobierno se realizó una importante reforma de la administración que a grandes rasgos fue válida durante toda la época Imperial. Italia quedó dividida en once regiones y la propia ciudad de Roma fue estructura en regiones y barrios. Augusto emprendió además un ambicioso programa de obras públicas que cambió por completo la antigua organización de la ciudad. El ejército se profesionalizó y se redujo el número de efectivos. Por lo que respecta a las provincias, su número se incrementó, ya que el primer emperador pretendía poner bajo su control directo el mayor número posible ellas, para de este modo reducir la influencia del Senado que se encontraba supeditado en gran medida a sus actuaciones. El emperador intentó aumentar su prestigio fuera de Italia, y esto le llevó a realizar numerosas mejoras de la infraestructura de las provincias. También hay que señalar, como uno de los acontecimientos sociales y políticos más importantes de su gobierno, la consecución de la paz en el interior del Imperio, ya que consiguió eliminar los focos conflictivos que habían marcado la última fase de la República.

La muerte de Augusto

Augusto redactó su testamento definitivo aproximadamente un año antes de morir y éste fue custodiado, hasta el momento de su muerte, en el templo de Vesta. Suetonio, que tuvo acceso a los documentos originales, comentó que el testamento estaba formado por dos concilios, uno de ellos redactado de su puño y letra. Augusto nombró heredero a Tiberio, que recibió la mitad más una sexta parte de sus vienes; Livia, por su parte, recibió una tercera parte de su fortuna; el hijo de Tiberio, Druso, recibió otra tercera parte y Germánico y sus tres hijos recibieron el resto, a partes iguales. Además el emperador lego una gran cantidad de dinero al pueblo de Roma, a los pretorianos, a las organizaciones tribales y a las cohortes urbanas. Por otro lado, dejó dispuesto como quería que se celebrara su funeral y dio instrucciones precisas para que ni su hija ni su nieta fueran enterradas con él, ya que consideraba su comportamiento indigno, por la vida disoluta que habían mantenido.

El emperador murió el 19 agosto del año 14 d. C., según indica Suetonio en la misma habitación en la que había fallecido su padre biológico; tras una larga enfermedad. El día anterior se sintió indispuesto, por un trastorno intestinal, y viendo cercano el momento de su muerte, pidió a sus servidores que le arreglaran el pelo y que procuraran que su expresión fuera digna cuando le llegara la hora de abandonar el mundo. Así tras despedirse de sus familiares y amigos, Augusto pidió quedarse a solas con su esposa, dedicándole sus últimas palabras: "Livia, vive en el recuerdo de nuestra unión y pásalo bien". Los restos de Augusto fueron escoltados por los decuriones de los municipios, desde Nola hasta Bovila, tras lo cual pasaron a estar a cargo de los miembros del orden ecuestre, los cuales transportaron el féretro hasta la casa de Augusto en Roma, donde fueron depositados. A las puertas del mausoleo, por expreso deseo del emperador, se colocó una copia de sus memorias (Res Gestae Divi Augusti), impresa sobre tablas de bronce.

Bibliografía

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C. García Sánchez

Autor

  • 0205 CGS