A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaBiografía

O'Donojú y O'Rian, Juan (1762-1821).

Militar y político español, virrey de Nueva España, nacido en Sevilla el 30 de julio de 1762, hijo de padres irlandeses emigrados a España. Participó en la guerra de la Independencia contra los franceses, teniente de húsares en el Ejército de la Derecha a las órdenes del general Blake durante las campañas de Aragón de 1808, tomó parte en las batallas de Alcañiz y en la derrota de María y Belchite.

Convertido en uno de los jefes supremos de la masonería española, a finales de 1813 fue nombrado ministro de la Guerra por el Consejo de Regencia, cargo del que dimitió por negarse a aceptar el nombramiento del inglés Duque de Wellington, como general en jefe de las tropas de la Península.

Al regresar Fernando VII y tras el golpe de Estado del 4 de mayo de 1814, se nombró una comisión para “instruir causa a los liberales”, entre los que tenía posición muy destacada. Una sentencia de 18 de diciembre de 1814 en la que se establece que era ex-ministro de la Guerra y tenía la condición “de casado”, lo condenó a 4 años de prisión en el castillo de San Carlos de Mallorca y “a que no vuelva a Madrid y sitios reales por otros 4 años”, además de declararlo inhábil para toda clase de mando. Se dice que participó en la “conspiración del Triángulo”, con el general Renovales.

Regresó a la política con el Pronunciamiento de Riego y, en su rango de teniente general, fue nombrado jefe político de Sevilla a mediados de 1820. Durante su mandato expulsó a un grupo de canónigos y otros eclesiásticos, por extender rumores de conspiración. Alto cargo de la masonería española, se dice que rivalizó con Riego, envidioso de sus hazañas y popularidad. El abate Marchena lo acusó de “agravios” contra su persona.

En enero de 1821, como resultado de una maniobra política muy compleja, en la que intervinieron los diputados liberales americanos, las Cortes españolas propusieron su candidatura y el ministro de la guerra Cayetano Valdés dio a conocer su nombramiento de gobernador y capitán general de las provincias de Nueva España. Pocos días más tarde se le nombró “gefe político superior de Nueva España” y el 2 de marzo la Secretaría de Gobernación de Ultramar le comunicaba las instrucciones reservadas sobre el desempeño de su misión, a las que contestó expresando su amor y admiración al rey y a la Constitución, “por cuya conservación estoy pronto a sufrir toda clase de sacrificios”.

Acompañado de su esposa, de don Francisco de Paula Álvarez en calidad de Secretario de gobierno y de un reducido grupo de colaboradores, se hizo a la mar en Cádiz el 30 de mayo en el navío Asia, llegaron a San Juan de Ulúa el 30 de julio. Después de negociar con el rebelde coronel López de Santa Anna que sitiaba Veracruz, pudo entrar en esta ciudad el 3 de agosto para tomar posesión oficial de su mandato. Descubrió entonces que Nueva España estaba en una situación caótica: la capital sitiada por los rebeldes, deserción en masa de oficiales y generales realistas y desánimo generalizado de los españoles europeos; todo ello hacía absolutamente inaplicables las 40 claúsulas que componían sus instrucciones.

Lo explicó así al secretario de Estado en carta de 31 de agosto, escrita desde Córdoba (Veracruz): “Todas las provincias de la Nueva España habían proclamado la Yndependencia, todas las plazas habían abierto sus puertas por fuerza o por Capitulación á los sostenedores de la libertad; un Exercito de Treinta mil soldados…, un Pueblo armado en el que se han propagado las ideas liberales…, dirigidos por hombres de conocimientos y de caracter y puesto á la cabeza…un Gefe que supo entusiasmarlos…”. Más adelante añadía: “Restaba aun Mexico ¡pero en que estado! El Virey depuesto por sus mismas tropas: estas yá indignas por este atentado…su numero que no pasaba de dos mil y quinientos veteranos y otros dos mil patriotas; una autoridad intrusa…”.

Rodeado de enemigos, en medio de infortunios y desgracias, sin tiempo para solicitar nuevas instrucciones, obligado por la presión de la realidad, decidió publicar una proclama el 3 de agosto, en la que se proclamaba liberal, explicaba la novedad que suponía el restablecimiento de la Constitución y cómo el nuevo régimen estaba dispuesto a atender las demandas de las provincias y a convenir su futuro de común acuerdo con los ciudadanos. Conocedor de que el jefe rebelde se encontraba en Córdoba, se comunicó de inmediato con Agustín de Iturbide y convinieron una entrevista para discutir el texto de un acuerdo que se tituló Tratado de Córdoba y que firmaron conjuntamente el 24 de agosto de 1821.

En una carta de O’Donojú al general José Dávila, gobernador y jefe político de Veracruz, lo explicaba así: “Tiene por obgeto la felicidad de ambas Españas y poner de una vez fin á los horrorosos desastres de una guerra intestina; él esta apoyado en el derecho de las Naciones; á él le garantizan las luces del siglo, la opinion general de los Pueblos ilustrados, el liberalismo de nuestras Cortes, las intenciones benéficas de nuestro Gobierno y las paternales del Rey…”.

Al comunicar el texto íntegro del tratado al secretario de Estado, comentó: ”La Yndependencia ya era indefectible sin que hubiese fuerza en el Mundo capaz de contrarrestarla; nosotros mismos hemos experimentado lo que sabe hacer un pueblo que quiere ser libre. Era preciso pues acceder á que la America sea reconocida por Nacion Soberana e independiente y se llame en lo sucesivo Ymperio Mexicano”. El acuerdo incluía el llamamiento al trono de un príncipe español, en primer lugar Fernando VII y en su defecto otros príncipes de la casa real española. En caso de no aceptación, lo sería “el que las Cortes del nuevo Imperio designen”.

Temeroso de no haber acertado, envió a Madrid a dos de sus colaboradores, para que llevaran al rey esta comunicación y la copia del Tratado de Córdoba, con la esperanza de que “se digne recibirle con benignidad, conceder su alta aprobación, sino á mi acierto, á mis buenos deseos…accediendo á la pretensión de estos Pueblos que anhelan por ser dirigidos por S.M. ó un Príncipe de su Casa”.

Mientras llegaba la respuesta del rey, de común acuerdo ambos firmantes decidieron crear una Junta Provisional de Gobierno y mantener a O’ Donojú en sus funciones hasta que se reunieran las Cortes. El general español prefirió permanecer en México hasta la llegada del monarca o la respuesta del gobierno español a su demanda. Enfrentado a los generales José Dávila en Veracruz y Pedro Francisco Novella en México, que se negaban a la rendición, fue incapaz de conseguir la entrega del fuerte de San Juan de Ulúa pero negoció un armisticio entre los realistas sitiados en la capital y el ejército rebelde.

Instalado en las cercanías de México y tras el intercambio de sucesivas misivas con Novella, al que amenazó con formarle causa por el atentado que había perpetrado contra la autoridad del virrey legítimo que era Ruiz de Apodaca, se reunió con él, logró que aquél le reconociera como capitán general y jefe político de Nueva España, consiguió una entrevista de Novella con Iturbide y el 16 de septiembre de 1821, desde Tacubaya a las puertas de México, publicó una proclama a los mexicanos en la que anunciaba el fin de la guerra. Entró en la ciudad el 26 de ese mes y al día siguiente tomó parte en el solemne desfile organizado en honor de Iturbide y su ejército, en medio del entusiasmo popular. Tanto Novella como el anterior virrey Ruiz de Apodaca, que todavía permanecían en la ciudad, se trasladaron discretamente a Veracruz, camino de regreso a España.

Al día siguiente quedó instalada la Junta Provisional Gubernativa, formada por 38 personas entre las que figuraban canónigos, juristas, militares y aristócratas, todos ellos moderados y en cierta medida monárquicos, liberales y conservadores; Iturbide fue designado presidente. Se redactó una Declaración de Independencia y se nombró a una junta de cinco miembros como regente del Imperio: Iturbide, O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León. La Real Audiencia siguió funcionando como supremo Tribunal de Justicia. A comienzos de octubre se designaron cuatro ministerios y se crearon cinco distritos militares.

O’ Donojú, al que los españoles de México tenían como principal garantía de supervivencia y equilibrio en la nueva situación política e institucional, mientras llegaba la respuesta de Madrid, fue incapaz de soportar la dureza del clima y, aquejado de grave pleuresía, falleció en la ciudad de México el 8 de octubre de 1821. Su muerte, en palabras de Ernesto de la Torre “debilitó al gobierno provisional” mientras la sociedad se dividía entre borbonistas, republicanos y federalistas, opuestos en gran medida al poder que se anunciaba despótico de Agustín de Iturbide.

La muerte del general español le impidió conocer la reprobación del gobierno de Madrid, fechada el 7 de diciembre, en la que se le negaba cualquier facultad para “celebrar convenios que reconocieran la independencia de ninguna provincia americana”, así como la decisión de las Cortes del 13 de febrero de 1822, por la que se rechazaban todos los tratados. En el “indulto y perdón general”, establecido por Fernando VII en mayo de 1824, se incluyó una excepción dedicada “a los españoles europeos que tuvieron parte en el convenio o tratado de Córdoba” y expresamente a don Juan O’Donojú, de “odiosa memoria”, que lo celebró.

Bibliografía

  • ANNA, T. E. La caída del gobierno español en la ciudad de México. FCE. México, 1981.

  • BUSTAMANTE, C. M. de. Cuadro Histórico de la Revolución de América Mexicana. México, 1827.

  • DELGADO, J. “La misión a México de don Juan O’Donojúen Revista de Indias. Nº 35/36. Madrid, 1949.

  • ----------------: España y México en el siglo XIX. Ed. Cultura Hispánica. Madrid, 1950.

  • RUBIO MAÑÉ, J. “Noticias biográficas del teniente general don Juan O’Donojú, último gobernador y capitán general de Nueva España” en Boletín del Archivo General de la Nación. Vol VI. 1. México, 1965.

  • ZÁRATE, J. La guerra de la Independencia. En México a través de los siglos. México, 1951.

M. Ortuño

Autor

  • Gil Novales. / 0106 M. Ortuño