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HistoriaPolíticaBiografía

Muhammad V, Ibn Yusuf. Rey de Marruecos (1909-1961).

Sultán de Marruecos entre 1927 y 1957 y rey de Marruecos entre 1957 y 1961. Nacido el 10 de agosto del año 1909, en Fez (Marruecos), y muerto el 26 de febrero del año 1961, en Rabat (Marruecos). Era el tercer hijo del sultán Muley Yusuf.

Muhammad V colaboró en los primeros años de su reinado con las autoridades francesas, pero al finalizar la Segunda Guerra Mundial cambió su postura para convertirse en un convencido defensor de la independencia de su país, lo que le costó el exilio entre los años 1953 y 1955. No obstante, los franceses le mandaron llamar a raíz de los graves incidentes que estallaron en varias ciudades del país, temerosos de que desembocaran en una insurrección general. Tras la proclamación de la independencia de Marruecos, en el año 1956 fue coronado rey.

Miembro de la dinastía alauita, en posesión del trono marroquí desde el año 1660, en el año 1912 las autoridades francesas nombraron a su padre, Muley Yusuf, sultán de Marruecos en sustitución de Muley Hafiz, considerado demasiado peligroso por las autoridades españolas y francesas dada su nada disimulada simpatía por los movimientos nacionalistas, países que acababan de firmar, el 27 de noviembre del mismo año, un convenio conjunto fijando la esfera de influencia de ambos países en Marruecos. El protectorado español quedó limitado al Rif, zona de escasos recursos naturales y donde vivían las cabilas más rebeldes y peligrosas del imperio jerifiano, mientras que Francia ocupó el resto del país, donde se encontraban las ciudades más importantes y las regiones más productivas. Los dirigentes marroquíes, entre ellos el propio Muhammad Ibn Yusuf, eran conscientes de la dependencia absoluta y la inferioridad del dominio español respecto del francés. Por ello, su política anticolonialista nunca fue dirigida directamente contra España, sino contra Francia.

El príncipe Muhammad vivió apartado de la actividad política y de los graves problemas sociales que sacudieron a su país en los primeros años del protectorado, relegado en los palacios de Fez y Mequínez (Meknés). Además, sus posibilidades de acceder al trono marroquí parecían bastante remotas, habida cuenta de que tenía dos hermanos varones mayores que él, por lo que su educación y preparación política fue bastante escasa. Educado a la europea, en el año 1926 acompañó a su padre en el primer viaje que hacía al extranjero, concretamente a Francia, país que marcó al futuro sultán de una forma positiva y a la postre posibilitó su ascenso al trono al año siguiente, tras la muerte de su padre. El alto comisario francés Théodore Steeg impuso su elección por encima de sus dos hermanos mayores dada la manifiesta simpatía que Muhammad sentía por Francia y su cultura, y porque el joven príncipe nunca había dejado entrever antes atisbo independentista o sentimiento contrario a la dominación franco-española de Marruecos. Así, el 18 de noviembre del año 1927, Muhammad V fue proclamado sultán de Marruecos.

En ese mismo año, la administración española consiguió dominar efectivamente todo el Rif tras someter a las cabilas lideradas por Abd el-Krim, quien había tenido en jaque al ejército español desde principios del protectorado. Muhammad V, sin apenas experiencia alguna en asuntos de Estado, no controlaba la propia administración marroquí, en manos del todopoderoso gran visir Muhammad al-Moqri, hombre de confianza sostenido por el Gobierno de París. El nuevo sultán aprovechó los primeros años de su sultanato para formarse en el juego tan enredado de la alta política norteafricana y para tomar conciencia del papel que desempeñaba su país en los intereses coloniales de las principales potencias colonialistas europeas. Realizó también un buen número de viajes de Estado, circunstancia que le permitió ir adquiriendo progresivamente conciencia de sus responsabilidades. Muhammad V se propuso implantar su autoridad efectiva en todo el país. Para conseguirlo, su primer objetivo fue apoyar al bajá de Marrakech al-Glaui contra las ambiciones de al-Moqri. Una vez conseguido el dominio sobre Rabat, teniendo siempre mucho cuidado con lesionar los intereses franceses, el sultán doblegó también la autoridad de al-Glaui. Desde el año 1936, Muhammad V había logrado extender por todo Marruecos su autoridad, y también en esa época comenzó a acercarse tímidamente a los círculos nacionalistas más importantes del país aparecidos en Marruecos desde 1930.

Respecto a España, Muhammad V no dudó un instante en aliarse con el sector que pudiera reportarle mayores beneficios, independientemente de su ideología. Así fue como, en la Guerra Civil española (1936-1939), iniciada con la rebelión de los ejércitos acantonados en la zona del protectorado, Muhammad V ayudó a los oficiales rebeldes con el envío a la península de un numeroso contingente de tropas de choque. Muhammad V apoyó a los sublevados con la esperanza de conseguir una mayor autonomía en el protectorado español y el apoyo del nuevo régimen al movimiento independentista marroquí. Estas esperanzas se vieron pronto defraudadas, ya que el régimen del general Franco se negó en redondo a hacer cualquier tipo de concesión territorial o política al sultán.

A partir de 1944, Muhammad V apoyó sin ningún tipo de reservas cualquier aspiración independentista en su país y se enfrentó directamente a la administración colonial francesa. Para evidenciar ante las autoridades francesas su nueva postura, Muhammad V se negó a aplicar a los judíos de Marruecos los decretos antisemitas elaborados por el Gobierno de Vichy, colaboracionista de los nazis. Gracias a las promesas de los estadounidenses de reconocer el derecho de Marruecos a la autodeterminación una vez que acabara la guerra, en el año 1942 apoyó el desembarco de tropas aliadas en el norte y oeste del país. Pero el acto crucial para Muhammad V fue el apoyo que prestó a Allad al-Fari para que éste creara el partido nacionalista Istiqlal.

Una vez acabada la guerra, Muhammad V intentó apoyarse en los Estados Unidos y la ONU aprovechando la coyuntura favorable creada tras la misma, pero Francia siguió en sus trece y adoptó la postura del silencio ante las continuas propuestas de reformas políticas que el sultán y su comisión de gobiernos mandaron a París. En el año 1947, Muhammad V pronunció en Tánger su trascendental discurso donde se recogían los anhelos populares de independencia. Con ocasión de un viaje a París, en el año 1950, Muhammad V formuló ante el Parlamento galo una petición formal para derogar el tratado firmado en Fez en el año 1912, por el que Marruecos se constituía en protectorado franco-español. Finalmente, su valiente aptitud le valió el ser amenazado por las autoridades francesas con el destierro en el caso de que persistiera en el empeño de apoyar las causas independentistas. Es más, mientras España desempeñaba un papel secundario en este asunto (el régimen de Franco no estaba reconocido aún por la ONU), Francia obligó a Muhammad V a disolver el partido Istiqlal y a detener a sus dirigentes principales, al mismo tiempo que protegía y daba cobertura al bajá de Marrakech al-Glaui y al otrora gran visir al-Moqri, indispensables para restar poder al tan molesto sultán.

Al año siguiente, en 1951, Muhammad V se apuntó un gran éxito diplomático al conseguir llevar hasta la ONU la cuestión marroquí. Dicha iniciativa política colmó el vaso de la paciencia del gobierno de París, quien logró enfrentar al sultán con algunas tribus beréberes. El residente general francés Guillaume, apoyado por al-Glaui y otros personajes influyentes del país, nombraron sultán al príncipe Ben Arafa y obligaron a Muhammad V a tomar el camino del destierro, primero en Córcega y después de Madagascar. La medida tomada no pudo ser más errónea para los intereses franceses. El sultán destronado se convirtió, desde la lejana isla de Madagascar, en el símbolo de la lucha por la liberación nacional marroquí. El país se sumió en una auténtica guerra civil entre los partidarios de uno y otro bando, lo que hizo imposible el control de la situación interna del país por parte de Francia. En medio de este caos, España contribuyó a empeorar aún más la situación cuando el Gobierno franquista, deseoso de romper el cerco diplomático al que estaba sometido desde el año 1940, no apoyó la medida francesa y siguió reconociendo como sultán de Marruecos en el exilio al desterrado Muhammad V.

Con un país sumergido en la anarquía, totalmente incontrolado, Francia no tuvo más remedio que rectificar su postura y llamar de nuevo al sultán, no sin antes comprometerse el gobierno de París mediante la firma de un documento a iniciar negociaciones con Muhammad V tendentes a conseguir a corto plazo la independencia del país. El 2 de marzo de 1956, Francia reconoció oficialmente la independencia de Marruecos sobre los territorios de su antiguo protectorado, gesto que fue seguido por España un mes después, el 7 de abril, al hacer lo propio con sus territorios rifeños, exceptuando Ceuta, Melilla, Ifni y el Sáhara Occidental. De todos modos, el gobierno de Muhammad V se comprometió a garantizar los intereses económicos de la numerosa colonia española que permaneció en el país tras la independencia, acuerdos que no tardó en romper una vez que se vio seguro en el trono marroquí después de darse cuenta de que los sucesivos gobiernos franquistas no protestarían.

El problema más difícil que tuvo que sortear Muhammad V nada más ser nombrado rey de Marruecos fue el de consolidar las dos corrientes políticas que dominaban el país, la tradicional y la moderna, en muchos momentos enfrentadas de forma durísima. En el plano constitucional, Muhammad V rompió con las tradiciones teocráticas imperantes sin por ello abandonar el Islam como punto principal a través del cual se articulaba todo el país ni copiar los modelos constitucionalistas europeos. La prueba de todo ello está en que, en el año 1956, Muhammad V creó una asamblea de notables designados por él mismo, con poder meramente consultivo, ya que desde el primer momento el nuevo monarca concentró todo el poder en sus manos, asociando al príncipe heredero Hassán como vicepresidente. En materia económica y social, Muhammad V se decantó por el principio de planificación de las actividades del país, pero sin proclamarse socialista confeso. El objetivo del plan bienal (1958-1960) y del quinquenal (1960-1965) pasaba por modernizar la economía, aumentar la renta nacional y crear puestos de trabajo suficientes para atender con garantías un crecimiento demográfico del 3% anual.

Para convertir a Marruecos en un país moderno y poderoso en la órbita de los países musulmanes, Muhammad V necesitó de la colaboración política y de los lazos económicos de su antigua metrópoli francesa. Pero, la cuestión argelina del año 1956, con la consiguiente ruptura de relaciones entre ambos países, y las reivindicaciones marroquíes sobre Mauritania en 1960 enturbiaron las relaciones con Francia. Las relaciones con España tampoco mejoraron por similares circunstancias. Muhammad V emprendió un viaje de Estado por la península, pero las continuadas reivindicaciones sobre el Sáhara, Ifni, Ceuta y Melilla acabaron envenenando las relaciones hispano-marroquíes.

En política exterior, Muhammad V emprendió una activa campaña para sacar a su país del ostracismo internacional y colocarlo en los organismos más relevantes a nivel internacional, como la ONU y la Liga Árabe, organización en la que ingresó en 1958 como miembro de peso. También estrechó relaciones con varios países comunistas y africanos.

Tras su muerte, acaecida de forma repentina en 1961, tras una pequeña operación en la nariz, fue sucedido por su hijo Hassán II. A su muerte, Muhammad V contaba con la adhesión y el cariño mayoritario de su pueblo, y fue reconocido por todos como el artífice de la independencia del país y el creador del Marruecos moderno.

Bibliografía

  • ALCARAZ CÁNOVAS, Ignacio: Entre España y Marruecos: testimonio de una época, 1923-1975. (Madrid: Catriel. 1999).

  • IBN AZZUZ HAQIM, Muhammad: Actividad de los moros ante el alzamiento: Marruecos 1936. (Málaga: Algazara. 1997).

  • MORALES LEZCANO, Víctor: El final del protectorado hispano-francés en Marruecos: el desafío del nacionalismo magrebí (1945-1962). (Madrid: Instituto Egipcio de Estudios Islámicos. 1998).

Autor

  • Carlos Herráiz García.