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HistoriaBiografía

Miguel III, Emperador de Bizancio (838-869).

Emperador romano de Bizancio (842-67), conocido con el sobrenombre de El Beodo. Nació el 19 de enero del año 838, en Constantinopla, y murió asesinado el 24 de septiembre del año 869, en la misma ciudad. Hijo de Teófilo y de Teodora, fue proclamado emperador a la corta edad de cuatro años. Su reinado se caracterizó por la restauración del culto a las imágenes, llevado a cabo durante la regencia de su madre, y por el serio enfrentamiento entre las iglesias de Occidente y Oriente, acaecido en el año 858.

Tras la muerte del emperador Teófilo, su joven hijo de cuatro años, Miguel III, fue coronado emperador en Constantinopla el 20 de enero del año 842. Desde el primer momento, se formó un consejo de regencia, a cuya cabeza estaba la madre de Miguel III, la emperatriz Teodora, la cual se apoyó en su ministro favorito Teocisto. Ambos llevaron las riendas efectivas del poder hasta el año 856, fecha en la que fueron depuestos por el propio emperador, cuando éste alcanzó la mayoría de edad. Durante el prolongado gobierno de regencia, Teodora se apresuró a restaurar el uso litúrgico de los iconos, no sin antes llegar a acuerdos conciliadores con la poderosa facción iconoclasta. También se lograron importantes victorias contra los enemigos del imperio en las fronteras: contra los eslavos en Grecia, y contra los belicosos árabes en el Asia Menor y en el Delta del Nilo. La última acción importante de la emperatriz Teodora fue arreglar el casamiento de su hijo con la princesa Eudoxia Ingerina. Finalmente, a la edad de 16 años, Miguel II, ayudado por su tío materno Bardas, asesinó a su ministro Teocisto, en noviembre del año 855, haciéndose de esa manera con el poder efectivo del gobierno. La emperatriz Teodora y las hermanas del emperador fueron recluidas de por vida a un monasterio.

Una vez solo en el trono, Miguel III se apoyó incondicionalmente en su tío Bardas, quien fue realmente el que llevó las riendas del poder, convirtiéndose en el espíritu del nuevo régimen político. Bardas, elevado a la categoría de coemperador por el pusilánime de su sobrino, dirigió, junto con su hermano, Petronas, varias campañas militares victoriosas, rechazando con éxito los continuos y peligrosos ataques de los ávaros y logrando a su vez una importante victoria, en el año 863, sobre el emir de Melitene, Omar, que resultó muerto en dicho enfrentamiento. Pero, por el contrario, en política interior, Bardas aplicó una política despótica y represiva, tendente a conseguir el control total de todos los asuntos de gobierno, lo que hizo que comenzaran a elevarse protestas serias en su contra. Miguel III, por el contrario, libre de toda obligación de gobierno, se dedicó al goce total de los placeres de la corte: se aficionó sobremanera a la bebida, a los banquetes fastuosos y caros y a las carreras de caballos, donde apostaba enormes sumas de dinero que costeaba su sufrido pueblo pagando onerosos impuestos. Miguel III demostró un absoluto desconocimiento de su Imperio y menos aún de la política militar y exterior, lo cual facilitaba bastante el control del poder a Bardas y Petronas. Durante sus frecuentes diversiones y borracheras, Miguel III se burlaba del clero y de las ceremonias del culto religioso, dilapidaba el tesoro público en toda clase de donaciones caprichosas y se entregaba a todo tipo de locura, en los que mandaba ejecutar a personas inocentes.

En el año 858, con Bardas en lo más alto de la cima del poder, fue depuesto el influyente religioso Ignacio, a la sazón patriarca de Constantinopla y fiel valedor de la emperatriz Teodora. Ignacio fue sustituido por Focio, hombre inteligente y de total confianza de Bardas. Los partidarios del patriarca destronado apelaron al papa Nicolás I para que éste conminara al emperador a restituir a Ignacio y deponer inmediatamente a Focio. Miguel III, siempre aconsejado por su tío Bardas, se negó en redondo a llevar a cabo tal medida; surgió así el primer enfrentamiento serio entre las dos iglesias cristianas y que luego culminaría, dos siglos después, en la total ruptura, en el año 1054.

Hacia el año 860, Miguel III empezó a caer bajo el influjo del nuevo favorito de palacio, el chambelán Basilio el Macedonio, quien paulatinamente fue poniendo al emperador en contra de su tío Bardas, hasta el punto de que, en el año 866, Miguel III permitió a éste montar una trama con el objeto de asesinar impunemente a Bardas. Una vez llevado a cabo el asesinato, Basilio fue designado coemperador por Miguel III, que seguía entregado de lleno a toda clase de placeres y lujos, sin preocuparse por el gobierno de su imperio, ni por el peligro que corría su propia vida. Basilio, temiendo que el emperador ordenase acabar con su vida, como hizo con el anterior favorito, se adelantó a ese posible destino y, la noche del 23 de septiembre del año 867, junto con sus múltiples partidarios, asesinó brutalmente a Miguel III, cuando éste yacía en la cama completamente ebrio.

Aunque su reinado fue un período donde los diferentes favoritos desplegaron toda su crueldad y autoritarismo sobre la estragada población, con la total aquiescencia e inhibición de Miguel III, no obstante, fue bajo este reinado cuando se logró el mayor número de victorias sobre los enemigos que amenazaban constantemente las fronteras del Imperio, y en especial contra los árabes, enemigos potenciales de Bizancio. Tal éxito se debió a la gran competencia militar de Bardas y de su hermano Petronas. Miguel III también demostró, en los escasos momentos en que se preocupó por ejercer el mando directo sobre su gobierno, tener una estupenda visión diplomática, política y religiosa a la vez, permitiendo y financiando personalmente la campaña misionera de Metodio y Constantino. Gracias al empeño de ambos religiosos se pudo evangelizar el reino de Bulgaria, así como a su propio rey Boris. Con esta medida se lograron dos objetivos importantísimos: adelantarse en el empeño evangelizador a la Iglesia de Occidente, de rito romano, con la que se habían roto las relaciones a raíz del relevo de Ignacio por Focio en el patriarcado de Constantinopla, con lo que el reino búlgaro pasó a la esfera de influencia política y religiosa de Bizancio; y, en segundo lugar, se consiguió un aliado político-militar importante en la zona, a la vez que se eliminaba un frente de acción fronterizo siempre peligroso.

Bibliografía

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CHG.

Autor

  • Carlos Herráiz García.