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Meléndez Valdés, Juan (1754-1817).

Escritor español, nacido en Ribera del Fresno (Badajoz) en 1754 y muerto en Montpellier en 1817.

Vida

Meléndez Valdés nació en el seno de una familia campesina que trasladó su domicilio a Almendralejo para posibilitar los estudios de sus hijos. El fallecimiento de su madre en 1761, cuando tan sólo contaba siete años de edad, marcó de manera inexorable su personalidad, desde entonces sensible y melancólica. En 1767 llegó a Madrid para continuar su formación en el Colegio de Santo Tomás, regido por los dominicos, y, después, en los prestigiosos Reales Estudios de San Isidro fuera ya de la tutela de los jesuitas. A partir de 1772 inició la carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca.

En la ciudad del Tormes asistió a las academias poéticas, en las que se recitaban y comentaban a los autores clásicos y renacentistas, al tiempo que los tertulianos leían sus propias creaciones líricas. El agustino fray Diego Tadeo González (1733), de nombre poético Delio, fue el promotor de aquellas reuniones, en las que también participaron fray Juan Fernández de Rojas (Liseno), fray Andrés del Corral (Andrenio), Iglesias de la Casa (Arcadio)... El azar de la vida militar arrastró hasta la ciudad castellana a Cadalso, que vivía entonces momentos de esplendor creativo y cuya presencia fue determinante para marcar el rumbo que tomarían las creaciones de los jóvenes poetas de la llamada Escuela Poética Salmantina. Meléndez adoptó el apelativo poético de Batilo. A esta época pertenecen las enamoradas y sensuales anacreónticas o Los besos de amor, de marcado tono erótico. Sus versos están llenos de referencias femeninas, imaginarias o reales (Ciparis, Filis, Clori...). Por estos años estableció correspondencia con Jovellanos, fiscal asturiano residente en Sevilla. El 4 de junio de 1777 murió su admirado hermano Esteban, secretario del obispo de Segovia, suceso que le sumió en una profunda depresión. En 1779 terminó sus estudios jurídicos, e inició su carrera universitaria como profesor de letras.

Poco a poco se fue afianzando su vocación de poeta. En el concurso que organizaba la Real Academia Española para promover los temas y el estilo neoclásicos, Meléndez fue ganador en 1780 con Batilo, égloga en alabanza de la vida del campo, mal aceptado por el derrotado Tomás de Iriarte que entró en polémica. En 1781 obtuvo la cátedra de Humanidades en Salamanca. Participó de manera activa en la reforma universitaria, ganándose la inquina del grupo conservador. En esta misma fecha viajó a Madrid para visitar a Jovellanos, escritor que acabó siendo su mejor amigo y maestro, sobre todo tras la muerte de Cadalso en 1782. Este encuentro orientó por nuevos derroteros las inquietudes poéticas de Batilo hacia una lírica de tono clásico y después hacia la poesía ilustrada, preocupada por razonar sobre temas sociales, filosóficos y morales. Ese mismo año se casó con María Andrea de Coca y Figueroa, hija de una familia acomodada de Salamanca.

En 1784 recibió su carrera literaria una nueva confirmación. En un concurso de teatro que organizó el ayuntamiento de Madrid obtuvo el primer premio con Las bodas de Camacho el rico, una comedia pastoral en verso. En 1785 publicó con éxito un volumen de Poesías que dedicó a su querido Jovellanos.

Se trasladó a Zaragoza en 1789 para desempeñar el cargo de Juez de lo Criminal. De su estancia en esta ciudad conservamos escasa información, aunque sabemos que en la capital aragonesa asistía a las reuniones de la Sociedad Económica de los Amigos del País, tomando parte destacada en las actividades culturales. En marzo de 1791 fue nombrado Oidor de la Real Chancillería de Valladolid. En 1792 el Consejo de Castilla le encargó al fiscal que se trasladara a la ciudad de Ávila para crear un hospital general a partir de los centros que gobernaban las Obras Pías. Tuvo que enfrentarse a las autoridades eclesiásticas locales que no querían perder sus ancestrales privilegios. El magistrado, como otros intelectuales de la época, estaba un tanto perplejo por la situación creada en Francia a partir de la Revolución (1789). Los silencios prudentes alternaban con compromisos públicos como cuando dirigió a Godoy una oda sobre el fanatismo, y dos epístolas alabando su política ilustrada. Esta toma de partido por el todopoderoso ministro le acarreó severas críticas desde el bando conservador. Esta situación fue retrasando la edición de la segunda colección de sus Poesías que vio la luz en Valladolid, en 1797, en tres volúmenes. El libro está dedicado a Godoy y contiene poemas que ya habían aparecido en la edición de 1785, junto con otros nuevos que reflejan su compromiso con la sociedad y con sus ideas ilustradas.

El mismo año fue nombrado Fiscal de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte en Madrid. En ella desarrolló una actividad intensa. Los dictámenes jurídicos, cargados de razones ilustradas, serían recogidos en el volumen de Discursos forenses. Sin embargo, la situación política iba cambiando en los últimos tiempos. Esto significó el fin de la aventura reformista, perseguida desde los nuevos políticos conservadores. Sin juicio alguno, en agosto de 1798 Meléndez fue desterrado a Medina del Campo, donde permaneció tres años, y luego sufrió una jubilación forzosa en Zamora. En junio de 1802 le fue devuelto su sueldo de Fiscal y se le autorizó a establecerse donde quisiese. Meléndez había entrado en una aguda crisis de conciencia tal como reflejan sus versos.

En la época de la invasión francesa escribe Meléndez el romance patriótico Alarma Española, seguido meses después por la Alarma segunda a las tropas españolas, en las que el poeta animaba al pueblo español a combatir valeroso al invasor. Sin embargo, Meléndez no se adhirió a la Junta Central tal vez debido a las persecuciones de que había sido víctima durante la última década y a la desconfianza con que todavía era observado. Permaneció en el Madrid dominado por los franceses jurando lealtad al rey José Bonaparte, y desarrolló sus actividades profesionales, llegando a ser miembro del Consejo de Estado. Su actividad literaria estuvo en estos años bastante abandonada. Sin embargo, compuso dos poemas en alabanza del rey José I y formó parte de la Comisión de Teatros. El año 1811 publicó, en dos tomos, un libro de Poesías escogidas. Pero el avance de las tropas nacionales hacia la capital le llevó al exilio a varias poblaciones del sur de Francia. Murió en Montpellier en 1817. Sus restos retornaron definitivamente a Madrid en 1866 para reposar en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de San Isidro.

Obra

La vocación poética del magistrado está confirmada desde su juventud estudiantil en Salamanca. A partir de esa época escribió sus poemas, reflejando en cada momento sus inquietudes, de forma tal que su producción lírica se convierte en una autobiografía sentimental e ideológica. Meléndez es el poeta que mejor refleja las maneras poéticas y la diversidad de los estilos del XVIII.

La producción poética de Meléndez es abundante y diversa. El primer género que cultivó fue la oda anacreóntica. Era ésta un tipo de poesía de tradición clásica, aunque fue Cadalso el espejo en el que aprendió a modernizar los viejos recursos. Versa sobre las circunstancias del amor, la alegría de vivir, los amores gozosos, los placenteros banquetes, los bailes y las danzas en ambiente pastoril. Traza un leve fondo de paisaje que rememora el locus amoenus clásico, aunque esta idealización espacial contrasta, no pocas veces, con rasgos de carácter naturalista. De la Antigüedad clásica proceden también muchos de los símbolos empleados en la expresión de la experiencia amorosa: las mariposas cómplices, los vistosos ruiseñores, las blancas palomas, las abejas que liban... En ellas caben el detalle gracioso (el rizo, el lunar...), la escena caprichosa (el pequeño perro, el espejo que refleja los ojos enamorados de la amada...), que conviven con cultas referencias mitológicas. Las relaciones entre zagales y zagales están sazonadas con cierta dosis de picardía, que denota la libertad de costumbres de la época. Adopta la forma de romancillos heptasílabos, una de las estrofas preferidas por Meléndez. Como características de este estilo debemos destacar: el uso frecuente del diminutivo, recurso que sirve para subrayar el gusto por la miniatura y el rasgo preciosista, abundancia de epítetos, empleo moderado de las metáforas, simplicidad de las estructuras gramaticales y estilísticas. Estamos ante una literatura frívola, galante y sensual que refleja las exquisiteces del denominado estilo rococó. Dentro del mismo estilo y conservando idéntica estructura métrica escribió Meléndez tres grupos de poemas que tienen entidad propia: "La inconstancia. Odas a Lisi", variaciones sobre un romance de Góngora en el que subyacen motivos tradicionales; "La paloma de Filis", compuesta por treinta y cinco odas en las que reflexiona en torno a la paloma de su amada, intermediaria ingenua entre los amantes; y "Galatea o la ilusión del canto", en la que canta la historia de un enamoramiento fugaz que acaba en fracaso. El mismo aire gracioso del estilo rococó encontramos en otros géneros poéticos que cultivó a lo largo de su vida literaria: letrillas ("El ricito", "El lunarcito"), idilios, endechas, sonetos, romances... Con Los besos de amor Meléndez Valdés rinde tributo a la poesía erótica, moda que cautivó a parte importante de los escritores del XVIII. La suave galantería de las anacreónticas adopta en esta colección un tono de mayor atrevimiento. No cae, sin embargo, en el lenguaje grosero que encontramos en otros autores, ya que utiliza un lenguaje alusivo con valores poéticos. A partir de 1776 inicia una poesía de estilo neoclásico, enriquecida con reflexiones morales. La primera composición escrita bajo esta nueva inspiración fue la oda "La noche y la soledad" que remitió a Jovino en 1779, haciendo gala de una sensibilidad de raíz horaciana. Encuentran un lugar prominente las églogas, en las que recupera los tópicos pastoriles de la bucólica clásica y de los modelos renacentistas (Garcilaso de la Vega, fray Luis de León). Escribe también elegías, como la dedicada a la muerte de Filis (tal vez un desconocido amor del poeta) o las que poetizan el fallecimiento de su hermano Esteban.

Juan Meléndez Valdés, "A Dorila".

La poesía ilustrada se convierte en vehículo de las ideas reformistas, al mismo tiempo que persigue la formación de los lectores. Cambian los valores estéticos: el discurso poético olvida la función embellecedora y busca un lenguaje desnudo, preciso, casi prosaico. Con ascendencia clásica escribe Meléndez epístolas, en las que podemos encontrar las ideas de la ideología ilustrada: alabanza de la vida campesina ("El filósofo en el campo", 1794), crítica del hombre urbano víctima del lujo y del vicio, rechazo de los privilegios de la nobleza y el clero, alabanza de la justicia social... Utiliza los endecasílabos, que favorecen el ritmo reposado del pensamiento, agrupados en tercetos o con rima libre. De fórmula muy similar son los discursos, largos y plenos de reflexiones filosóficas en los que el poeta razona sobre el hombre y el universo. Uno de los grupos de mayor entidad, por su número y densidad, es el de las odas filosóficas y sagradas dominadas por un tono meditativo e inspiradas en los clásicos y en fray Luis de León. Son poemas desgarrados, en los que intenta hacer frente a su desgracia buscando razones morales y religiosas que encuentra en la amistad, el amor, la virtud, la evasión, la alabanza del campo... La métrica de las odas combina los versos heptasílabos y endecasílabos. Idéntica situación reflejan las elegías morales.

La poesía que escribe Meléndez en los últimos tiempos adopta un tono sentimental que preludia la mentalidad romántica. No llega, sin embargo, al empleo abusivo de recursos literarios como ocurrirá décadas más tarde en pleno auge del Romanticismo.

Meléndez fue también autor teatral. En un concurso celebrado con motivo del nacimiento de los infantes gemelos, hijos de Carlos IV, obtuvo el premio con Las bodas de Camacho el rico, que editó el ayuntamiento y se estrenó en el teatro de la Cruz en 1784. Escrita en cinco actos, es un modelo excelente de drama pastoral, que con tanto éxito cultivaba el teatro italiano y francés. La fuente del argumento es un episodio de la novela de Cervantes (El Quijote, II, cap. 19-22), y además enlaza de manera directa con la tradición bucólica.

Su prosa se recoge en los Discursos forenses, que no se publicarían hasta 1821, durante el trienio liberal. Versan sobre varios sucesos criminales en los que intervino como fiscal. Tienen una estructura muy similar que repite, en términos generales, el modelo que los letrados estudiaban en la retórica civil, sin que esto impida ciertos recursos originales propios de la habilidad creativa del escritor. Estos documentos son auténticas piezas maestras del género judicial, y le sirven para proyectar su espíritu progresista de hombre ilustrado. Completa la producción literaria de Meléndez su epistolario, formado por más de medio centenar de cartas, dirigidas a sus amigos.

Bibliografía

  • ASTORGANO ABAJO, Antonio: Biografía de don Juan Meléndez Valdés, Badajoz, Diputación Provincial, 1996.

  • DEMERSON, Georges: Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo (1754- 1817), Madrid, Taurus, 1971, 2 vols.

  • FROLDI, Rinaldo: Un poeta illuminista: Meléndez Valdés, Milano, I. E. Cisalpino, 1967.

  • MELÉNDEZ VALDÉS, Juan: Obra completa, ed. E. Palacios Fernández, Madrid, Fundación Castro, 1996-97, 3 vols.

E. Palacios Fernández

Autor

  • MCV.