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LiteraturaBiografía

Marcial, Marco Valerio (ca. 40-ca. 104).

Escritor y poeta hispano, nacido hacia el año 40 en la localidad de Bílbilis, moderna Calatayud (ciudad de la provincia hispana denominada Tarraconense), y muerto hacia el 104, tal vez en la misma Bílbilis. El cognomen Martialis o Marcial derivaría, según parece, de haber nacido el día 1 de marzo. Tras educarse en Hispania, marchó a Roma en 64, célebre año porque en él se produjo el incendio de Roma por Nerón; allí, mantuvo relación con otros intelectuales de origen hispano, como Séneca y Lucano, antes de que éstos y otros cayeran en desgracia tras la Conspiración de Pisón del año 65. En la Urbs, permaneció cerca de treinta y cinco años, pues sabemos que salió de ella en 99. Tras vivir como poeta a sueldo en busca de un rico mecenas durante años (lo que justifica los elogios dirigidos a diversos patricios y hasta al mismo Domiciano), su fama se acrecentó y, con ella, recibió honores, exenciones de impuestos, el derecho a tener esclavos, el ius trium liberorum (aunque nunca llegó a casarse) e incluso un nombramiento como tribuno militar. Tuvo casa propia en Roma y una villa en Nomento.

Relacionado con toda la corte, desde el emperador hasta el último de sus acólitos, mantuvo también un estrecho contacto con numerosos escritores (particularmente, con Plinio el Joven, Silio Itálico, Juvenal y su paisano, el calagurritano Quintiliano), aunque se sabe que sus relaciones con Estacio fueron realmente malas. Todo este universo se refleja en los 1.561 epigramas que compuso entre los años 86 y 98; al final de su vida, de acuerdo con el testimonio de Plinio el Joven, cantó la palinodia, se arrepintió de algunos de sus versos y decidió regresar a su tierra natal para hacerse cargo de una villa donada por una tal Marcella; tras un largo viaje a Hispania que costeó el mismo Plinio, murió hacia el año 104.

Escritos

La primera de sus obras documentadas es el Liber Spectaculorum, escrito hacia el 80, donde celebra la inauguración del Coliseo o Anfiteatro Flavio por el emperador Tito; de este libro, se conservan 33 fragmentos en los que describe algunos de los combates que tuvieron lugar en dicho lugar. Su técnica se fue aquilatando en Xenia (libro 13), series de poemas de un solo dístico elegíaco, de los que se han conservado 127, que se componían para amenizar las saturnales. En Apophoreta (libro 14), Marcial continúa con sus presentes poéticos para todos los bolsillos, esta vez en un ambiente convivial. Ambas modalidades pertenecen a una época en que no gozaba de la fama que pronto lo acompañaría. Su celebridad sólo le vino a través de sus Epigrammata, con los que formó 12 libros (Epigrammaton libri), compuestos entre 86 y 98. La división en libros la llevó a cabo el propio autor en algún momento de su vida; además, redactó unos breves pero reveladores prólogos en prosa a los libros 1, 2, 8 y 12, además de unas breves líneas al libro 9.

En el conjunto de 1.561 epigramas, la mayor parte se ha redactado en dísticos elegíacos, con el modelo de grandes poetas como Ovidio y Catulo; en el resto, el endecasílabo falecio ocupa el segundo lugar (238 composiciones), mientras el tercero corresponde al coliambo, escazonte o yambo cojo (77 composiciones), seguido por otros metros diversos y de escasa frecuencia. Casi todos los textos conocidos responden a un impulso satírico, aunque en el conjunto hay también bellos y sentidos epitafios en metro yámbico (a una niña o a un perro), epitalamios y otras composiciones de contenido más personal, en que apuesta por el endecasílabo. En general, Marcial describe en clave satírica los entresijos del ser humano (hominem pagina nostra sapit, 10. 4.10: 'nuestro libro sabe a hombre'), aunque la crítica alcance tan sólo a tipos, nunca a individuos concretos de la Roma de su época (por sus epigramas pasan médicos, prostitutas, poetas, abogados, etc.), desde el momento en que Marcial se sirvió de nombres figurados (parcere personis, dicere de uitiis, 10. 33. 10); debido a este modo de proceder, llegó a afirmar que sus dardos sólo podían resultar leves (ludimus innocui, 7.12). Si los personajes son diversos, los temas también resultan muy variados y quedan impregnados por su gracejo y una tendencia marcada hacia lo lascivo (algo manifiesto a lo largo del libro primero) que, de acuerdo con sus propias palabras, limitaba sólo a la literatura: Lasciua est nobis pagina, uita proba (1. 4. 8). La procacidad y la lascivia están ausentes, eso sí, del libro octavo, un puro homenaje a Domiciano.

Con su particular técnica, el bilbilitano deleitó a sus contemporáneos (había copia de sus obras por doquier, de hacer caso a su propio testimonio en 1. 1); por otra parte, marcó el camino a sus continuadores inmediatos, como Juvenal, y a los lejanos, como Ausonio, Claudiano y Sidonio Apolinar; siglos más tarde, tras el hallazgo de un importante códice en Monte Cassino por parte de Boccaccio en 1360 y, sobre todo, tras la edición príncipe de 1471, fascinó a los primeros humanistas (que vieron en Marcial a un hispano con un notable gracejo, un verdadero homo facetus que despertó el orgullo de sus paisanos españoles); en último término, Marcial aún hoy nos entretiene y cautiva. Si los humanistas recuperaron la técnica del epigrama, los lectores del siglo XV en adelante encontraron en su característica brevedad con enjundia un ideal literario del que darían buena muestra el temprano humanismo, el clasicismo renacentista y el conceptismo barroco, en latín y romance. El neoclasicismo puso ese género nuevamente en vigencia, lo que explica que autores de la talla de Juan de Iriarte se diesen a su cultivo y que, con Marcial en mente, llegasen a esta célebre definición:

A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.

La brevedad es norma en los epigramas de Marcial; de hecho, en esas nugae o ioci está, en realidad, su ideal, la brevitas, frente al discurso extenso (según mantiene en 9. 50); su dulzura deriva de su tino literario, del deleite que produce una buena obra literaria; en último término, su mordacidad es el resultado de su vena satírica (que no rehúye, sino al contrario, lo escabroso, como sostiene en una personal poética que recorre el conjunto de su obra y se plasma, como se ha señalado, en el libro primero) que, a menudo, se refuerza en la palabra o la frase final, por lo común tan sorprendente como ingeniosa. En el presente, la poesía de Marcial es muy apreciada en todos los órdenes; al respecto, para nada cuentan viejos juicios morales como el vertido por Menéndez Pelayo en su Historia de las ideas estéticas: "Si la descompuesta libertad de este poeta no ofendiera en muchos de sus versos los oídos castos de la piedad cristiana, fuera digno de estimarse entre los mayores vates de aquellos tiempos". De este comentario, tan sólo se mantiene en pie el encendido elogio final, que se fortalece en otros tantos casos, como aquel en que lo califica de "cultivador exquisito de la pureza de la forma".

Bibliografía

  • Mª Dulce Nombre ESTEFANÍA, ed., Marcial, Epigramas completos, Madrid, 1991.

Vicente CRISTÓBAL, "Marcial en la literatura española", en Actas del Simposio sobre Marco Valerio Marcial, Poeta de Bílbilis y de Roma. Calatayud, mayo 1986 (Zaragoza, 1987), II, pp. 147-210.

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