Maeterlinck, Maurice Polydore Marie Bernhard (1862-1949).
Poeta, dramaturgo y ensayista belga de lengua francesa, nacido en Gante el 20 de agosto de 1862 y fallecido en Grasse (en los Alpes Marítimos) el 5 de mayo de 1949. Autor de una variada y extensa producción literaria que progresó por géneros muy diversos, sobresalió principalmente por sus poemas, comedias y dramas simbolistas, caracterizados por una ambientación irreal en las que los seres humanos se enfrentan directamente con un destino inevitable, así como por unos ensayos filosóficos y científicos en los que dejó plasmada su visión anticonfesional de la existencia. En 1911 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, "en reconocimiento de sus polifacéticas actividades literarias, y especialmente de sus piezas dramáticas, que se distinguen por su rica imaginación y por su fantasía poética, y revelan -a veces a la manera de un relato mágico- una profunda inspiración, siempre dentro de una misteriosa manera de llamar la atención del lector, apelando a sus sensaciones y estimulando su imaginación".
Volcado desde su temprana juventud hacia el estudio de los saberes humanísticos y el cultivo de la creación literaria, recibió desde niño una esmerada formación académica en el colegio de Sainte Barbe de Gante, regentado por los jesuitas, institución célebre en toda Bélgica por su rigor y severidad. Allí, donde se habían educado también otros jóvenes alumnos que estaban llamados a convertirse en figuras cimeras de la literatura belga (como el poeta y crítico Émile Verhaeren y el poeta y dramaturgo Georges Rodenbach), tuvo ocasión de compartir las aulas con futuros compañeros de andadura literaria, como Charles Van Lerberghe y G. de Le Roy. Posteriormente, el joven Maurice Maeterlinck cursó estudios superiores de Leyes y, una vez licenciado, comenzó ejercer la abogacía.
En 1886, impulsado por su firme vocación literaria, abandonó su país natal y se estableció en París, donde, al tiempo que continuaba trabajando como abogado, comenzó a escribir versos y a relacionarse con los principales grupos literarios que proliferaban en la capital francesa. Entró en contacto, así, con numerosos poetas simbolistas que le atrajeron hacia su causa estética y le permitieron publicar sus primeros escritos en su más destacado órgano de expresión, la famosa revista La Pléiade. Así las cosas, Maeterlinck abandonó definitivamente su dedicación a la abogacía para consagrarse de lleno a la creación literaria.
En 1889 dio a la imprenta su primer volumen de versos, titulado Les serres chaudes (Invernaderos cálidos), un poemario plenamente enmarcado en la corriente simbolista. Aquel mismo año sorprendió gratamente a críticos, público y lectores con el estreno de la pieza teatral La princesse Maleine (La princesa Maleine, 1889), un luminoso y espléndido drama fantástico en el que logró plasmar, haciendo gala de un dominio escénico poco frecuente en un autor novel, un melancólico sentido del misterio y la fatalidad, así como una concepción de los personajes como víctimas pasivas de fuerzas ajenas. El éxito alcanzado por esta primera incursión teatral de Maurice Maeterlinck, acrecentado por los desmesurados elogios del poeta y dramaturgo galo Octave Mirbeau (que llegó a comparar al joven escritor de Gante con William Shakespeare), le convirtieron de golpe en uno de los autores más conocidos y respetados de la escena europea del momento.
Consagrado, pues, como el gran dramaturgo en lengua francesa de finales del siglo XIX, Maeterlinck acrecentó prolíficamente su corpus teatral con otros títulos tan relevantes como L'intruse (La intrusa, 1890), Les aveugles (Los ciegos, 1891), Les sept princesses (Las siete princesas, 1891) y, sobre todo, Pelléas et Mélisande (1892), una de sus obras maestras, que inspiró sendas partituras musicales a Debussy y Fauré. Se trata de una tragedia simbolista en la que Maeterlinck volvió a ocuparse de los temas predilectos de su producción dramática de aquella época: el misterio de la vida y la melancolía del alma. Dos años después del estreno de Pelléas et Mélisande, volvió a los escenarios franceses con la obra teatral titulada Aglavaine et Sélysette (Aglavena y Seliseta, 1894).
El año de 1986 fue especialmente relevante en la trayectoria literaria del poeta, dramaturgo y ensayista belga, ya que en el transcurso de dicho período dio a la imprenta dos nuevos libros que le consolidaron como uno de los cultivadores más relevantes de los otros dos géneros literarios por los que, junto con el teatro, habría de pasar a la historia. En efecto, por un lado recuperó su vena lírica y publicó un segundo poemario que, bajo el título de Douze chansons (Doce canciones, 1896), fue ampliado en una edición posterior, presentada entonces como Quinze chansons (Quince canciones, 1900); y, por otro lado, se dio a conocer como ensayista merced a la publicación de Le trésor des humbles (El tesoro de los humildes, 1896), obra que dio inicio a una extensa y fecunda colección de ensayos filosóficos y científicos en los que Maeterlinck se reveló como un pensador que, sin llegar a caer plenamente en los postulados materialistas, rechazaba cualquier explicación confesional del hombre y la naturaleza. En esta línea genérica y temática, aparecieron después otros escritos suyos de gran interés, como los titulados La sagesse et la destinée (La sabiduría y el destino, 1898) y La vie des abeilles (La vida de las abejas, 1901), a los que siguieron, más de un cuarto de siglo después, La vie des termites (La vida de las termitas, 1927) y La vie des fourmis (La vida de las hormigas, 1930). En general, todos estos trabajos ensayísticos sobre la vida de los insectos, basados en una rigurosa observación científica, le sirvieron como referente especulativo sobre el enigma de la vida. Maeterlinck se reveló así, a través de estos textos, como un filósofo claramente influido por el pensamiento del místico flamenco Jan Van Ruysbroeck (1293-1381), así como por las ideas más modernas del poeta alemán Novalis (1772-1801), del ensayista e historiador británico Thomas Carlyle (1795-1881), y del filósofo y poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882). Otros ensayos surgidos de su pluma, como los titulados La inteligencia de la flores (1907), La muerte (1913) y El gran secreto (1921), confirman la evolución de su pensamiento desde el férreo catolicismo que le inculcaron los jesuitas hasta esa especie de panteísmo místico que se hace sobre todo presente en sus famosas vidas de insectos.
A pesar de esta feraz dedicación al género ensayístico, Maurice Maeterlinck no abandonó el cultivo del género dramático, al que había aportado nuevas técnicas de construcción por medio de sus anteriores comedias y tragedias simbolistas. Hasta entonces, sus tristes y descarnados personajes teatrales se movían sobre unos escenarios irreales como marionetas sujetas a un destino inexorable, en una clara visión alegórica de los inútiles esfuerzos con que el hombre intenta zafarse de los hilos ocultos y remotos que gobiernan su vida. Excepcionalmente dotado, por la sobria simplicidad de su estilo literario, para el cultivo de la tragedia, Maeterlinck envolvió sus primeros dramas en una atmósfera de pesadilla y misterio, poblada de sombras y alucinaciones oníricas que acentuaban el conflicto existencial de sus protagonistas. Pero, a raíz de la lectura de los autores citados en el parágrafo anterior (Ruysbroeck, Novalis, Carlyle y Emerson), su producción teatral experimentó un giro que la acercó a los planteamientos ideológicos de sus reflexiones ensayísticas. Abandonó, entonces, el pesimismo radical que hasta entonces había llevado a la escena, para dar cabida en sus obras a un moderado optimismo que, basado en el descubrimiento de unos valores más alentadores, admitía el valor de la personalidad humana y daba paso a la posibilidad -dentro de ciertos límites- de que el individuo lograra forjarse su propio destino. Ello se hizo patente en otra de sus obras maestras, la fábula teatral titulada L'oiseau bleu (El pájaro azul, 1909), una hermosa, exquisita y delicada dramatización de un cuento de hadas que pretende demostrar la posibilidad de hallar la felicidad cuando sólo se busca dentro del propio corazón. De la importancia que, para aquel entonces, había alcanzado ya Maeterlinck como autor dramático, da buena idea el hecho de que la puesta en escena de El pájaro azul corriera a cargo del gran maestro ruso de la dirección teatral Konstantin Sergueyévich Stanislavski.
Autor de otras obras como Mona Vanna (1902) y El gran silencio (1934), Maurice Polydore Marie Bernard Maeterlinck influyó notablemente en la producción teatral de algunos de los grandes dramaturgos europeos de los primeros años del siglo XX, como los españoles Ramón María del Valle-Inclán, Jacinto Benavente y Adrià Gual. Además, su pensamiento ensayístico dejó un notable poso en algunos escritores españoles de la Generación del 98, como José Martínez Ruiz ("Azorín").
A los honores y reconocimientos literarios que le llovieron tras la obtención de Premio Nobel, se sumaron las condecoraciones cívicas otorgadas por los gobiernos francés y belga tras la Primera Guerra Mundial, en la que Maeterlinck se había distinguido por sus servicios prestados a los Aliados; y, en 1932, recibió el título nobiliario de conde de manos del rey Alberto Leopoldo I de Bélgica. Al poco de declararse la Segunda Guerra Mundial, el poeta belga emigró a los Estados Unidos de América, de donde regresó, una vez acabada la contienda, para morir en la Francia que le había dado asilo durante casi toda su vida.
Véase Teatro: Historia.
J. R. Fernández de Cano