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FilosofíaBiografía

Locke, John (1632-1704).

Filósofo inglés, en Locke confluyen las inquietudes de pensamiento propiciadas por el racionalismo de Europa, el desfogue empirista (véase Empirismo) que se venía apuntando en Inglaterra desde la Edad Media y que en él encontrará un trampolín definitivo, y las inquietudes del filósofo humanista en lo tocante a la praxis ideológica.

Vida y obras.

Nacido en Wrington, desde pequeño su padre le enseñó a vivir con austeridad, moderación y liberalidad. En su formación académica, Oxford fue para él el encuentro con la escolástica, a la que muy pronto rechazó. En aquella misma universidad consiguió los grados de bachiller y maestro de artes, y enseñó griego, retórica y filosofía moral. Renunció a la carrera eclesiástica para entregarse por entero a sus estudios predilectos. Atraído por las ciencias naturales, estudió medicina. Tampoco la diplomacia lo atrajo definitivamente, aunque desempeñó cometidos de representación. No llegó a doctorarse en ninguna disciplina. De 1667 es su Ensayo sobre la tolerancia que muestra su cambio hacia una política antiabsolutista. De 1674 a 1689 reside en Francia, donde se interesa por el pensamiento de Descartes, Gassendi y los libertinos. En 1683, tras la derrota definitiva del conde de Shaftesbury, se refugia en Holanda. Allí publica Epistola de tolerantia fundada en el respeto de la conciencia religiosa de cada uno, según una concepción más espiritual que temporal de la religión, de la que deriva también la reducción de la iglesia a una mera "asociación voluntaria" y, por tanto, una neta separación entre las iglesias y el Estado. En este escrito, sin embargo, la tolerancia es negada a las confesiones intolerantes, como el catolicismo romano, y a los ateos, que Locke considera un peligro para la sociedad. Al período holandés se remontan también los dos Tratados sobre el gobierno civil (1690). Al subir al trono Guillermo de Orange, vuelve a Inglaterra (1688), donde de nuevo se le brindarían altos cargos políticos que no aceptó. Dada su salud delicada, optaría por retirarse a Oates donde murió piadosamente.

Entre sus escritos se destacan: An Essay Concerning Human Understanding (1690), Two treatises of Civil Government (1690), Some Thoughts concerning education (1693), The reasonablenes of christianity (1695). Locke estuvo en contacto con el científico R. Boyle y en general con la Royal Society. La inspiración antidogmática y "experimental" que animaba este grupo de científicos guía también el Ensayo sobre el entendimiento humano, su obra más significativa en el campo de la filosofía.

Pensamiento filosófico.

Las ideas.

El cartesianismo había dado por supuesta la existencia de ideas innatas -claras y distintas- presentes en nosotros desde nuestro nacimiento. Locke, igual que los empiristas que lo seguirán, rechaza de plano esta afirmación. La mente, dirá, es como una hoja en blanco en la que lo único que se escribe son los datos aportados por la experiencia. Si esas ideas ya se dieran en nuestra mente en el momento de nacer, aunque sólo fuera en potencia, las encontraríamos en todos los hombres y en todos los pueblos; pero es bien sabido que hay pueblos primitivos que no reconocen a Dios, y que ni el niño ni el adulto disminuido portan tales nociones generales. Lo que ocurre es que los hombres consideran innatas o naturales aquellas creencias que han recibido desde su primera educación, habiéndolas asimilado sin conciencia alguna. De esta ilusión espontánea deriva la convicción dogmática de que son creencias que se garantizan por sí mismas, sin necesidad de un examen racional, y esta es también la raíz de todo fanatismo e intolerancia. Locke recoge la noción de idea difundida por los racionalistas: "idea es todo aquello que emplea la mente para pensar". Esas ideas llegan a la mente por dos fuentes: la sensación y la reflexión. Los sentidos nos proporcionan las impresiones de los objetos materiales (color, sabor, aspereza, etc.); la mente, ante estas ideas, se muestra simplemente receptora. Por la reflexión elaboramos otras ideas (razonamientos, creencias, dudas, etc.). Locke denomina a las ideas provenientes de la sensación ideas simples, "átomos" del conocimiento. Por medio de la combinación de las ideas simples, ejercitando la mente, se forman las ideas compuestas. Aquí la mente juega ya un papel activo. Una ulterior pregunta es: ¿cómo se da la transformación de los datos suministrados por los sentidos en ideas? Locke responde que esto se da por medio de las cualidades.

Hay cualidades primarias (aquellas que son inseparables a los objetos y sin las cuales no serían tales: extensión, solidez, figura, etc.). Ellas forman la realidad objetiva. Existen otras cualidades denominadas secundarias (color, forma, sabor, etc.) que son subjetivas, porque varían según la apreciación de cada mente receptora.

De entre las ideas compuestas, merecen atención especial las ideas de: modo, sustancia y relación. Las primeras dos son ideas no subsistentes en sí mismas, sino que descansan en el soporte de las sustancias; en lenguaje aristotélico las llamaríamos "accidentes". Los modos se distinguen en "simples" y "mixtos". Los primeros resultan de la repetición de una sola idea simple (por ejemplo la idea de aritmética como repetición de la idea de la unidad hasta el infinito). Los segundos derivan, en cambio, de la combinación de varias ideas simples de especie distinta, combinación forjada por la mente sin que nada le corresponda en la naturaleza. Las ideas de relación indican relaciones entre dos o más cosas (por ejemplo: "padre", "mayor", etc., y sus recíprocas: "hijo", "menor", etc.). Entre estas parejas de ideas Locke examina particularmente las de causa y efecto, y las de identidad y diferencia. Se detiene de modo especial en la cuestión de "identidad personal" en el hombre, que él funda sobre la continuidad de la conciencia, o yo, testimoniada por la memoria. Las ideas de conformidad o diferencia entre una acción y una norma dan lugar a las ideas del bien y del mal en sentido moral y jurídico.

No hay que esperar mucho de Locke en lo que se refiere a las sustancias, dado que las reduce a ser soporte de las cualidades. Nos resultan absolutamente impenetrables porque vienen a ser una suma de ideas simples. Por lo tanto, conocemos las ideas de que se compone el objeto, pero no el sustrato, el objeto en sí.

El conocimiento humano.

El conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo entre las ideas. Es de dos clases: conocimiento intuitivo (inmediato y claro, y por ello no precisa de prueba alguna), y conocimiento demostrativo (obtenido mediante una serie de pasos, cada uno de los cuales, considerado por separado es de carácter intuitivo). Pero podemos alcanzar el conocimiento real de la existencia de las cosas de tres modos: intuitivamente (así conocemos nuestra propia existencia); demostrativamente (la existencia de Dios), y por la sensación (la existencia de las cosas fuera de nosotros). El conocimiento humano no puede ir más allá de las ideas que poseemos, ni puede pretender alcanzar a todo el universo. Pero la razón se extiende mucho más allá, ya que se explica también en los juicios de probabilidades, único medio para orientarse donde falta la certeza de las pruebas. De aquí nace la creencia u opinión (probabilidad), la cual, aunque sea una simple presunción de la verdad, es indispensable para la conducta práctica. Antes, sin embargo , de acordar nuestro asentimiento práctico a las probabilidades, debe anteceder un minucioso análisis para determinar al máximo la verosimilitud de toda opinión. La fe religiosa debe subordinarse a la fe racional, y esto por dos motivos: primero, porque es la razón quien debe decidir sobre la autenticidad de quien refiere la revelación, y, segundo, porque aquellas proposiciones que se opongan al conocimiento práctico, son inaceptables. Hacer callar la razón en aras de la revelación es como querer arrancarse los ojos para ver mejor, ilusión que da lugar al fanatismo.

Ética y política.

Locke esboza el proyecto de una ética demostrativa que tenga la misma evidencia y certeza que las matemáticas, en contraste con la variedad de normas seguidas de hecho por los diversos pueblos. En todo caso lo cierto es que el hombre, para vivir, ha de saber a qué atenerse, con el objeto de orientar su vida como individuo y como miembro de la sociedad.

Entre las ideas adquiridas por la sensación y reflexión se encuentran las de placer y dolor. Este es un primer determinante de la moral. El hombre tiende a la consecución del placer, que identifica con el bien, y al rechazo del dolor, que identifica con el mal. Esto no quiere decir que Locke sea un hedonista. Explica, en efecto, que no todo placer merece bendición, sino sólo aquel que marche de acuerdo con la ley divina, verdadera inspiradora de lo bueno como conveniente.

En lo referente a la política, Locke ha sido considerado como el padre del liberalismo moderno. Si Hobbes veía el absolutismo como un precipitado natural del Estado, Locke arguye que el dirigente está limitado por la "ley de naturaleza". Sus poderes son una representación aglutinante de los miembros de la sociedad. El monarca puede ser despojado de su dignidad por parte del pueblo, si su autoridad va en contra de la voluntad del pueblo, si no es merecedor de la confianza que el pueblo tiene depositada en él. El monarca debe salvaguardar las libertades de los ciudadanos, principalmente el derecho a la libertad y a la propiedad. En Locke, pues, se supera el estado natural de Hobbes, gracias al pacto social, por el que el individuo se siente protegido. Esta defensa individual conlleva un bien común: al propiciar la felicidad individual, se está abriendo paso a la prosperidad colectiva. El ensamblaje del Estado queda en Locke definido por la conjugación de tres poderes: el legislativo (en el que los diputados elegidos por el pueblo elaboran las leyes), el ejecutivo y el federativo (alianza para la defensa). Los dos últimos poderes pueden descansar en manos del monarca, no así el primero. Esta concepción del Estado, cambiado el tercer poder por el poder judicial, es la base de las democracias modernas.

Bibliografía.

  • ABBAGNANO, N., Locke e l'empirismo, Turín, 1952.

  • PETZALL, Locke, Buenos Aires, 1940.

  • RACIONARO, Q., La intuición en John Locke y sus bases sistemáticas, en "Crisis" 22, 1975.

  • REININGER, R., Locke, Berkeley, Hume, 1922.

Autor

  • CCG.