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LiteraturaHistoriaBiografía

Leonardo de Argensola, Lupercio (1559-1613).

Poeta y dramaturgo español, nacido en Barbastro (Huesca) en 1559, y muerto en Nápoles (Italia) en 1613.

Vida.

Fue el hijo mayor del matrimonio entre Juan Leonardo, descendientes de italianos, y de Aldonza Tudela de Argensola, de la nobleza catalana. Su padre llegó a obtener la secretaría de Maximiliano II. No poseemos datos acerca de su educación, aunque ésta debió de correr a cargo de algún religioso en Barbastro o en Huesca. Estudió filosofía y leyes en las universidades de Huesca y Zaragoza. Él se preciaba de haber asistido a las clases de Andrés Schotto y de Simón Abril, conocido traductor de Aristóteles y de Plauto. Fue un gran latinista, gran lector de los clásicos, sobre todo de Horacio, aunque también leía a los satíricos Marcial, Juvenal y Persio.

Marchó a Lérida en 1582 para saludar a su padre, que viajaba en el séquito de doña María de Austria, viuda de Maximiliano II. En estos años debió de escribir sus tres tragedias, elogiadas por Cervantes en el Quijote: Filis, Isabela y Alejandra. En 1586 entró al servicio de don Fernando de Aragón, duque de Villahermosa, de quien fue nombrado secretario; ejerciendo este cargo tuvo que escribir varias cartas dirigidas por el duque y el conde de Aranda a Felipe II, con ocasión de las alteraciones ocurridas en Aragón por la huida del ex secretario de Felipe II Antonio Pérez. Incluso años más tarde el propio Lupercio redactó una Información sobre esos sucesos.

En 1587 se casó doña Mariana Bárbara de Albión. A la muerte del duque de Villahermosa obtuvo la secretaría de la emperatriz María. Ya en esta época era muy conocida entre sus contemporáneos su poesía; bastantes poemas suyos fueron recogidos por Pedro Espinosa en su Flores de poetas ilustres, publicada en 1605. En 1595 fue nombrado cronista y empezó a redactar una Historia general de la España Tarraconense. Al igual que su hermano, sintió cierta predilección por la historia, y pretendió escribir unas Preheminencias regias y traducir los Anales de Tácito. En 1608, el conde de Lemos, nombrado virrey de Nápoles, le ofreció el cargo de secretario. En 1610 partió para Nápoles, donde fue uno de los fundadores de la Academia de los Ociosos. Murió en Nápoles en 1613.

Obra poética.

Lupercio no publicó su obra lírica e, incluso, llegó a quemar sus versos en Nápoles. Fue su hijo, Gabriel Leonardo, el que las publicó junto a las de su hermano Bartolomé, en Zaragoza, en 1634. En esta edición se imprimieron 94 poemas de Lupercio, aunque su producción es más amplia. Las ideas poéticas de Lupercio se basan en la creencia de que la creación literaria debe ir unida a la ética y a la moral. Al igual que sucede con su hermano, su máximo modelo es Horacio; de él toma el concepto de que el poeta debe limar mucho lo que escribe: “Lean mucho, escriban poco, amen borrar mil veces cada palabra, que por no hacerlo así los poetas de su tiempo, dice Horacio que erraban”.

De Horacio tomó ciertos temas, como el gusto por el aurea mediocritas, por la sátira de los vicios y por la gravedad. Pero aunque siga la doctrina horaciana, tiene en cuenta las modas literarias de su época, tal y como podemos apreciar en la aparición en su poesía de tópicos de especial connotación barroca: ruinas, tempus fugit. Por lo que se refiere a su estilo, está caracterizado por la sencillez sintáctica y estilística, el clasicismo y la escasez de cultismos. Muestra una gran sobriedad en el uso de adjetivos coloristas o sensuales. Se opuso a Góngora y a las comedias de Lope, llegando a escribir en 1597 un Memorial a Felipe II contra la representación de las comedias, en el que demuestra, según José Manuel Blecua, “una cierta incapacidad para la comprensión del fenómeno teatral, puesto que casi no distingue entre realidad y fantasía”, llegando incluso a sugerir la necesidad de prohibir los Autos sacramentales, “porque [los actores] en su vestuario están bebiendo, jurando, blasfemando y jugando con el hábito y forma exterior de Santos, de Ángeles, de la Virgen Nuestra Señora y del mismo Dios”.

Sus poesías pueden dividirse en tres grupos: poemas amorosos, morales y satírico-burlescos, y de circunstancias y traducciones. En las poesías amorosas, Lupercio sigue la tradición de la filografía neoplatónica con rasgos petrarquistas, pero en algunos de estos poemas se mezclan temas barrocos como los de las ruinas, la vida y la muerte. Blecua afirma que que la filografía de Argensola procede de Castiglione o de Bembo. Los poemas de este grupo están llenos de alusiones mitológicas. Las amadas reciben los nombres típicos de la poesía de la época: Filis, Cloris, Laura, Galatea, Amarilis, Flérida.

En la descripción de la belleza femenina sigue los tópicos de la época apoyados en la doctrina platónica de un amor intelectual; así afirma que la causa de su amor por Ana no es la belleza física, sino la espiritual: “Tu alma, que en tus obras se trasluce, / es la que sujetar pudo la mía / porque fuese inmortal su cautiverio”. Sus poemas amorosos, al igual que el resto de su poesía, se caracterizan por su perfección técnica; José Manuel Blecua la define por su antisensualismo, hasta en las imágenes y comparaciones, su huida de un lenguaje que había cristalizado en tanto poema renacentista, y el hallazgo de temas y situaciones muy originales, aparte de la mezcla con otros temas .

El segundo de los grupos en los que su hijo dividió sus poemas comprende los morales, los satíricos y los burlescos. Los temas morales que se reiteran en su poesía son los habituales de su época: la providencia, el premio y el castigo, la Fortuna, el dominio de sí mismo, el desprecio de la riqueza, vida retirada. En estos poemas es indudable la huella de Horacio; ejemplos tenemos en “Vuelve del campo el labrador cansado” o el más famoso de ellos: “Llevó tras sí los pámpanos otubre”.

Los poemas satíricos presentan las mismas preocupaciones e influencias que las señaladas en la poesía de su hermano Bartolomé Leonardo de Argensola: Horacio, Persio, Juvenal y Marcial. También aparecen muchos de los temas tratados por otros satíricos de los siglos XVI y XVII: los borrachos, los lascivos, los aduladores, los lindos, etc. Esta galería de tipos aparece en su epístola a don Juan de Albión, en la que afirma su incapacidad para improvisar y el trabajoso esfuerzo que le costaba escribir: “pues para hacer un verso, y ese manco, / primero he de sudar por cada poro”.

En la epístola a la que Green denegó la influencia horaciana se citan una gran cantidad de autores clásicos: César, Aristófanes, Terencio, Suetonio, etc. El poema termina con una llamada a los jóvenes de su época para que abandonen los vicios contemporáneos y vivan a la manera heroica de sus abuelos: “Haré ver con vergüenza a mil mozuelos / que viven de sí mismos satisfechos, / cuán diferentes eran sus abuelos”. Otra sátira importante es la dirigida "A Flora", en la que pinta de una manera magistral a las rameras, a las que se describe con rasgos grotescos y deshumanizadores. Se han conservado algunos de los sonetos satíricos que escribió, en los que aborda los mismos temas barrocos: la alcahueta, el casamiento engañoso (“¿Quién ha visto un casamiento sin engaños?”) o los cabellos prestados (“Esos cabellos en tu frente enjertos”).

En el grupo de poemas de circunstancias se encuentran una serie de composiciones de tema religioso; así los tercetos al traslado de las reliquias de san Eufrasio a Andújar o los escritos con motivos de justas y certámenes, como los dedicados a san Diego de Alcalá o a san Lorenzo; todos ellos presentan, en palabras de José Manuel Blecua, “los mismos caracteres de falta de intimidad con la retórica al uso”. De estos poemas religiosos destaca la canción "A la Asunción de Nuestra Señora".

Otros poemas de circunstancias son los elogios que figuran al frente de los libros de Martín de Bolea, Juan Rufo o Cristóbal de Virués. De este grupo destaca el escrito para el libro Aranjuez del alma, de fray Juan de Tortosa, en el que se hace un elogio de Felipe II y de su hija. Por último, Gabriel Leonardo colocó al final de su edición las traducciones de seis odas horacianas, de las que la más citada es la del "Beatus ille" (“Dichoso el que, apartado / de negocios, imita”).

Bibliografía.

  • ARGENSOLA, Lupercio Leonardo de. Rimas. (Ed. de José Manuel Blecua). (Madrid: Clásicos

  • Castellanos, 1972).

  • BLECUA, José Manuel. La poesía aragonesa del Barroco. (Zaragoza: Guara, 1986).

  • EGIDO, Aurora. La poesía aragonesa del siglo XVII (Raíces culteranas). (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1979).

  • GREEN, Otis H. Vida y obra de Lupercio Leonardo de Argensola. (Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1945).

Autor

  • AGM.