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BiografíaFotografía

Hamaya Hiroshi (1915-VVVV).

Fotógrafo japonés, nacido en Tokio el 28 de marzo de 1915.

Vida

El gran poeta japonés Daigaku Horiguchi definió a Hiroshi Hamaya como el “fotógrafo del cielo” advirtiéndole que su actitud fotográfica debía ser renovadora, como la del poeta en la literatura: no debía tomar imágenes pictóricas sino narrar la vida humana a través de la fotografía. Y eso hizo, hasta convertirse en el gran fotógrafo que es, perfecto descubridor del hombre a través de la naturaleza.

Hamaya, el tercero de cinco hermanos, nació en Ueno, un barrio popular de Tokio. Su infancia quedó marcada por el desastre de 1923: un gran terremoto que asoló la región de Kanto. Aquel desastre contribuyó a acelerar la desaparición de la democracia y produjo un profundo desequilibrio económico que favoreció la entrada de los militares en el poder. La familia Hamaya, víctima de los cambios, se vio obligada a cambiar su residencia en varias ocasiones lo que provocó que Hiroshi abandonara prematuramente sus estudios. El hecho coincidió con el regalo de una cámara fotográfica y, aunque la fotografía era en ese momento un “hobby” caro, su padre no tardó en adivinar la pasión que su hijo mostraba por ella, por lo que le permitió dedicarse a la fotografía con tan solo quince años. De este modo, hacia 1930 realizó sus primeras fotografías: familiares, amigos, vecinos..., pero también la reconstrucción de los barrios dañados por el terremoto, la fiesta de la reconstrucción del barrio de Ueno, el desfile infantil...; se apasionó tanto con su nueva forma de mirar que apenas reparaba en cómo se desarrollaban los acontecimientos sino era a través del visor de su “Brony” que luego sustituiría por una “Leica”.

En principio su interés se centró en la fotografía de personas y su entorno socio-económico pero, al terminar sus estudios secundarios en 1933, cuando contaba con 18 años, entró en el departamento de fotografía del laboratorio de la Aviación, donde descubrió nuevas posibilidades en la fotografía aérea. Sin embargo, debido a lo “vanguardista” de su trabajo, el departamento tuvo que cerrar tres meses más tarde. No puede decirse que Hiroshi fuera un “vanguardista” en el sentido de la experimentación que protagonizaban las vanguardias europeas, pero sí sentía profunda admiración por los trabajos de artistas como Man Ray, Moholy-Nagy, o los de la Nueva Objetividad alemana cuyas obras llegaban a Japón a través de revistas como Photo Times.

Pasó después a trabajar para la Oriental Photo Industrial Co., en la cual aprendió todos los secretos de la técnica fotográfica, lo que le permitió completar su formación. Precisamente, fue durante la segunda mitad de la década de los treinta cuando se producen grandes acontecimientos en el mundo de la fotografía –el boom de las revistas como Life o Look, el inicio del periodismo gráfico...- que afectarán también a Japón, país en el que la revista ilustrada Graphic encargó a Hiroshi en 1939 un reportaje sobre los ejercicios invernales de los cuerpos de montaña en el pueblo de Takada. A partir de ahí se inicia una nueva etapa en su carrera como fotógrafo, en la que se dedica a retratar “al hombre a través de la naturaleza”: costumbres, ritos, valores, tradiciones..., lejos del mundo de neón de la gran capital, siempre teniendo en cuenta la función documental de la fotografía para recoger imágenes de todo con valor humano o formativo. Ello le hizo descubrir el alma misma de la fotografía y a través de ella, la auténtica esencia del hombre. Para él no tenía sentido ver la naturaleza como mero paisaje sino que intentó verla desde el punto de vista de la ciencia para encontrar una forma de expresión científica en la fotografía. Sus fotografías están llenas de magia, en sus encuadres reina la tranquilidad con líneas que fugan al infinito mientras los sujetos se acomodan en un entorno que les pertenece. Fuerza y ternura se hermanan en impresionantes tomas donde los instantes atrapados poseen la belleza de lo eterno.

Tenía 25 años cuando entró por primera vez en contacto con las tradiciones más ancestrales de pequeños pueblos japoneses. A los 42 abandonó ese paisaje rural y estuvo en Manchuria trabajando con Tohosa, un editor que publicaba la revista de información sobre Japón para países extranjeros, tras lo cual pasó a dedicarse plenamente al periodismo. Era una época de grandes cambios y, tras los movimientos de protesta contra los acuerdos de cooperación político-militar con Estados Unidos, Japón vivió un extraordinario desarrollo económico. Las luchas se olvidaron en nombre de la prosperidad social. Pero las tradiciones permanecen y aunque la estructura social se transforme siempre quedarán las brillantes imágenes de un fotógrafo que entregó su vida a rescatar del olvido la tradición popular con voluntad, sensibilidad y pasión por la naturaleza y sus gentes. Esa es su vida, la de alguien digno de ser llamado “fotógrafo del cielo”.

MMMM

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