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LiteraturaFilologíaBiografía

Guillén, Jorge (1893-1984).

Poeta, ensayista, crítico literario y profesor universitario español, nacido en Valladolid el 13 de enero de 1893 y fallecido en Málaga el 6 de febrero de 1984. Autor de una breve pero intensa producción poética que, partiendo de los criterios estéticos vanguardistas de la poesía pura, se sirve de un lenguaje sobrio, sereno y depurado para exaltar el equilibrio y la armonía del mundo y celebrar la plenitud del hombre en comunión con la Naturaleza, está considerado como uno de los poetas mayores de la literatura española del siglo XX. Miembro destacado del grupo poético conocido como Generación del 27, por la hondura y calidad de su obra lírica fue distinguido en 1976 con el galardón más relevante de las Letras hispanas contemporáneas, el Premio Cervantes, que recayó en su persona en su primera convocatoria.

Fundó la revista Verso y Prosa (1927) junto a Juan Guerrero Ruiz y fue catedrático en las universidades de Murcia (1926-1929) y Sevilla (1931-1938) y lector en Oxford (1929-1931). Después de ser encarcelado durante la Guerra Civil a causa de sus ideas republicanas, en 1938 se exilió a Estados Unidos de América donde ejerció de profesor en el Wellesley College (1940-1957). Tras su jubilación viajó por América y Europa y en 1961 se casó en Bogotá con Irene Mochi Sismondi. A su regreso a España en 1975 recibió numerosos homenajes y distinciones nacionales e internacionales, como el Premio Cervantes (1976) o en Italia el Gran Premio de la Academia dei Lincei (1977), además de ser nombrado académico de honor de la Real Academia Española de la Lengua (1978).

Su obra poética fundamental, que forma un todo unitario bajo el título Aire nuestro (1977-1979), consta de tres libros: Cántico, Clamor y Homenaje. Los versos de Cántico (1928) representan la cima de la poesía pura, estilizada y antirromántica pero siempre humana. Clamor (agrupación de Maremágnum, 1957; Que van a dar en la mar, 1960, y A la altura de la circunstancias, 1963), es una colección de poemas comprometidos con el momento histórico donde el autor supera las premisas literarias iniciales de la Generación del 27. Homenaje (1967) es una obra de temática muy variada, con especial atención a los acontecimientos históricos más relevantes en la vida del poeta. Tras completar Aire nuestro, Jorge Guillén publicó otros tres libros de poemas: Y otros poemas (1973), Historia muy natural (1980) y Final (1981).

En cuanto a su obra ensayística, además de la recopilación de sus lecciones en Harvard publicada con el título Lenguaje y poesía (1962), destacan El argumento de la obra (1969), En torno a Gabriel Miró: breve epistolario (1973) y la recopilación de artículos y estudios Cántico. Escritos de los años veinte (1980).

Vida

Nacido en el seno de una familia acomodada perteneciente a la burguesía liberal castellana, recibió durante su infancia y juventud una esmerada formación académica, acorde con la viva inteligencia natural que había manifestado desde su temprana niñez. Cursó sus primeros estudios en el Colegio de San Gregorio de su Valladolid natal, y a los dieciséis años de edad fue enviado por sus progenitores -que habían tenido otros cuatro hijos tras el nacimiento del primogénito Jorge- a ampliar sus conocimientos en Suiza. En la ciudad helvética de Friburgo tuvo ocasión de adquirir un espléndido dominio de la lengua francesa, idioma que luego habría de servirle de gran utilidad a la hora de forjar su bagaje cultural; y, a su regreso a España, se matriculó en la Universidad Central de Madrid para seguir la carrera de Filosofía y Letras, estudios superiores que concluyó, en 1913, en la Universidad de Granada.

Una vez licenciado, orientó sus pasos por el sendero de la docencia, actividad laboral que habría de ser una nota común en otros autores de su grupo generacional, como los madrileños Dámaso Alonso (1898-1990) y Pedro Salinas (1891-1951). Precisamente a este último sucedió Jorge Guillén en el lectorado de lengua y literatura española en la Universidad de la Sorbona, en el que se mantuvo desde 1917 hasta 1923. Durante esta fructífera etapa en París, tuvo ocasión de establecer contactos con algunas de las figuras señeras de la literatura gala, entre las que figuraba el gran poeta y ensayista Paul Valéry (1871-1945), genuino representante de esa corriente intelectual que, bajo el marbete de poesía pura, tanto influyó en los jóvenes poetas de su tiempo (entre ellos, el propio Jorge Guillén, quien, durante su permanencia en la capital gala, comenzó a escribir sus primeros poemas bajo esa influencia directa del propio Valéry). Leyó también, por aquellos años, con fruición las obras del francés Charles Baudelaire (1821-1867) y del norteamericano Walt Whitman (1819-1892), poetas que, junto al ya citado, sentaron las bases de los principios estéticos del autor vallisoletano. A partir de 1920, con este espléndido bagaje formativo en su haber, comenzó a enviar a España sus poemas primerizos, que vieron la luz en algunas publicaciones literarias de tan amplia difusión como La Pluma y Revista de Occidente. Pronto adquirió, merced a estos poemas, un merecido prestigio que le situó entre las jóvenes promesas de la lírica española del momento.

Tras haber contraído matrimonio en la Ciudad de Sena, Jorge Guillén regresó a España para cursar en la Universidad Central de Madrid el doctorado en Letras (1924); y, una vez obtenido el grado de doctor, ganó por oposición la Cátedra de Literatura Española en la Universidad de Murcia, en donde impartió clases entre 1926 y 1929. Bien integrado en su nuevo destino profesional, pronto empezó a relacionarse con las figuras más destacadas de la cultura local, como el periodista y crítico literario Juan Guerrero Ruiz (1893-1955), con quien fundó en 1927 la revista Verso y Prosa; pero, siempre deseoso de conocer in situ las últimas novedades artísticas e intelectuales que, a la sazón, florecían con pasmosa fecundidad en la Europa de las vanguardias, solicitó una plaza de lector en la Universidad de Oxford y, una vez obtenida, abandonó las aulas murcianas para seguir ejerciendo la docencia en Inglaterra desde 1929 hasta 1931. Antes de partir, había dado a la imprenta su primer poemario, publicado bajo el elocuente título de Cántico (1928).

A su regreso a España, que coincidió con la proclamación de la Segunda República, el poeta vallisoletano ocupó la Cátedra de Literatura Española en la Universidad de Sevilla, en la que se mantuvo durante la mayor parte de la década de los años treinta (1931-1938). Jorge Guillén ya había tenido ocasión de visitar la capital andaluza en 1927, formando parte de un nutrido grupo de jóvenes poetas que conmemoró en el Ateneo de Sevilla el tercer centenario de la desaparición del vate cordobés Luis de Góngora (1561-1627), acto cultural que viene siendo señalado tradicionalmente por la crítica como uno de los acontecimientos aglutinantes del mencionado grupo generacional.

Por su talante liberal y sus manifiestas simpatías hacia el régimen republicano, en plena Guerra Civil fue detenido y encarcelado en Pamplona. Merced a las gestiones realizadas por su progenitor, pronto fue puesto en libertad, aunque quedó inhabilitado por el Ministerio de Educación para el ejercicio de cualquier cargo público. Así las cosas, en 1938 abandonó clandestinamente España tras cruzar a pie el Bidasoa por uno de sus puentes, para dar inicio a un exilio voluntario que habría de prolongarse durante varias décadas.

Desde Francia, Jorge Guillén pasó de inmediato a los Estados Unidos de América, donde continuó desplegando una intensa y fecunda actividad docente en las aulas del Wellesley College (en el estado de Massachussetts). Fue profesor en dicho centro desde 1940 hasta 1957, período de su vida signado por el dolor y la tristeza, en el que a la nostalgia propia del exilio se sumaron las desgraciadas pérdidas de algunas de las personas más queridas por el poeta vallisoletano, como su esposa y su gran amigo Pedro Salinas (que falleció en su exilio bostoniano en 1951). Durante esta etapa, se dedicó también a pulir e incrementar los poemas de Cántico, cuya cuarta y definitiva edición vio la luz en Argentina bajo el título de Cántico. Fe de vida (Buenos Aires, 1950).

En 1957 apareció, también en tierras australes, la primera entrega de su poemario Clamor, publicada bajo el título de Maremágnum (Buenos Aires, 1957). Posteriormente, esta obra se incrementó con otros dos volúmenes de versos: Que van a dar en la mar (Buenos Aires, 1960) y A la altura de las circunstancias (Buenos Aires, 1963). Al alcanzar la edad de la jubilación en 1958, fue invitado a impartir un curso de literatura española en la cátedra Charles Eliot Norton, de la Universidad de Harvard, donde sus brillantes lecciones magistrales, recibidas con gran expectación por todo el alumnado, dieron pie a un volumen de ensayo y crítica titulado Lengua y poesía (Madrid, 1962).

Ya jubilado, realizó frecuentes recorridos por América y Europa, y visitó España en varias ocasiones. El 11 de octubre de 1961, ya próximo al alcanzar la condición de septuagenario, se casó en Bogotá con Irene Mochi Sismondi, y continuó el resto de su vida consagrado a la creación poética, para dar a la imprenta en plena vejez nuevos volúmenes de versos como Homenaje (Milán, 1967), Y otros poemas (Buenos Aires, 1973), Historia muy natural (Madrid, 1980) y Final (Madrid, 1981).

Tras la muerte de Franco (1892-1975), Jorge Guillén regresó a España y se afincó en Málaga, en busca del clima benigno del mediterráneo andaluz. Recibido con honores de patriarca de las Letras hispanas del siglo XX, fue objeto de numerosos tributos de admiración y respeto en diferentes ciudades de España, tanto por parte de las instituciones y organismos académicos, como por parte de los foros intelectuales y las autoridades públicas de todo el país, que bautizaron con su nombre colegios, institutos, bibliotecas, centros culturales y travesías urbanas. Galardonado -como ya se ha indicado más arriba- con el Premio Cervantes (1976), fue nombrado académico de honor de la Real Academia Española en 1978, y honrado con otras muchas distinciones nacionales e internacionales (como el Gran Premio de la Academia dei Lincei, que le fue otorgado en Italia en 1977). En medio de este reconocimiento unánime, falleció en la capital malagueña a comienzos de 1984, poco después de haber cumplido los noventa y un años de edad.

Obra

Desde sus primeras incursiones en la creación poética, Jorge Guillén concibió su obra como un todo unitario que bien podría quedar recogido en un único libro, como de hecho ocurrió, a finales de los años setenta, cuando la suma de su corpus lírico -o, por mejor decir, la suma de los libros de poemas que había escrito hasta la fecha- fue publicada bajo el título de Aire nuestro (Barcelona: Seix Barral, 1977-1979). El propio poeta puso en marcha este proyecto de obra global con la sucesiva revisión y reelaboración de Cántico, su opera prima, que pasó de contener setenta y cinco poemas en su primera edición (Madrid, 1928) a contar con trescientos en su versión definitiva (Buenos Aires, 1950). En las dos primeras apariciones de este volumen de versos (1928 y 1936), Guillén se presentaba como uno de los maestros indiscutibles de la poesía pura, tal vez como el poeta de la Generación del 27 que mejor había sabido captar las inquietudes estéticas e intelectuales de Paul Valéry, el creador de dicha corriente. Estos poemas iniciales dejaban bien patente el desprecio del poeta vallisoletano hacia el ya caduco sentimentalismo romántico, y su deseo de alcanzar una voz sobria, depurada y estilizada que, por raro que pueda parecer, tampoco quedaba enmarcada dentro de esa "deshumanización de la poesía" de la que tanto se hablaba por aquellos años; y no era la del Guillén primerizo una poesía deshumanizada propiamente dicha porque, a pesar de su frialdad intelectual, se recreaba en la experiencia de lo más inmediato y lanzaba al vuelo un clamor vitalista que exaltaba la cotidianeidad, el gozo de las pequeñas experiencias y sensaciones rutinarias, la presencia viva del hombre rodeado de sus cosas y paisajes aparentemente insignificantes: "Dije: Todo ya pleno. / Un álamo vibró. / Las hojas plateadas / sonaron con amor. / Los verdes eran grises, / el amor era sol. / Entonces, mediodía, / un pájaro sumió / su cantar en el viento / con tal adoración / que se sintió cantada / bajo el viento la flor / crecida entre las mieses / más altas. Era yo, / centro de aquel instante / de tanto alrededor, / quien lo veía todo / completo para un dios. / Dije: Todo, completo. / ¡Las doce en el reloj!" ("Las doce en el reloj", de Cántico).

Jorge Guillén, "Beato Sillón" (Cántico).

Poesía, pues, del mediodía y de la plenitud; poesía diurna y solar frente a la nocturnidad ajada hasta el hastío por los románticos; y poesía también de lo inmediato, lo mínimo y lo cotidiano (el aire, la mañana, el sol, un pájaro, la flor, etc.), de lo que, envolviendo al hombre, le hace sentirse centro de dicha plenitud: "Aire: nada, casi nada, / o con un ser muy secreto, / o sin materia tal vez, / nada, casi nada: cielo. // [...] // A una creación continua / -soy del aire- me someto. / ¡Aire en trasparencia! Sea / su señorío supremo" ("El aire", de Cántico). Ésta es la lección sencilla y humilde, pero gozosa y vitalista, que brindan las dos primeras entregas de Cántico, más tarde enmendadas por dos nuevas ediciones (1945 y 1950) en las que este optimismo inicial del poeta se va devaluando poco a poco ante otras consideraciones más graves de trascendencia moral, social y cultural.

Esta visión más pesimista del mundo y del ser humano se acentúa, abundando en los temas y motivos de las dos últimas ediciones de Cántico, en la primera entrega de Clamor, significativamente titulada Maremágnum (Buenos Aires, 1957): "[...] Surge el ceño del odio y nos dispara / con su azufre tan vil un arrebato / destructor de sí mismo, de esa cara / que dice: más a mí yo me combato. // [...] // Y se consuma el hombre todo humano, / rabia, terror, humillación, conquista. / Se convence al hostil pistola en mano. / Al sediento más sed: que la resista [...]" ("El acorde", de Maremágnum [Clamor]). De la anterior experiencia reflejada por las dos primeras ediciones de Cántico (la elevación del espíritu desde las sensaciones e impresiones cotidianas hasta la intuición de la armonía de todo lo existente), Guillén pasó a constatar en sus nuevos versos la existencia del dolor, la fugacidad de los seres y las cosas, las limitaciones -en definitiva- de la vida; por eso ahora ese mismo lenguaje sobrio, elegante y preciso -diríase incluso que con pretensiones de exactitud matemática- que servía en las dos primeras entregas de Cántico para exaltar la redonda perfección del mundo y el Ser en armonía, se pone al servicio de otros temas y motivos que delatan la angustia y la desolación, también desde la contemplación -ya no gozosa, sino inquietante y desasosegada- de elementos tan cotidianos como pueden serlo unos viejos zapatos: "¡Se me mueren! Han vivido / con fidelidad: cristianos / servidores que se honran / y disfrutan ayudando, // complaciendo a su señor, / un caminante cansado, / a punto de preferir / la quietud de pies y ánimo. // [...] // Todo me anuncia una ruina / que se me escapa. Quebranto / mortal corroe el decoro. / Huyen. ¡Espectros zapatos!" ("Muerte de unos zapatos", de Que van a dar en el mar [Clamor]). Fruto de esta nueva actitud ante las cosas que le rodean, el poeta vuelve también sus ojos hacia el presente y se muestra más comprometido con el momento histórico, sobre todo en la tercera y última entrega de Clamor, titulada A la altura de las circunstancias (Buenos Aires, 1963): "Ay, patria, / con malos padres y con malos hijos / o tal vez nada más desventurados / en el gran desconcierto de una crisis / que no se acaba nunca" ("Despertar español", de A la altura de las circunstancias [Clamor]). En esta tercera parte de Clamor, Jorge Guillén pone de manifiesto, además, las abundantes particularidades que le distancian de las premisas estéticas iniciales de la Generación del 27, premisas que, por lo que aquí se descubre, nunca fueron las suyas.

El tercer gran poemario de Jorge Guillén (tras las cuatro ediciones de Cántico y las tres entregas independientes que conforman Clamor) vio la luz en Italia a finales de los años sesenta, bajo el título de Homenaje (Milán, 1967). Ya en plena vejez, el poeta vallisoletano decidió rendir tributo en esta obra a las personas, obras y acontecimientos históricos que mayor huella habían dejado en su vida, algunos bien próximos a la peripecia vital del autor, pero otros mucho más lejanos en el tiempo y, sin embargo, muy presentes siempre a su lado: "El aire se serena, / por claridad regala más espacio, / maestro, cuando suena / la lira que a tu Horacio / no fue más fiel, ni dio más gloria al Tracio" ("Fray Luis de León", de Homenaje).

Para guiarse adecuadamente por el itinerario poético trazado por estas tres obras mayores de Guillén, y seguir con atención la evolución del tono y los contenidos de su producción poética, resulta enormemente útil atender a los subtítulos que el propio autor colocó a cada una de ellas, auténticas "etiquetas" identificadoras de sus gustos, propósitos, prioridades, etc. Clamor -como ya se ha anotado más arriba- llevaba, en su cuarta y definitiva salida de la imprenta, el subtítulo de "Fe de vida"; Clamor quedaba perfectamente caracterizado por su subtítulo de "Tiempo de historia"; y Homenaje, por su parte, no podía haber exhibido otro añadido en su portada que no fuera el de "Reunión de vidas".

La dedicación de Guillén al cultivo del verso hasta el final de su longeva existencia propició la aparición de otras colecciones de poemas cuando su aspiración de conseguir una obra unitaria y global ya parecía definitivamente alcanzada. Consciente de ello, el vate vallisoletano tituló su siguiente poemario -publicado cuando ya había cumplido los ochenta años de edad- con el intencionado latiguillo editorial de Y otros poemas (Buenos Aires, 1973), dando a entender con ello que se trataba de una obra aparentemente marginal, algo así como una añadido superfluo destinado más a satisfacer la curiosidad de la crítica -siempre deseosa de poseer un conocimiento exhaustivo de la producción de un autor- que a aportar novedades substanciales a lo ya dicho en Cántico, Clamor y Homenaje. Sin embargo, muchas de las composiciones de esta tardía entrega se remontan hasta altas cimas de intensidad poética, y algunas de ellas han quedado fijadas en la memoria del lector como piezas indispensables en cualquier selección antológica de su obra: "Español a marchamartillo: / el anatema en el bolsillo. // De pronto defiende su fe / con la pistola o con el pie. // Chispea a veces, sin embargo, / a la luz de su sol amargo. // En torno siempre de una noria, / se queda al margen de la Historia. // Español a marchamartillo: / los zapatos con mucho brillo" ("Guirnalda civil", de Y otros poemas). El libro consta de una parte central, "Res poética", en la que las meditaciones de Guillén acerca del hecho poético resultan de notable interés; y de otras secciones que descubren facetas insospechadas en su trayectoria lírica, como las tituladas "Sátiras" y "Epigramas".

Bastante menos aportó, ciertamente, su siguiente poemario, Historia muy natural (Madrid, 1980), tal vez lo más prescindible en el conjunto de su obra. Pero no ocurrió lo mismo con el que fue, a la postre, su último libro de poemas, lúcida y resignadamente titulado Final (Madrid, 1981), en el que resultan muy gratas y significativas algunas aclaraciones o variaciones sobre su poesía anterior.

Cabe, en fin, mencionar la labor de Guillén como ensayista y crítico literario, plasmada no sólo en esa recopilación de sus lecciones en Harvard -Lenguaje y poesía (1962)-, sino también en otros escritos tan valiosos para el estudioso de la literatura española contemporánea como su celebérrimo prólogo a las Obras de García Lorca (1898-1936), su ensayo El argumento de la obra (1969), su trabajo de investigación filológica En torno a Gabriel Miró: breve epistolario (1973) y su recopilación de artículos y estudios Cántico. Escritos de los años veinte (1980). Y hay que dejar constancia también de su esfuerzo por introducir en España algunos de los textos más representativos de la literatura universal de comienzos del siglo XX, como El cementerio marino (1920), de Paul Valéry, que el poeta vallisoletano vertió al castellano en 1929.

Jorge Guillén, "Cierro los ojos" (Cántico).

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Autor

  • J. R. Fernández de Cano.