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PinturaBiografía

Francesca, Piero della (ca. 1420-1492).

Piero della Francesca.

Pintor italiano. Parece ser que nació en Arezzo en 1415 ó 1420. No es, por tanto, original de Florencia, aunque su aprendizaje lo realiza en ésta ciudad, pese a que su presencia en ella no se documenta hasta 1439, cuando participa, junto a Domenico Veneziano, en los frescos perdidos del coro de San Egido. Su conocimiento profundo del arte florentino hace suponer una dilatada estancia en la ciudad. Hacia 1460 fue llamado por Federico de Montefeltro para trabajar en Urbino, centro del arte intelectual del momento.

El conocimiento de la cultura del Quattrocento y el carácter experimental de su pintura lo presentan como uno de los más importantes artistas de este período, que difunde los logros de la pintura florentina.

En su obra será tan importante la pintura al fresco como las tablas. Su estilo se caracteriza por una continua experimentación en los problemas de la perspectiva, la representación de la figuración y los problemas lumínicos.

Las experiencias florentinas son, por tanto, punto de partida para sus originales creaciones. Una de sus primeras obras, realizada entre 1440 y 1445, es el Políptico de la Misericordia, del que se conservan las tablas de El Bautismo de Cristo, La Crucifixión y los paneles que representan San Juan Bautista y San Sebastián, disgregados en distintos museos. La representación de las figuras, dotadas de gran energía, muestra el conocimiento de la pintura de Masaccio, resaltadas por el contraste de luces y sombras, así como por el arcaico fondo dorado.

En 1451 pinta, en el templo Malatestiano de Rímini, el fresco motivo de Segismondo Pandolfi Malatesta, con una rígida composición en diagonal de las figuras y una severa ambientación arquitectónica. En 1452, tras la muerte de Bicci di Lorenzo, se le encarga que continúe el ciclo de pinturas al fresco de La leyenda de la Cruz verdadera, en el coro de San Francisco de Arezzo, única obra que se conserva de su actividad en ésta época, ya que se han perdido los frescos que realizó en el castillo Estense y en San Agustín de Ferrara, así como los pintados en los Palacios Vaticanos hacia 1462.

Próxima a los frescos de Arezzo es la Flagelación, en el palacio Ducal de Urbino (1450-1460) o la Virgen del Parto en la capilla del cementerio de Monterchi, de 1460, así como La Resurrección di Santo Sepolcro de 1463.

A partir de 1460 se van a intensificar sus relaciones con la corte de Urbino, entonces centro del arte intelectual del Renacimiento. Para los Montefeltro pinta el retrato de Federico y Battista Sforza, el Díptico de Urbino, la Sacra conversación de Brera, así como la Virgen de Senigallia y la Natividad.

En los últimos años de su vida, estimulado por el ambiente cultural de Urbino y por su relación con el gran matemático Luca Pacioli, redactó los tratados De prospectiva pingendi y De quinque corporibus regularibus. Al igual que en su pintura, en su actividad como teórico existe la certeza de una íntima relación armónica de las formas entre sí, y de éstas con el espacio. Para él, la unidad del universo se revela de manera análoga en el microcosmos de la pintura, mediante la divina proporción de las relaciones matemáticas.

La Flagelación. Piero della Francesca. Palacio Ducal. Urbino. Italia.

Obras

Historias de la Cruz

Ciclo de pinturas al fresco realizadas para la iglesia de San Francisco de Arezzo entre 1452 y 1462. En él, la leyenda medieval de la Santa Cruz se convierte en una espectacular acción litúrgica. El tono sacro de la representación domina no solo la solemne gravedad de los gestos de los personajes sino la naturaleza, el espacio en el que se mueven las figuras. Personajes y naturaleza están recreados en una absoluta concordancia de proporciones, según las leyes armónicas y racionales, que reflejan la originaria perfección de todo lo creado.

En sus escenas, la arquitectura se elabora mediante el sistema racional y científico de la perspectiva. Estas arquitecturas son, en realidad, estudios en sí mismos, ya que corresponden a edificios ideales, no construidos, con una referencia directa a la arquitectura clásica, tanto en estructuras como en elementos decorativos. Su conocimiento de los tratados y la arquitectura de Alberti es evidente, hecho que fue reforzado por su posterior amistad con él en la corte de Urbino.

La figuración se entiende como elementos constructivos para definir el espacio con perspectiva, en que se mueven. Además, está definida con una gran exactitud a través de la luz, que acentúa las diferencias mediante planos de sombras, y se convierte en un elemento idealizante.

Piero della Francesca introduce, además, novedades en la estructura de los frescos, pero se ve condicionado por un tema tan amplio como la leyenda de la Santa Cruz, en la que se necesitan muchas escenas y un espacio relativamente pequeño. Vuelve a montar los temas unos encima de otros, tal y como se distribuían los frescos de Giotto y, a diferencia de Masaccio, introduce una alternancia entre escenas de gran formato y otras menores. Sin embargo, abandona la separación de las escenas mediante un marco arquitectónico fingido, como había propuesto Andrea del Castagno; las escenas se pegan unas a otras y se enlazan, dando unidad de esta forma al tema tratado.La leyenda de la Santa Cruz está tomada de la Leyenda Dorada, pero el autor interpreta las escenas con una tremenda libertad. Entre otras escenas, se representa La vejez de Adán, donde introduce el desnudo, realizándolo de forma mucho más avanzada que los pintores de su tiempo. Existe una preocupación por la anatomía real que se reflejará también en el resto de las figuras, donde a través de las ropas hay un intento de representación de una anatomía verídica. En La Sepultura de Adán se trasmite la misma preocupación por la representación anatómica, así como un juego con la luz para intentar dar sombras a cada una de las figuras, y falta de color. Las sombras creadas en esta obra se producen por los contrastes simultáneos; en ella intuye las sombras coloreadas, descubrimiento de la pintura del siglo XIX. En La Reina de Saba adorando a la Santa Cruz hay un intento de acercamiento del tema antiguo al espectador, mediante la representación de un ambiente propio de la Florencia del momento, tanto en los ropajes como en los gestos y actitudes. Las escenas de batalla (La batalla de Cosroes y La batalla de Constantino) se encuentran totalmente desligadas de las escenas del mismo tema pintadas por Paolo Ucello. La luz, blanca y cegadora, produce contrastes de sombras coloreadas, que se pueden apreciar, sobre todo, en la corazas de los guerreros. Representan un mundo fantástico, donde Piero della Francesca parece abandonar la preocupación por la copia del modelo clásico para buscar una interpretación de la Naturaleza a través de este modelo.

En El sueño de Constantino utiliza, por primera vez en la pintura del Quattrocento, efectos de nocturnidad.

Encuentro del rey Salomón con la reina de Saba. Piero della Francesca.

El Díptico de Federico de Montefeltro y su esposa Battista Sforza

Federico Montefeltro. Piero della Francesca. Florencia.

Conservado en los Uffizi de Florencia, es una obra realizada hacia 1465 por encargo directo del Duque de Urbino. Con esta obra, Piero della Francesca introduce novedades sustanciales a la hora de tratar el tema del retrato. En su disposición, de busto y de perfil, va a mantener la tipología habitual, pero introduce connotaciones que no son típicamente italianas.
En las figuras acentúa el carácter lineal, elemento típicamente italiano, que trasmite una sensación de dignidad que lo pone en contacto con la antigüedad clásica. Sin embargo, trata de conjugar esta forma de retratar con un intento de dar volumen y de realismo, y así, acercarse al rasgo propio del personaje. Hasta ese momento, los retratos del Quattrocento no habían incorporado ningún rasgo definitorio de la persona representada.

En el retrato de Battista se puede observar el gusto por lo menudo, propio de la pintura del norte, aunque no se puede comparar con el detallismo característico de los flamencos. Aun así, Piero della Francesca introduce un gusto por la definición de las calidades de los objetos.

Otra de sus novedades es la introducción de un paisaje como fondo de la representación. El tratamiento del mismo, más próximo a la perspectiva aérea que a la caballera, será punto de partida para las experiencias leonardescas. Hasta ahora, la profundidad se había conseguido mediante un esquema básico de perspectiva. Piero della Francesca lo hace mediante un estudio preciso de la luz y del color. Realiza una sucesión de zonas sombreadas e iluminadas que marcan distintos planos y profundidades, con un fondo difuminado. Pese a este tratamiento, no se debe considerar el precedente directo de la obra de Leonardo. Piero della Francesca lo que consigue es llegar en su experimentación a las máximas consecuencias que le permitía el sistema de representación del Quattrocento. Para Leonardo, éste será el punto de partida para un nuevo sistema de representación.
El paisaje representado no es casual, pues sirve para exaltar al personaje y para diferenciarlo. En él, se narra el sistema de irrigación que Federico de Montefeltro quería llevar a cabo en los campos de Urbino.

En la parte posterior del Díptico se representa El triunfo de Federico de Montefeltro, donde retoma una antigua tradición romana que se pondrá de moda en el Renacimiento: el triunfo que se detentaba en los generales victoriosos, ya que se les hacía entrar en Roma en un carro adornado para rendirles un reconocimiento público. Inspirado en ésta tradición, Piero della Francesca representa a Federico de Montefeltro llevado por un carro tirado por caballos, mientras que el de Battista es tirado por unicornios. Se pretende enaltecer a los personajes, que irán acompañados por la representación de las virtudes. Esta escena alegórica y simbólica es propia del arte del Quattrocento de la segunda mitad, que avanza hacia un simbolismo, en muchos casos hermético y complicado de entender, fuera de las elites que lo producen.

Bibliografía

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E. Alegre Carvajal.

Autor

  • Esther Alegre Carvajal.