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PolíticaHistoriaBiografía

Fernández de Castro Andrade y Portugal, Pedro. Conde de Lemos (1576-1622).

Noble español del siglo XVII, fue uno de los más importantes de su época. Nacido en Monforte de Lemos (Lugo) en 1576 y muerto en Madrid en 1622. Fue séptimo conde de Lemos, sexto conde de Villalba, quinto conde de Andrade y cuarto marqués de Sarriá, virrey de Nápoles y presidente del Consejo de Indias. Fundó la universidad de Nápoles y luchó contra el bandolerismo. De regreso en España, protegió a los más importantes literatos de su época y fracasó en sus intentos de contrarrestar en la corte la influencia del que posteriormente sería coconido como conde-duque de Olivares, valido de futuro rey Felipe IV.

Linaje y familia

Pedro Fernández de Castro pertenecía a un linaje de la alta nobleza gallega cuya casa solariega y centro de sus dominios señoriales estaban de la comarca de Lemos, con capital en la villa de Monforte. A este núcleo inicial progresivamente se añadieron tanto nuevos títulos como dominios territoriales. Entre otros los condados de Villalba y Andrade, el marquesado de Sarriá, el ducado de Taurisano y el condado de Castro, estos último en el reino de Nápoles. El titulo nobiliario fue creado por parte del rey Enrique IV de Castilla en el siglo XV, concretamente en 1453, en favor de Pedro Álvarez Osorio, quien murió en 1483, y que era por entonces señor de Villagarcía. Participó en las guerras civiles castellanas durante los reinados de Juan II y Enrique IV.

Cuando llegó a España la casa real de los Austrias, el título de los condes de Lemos estaba vinculado a la familia Castro, apellido que prefirieron sus titulares al de Portugal, que ostentaban por el matrimonio de la III condesa, Beatriz de Castro Osorio, con Dionís de Portugal, que era hijo del III duque de Braganza.

El padre de Pedro Fernández de Castro era Fernando Ruiz de Castro, VI conde de Lemos, el cual fue, entre 1599 y el 19 de octubre de 1601 (fecha de su muerte), virrey de Nápoles. Durante el desempeño de este cargo hizo encarcelar al fraile Tommaso Campanella, acusado de conspirar contra la dominación española en Italia. Además actuó contra el impostor Marco Tulio Carzón, que era originario de la región de Calabria, en un caso de sebastianismo político. De su interés por las bellas artes quedó constancia cuando encargó al arquitecto Fontana la construcción de un gran palacio en espera de la visita a Nápoles del rey Felipe III. Además tuvo como secretario al dramaturgo Lope de Vega. Se casó con doña Catalina de Zúñiga Sandoval, hermana del duque de Lerma, por lo que se convirtió en cuñado de este. Francisco Ruiz de Castro, hijo del anterior y hermano de Pedro, nacido en Madrid en 1579 y muerto en la misma ciudad en 1637. También fue, de forma interina, virrey de Nápoles en 1601. Después fue embajador en Roma entre 1610 y 1616 y virrey de Sicilia entre ese último año y 1622. Su labor mediadora fue además muy importante en el conflicto entre el papa Paulo V y Venecia, labor que realizó en 1607. Heredó los títulos de su casa a la muerte de su hermano. Pero sin embargo renunció siete años después a todos los títulos y honores y se hizo monje benedictino, orden en la que tomó el nombre de fray Agustín de Castro.

Noble humanista

Don Pedro Fernández de Castro Andrade fue presidente del Consejo de Indias, como su padre, y también al igual que éste, fue virrey de Nápoles en la época del rey Felipe III. En el tiempo de su gobierno se construyó la universidad napolitana. Fue duro en la represión del bandidaje y dejó fama de buen administrador. El duque de Lerma, su tío, quiso valerse de don Pedro, a su regreso de Nápoles, para ganar la confianza del heredero de la corona, el futuro monarca Felipe IV, a fin de que contrarrestase en su beneficio el ascendiente de su enemigo, el futuro valido conde-duque de Olivares, que era entonces gentilhombre de la cámara del príncipe. Sin embargo las gestiones del antiguo virrey de Nápoles fracasaron y se retiró a su palacio en la villa solariega de la familia.

Cuando finalizó sus primeros estudios en su tierra natal de Galicia, se trasladó a la ciudad de Salamanca y allí estudió varios cursos en su prestigiosa Universidad. En 1598 su padre le concedió el título de marqués de Sarriá. Como primogénito y heredero de su Casa, pensó en buscar secretario que le ayudase en sus asuntos particulares. Para tal cargo eligió al escritor y dramaturgo Lope de Vega, que ya lo había sido de su padre y quien años después, cuando públicamente recordaba al conde Lemos, en la epístola que le dedicó en 1607, mostraba un merecido orgullo cuando recordaba haberle vestido y descalzado. A poco de comenzar sus servicios cerca de Pedro Fernández de Castro y Portugal, Lope de Vega decidió reeditar su obra Dragontea. Su señor se ofreció a sufragar los gastos de la misma. Fue esta su primera medida conocida como mecenas y protector de las artes, característica con la que pasó a la posteridad. Fernández de Castro contrajo matrimonio con Catalina de la Cerda Sandoval, y Zúñiga hija del entonces poderoso duque de Lerma Francisco Sandoval y Rojas, y que por eso mismo era su prima hermana, y además fue cuñado del duque de Uceda. El enlace matrimonial fue celebrado por Rodrigo de Castro, quien por entonces era arzobispo de Sevilla, y aprovechó su estancia en Madrid, donde se celebró la boda, para donar una renta de 2.000 ducados a favor del Colegio de Monforte, que había sido fundado por él cinco años antes. Tras la boda, el conde de Lemos junto con su séquito, en el que estaba su secretario Lope de Vega, acompañó a su suegro a Valencia donde se iba a celebrar la boda del rey Felipe III con la archiduquesa Margarita de Austria. Poco después fue invitado por Luis Jerónimo Fernández de Cabrera que era el primogénito del conde de Chinchón, a pasar una temporada en las posesiones de éste. Fue durante esta estancia cuando escuchó, de labios de Lope, la comedia El blasón de los Chaves de Villalba, fechada en 1599. Poco antes de ir a Valencia el propio Lope de Vega publicó su poema El Isidro, para el que el conde de Lemos compuso dos redondillas en las que le encomiaba su labor y talento.

Vida política

Mientras estaba en la corte madrileña y a la muerte de su padre mientras ostentaba el cargo de virrey de Nápoles, se pensó en él como probable sucesor del mismo, no solo en los títulos, que le correspondieron como primogénito, sino en el mismo cargo de virrey. Sin embargo no fue nombrado virrey de Nápoles, cargo que recayó de forma interina, como vimos, en su hermano. Para el se reservó un cargo de la alta jerarquía como era el de presidente del Consejo de Indias, nombramiento que era uno de los más ambicionados y del que tomó posesión el día 9 de marzo de 1603. Sus primeros años en tal puesto de presidente se ensombreció cuando en 1606 naufragaron en la denominada barra del Tajo dos galeones de la Carrera de Indias, en el que desaparecieron cuatro millones de ducados y murieron 1.300 hombres. Sin embargo fue durante su presidencia cuando se llevó a cabo la conquista de Terrenate y del resto de las islas del archipiélago de las Molucas, que eran un importante centro productor de especias, en especial el clavo. Tal hecho fue considerado por el conde de Lemos como uno de los hechos más notables y honrosos de toda su administración. Esta exitosa incorporación a los dominios españoles, era tenida en tan buena consideración por Fernández de Castro que, a su instancia fue redactada la obra La conquista de las Islas Molucas en ese mismo año de la conquista de las islas. Quien se encargó de redactarla fue Bartolomé Leonardo de Argensola. La obra tuvo cierto éxito posterior y fue traducida al alemán y al francés en el siglo XVIII. También desde este puesto promulgó la Real Cédula de fecha 16 de mayo de 1609 por la que se concedía la libertad a los indígenas en todos los territorios bajo dominio de la monarquía hispánica. Poco después de tomar posesión y plaza de su cargo, hubo de trasladarse a Valladolid con el resto de la corte cuando el rey, a instancias de su valido el duque de Lerma, decidió trasladarla a esa ciudad. Después pasó una temporada de descanso en su localidad natal de Monforte. De allí volvió a Madrid. En agosto de 1608 Fernández de Castro fue nombrado por el monarca virrey de Nápoles. En palabras del conde de Gondomar el cargo de virrey de Nápoles, era el mayor y más útil que daba el rey de entre los posibles en Europa, por constituir aquella posesión una de las más ricas y por ello una de las principales fuentes de ingresos para la Corona. Pero con este nombramiento su tío, el duque de Lerma, pretendía, entre otras cosas, que se alejase de la Corte, ya que empezaba a notarse las tensas de relaciones familiares que mantenía con su cuñado, el duque de Uceda. Con tal nombramiento dio a su entonces secretario Lupercio Leonardo de Argensola, amplios poderes para que designase a su discreción y entendimiento a los miembros de la comitiva que debía de acompañarle a su destino de Italia. Además de la condesa de Gelves, del de Argensola y su hijo Gabriel, formaban parte del personal de la Secretaria de Guerra y Estado de aquel virreinato Bartolomé Leonardo de Argensola, el doctor Antonio Mira de Améscua, Gabriel de Barrionuevo, Antonio de Laredo y Coronel, Francisco de Ortigosa y fray Diego de Arce, obispo electo de la diócesis de Tuy y confesor personal del propio Conde.

Según se desprende de la correspondencia conservada de cuando estaba en este puesto, una de las primeras medidas que tomó fue solicitar de la Santa Sede que se suprimiese en algunos casos el derecho de asilo del que los perseguidos por la ley disfrutaban en muchas iglesias cuando se acogían a sagrado, lo que permitía burlar la acción de la justicia. El conde de Lemos obtuvo éxito en estas gestiones y con ello logró limpiar el territorio de vagabundos a la vez que facilitó las tareas de gobierno. Como máximo responsable de la política de la monarquía hispánica, participó en acciones militares, como la jornada de Querquenes contra los piratas turco-berberiscos; al año siguiente repitió la expedición. Igualmente envió tropas por tierra y mar contra el duque de Saboya, que amenazaba con la invasión del reino, por lo que envió 30.000 hombres a Milán en varios tercios, expedición que fue mandada por marqués de la Hinojosa y por el teniente de galeras Pedro de Toledo.

En el mes de julio de 1616 regresó Fernández de Castro a España y en la ciudad de Valencia le esperaba su antiguo secretario Lope de Vega. Tomó posesión de la presidencia del Consejo de Italia, cargo desde el cual siguió la evolución de la trama palaciega que en la corte se urdió contra su suegro y que terminó por llevar a los dos al exilio. El duque de Uceda presionaba cada día más sobre el débil carácter de Felipe III y cuando finalmente accedió al poder procedió de inmediato a anular los nombramientos efectuados en tiempos de su padre, el duque de Lerma, de tal forma que el conde de Lemos fue sustituido en la presidencia del Consejo de Italia, en su lugar el cargo recayó en el conde de Benavente.

El exilio

Pedro Fernández de Castro abandonó Madrid en octubre de 1618 y se trasladó a Monforte de Lemos, alejado de las camarillas e intrigas cortesanas. En el centro de sus posesiones tenía desde hace algún tiempo un magnifico palacio-fortaleza. La prosperidad cultural y material de Monforte que quedaba reflejada en su vida literaria y en los importantes edificios, de los que el conde gozó durante los años de su destierro, se debieron en gran medida a la iniciativa de sus condes y en especial del séptimo. Galicia no debe olvidar que nuestro biografiado, aunque infructuosamente, había luchado por la concesión a este reino del voto directo en Cortes. En carta dirigida a Bartolomé de Argensola manifestó lo contento que se sentía en su destierro. Aquí fue visitado por hombres de letras como Juan Espinosa en 1620 y por parte de Luis de Góngora en 1621, escritor que dejó recuerdo de su estancia en uno de sus sonetos más conocidos.

En 1620 pagó la celebración de grandes festejos en Monforte al que asistieron nobles caballeros que vinieron tanto desde Galicia como desde Portugal y, de los que quedó una detallada relación. Para esta celebración solicitó una vez más el concurso literario de Lope de Vega y además el propio conde contribuyó con una de sus comedias, aunque de la misma no se tuvieron más noticias. Dos años después, debido a la enfermedad de su madre, Fernández de Castro hubo de trasladarse a Madrid. Allí enfermó el también, y en dos meses, el 19 de octubre de 1622, murió en su casa madrileña de la Plazuela de Santiago. Su cadáver fue llevado a hombros por los caballeros de la Orden de Alcántara, de la que era comendador, hasta la residencia de las Descalzas Reales, y desde allí era trasladado definitivamente a Monforte donde fue sepultado en el monasterio de las Franciscanas, que había sido fundado por el propio conde. Lope de Vega en carta dirigida al duque de Sessa escribió lo mucho que le había afectado la muerte de su señor. Como este no dejó sucesión, fue su hermano el heredero de todos sus titulas y de su cuantiosa fortuna, que estaba estimada en 80.000 ducados de renta Francisco Ruiz de Castro Andrade y Portugal, conde de Castro y también de Lemos. Sus bienes libres los cedió en usufructo a su mujer Catalina, y después de ésta pasarían a constituir varias fundaciones y obras piadosas en Monforte.

Protector de las artes

Ha sido considerado el más destacado mecenas español de su época. Durante la etapa en la que fue presidente del Consejo de Indias escribió en 1608 la obra Relación del gobierno de los Quixos y Macas. Se trataba de una interesante y documentada memoria que contenía datos sobre la población, clima y otros aspectos de aquellos lugares. Durante su estancia en Valladolid frecuentó el trato con escritores como Luis Vélez de Guevara y Antonio Hurtado de Mendoza, pero su relación más significativa fue con Miguel de Cervantes, a quien ya había conocido anteriormente en casa de su secretario Lope de Vega. Después, ya en Madrid, Quevedo le dedicó su obra el Sueño de las calaveras. También el mismo autor le dedicaría más tarde El alguacil alguacilado, en la que eran patentes ciertas reminiscencias de origen gallego. Durante su estancia en tierras italianas como virrey de Nápoles patrocinó grandes obras públicas. Además de crear la universidad, mandó edificar numerosos palacios, como el propio edificio de la Universidad, que no pudo ver terminado. También se preocupó por el abastecimiento de agua de la ciudad de Nápoles, para lo que mandó realizar conducciones de agua desde el Vesubio. Igualmente realizó trabajos de saneamiento que hicieron posible que se pusieran en producción campos en los alrededores de Nápoles donde existían lagunas y pantanos. Protegió a las academias napolitanas, sobre todo, a la denominada Academia de los Ociosos, fundada por él y que se convirtió en uno de los centros culturales y literarios más importantes de Italia. Igualmente dotó numerosas escuelas. Cuando regresó a España, en una de las fiestas que solía organizar el duque de Lerma y a la que asistió Pedro Fernández de Castro Andrade y Portugal se hizo una representación de la comedia de éste titulada La casa confusa, pieza que en aquella ocasión recibió los elogios de Pedro de Herrera.

Uno de los aspectos de su vida como mecenas que más se destacaron fueron sus relaciones con Miguel de Cervantes Saavedra. El conde de Lemos protegió al escritor en una forma tan especial que el mismo autor dio cuenta expresamente de la misma en sus escritos. Ambos se conocieron a través de la común amistad con Lope de Vega. Cervantes estaba tratando lograr la protección de algún noble significativo de forma que dedicó su obra Galatea al señor Ascanio Colonna, como había hecho con la primera parte de el Quijote al duque de Béjar. Pero en ambos casos al autor no le habían reportado ventaja alguna. La primera obra que le dedicó al conde de Lemos aparece en las Novelas ejemplares, que fueron impresas en 1613, y en las que anunció la próxima aparición de la segunda parte del Quijote y casi promete dedicárselo al conde gallego, por lo que se dedujo que había recibido ya del Conde muestras de interés. Pero en 1614 se inició una breve interrupción en las relaciones entre ambos, según se cree a raíz de la estancia italiana del conde para ocupar el virreinato de Nápoles.

Todos los escritores deseaban acompañar a Fernández de Castro en su nuevo destino italiano y entre estos escritores estaban Cervantes y Góngora, pero como el conde dio vía libre en la selección de su séquito a Argensola, Góngora, Cervantes y tantos otros se quedaron sin ir Nápoles, lo que le produjo a alguno gran desilusión y amargura, que en el caso de Cervantes quedaron patentes en su obra Viaje al Parnaso, que fue escrito por aquellas fechas y se lo dedicó a Rodrigo de Tapia. Parece ser que Cervantes creyó que el Conde se había olvidado de él y que quienes le rodeaban habían conseguido arrebatarle su protección, dada la escasa importancia que le concedían. Pero cuando menos lo esperaba recibió la primera manifestación de la generosidad por parte del conde y fue tanta la gratitud de Cervantes ante aquel gesto, que prometió no dedicar en lo sucesivo ningún libro sino a él. Así se lo hizo saber de forma expresa en las Comedias y entremeses que publicó en 1615. Y en efecto, las obras que en adeIante aparecen van todas dedicadas a aquél y todas reflejan idéntica devoción, que culmina con la conmovedora dedicatoria de Persiles, escrita ya al borde del sepulcro. Pero además de a Lope de Vega y a Miguel de Cervantes, el patrocinio del conde de Lemos se extendió sobre otros autores. Así protegió a los hermanos Argensola, a Luis de Góngora y a Vicente Espinel. Ascendió a Lupercio Leonardo de Argensola al puesto de secretario de Estado. Francisco de Quevedo le dedicó su obra el Sueño de las calaveras, que escribió en 1607.

De mano del propio conde de Lemos surgieron numerosas obras literarias además de escritos de carácter más político y técnico. Además de las ya mencionadas, eran obras como la Relación de la Provincia de los Quisas y Macas, del año 1608 y que dedicó al duque de Lerma. También escribió el romance En alabanza de la soledad, que lo fue por el conde cuando se retiró de la corte, también de su mano es La Reformación y Nuevas Ordenanzas de la Cámara de la Sumaría, Escribanía de ración, Caja militar y Caja ordinaria, nueva situación de rentas y tierras asignadas para ellas y la forma que se ha de guardar en los pagamentos, cobranzas, cuentas y escrituras del Reino de Nápoles, que vio la luz en 1612 y que muestra una relación de los gastos invertidos en Italia por España. Igualmente existen numerosos manuscritos que se conservaron en la Biblioteca Nacional de Madrid, como el El búho gallego, Tálamo de Galicia o genealogías. Carta a Argensola Su ascendencia, Su jornada a Roma y Cartas. Además de los trabajos citados a él debidos, se conoce la glosa que hizo a una décima del príncipe Felipe «con ocasión de que la reina no se dejaba besar» y que le remitió desde su villa de Monforte, junto con una carta que escribió al príncipe de Esquilache, el 14 de marzo de 1619. En la Biblioteca Nacional se hallaban manuscritos como unas décimas y un soneto, aunque estas obras también han sido atribuidas a Luis de Góngora. También se conservó el Memorial que hizo a S. M. año 1612, sobre la necesidad de cuatralbos para las galeras, además de unas 200 cartas inéditas que se conservaron en el Archivo Histórico Nacional. Pero ninguna de sus producciones alcanzó tanta resonancia y agrado del público como la que tituló El búho gallego o Historia del diputado gallego con las demás provincias de España. Se trata de un interesante alegato que hizo en su defensa, que fue escrito en 1620, y que mostraba un profundo conocimiento de las realidades gallegas.

Bibliografía

  • CASÁS FERNÁNDEZ, M., «Cervantes y Galicia. El Conde de Lemos —ilustre gallego— mecenas del inmortal autor del Quijote». En Boletin de la RAG, XXIV, 1945.

  • CONTARINI, S., Apéndice a las Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614. Madrid, 1857.

  • HERMIDA BALAO, M., Vida del VII Conde de Lemos. Interpretación de un mecenazgo, Madrid, 1948.

  • PÉREZ BUSTAMENTE, C., La España de Felipe III. Vol. XXIV de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal. Madrid, Espasa-Calpe, 1998.

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  • VV. AA., Introducción a la Historia Moderna. Madrid, Istmo, 1991.

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