Felipe VI, Rey de Francia (1293-1350).
Primer rey de Francia perteneciente a la Dinastía Valois, hijo de Blanca de Navarra y del conde Carlos de Valois y sobrino, por tanto, de Felipe IV, el Hermoso. Nacido en 1293 y muerto en 1350.
En 1328 el rey Carlos IV yacía en el lecho de muerte sin haber sido capaz de dar un heredero al trono de Francia. Antes de morir dejó la vaga recomendación a los grandes del reino de que reuniesen una asamblea para decidir la regencia, ya que la reina estaba encinta. Tres candidatos, con amplias razones, se disputaban la corona: Felipe de Evreux, primo hermano de los tres últimos reyes franceses y marido de Juana, hija de Luis X; Felipe de Valois, nieto de Felipe III y también primo hermano de los reyes anteriores; y por último, Eduardo III de Inglaterra, nieto de Felipe IV, por el matrimonio de la hija de éste, Isabel de Francia, con Eduardo II de Inglaterra, padre del monarca inglés. De estos tres, el mejor situado era Eduardo, ya que había sido nombrado apenas hacía un año como rey de Inglaterra y además era duque de la Guyena y conde de Poitiers.
El 1 de abril de 1329 la reina viuda dio a luz a una niña por lo que en aplicación de la Ley Sálica, que desde que el rey Luis X la instituyese en 1316 se había aplicado en tres ocasiones; no se la tuvo en cuenta para la sucesión. Los tres candidatos se apresuraron a esgrimir sus derechos a la codiciada corona de Fracia. Felipe de Valois, argumentando su condición de natural del reino, de ser hijo de Carlos de Valois y sobrino de Felipe IV, fue el que resultó proclamado rey. El 29 de mayo de ese mismo año Felipe fue consagrado como rey de Francia en la catedral de Reims, con lo que se instauró la dinastía de los Valois. Ese mismo año de 1328, Felipe VI, unió los territorios de Valois, Chartres, Anjou y Maine a la corona de Francia.
Su primera acción de reinado consistió en un pacto con Felipe de Euvreux, yerno de Luis X, al cual reconoció como rey de Navarra a cambio de los derechos de este sobre Champaña y Brie, que obtuvo en 1333. El otro frente que tenía abierto el rey era con Inglaterra, Eduardo III, acababa de subir de forma violenta al trono inglés y su posición dentro del país no era todo lo segura que él quisiera, por lo que, de momento, pareció respetar el nombramiento de Felipe VI como rey de Francia e incluso aceptó prestar homenaje al rey francés, en agosto de 1329, por sus feudos de Guyena y Pothieu.
La situación vasallística de Eduardo III con respecto a Felipe VI era algo insólito en la historia de la Edad Media europea, nunca antes se había visto que un vasallo tuviera más poder territorial como su propio señor, y por si esto fuera poco, el echo de que el rey inglés fuese vasallo del francés, daba a este último la posibilidad de solicitar del primero que empeñase sus armas en defensa de los interese del monarca francés. Eduardo, por su parte, se oponía frontalmente a esta idea, ya que pretendía administrar sus territorios de forma autónoma. Pero estas disputas estallarían más adelante.
Asentada su posición en el trono, al menos de momento, Felipe VI marchó a Flandes en ayuda de Luis de Nevers que acababa de ser expulsado por un sublevación de los habitantes de Brujas. Pese a las derrotas iniciales, pronto los ejércitos de Felipe VI se hicieron con la situación y el 23 de agosto de 1329 derrotaron a los rebeldes en Cassel. Con esta victoria se ponía fin a la sublevación flamenca y las ciudades de Brujas e Iprés se rindieron y aceptaron el regreso de Luis, conde de Nevers.
Mantuvo buenas relaciones con el papado, hasta el punto de que estuvo a punto de dirigir una cruzada pero las excesivas condiciones que impuso para ello, solicitó incluso ser coronado emperador, hicieron que la cruzada nunca se llevase a término.
En 1330 Felipe de Artois, yerno del rey, fue acusado de asesinar a su prima y a su tía por lo que fue desterrado del reino; Felipe se refugió en Inglaterra desde donde se dedicó a conspirar contra el monarca francés. Felipe VI por su parte, acogió en Francia a David II de Escocia, encarnizado enemigo del rey inglés. Posiblemente Felipe de Artois tuvo mucho que ver en el cambio de actitud de Eduardo III con respecto a Felipe VI, pero también es muy posible que dicho cambio de actitud viniese motivado por los deseos expansionistas del inglés; de una u otra manera, lo cierto fue que en 1337 las relaciones entre ambos soberanos se enturbiaron. La chispa saltó con motivo de la entrega, por parte de su señor, a Francia del castillo de Puymirel; el problema es que dicho castillo se encontraba en Guyena, por lo que pertenecía al rey inglés que era dueño de dicho territorio. Eduardo III aprovechó el enfrentamiento para reclamar sus derechos sobre el trono francés, y el 19 de octubre de 1337 envió a Felipe VI un cartel de desafío. En este momento dio comienzo la interminable guerra de los Cien Años, que arrasaría el territorio francés durante 146 años. El primer enfrentamiento de importancia en esta larga lucha se produjo cuando el 12 de julio de 1346 desembarcaron Eduardo III y su hijo el príncipe de Gales al frente del ejército inglés en Normandía y el 26 de agosto ambos ejércitos se encontraron en Crecy, allí estalló la batalla y allí las tropas francesas fueron derrotadas. Juan I de Luxemburgo, que había partido en ayuda de Felipe VI para combatir a las huestes inglesas mandadas por el Príncipe Negro, perdió la vida en la batalla. La batalla de Crecy fue un desastre inmenso para Francia, que perdió a lo mejor de su nobleza y de su ejército. El 3 de agosto de 1347 Calais fue conquistada por Eduardo, esta plaza permaneció en manos inglesas hasta el siglo XVI.
Tras la toma de Calais, Felipe VI vio la necesidad de pedir la paz, por lo que recurrió al papa Clemente VI. Por mediación del papado, el 28 de septiembre de 1347 ambos contendientes firmaron una tregua que perduró hasta los últimos años del reinado de Felipe en Francia. La situación para Felipe VI, aún iba a empeorar más, ya que a las derrotas militares, las pérdidas territoriales y la devastación que la guerra había dejado en Francia, se sumó a finales de año un brote de peste que se extendió por todo el país. En París, durante el verano siguiente se calcula que murieron entre 500 y 800 personas diarias víctimas de la peste. De la epidemia fueron culpados los judíos, por lo que el pueblo se tomó la justicia por su mano e inició una injustificada persecución y matanza de estos. El propio Estado apoyó esta matanza, ya que obtenía magros beneficios de la confiscación de las ricas rentas de los judíos.
Entre 1348 y 1350 se extendió por toda Francia el movimiento religioso ortodoxo, milenarista y herético, de fuerte componente anticlerical y antiseñorial, que fue conocido como los flagelantes, íntimamente conectados con el brote de peste, ya que según ellos, esta era un castigo divino.
En 1349 Felipe VI compró a Jaime II, rey de Mallorca los territorios de Montpellier y Lattes. Ese mismo año obtuvo, también por compra, el Delfinado.
La política económica de Felipe VI fue un completo desastre, debido a las costumbres derrochadoras del propio rey, que dilapidaba los ingresos en gastos fastuosos y regalos absurdos. La guerra contra Inglaterra no hizo más que empeorar esta situación, y fue necesario realizar confiscaciones y expedientes extraordinarios para hacer frente a los pagos; pero debido a que esto no era suficiente, se recurrió en repetidas ocasiones a cambiar el valor de la moneda. Se redujeron los sueldos, se aplicó el monopolio de la sal que había creado Felipe el Hermoso e incluso se hizo pagar al clero y a la nobleza. Los Estados fueron convocados en numerosas ocasiones siempre con el objeto de votar nuevos subsidios para el rey.
Felipe murió en 1350, y dejó como heredero a su hijo Juan II, tenido de su primer matrimonio con Juana de Borgoña. Hijos de este matrimonio fueron también Felipe de Orleans, conde de Valois, y María que se casó con Juan de Brabante. De su segundo matrimonio, con Juana de Navarra, tuvo solo una hija póstuma que murió al poco de nacer.
JACJ